martes, 4 de mayo de 2010
ANIVERSARIO - SOREN KIERKEGAARD
“El hecho de que un autor anónimo, con la ayuda de la prensa, pueda día a día, encontrar ocasión de decir (incluso sobre materias intelectuales, morales y religiosas) lo que le viene en gana, y lo que tal vez estaría muy lejos de tener el valor de decir como individuo, que cada vez que abre la boca (¿o sería mejor decir sus fauces abismales?), se dirige a un mismo tiempo a miles y millares; que puede hacer que se repita lo que ha dicho mil veces diez mil, y que en todo eso nadie tenga responsabilidad, de forma que no es como en los antiguos tiempos en que la multitud, relativamente impenitente, poseía la omnipotencia, sino que ahora una cosa absolutamente impenitente, un nadie, una unanimidad, que es el autor, y otra unanimidad, el público, algunas veces, incluso suscriptores anónimos, son los que la tienen, y con todo esto, ¡nadie, nadie! ¡Dios mío! ¡Y a pesar de todo, nuestros Estados se llaman a sí mismos Estados cristianos! Que nadie diga que en este caso le es posible a la “verdad”, mediante la ayuda de la prensa, obtener beneficios de las mentiras y los errores. ¡Oh vosotros que decís eso!, ¿os atrevéis a sostener que los hombres considerados como multitud están tan dispuestos a caer sobre la verdad como sobre la mentira, siendo la primera muchas veces de mal sabor y estando la segunda preparada siempre delicadamente? ¡Sin mencionar el hecho de que dificulta aun más la aceptación de la verdad la necesidad de admitir que uno ha estado equivocado! ¿O es que tal vez os atrevéis a sostener también que la “verdad” puede ser entendida con la misma rapidez que la falsedad, la cual no requiere conocimiento preliminar, ni enseñanza, ni disciplina, ni abstinencia, ni abnegación, ni honesta preocupación sobre uno mismo, ni labor paciente? No, la verdad –que aborrece también esta mentira de aspirar a una gran difusión como meta –no tiene alas en los pies. En primer lugar, no puede trabajar con los fantásticos medios de la prensa, la cual es la mentira; el comunicador de la verdad sólo puede ser un individuo. Y la comunicación de la verdad sólo puede ser dirigida al individuo; porque la verdad consiste precisamente en esa concepción de la vida expresada por el individuo. La verdad no puede ser comunicada ni recibida si no es como si lo fuera bajo los ojos de Dios, ni sin la ayuda de Dios, ni sin Dios sea el término medio, ya que El mismo es la verdad. Por tanto, sólo puede ser comunicada y recibida por “el individuo”, el cual puede ser cualquier hombre viviente”.
Kierkegaard -Sobre la dedicatoria a “Ese individuo”
“Dios, en cuanto hombre, se reviste de la forma de siervo insignificante y de tal manera expresa lo de ser un pobre hombre que a ninguno de los hombres se le pueda ocurrir jamás, en ese aspecto, sentirse excluido y mucho menos pensar que son los honores y el prestigio humanos los que a uno le acercan más a Dios. No, él es el hombre insignificante. Mirad hacia acá, nos dice, y considerad a fondo lo que es ser hombre, pero, ¡cuidadito!, pues además soy Dios…y dichoso aquel que no se escandalizare de mí”
Kierkegaard -La enfermedad mortal