"El manantial", de King Vidor, 1949, y "Vértigo", de Alfred Hitchcock, 1958. |
jueves, 28 de noviembre de 2013
DE LA FUNCIÓN SAGRADA EN LOS HÉROES DEL CINE
(Fragmento de nuestro ensayo “El cine y los arquetipos”, en
el libro inédito El mirar del cine)
Pero además hay que saber que el cine –o el autor que desea recuperar el
aspecto sagrado de la vida mediante un lenguaje simbólico- propone la función
Heroica o Guerrera porque entiende que en la sociedad moderna desacralizada es
imposible de reinsertar visiblemente la función Sagrada o Sacerdotal o Real,
planteado en los términos de Georges Dumézil y su trifuncionalidad (la tercera
de las cuales viene a ser la de los Productores). Si el público, evidentemente,
es incapaz de asimilarse o aceptar la primera función de la tríada, esto es, la
sagrada, ¿de qué manera, cómo hizo el cine para tender un puente desde esa
función heroica sobreviviente a la sagrada o sacerdotal? He ahí el problema de
los problemas. Algunos pocos lo hicieron a través de lo simbólico que conducía
al misterio –siempre visto desde soportes como el género policial o de
“suspenso”-. Otros simplemente se olvidaron y se quedaron solamente con el
héroe por sí mismo, luego entonces re-utilizado por el Sistema de Dominación
(en este caso liberal) para favorecer sus fines.
Esta imposibilidad de poner en primer plano la primera función, aquella de
lo sagrado, pone en entredicho, entonces, las vías directas para -mediante el
arquetipo- poder por parte del cine acercar al espectador hacia el arquetipo de
lo sagrado (1). También el cine ha mostrado muy bien casos en que el héroe quiere pasarse de su función heroica a la primera por sus
propios medios. En tal caso, como bien señaló el crítico Ángel Faretta, es
imposible y el héroe se vuelve loco (v. gr. “Bigger than life” de Nicholas Ray y “Apocalipse
Now” de Francis Ford Cóppola). También es
notable el ejemplo de “Vértigo” al respecto: allí también el héroe tiene
su castigo. Es una tentación que ronda a todo aquel que opera con algún grado
de poder y de saber: el ensoberbecerse hasta llegar a creerse un dios o actuar
como si Dios no existiera o estuviera a nuestro servicio. Otra forma de
acercamiento a la primera función ha sido la del gnóstico James Cameron con sus
casi explícitas parodias de la Redención cristiana, en sus films “Terminator”,
“Terminator 2. Juicio final”, “Titanic” y ya en grado
tremendamente obvio, en “Avatar”. La otra forma posible ha sido la de “El
Señor de los anillos”, mediante una formulación ajena por completo a la
historia humana, en un cuento de hadas que, no obstante sus valores innegables,
mostró el fracaso de querer saltar esa instancia para acercar lo trascendente a
un público cada vez menos interesado ni siquiera por lo heroico. Señalemos como
grandes obras que concretaron la unificación de lo heroico en y hacia lo
sagrado tanto “La Pasión de Cristo” como “Apocalypto”,
ambas de Mel Gibson.
(…)
Apuntemos algo
muy importante, que se vincula al fondo de esta cuestión. Comenta Monseñor
Straubinger (2) : “Lo único que no hay que quitar a Dios es el honor: la
gloria de ser Él solo excelente y bueno y generoso y sabio. Todo lo demás nos
lo da Él, hasta la felicidad eterna y su propio Hijo en quien Él tiene puesta
su complacencia. Por eso Jesús niega que pueda tener fe el que busca su propia
gloria, y llama lobos rapaces a los falsos profetas, porque es un robo
el apropiarse de una parte de gloria y alabanza, por mínima que sea, ya
que toda ella pertenece exclusivamente a su Padre. En esto consiste
principalmente el abismo que separa el Evangelio y el mundo. Éste mira como
virtud y suele llamar noble altivez lo que para Dios no es más que soberbia.
Afirmar la propia personalidad es el consejo que daba Séneca. Volverse niño
negándose a sí mismo, en la propia personalidad es, como sabemos, lo esencial
en el discípulo
de Jesucristo, pues los niños serán los primeros en el Reino, y los que no sean
como ellos no entrarán.”
Ese afirmar la propia personalidad es
también lo que se ha inoculado desde el cine, lo que, desde luego, trae como
resultado inutilizarse a sí mismo para toda buena obra; acaso la película “The
fountainhed” de King Vidor sea la cumbre de esta soberbia. Paralelamente,
pero en sentido inverso, “Vértigo” de Hitchcock sería su opuesto
absoluto; dejo al lector la oportunidad de comparar sus simétricos –y
opuestos- finales. Tal vez se pueda
entender también cómo la primera tendencia fue la que triunfó dentro del cine,
a pesar de que para algunos parezca lo contrario.
(1)Un notable ejemplo de cómo se
puede dar el salto del estadio ético al estadio religioso, o de la segunda a la
primera función, y eso a través del sentido trascendente o misterioso cuyo
puente es el símbolo, es la obra maestra “El cielo sobre el pantano”, dirigida
en 1949 por Augusto Genina. Allí la protagonista se convierte en Arquetipo al
aceptar el martirio, y devenir entonces santa. La mirada sobrenatural del
director logra mostrar gradualmente ese pasaje, y es necesario que así lo haga,
para que la lección brindada sea así mayor, y el arquetipo resulte verdadero.
(2) Coment. al Salmo 88, 18.
Dos finales parecidos pero absolutamente opuestos
en su sentido: mientras que Howard Roark (“El manantial”) se yergue como una
especie de dios que ha vencido todas las circunstancias por su sola fuerza de
voluntad, y espera en lo alto de un edificio por la mujer que lo venera y
asciende hacia él en forma vertical (y la cámara lo muestra de forma
subjetiva), Scottie Ferguson (“Vértigo”) se ha comportado como un dios que
forja y manipula una mujer a voluntad para perderla al final mediante una caída
de ésta, ante la presencia de lo verdaderamente sacro (una religiosa). Los dos
miran hacia abajo, pero uno como un dios triunfante (en el film de Vidor), el
otro habiendo fracasado por haber querido comportarse como un dios (en el de
Hitchcock).