Del blog Espada de doble filo / INFOCATOLICA
Hoy en día, sin embargo, yo diría que la inmunidad diplomática no es nada en comparación con la inmunidad de la que disfrutan actores, directores y otras personas relacionadas con el cine. Inmunidad hollywoodiense podríamos llamarla. A veces, tristemente, esta inmunidad afecta incluso a las leyes, como si los actores fueran una casta que está por encima de los demás y al margen de las normas que afectan a los mortales. En cualquier caso, la inmunidad hollywoodiense siempre es eficaz en lo que se refiere a la opinión pública y parece ser que la gente del cine puede hacer o decir absolutamente cualquier cosa sin perder el apoyo y la admiración de los espectadores.
Todos conocen ya el caso del director Roman Polanski, que tuvo que huir de su país por haber drogado a una menor de trece años para abusar de ella. Durante años vivió refugiado en Francia, recibiendo premios como la Palma de Oro de Cannes y un Óscar en 2002. Hace poco pidieron su extradición a Suiza cuando el director viajó a un festival de cine en Zurich, pero los jueces de aquel país la denegaron. Lo más feo del asunto, a mi entender, fueron los innumerables apoyos recibidos en esa ocasión por Polanski de parte de grandes personajes del mundo del cine: Woody Allen, Martin Scorsese, Monica Bellucci, Pedro Almodóvar y otro centenar de famosos actores y directores. Y no se trataba sólo de solidaridad en la farándula, su última película “El escritor” ha sido vista por millones y millones de personas a las que no parecen importar en absoluto las cuentas pendientes de Polanski con la justicia.
“Las mujeres se están dando cuenta de que no tienes que comprometerte con un hombre simplemente para tener un hijo. (…) Se están dando cuenta de que, si ha llegado ese momento de sus vidas y lo quieren, pueden hacerlo con un hombre o sin él”.
Por supuesto, también aprovechó para reírse de la familia tradicional:
“Lo central de la película es la cuestión de qué es lo que define a la familia. No está formada necesariamente por el grupo tradicional de madre, padre, dos niños y un perro llamado “Spot”. El amor es el amor y la familia es lo que tienes alrededor y los que están en tu ambiente inmediato. Eso es lo que me encanta de esta película. Está diciendo que no se trata del tipo tradicional de estereotipo de lo que se nos ha enseñado como sociedad que es una familia”.
En un mundo más lógico, después de estas declaraciones, como mínimo la mitad de su público (los varones) dejaría de ver sus películas. Y no volverían a trabajar con ella al menos la mitad de los actores, realizadores, técnicos de sonido, directores, productores, etc. A fin de cuentas, sólo sería reconocer que Aniston ha llegado a ese momento de su vida en la que puede hacer películas con los hombres o sin ellos. Y también huirían de sus películas todos aquellos que defienden la familia tradicional, formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer y los hijos que reciban de Dios. Pero, por supuesto, nada de eso sucederá. Sus películas seguirán atrayendo a millones de hombres y mujeres, seguirá recibiendo premios por sus actuaciones y, como es lógico, seguirá diciendo lo que le dé la gana, porque, en Hollywood, las acciones no tienen consecuencias.
Bueno. Al igual que sucede con la inmunidad diplomática, sí que existen algunas normas, que nadie se puede saltar. Imaginemos, por ejemplo, que alguien hubiera dicho lo mismo pero al revés, hablando de los hombres y de su relación con las mujeres. Por ejemplo, si alguien declarara orgullosamente algo así como: “Un hombre llega a un momento en su vida en el que puede elegir entre querer a una mujer o usar y tirar a todas las mujeres con las que se encuentre. Ya no tiene por qué casarse, aunque puede hacerlo, por supuesto. No tiene por qué respetar a las mujeres para obtener placer de ellas”. Los gritos de protesta se habrían oído en la cima del Everest.
Incluso la inmunidad hollywoodiense tiene sus límites. Puedes drogar a una menor para violarla y todos te apoyarán, pero que no se te ocurra dar la impresión de ser poco feminista, porque entonces no tendrás perdón. Hasta ahí podríamos llegar.