A. D. Sertillanges, o. p., “Los grandes temas de la vida cristiana”
“¿Acaso los maestros proponen que se conozcan y retengan sus pensamientos en vez de las materias que piensan transmitir cuando hablan? Porque, ¿hay alguien tan estúpidamente curioso que envíe a su hijo a la escuela para que aprenda qué piensa el maestro? Una vez que los maestros han explicado con palabras las materias que se proponen enseñar, hasta la ética y la filosofía, entonces los que son llamados discípulos consideran en sí mismos si son verdaderas las cosas que se dijeron, naturalmente contemplando según sus fuerzas la verdad interior. Sólo entonces aprenden. Y cuando descubren interiormente la verdad que les dijeron, alaban a sus maestros, ignorando que más que a los instructores elogian a los hombres instruidos, aunque todos ellos saben lo que dicen. Pero se engañan los hombres al llamar maestros a quienes no lo son. Como la mayoría de las veces no existe ninguna interrupción entre el momento de la locución y el del conocimiento, y puesto que después de la instrucción del profesor aprenden interiormente de inmediato, creen haber sido instruidos por el que está afuera”.
San Agustín, “El Maestro”
“Que la curiosidad no los lleve a leer autores contagiados de modernismo, porque hay que estar muy bien pertrechados para que la Serpiente no nos inyecte el veneno de la duda”.
R. P. Álvaro Calderón.