Llegamos pues a la profecía sobre la Patria.
He dicho antes que ustedes son la Patria, porque sé que hay muchísima gente como ustedes en todo el ámbito del país; y mediante ellos estoy yo vivo todavía y séame lícito mencionar de paso a Monseñor Roberto Tavella, el Dr. Alberto Graffigna y el finado Enrique Von Grolman, el Sr. Florencio Gamallo, el P. Llussá, el P. Furlong, etc. dejando otro montón entre mis bienhechores. Ese montón incalculable de gente, que son los argentinos antiguos, esperan la salvación de la Patria de la bondad de Dios y de sus propios esfuerzos; hasta hoy por desgracia aislados, dispersos y aparentemente inútiles. Y mientras ellos existan, aunque sea como “generación sacrificada”, la redención de la Argentina es posible.
¿Así que Ud. cree que la redención de la Argentina es posible? –Sí, pero no la creo fácil. –Y ¿cómo se iría a verificar? –El cómo creo no hay un solo hombre en el mundo que lo sepa. ¿O por lo menos, por qué camino? –Días pasados me decía Octavio Maeztu que no por el camino de cambiar estructuras, sino que deben cambiar los hombres, o sea los ánimos, o las ánimas. En realidad de verdad, ambas cosas deben cambiar, juntas y recíprocamente; o sea en causalidad recíproca, como dicen los filósofos. O sea, para repetir una cosa ya muy conocida, que Dios nos exige un cambio juntamente político y religioso. El cambio religioso es el más importante pero el cambio político es el más urgente; y ninguno de los dos puede darse solo. Y aunque para algunos conocidos míos estas dos cosas, religión y política, son distintas y aún opuestas, y “hay que dejar la política y hacer sólo religión”, dicen –es fácil ver dónde estas dos cosas se tocan y conectan, que es en el Reino de la Verdad. Rendir culto, cultivar y resguardar la verdad, aunque sea acerca de Rosas, es hacer a la vez religión y política. Porque la Verdad es Dios, dijo crudamente Quevedo; o sea, el hombre ve las cosas porque existen y las cosas existen porque Dios las ve y eso es la Verdad, una trascendencia que está colocada entre los hombres y Dios y tiene relación con ambos intelectos. Y así el Dios que se hizo hombre fue el Logos, es decir, la Verdad, “Nuestro Dios es el Dios de las cosas –como son—Nuestro Dios es el Dios que es”.
“Homenaje y agradecimiento” (Colegio Champagnat, 5-12-1969)
“El Estadista es el que golpea al pueblo para bien del pueblo. Dice Santo Tomás que por eso tienen un premio en el cielo próximo al Apóstol: “en el cielo de Júpiter”, dice el Dante. El Tirano es el que golpea al pueblo para bien propio; por eso Dante lo pone en el Tercer Círculo del Infierno. Pero hay uno peor que estos dos, que es el que no golpea al pueblo: el Demagogo. El Demagogo hace lo que la masa quiere que haga, y dice lo que cree que a la masa le gusta. Es un servil. Es un adulador. Es el tenorio de la muchedumbre. ¡Qué bien los conoció Platón, qué retratos que se salen del libro, y se ponen a caminar –en auto- por las calles de Buenos Aires!...,La República, El Gorgias, El Político ¡qué manuales de política argentina!”
Cabildo, Buenos Aires, 14 de mayo de 1944.
“¡Vamos a suprimir la guerra, “el crimen de la guerra”! Debilitaron militarmente al país, lo castraron de su capacidad de lucha, que es un instinto normal del animal macho. Actualmente el Uruguay nos hace el pito catalán.
¡Vamos a suprimir la superstición! Aservilaron al clero, consiguieron hacerlo escaso y mal preparado, se arreglaron para sacar obispos de esos que no son de respeto –como dicen los tauromacos- sino más bien “vistosos”.
“Y una de las cosas para las cuales no sirve el Gobierno es para inventar fiestas. Las fiestas verdaderas se inventan solas. Cuando estuve en San Juan –antes del terremoto- oí la siguiente copla:
Basta de centenarios
Basta de días
¡Quiero papas baratas
Fritas y frías!
Basta ya de homenajes
Y homenajiados
¡Y hagan más penitencia
por los pecados!”
Cabildo, Buenos Aires, 17 de mayo de 1944.