Director: Luc Jacques – 2005
LA MIRADA A MEDIAS
Decía Alfred Hitchcock: “Hay una gran diferencia entre la creación de un film y la de un documental. En un documental, Dios es el director, el que ha creado el material de base. En el film de acción, es el director quien es un dios, quien debe crear la vida”.
Pero esto no llega a ser así.
No puedo dejar de recordar la intervención de Dios en el Libro de Job, con estas palabras:
“¿Quién abre regueras al aguacero,
y camino a la nube tronadora,
para hacer llover
sobre un país inhabitado,
sobre el yermo, donde no vive el hombre,
para hartar tierras desiertas y vacías,
y hacer brotar un poco de hierba?”
(Job, XXXVIII, 25-27)
La admiración que produce en el espectador la larga serie de pormenores en la vida de estos pingüinos no puede deberse a –no puede ser causado por- estos animales, ya que todo lo que hacen obedece a su instinto. Todo lo que nos maravilla allí, todo lo que durante miles de años ha funcionado, todo ese equilibrio que parece imposible entre elementos tan complejos para que una especie animal sobreviva en un remoto lugar donde nadie ha de verla, no puede ser atribuido necia o ingenuamente a la casualidad. La admiración debe tornarse reflexiva, comprensiva, agradecida. “Alabar la creación en tanto acto de creación”, escribió alguien. Detrás del orden hay un Ordenador.
Como escribió C. S. Lewis: “El hombre sólo puede ser entendido en su relación con Dios. Las bestias han de ser entendidas únicamente en su relación con el hombre y, a través de él, con Dios.” (El dolor animal, en “El problema del dolor”).
P. S.: Lo mismo que decimos sobre esta película puede afirmarse con respecto a otros dos excelentes documentales, “Wimged migration” y “Microcosmos”, donde se nos desvela la belleza de las criaturas, pero sin el atisbo de un Creador de tanta armonía, gozoso orden que nos convoca a descubrirlo y, en el amor a él, el amor a nuestro Creador. El ver las cosas desde un punto de vista no habitual puede llevarnos a comprender que mientras no se pierda del todo la capacidad de maravillarse de las cosas, aún no está todo perdido. Pero esto supone también que no se haya abdicado del todo del pensar, esa actividad de la que este mundo moderno y progresista quiere eximirnos porque es él mismo quien nos lo procura, dispendioso como es de diversiones y fruslerías que camuflan un pensamiento ya digerido y “listo para usar”.