TEILHARD, FARETTA Y EL CINE
“Enferma leerlo”
(Castellani)
“Los
Padres de la Iglesia, que con su celo y saber mantuvieron intacta la verdad de
la fe, hicieron de la humildad el fundamento de su actividad. Sabiendo que
estaban sujetos a error, repetían con San Agustín: “Puedo errar, pero nunca
seré hereje”. La prudencia y la humildad no son menos necesarias en los
estudios profanos que en los religiosos. Algunos pierden el contacto con la
realidad en sus elucubraciones y desperdician su talento dedicándose a estudios
que están por encima de sus fuerzas. Cicerón tiene razón cuando dice que no hay
doctrina, por absurda que sea, que no haya sido defendida por algún filósofo.
Por ello, el Apóstol afirma que “la ciencia hincha”, no porque sea mala en sí
misma, sino porque el corazón humano es muy propenso al orgullo. Generalmente
los más ignorantes son los que caen más fácilmente en el defecto de exagerar
sus conocimientos y cualidades”.
Vida de los Santos de Butler – San Eusebio.
“Es muy
lamentable ver hasta dónde llegan los delirios de la razón humana cuando está
hambrienta de novedades y cuando, en contra de la advertencia del apóstol,
quiere saber más de lo que conviene saber, cuando, con un exceso de confianza
en sí misma, pretende buscar la verdad fuera de la Iglesia católica, donde se
encuentra sin la más leve sombra de error”.
Gregorio XVI, cit. por San Pío X.
“No,
ninguno que espera en Ti es confundido.
Confundido
queda el que locamente se aparta de Ti”.
Salmo 24, 3:
Fue René Guénon quien
tal vez –a raíz de su indudable talento- llevó más lejos la influencia de una
corriente sincrética que se ha llamado “verdadero conocimiento metafísico”, es
decir gnóstico, disfrazando de “tradicional” un pensamiento que iba a acabar,
en nuestros días, en el más deplorable modernismo o progresismo religioso.
Esclarecedor, para quien quiera ampliar sobre este tema, es el estudio Un gran iniciado: René Guénon (primera parte). Segunda parte
Otro de los pseudo-profetas de amplio predicamento,
aunque en este caso de nulo talento literario, más bien alucinado y
perturbador, es Teilhard de Chardin
(masón y apóstata), otro a quien puede imputársele aquella enseñanza de Santo
Tomás que dice: “La infidelidad tiene
origen en el orgullo”. Nos referiremos a él teniendo en cuenta el
desconocimiento (“ignorancia” puede sonarle muy fuerte a algunos espíritus no
acostumbrados a revisar sus ideas) que entre quienes escriben o les interesa el
cine hay acerca de sus escritos, sus ideas, su influencia. Dijimos en nuestra
crítica sobre “Vampiros” (Ver: SOBERBIA) que la referencia de Ángel Faretta (*) –muy positiva- sobre Teilhard de Chardin es reiterada. De hecho
donde más ostensible se hace es al encabezar su libro (donde hay cosas valiosas
y estimables, por cierto) “Espíritu de
simetría” (Editorial Djaen, 2007), libro en el cual nos menciona, en un
tiempo donde aún no habíamos llegado a la ruptura con quien se nos reveló
claramente como un falso maestro, munido de esteticismo refinado pero que
no dejaba de brindar a sus alumnos unas “bagatelas
filosófico-teológicas” -como afirmara Don Luigi Villa de Teilhard de Chardin- que casi todos sus discípulos
tragaron sin el menor discernimiento. En honor a la verdad debemos, por
lo menos, abordar con sentido crítico este ítem. No nos mueve otro propósito
que esclarecer allí donde la oscuridad se aposenta, y nos resulta penoso, por
cuestiones personales, el tener que hacerlo. Pero ante todo está la verdad, sin
la cual, como afirmó Nuestro Señor, no seremos libres, y sí, por lo tanto,
esclavos del error.
Tenemos en cuenta, además, que en por lo menos seis
reseñas sobre el mencionado libro de Faretta–ya se trate de periódicos o la
Internet- ninguno de los comentaristas toma en consideración la mención de
Teilhard de Chardin en cuanto a su gravedad y significación respecto de las
ideas farettianas. La penuria de sentido crítico dejó pasar el infortunio. Si
alguien pudo pensar que se trataba tan sólo de una cita aislada y
desafortunada, creemos que su reiteración en diversos escritos –no de la cita
sino del “pensamiento” teilhardiano- puede ser tomada, como lo hizo un periodista
de Ñ de Clarín, como “una declaración de principios y una guía”, aunque por
cierto extremadamente confusa y propensa a crear confusiones. Otros repetidores
son más ingenuos y, por lo tanto, por no saber discriminar, no llegan a ver el
peligro que corren. Pero está claro que los desvaríos a que Teilhard ha llevado
a sus seguidores (para decirlo en analogía cinematográfica, y sin
exageraciones, a la manera del Sutter Cane de “En la boca de la locura”, pero
con una posible salida feliz, si se la busca, no como en el desesperado y
horrible film de Carpenter) son tanto perjudiciales cuanto impermeables a todo
esclarecimiento, cuando las evidencias de una posible ruina espiritual se
manifiestan por obra de la caridad al embarullado.
Voces autorizadas –sólo unas pocas- nos hablan de este
delirante pseudo-profeta que fue Teilhard. Estudiosos a los que debemos dar
gracias por habernos ahorrado la enfermiza experiencia de sondear en los
abismos de sus libros, donde el Error corre a sus anchas y, como león rugiente,
busca a quién devorar. Voces que dan la Verdad de manera clara e inteligible,
porque, al decir del Cardenal Newman: “Cuanto
más profundo es el pensamiento, más simple es la palabra”.
Sobre Teilhard de Chardin
“… podemos decir que al margen de los muchos motivos de
confusión que derivan del carácter de sus obras y de su extraña y complicada
historia humana, lo cierto es que su obra no puede ser considerada como
sostenible ni científicamente, ni filosóficamente ni teológicamente”
(Don Luigi Villa, “Teilhard de Chardin”)
“Un Pseudo misticismo, nebuloso y ambiguo, que se evade
de los problemas reales con un aura poética, también ella, decadente”.
(Don Luigi Villa, “Teilhard de Chardin”)
“Es lógico que el juicio negativo por parte de eminentes
científicos sobre la presunta base científica de Teilhard de Chardin fisura aún su castillo de imaginaciones
en el campo filosófico-teológico, el cual querría fundado sobre la base de la
ciencia. Si, sobre su valor científico, la crítica seria va rectificando y
precisando, cuánto más debe hacerse ésto respecto de su incapacidad como
metafísico y teólogo, cuya incompetencia es aún mayor. Teólogos eminentes, como
el card. Charles Journet, C. Philippe
de la Trinité, Mons. A. Combes,y filósofos eminentes, como Gilson y Maritain,
lo han ya demostrado.
Todo el pensamiento filosófico-teológico de Teilhard de Chardin, en efecto, está
impregnado de errores, de absurdos y de falsedades, en un confuso nihilismo que
aparece claramente aún a los más desprevenidos, (siempre y cuando lean “sus
obras”, y no las amables críticas de sus propagadores devotos neo-modernistas!)
Desafortunadamente, Teilhard de Chardin, ha dejado una brecha, o ha golpeado,
especialmente en los ambientes católicos y religiosos, tal vez precisamente por
su presunto rigor experimental científico y teológico, que los verdaderos
hombres de ciencia y los verdaderos teólogos, sin embargo, rechazan como un
escandaloso montaje. Hemos visto – al menos brevemente – que en los escritos
de Teilhard hay todo un cúmulo de confusiones, de afirmaciones ilegítimas, cándidamente
presentadas como si estuvieran demostradísimas; hay desviaciones verticales,
untuosamente presentadas a la sombra de la religión; hay, en una
palabra, todo un falso “fermento evangélico”, lleno de herejía y de engaños.
Este jesuita, no suficientemente condenado, ni bastantemente prohibido, lejos
de ayudar a los hombres a acercarse a Dios, (su punto “Omega”), ha sembrado,
en el interior de la Iglesia, confusiones, divisiones e incluso odio; lo
cual está exactamente en lo opuesto del impulso evangélico, por la salvación
del hombre, implementado por el genio de los Padres de la Iglesia y por los
Santos de todos los tiempos!
(Don
Luigi Villa, “Teilhard de Chardin”)
-------------------
“Teilhard de Chardin estaba entonces a punto de venir
aquí a dar conferencias, traído por sus cofrades y el Museo de Historia Natural
de La Plata; sus opúsculos los encontré en Salta; una parte del clero joven
francés, español e italiano se los pasan de mano en mano; el opúsculo
Introduction a la vie chretienne que yo leí, había sido transcripto a máquina
–muy mal por cierto- por el profesor de metafísica de la Universidad de
Barcelona, canónigo N. N. Por eso consideré obligatorio –aunque penoso-
escribir aquella nota, y estotra que escribo ahora.
No cabe en ella una descripción de la “teología” de
Teilhard de Chardin que tampoco es necesaria. Baste decir que en ella se
contiene entre otros –sutilmente paliados, no en forma categórica- los
siguientes errores:
El transformismo darwiniano dado como verdad cierta.
La negación de la Parusía o Segunda Venida de Cristo tal
como la entiende la Iglesia.
La negación de la Redención por la obra personal de
Cristo.
La negación del pecado original, a la manera de Pelagius.
Monismo materialista evolucionista parecido al de Spencer
y Haeckel.
Panteísmo sutil a la manera de Bergson.
Interpretación modernista de todos los Sacramentos,
empezando por la Eucaristía, a la manera de Guenther.
Negación del fin primario del matrimonio y constitución
del fin primario del matrimonio en la “ayuda espiritual mutua de los esposos”.
Aprobación de los medios contracepcionistas en el
matrimonio, a la manera de Malthus.
Negativa implícita de la autoridad de la Iglesia para
definir, a la manera de Loisy, Tyrrel y otros.
Si he escrito negaciones es para abreviar; pero más que
negaciones son adulteraciones capciosas y tangentes del dogma cristiano, lo
cual es propio de la herejía modernista, condenada por Pío X en la Pascendi.
Creo que no era un protervo, sino un débil: dos años viví con él como vecino de
cuarto en el tercer piso de la 42 rue de Grenelle, París, y ni una sola vez me
dirigió la palabra, ni para darme los buenos días. Era uno de esos “sabios” de
hoy, que, porque dominan una técnica de investigación, reciben de la
tilinguería contemporánea el sagrado título de “sabios”; como Enrique Fermi y
aun el mismo Einstein. Como dijo Max Scheler, su sabiduría no se diferencia de
la sabiduría del chimpancé en género, sino solamente en grado; con razón éste
tenía tanto empeño en descender del chimpancé, a través del Eoanthropus, el
Sinanthropus y el Quasianthropus. Habrá que inventar una nueva palabra para
designar la sabiduría de los que conocen los primeros principios y las últimas
causas; porque sabio hoy día los llaman a los técnicos; y a imitación de
Pitágoras que se llamó modestamente Filó-Sofo (aficionado a la sabiduría) para
distinguirse de los hinchados Sofos (sabios) de su tiempo, habrá que llamar a
Max Scheler, a Carrel, a Belloc, a Kirkegor...filotécnicos o sub-sabios.
En 1947 lo volví a encontrar en Roma. Los dos habíamos
sido llamados por el General de los jesuitas para “explicarnos”. El volvió a
París con todos los honores, nombrado miembro de la Academia de Ciencias de
Londres y apoteosado por la revista Etude y la Revue des questions
scientifiques. Recuerdo esto como un simple hecho histórico, signo de nuestros
tiempos, sin apoyar en él ni concluir nada.
Ahora eso ya poco importa. Lo que debe quedar es que
el paleontólogo Teilhard de Chardin fue quizá un gran hombre de ciencia -en
lo cual no puedo juzgarlo-, pero un mal filósofo y un teólogo heretizante, a
más de un hombre altanero y débil”.
(R. P.
Castellani – Dinámica Social Nº 63, Bs. As., noviembre de 1955. En “Nueva
crítica literaria”, Ediciones Dictio)
“El Superhombre está al nacer, junto con la
Superfederación de las naciones del orbe en una sola, y la palingenesia total
del Universo visible, por obra de la Ciencia Moderna. Esta idea, o imagen o
mito está en el ambiente y tropieza uno con ella en todas partes; implícita o
explícita, aplicada o pura, en forma de argumento o de espectáculo, con las
variaciones más sublimes o más idiotas. Efectivamente, esta imagen de la
Unidad, es decir de UN y de la UNESCO, tiene ya vigencia religiosa. Tiene ya incluso
su gran teorizante religioso, su teólogo o profeta: el Padre Teilhard de
Chardin (...) El punto focal de su especulación no es otro que esa unificación
triunfal del Universo, a la cual corren infaliblemente, según él, las naciones
bajo la atracción formidable de un “Cristo Universal” que absorbe hacia sí al
Universo inmanentemente, ya que está encarnado en él desde su creación y es su
propio elan vital (...) Teilhard está seguro de la gran fusión de los pueblos
en uno y del venida natural de la Restauración Ecuménica. El entusiasmo, el
patetismo y el ímpetu religioso con que el alma de Teilhard de Chardin anima
esta síntesis esencial de todas las heterodoxias modernas, y aun antiguas, es
cosa notabilísima. Enferma leerlo; pero ilustra muchísimo; a un teólogo, por lo
menos”.
(R. P.
Leonardo Castellani – Visión religiosa de la crisis actual, Dinámica Social Nº
13-14, Bs. As., septiembre-octubre 1951. En “Cristo, ¿vuelve o no vuelve?”,
Ediciones Dictio)
“No hay una sola idea original en Telar Chardin, hay sólo
una terminología nueva, bastante pedante”.
(R. P.
Castellani)
“El MODERNISMO o naturalismo religioso. (...) Distingamos
en él la raíz, el ramaje y el tronco central. La raíz es el naturalismo, que se
puede remontar en la historia de las herejías hasta donde uno quiera: hasta el
monje Pelagio, que tanto dio que hacer a San Agustín –pasando por Baius, Renan,
Loisy. El conjunto constituye una herejía total, “el resumen de todas las
herejías”, dice Pío X; “el error que será del Anticristo” dijo Newman, en 1836
–que lo llamaba entonces “liberalismo religioso”. El “dogma” central es que no
hay que abandonar ni cambiar el Credo, el Misal y el Breviario; sino
conservándolos poner debajo un significado nuevo” –dijo Samuel Butler (el
novelista) hábil escritor y su mayor propagandista; o sea, hablando en plata,
vaciar el dogma cristiano, conservando los nombres, de su contenido
sobrenatural y sustituirle solapadamente un contenido natural: o sea,
transformarlo en “mito”. ¿Qué contenido? En diversas formas, a veces muy
solapadas, la adoración del hombre.
La verdad central del cristianismo, la Encarnación, está
invertida: en vez de “Dios se hizo hombre” – “El Hombre es Dios”. No otra cosa
se oculta, por ejemplo, en el fondo de Telar Chardón. Y en su carta tan
explícita a un dominico apóstata (citado por Meinvielle, “La cosmovisión de
Telar Chardón”, Theoría, 1966) dice que no hay que salirse de la Iglesia sino
transformarla desde adentro –es decir, envenenarla”.
(R. P.
Castellani – Jauja n 7 Julio 1967)
“La vida viene del átomo de hidrógeno, toda la creación
al principio consistía en puros átomos de hidrógeno, dice Telar Chardón; ¡ah!
Pero esos átomos estaban impregnados de Dios; y por eso evolucionan; y Dios
también evoluciona.
De modo que antes decíamos al fin de la misa: “En el
principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y el verbo era Dios” y ahora
tendríamos que decir, por mandato de la Ciencia, (¿qué Ciencia?): “En el
principio era el hidrógeno atómico, y el hidrógeno atómico estaba con Dios y el
hidrógeno atómico era Dios”. Justamente con el hidrógeno atómico hacen ahora
una bomba infernal, que dice la revista de marras, tiene mil veces la fuerza
destructiva de la bomba de Hiroshima. El Diablo se burla de nosotros; y yo me
vengo burlándome de la ciencia del Diablo. Me avergüenzo un poco de ser tan
poco científico; pero ellos en el fondo dicen esto”.
(R. P.
Castellani –“Domingueras prédicas”, págs. 49-50).
“La Iglesia ha durado 2000 años; ahora debe cambiar, más
aun, está cambiando; estamos en el tiempo de la muda, y yo soy el primero que
se ha dado cuenta” –decía Telar Cardón. Pero la “muda” de las culebras consiste
en que dejan una piel vieja pegada a un árbol (“la camisa”, llaman los
paisanos) y salen con una camisa nueva enteramente idéntica a la otra; y aquí
no, la Iglesia tiene que salir con una camisa de todos colores si es que tenía
una camisa blanca; o viceversa.
De manera que la famosa “sumisión” de Telar a las
autoridades religiosas, con la cual sus discípulos lo convierten en un santo y
aun en un mártir, es filfa. Telar decía: “Yo soy hijo de la Iglesia y no saldré
della; y obedezco al Papa”. Pero lo que pensaba conforme a la práctica de los
“modernistas” de principios de siglo, era esto: “Yo soy hijo de la Iglesia,
pero no desta Iglesia viejita; yo obedezco al Papa, pero no a este Papa sino al
que vendrá, que será telardiano-cardiniano”. Aquí parezco mentiroso; pero esto
es literalmente verdadero, y ha sido puesto en claro en la interminable
discusión que vige ahora en Francia acerca de Telar Cardón”.
(R. P.
Castellani, “Domingueras prédicas”, Págs, 219-220)
“Teilhard de Chardin sostiene que la Parusía o retorno de
Cristo no es sino el término de la evolución darwinística de la Humanidad que
llegará a su perfección completa necesariamente en virtud de las leyes
naturales; porque la Humanidad no es sino “el Cristo Colectivo”. La doctrina
enseña que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo; pero si toda la Humanidad
lo es, huelga el Juicio Final, el cual en efecto, según el paleontólogo
nombrado, no es sino “el final de la Evolución”; donde de necesidad algunos tienen
que llegar cola; y eso es el Infierno –según él...Pone una solución
infrahistórica de la Historia; lo mismo que los impíos “progresistas”, como
Condorcet, Augusto Comte y Kant; lo cual equivale a negar la intervención
sobrenatural de Dios en la Historia”.
(R. P.
Castellani – “El Apokalipsis de San Juan”, Cuaderno III, Excursus N –
Actualidad del Apokalipsis)
“No me manden más noticias deste o estotro disparate
dicho por este o estotro sacerdote, quier sea profesor o Doctor Pseudo. Sabemos
que la Fe anda con viruelas; y Dios quiera queden sólo los hoyitos y no se
complique con estrangurria. Unos cuantos clérigos andan debitando los reviejos
errores, sofismas y herejías de la exégesis alemana racionalista (atea) del
siglo pasado. Se han caído del nido y ahora han ido a tropezar con Strauss,
Schweitzer, y sus secuaces Renán, Loisy, Telar. Incluso en el Seminario parece
haber docentes que son verdaderos TRAIDORES a la Iglesia, a la vez que
prodigiosos ignorantines. Dan como la última palabra de la ciencia gansadas que
nunca fueron ciencia y ahora no son ni opinión ni curiosidad tan siquiera. Es
ganseidad en grado mayor”.
(P.
Castellani –Jauja nº 29, Mayo 1969)
“El ensayo (de Etienne Gilson) sobre El caso Teilhard de
Chardin es un modelo de claridad y delicadeza. Gilson profesó por el jesuita la
mayor estima y respeto como hombre y como sacerdote; y narra que habiéndose
encontrado con él en New York en 1954, el paleontólogo, poniéndole ambas manos
sobre el brazo, le dirigió una pregunta que sumió a ambos en el embarazo.
“¿Quién nos dará por fin ese metacristianismo que esperamos todos?” –Yo mismo,
era ya su convicción secreta en aquel tiempo, estimo yo.
Gilson dice que no se puede resumir ni refutar la
“doctrina” de Telar, puesto que no existe. Existen rapsodias más bien
poéticas con una terminología rara (endiablada) que traducen una experiencia
“incomunicable” del propio seudoprofeta, combinada para él solo con su fe
católica, Dios sabe cómo. No es ciencia, no es filosofía, ¿será teología? Será
si acaso una teología “fantástica”, como el mismo Telar la califica (Ver
Cuenot, Teilhard de Chardin, Le Seuil, año 1963, pág. 142). Pero la teología
cristiana es “la ciencia más exacta de todas las que tratan de l concreto” (San
Agustín); no más exacta por cierto que las matemáticas y la filosofía, ciencias
de lo abstracto. ¿Cómo demostrará Telar las extrañas proposiciones de su
teología “fantástica”? No con las paleontología o la biología, que aquí nada
valen. No es ciencia, no es filosofía, no es teología. No es doctrina.
Para los telardianos es revelación, es un
metacristianismo. El meta los va a salvar en la hora de la muerte, porque el
cristianismo va a estar ausente.
(P.
Castellani, Jauja nº 20, agosto 1968)
“A causa del ensayo del P. Luzzi S. J., ¿Mundo y Dios en
controversia?, publicado por la revista paulina Familia cristiana de abril de
1968 y del artículo de Guy Vidal O.F.M. L’Experience décisive de Teilhard,
aparecido en la Revista Antoniarum de Roma, en su entrega de enero-marzo de
1968, nos ocuparemos de Telar de Chardón, pero por última vez porque para la
Argentina ya bastan el gran libro del P. Meinvielle (Teilhard de Chardin o La
Religión de la Evolución), el libro de Philippe de la Trinité (Foi au Christ
Universel), el sabio opúsculo de Dom Fréneau, bien prolgado por Mons. Derisi y
el Monitum de la Santa Sede del 30 de junio de 1962.
(...)
Escribir sobre Telar Chardón en la Argentina ignorando al
P. Meinvielle es descaro, ignorando el Monitum pontificio, es inobediencia. Aviada está la familia cristiana con la “entrevista” a
Luzzi, S. J....Con esto bastaría. Pero...
El trabajo deste “Profesor de Teología del Máximo”
constituye un intento de presentar a Telar en forma sinóptica y panegírica,
para uso de la familia cristiana indefensa, a la cual la parta un rayo, si se
fía de las “Paolinas”.
El ensayo Luciano está bien escrito, en lo posible; pero
adolece de ambigüedades y aun errores, como declaró la Congregación de la Fe de
su declamado maestro. No es el discípulo más que el Maestro; cuando mucho, es
más parlero. Todos estos que exponen con entusiasmo a Telar Chardón son
parleros, como lo fue él. Mas si uno sabe verdades, puede presentarlas en breve
espacio, y en proposiciones breves y claras, como podía Tomás de Aquino. Todos
éstos son oradores, no hombres de ciencia. No es hombre de ciencia Telar
Chardón, pues no sabe exponer claro, conciso y consistente, sin anfibologías;
cosa que confiesa el mismo Luzzi. No es hombre de ciencia teológica; ahora, de
ciencia paleontológica...tampoco.
Si Luzzi dijera palmariamente: “Nuestro Dios es un dios
que se hace”, saltaría a los ojos una herejía patente y no nueva; pues se puede
rastrearla en la historia de la Iglesia casi hasta San Ireneo de Lyón.
Pero no lo dicen así: lo dicen amontonando la
Cristogénesis, la centreidad, la morfología, la superconciencia, el punto
Omega, el espaciotiempo de forma cónica, la noosfera y cien más. Así, que te
entienda Vargas.
Las “ambigüedades” hormiguean en este escrito. Tomemos un
ejemplo: Telar y su heraldo llaman conciencia a la afinidad química de los
minerales, a los tropismos de las plantas, a la percepción del animal y a la
conciencia del hombre; y por si fuera poco, también al hecho –si es hecho- de
que, “el portuario de Londres, el de Buenos Aires, del de Santa fe reaccionan
del mismo modo (¿). Hay algo que los hace manifestarse así, hay una conciencia
común... ¿No notamos en esto una unificación de las conciencias?”. O sea una
“superconciencia” destinada a unificarse en un bloque e ir a parar al Punto
Omega en forma cónica.
Esto pasa ya de ambigüedad, es un bruto sofisma. El
profesor dice que es “Analogía”. Nones. Es un bruto equívoco, es equivocación.
Nos toma por memos.
Y así se podrían traer seis “ambigüedades” más. Como la
que el “espacio-tiempo-energía” (Trinidad chardoniana) tiene necesariamente
forma de cono. Risum tenete amici.
Ellas tiran a persuadir que en la Iglesia hay y había
muchas cosas mal, que una buen inyección de Telar curaría como por ensalmo. Los
que se opongan a eso, el Luzzi los amenaza con una cantidad de males, que
resumiremos en esto: se quedarán atrasados en las tinieblas de la Edad Media y
no podrán convertir a los obreros –de los cuales Telar y el Luzzi deben haber
convertido millares-; mientras los que se incorporan al movimiento gozarán de
una cantidad de bienes tal que recuerdan el aria del Ciarlatano en L’Elixir
D’Amore de Donizzeti.
Sigue una charanga entusiasta acerca de un descubrimiento
flameante de Telar Chardón (éste es su nombre español, créanme, así lo hubieran
llamado Cervantes y Luis de Granada) a saber que: “el cristiano debe morir y
resucitar”, lo cual la Iglesia había predicado desde San Pablo; pero con más
gracia está en Telar, pues en él significa que uno debe “sumergirse en el mundo”
y si ya está sumergido –como dice Luzzi que él está- patalear enérgicamente en
todas direcciones, sin moverse del “Máximo”.
No se puede considerar este difícil parto sino
humorísticamente si no fuera por los daños que tales lucubraciones –descaradas
para la Argentina e inobedientes hacia la Santa Sede- pueden producir en la
Familia Cristiana y en las pobres Paolinas”.
(P.
Castellani. Jauja nº 18, junio 1968)
“El largo “trabajo” (50 págs.) del franciscano Vidal es
de otro intento. Se propone examinar una oscura “experiencia decisiva” de Telar
Chardón, a través principalmente de dos obras juveniles: Genese D’une Pensee y
Ecrits du temps de guerre, correlacionados con sus obras posteriores, de modo
que den también un esbozo de su total “doctrina”; que también confiesa el
discípulo es difícil, confusa y anfibológica, en cuanto a la terminología al
menos.
El intento directo del “trabajo” es persuadir que Telar
fue un hombre espléndido, superior e integérrimo. Nosotros diríamos más bien
acérrimo, por la experiencia de dos años en que fuimos sus vecinos y ni nos
saludaba. Lo echamos entonces a buena parte, achacándolo a que era francés y yo
extranjero; y acogiéndome al epigrama español:
San Luis Rey de Francia es
El que con Dios pudo tanto
Que para que fuese santo
Le perdonó ser francés,
pero el caso es ahora que a través de la tercera parte
del...”trabajo”: Telar y la mujer...no nos parece tan santo.
Dando de barato que fue un hombre honrado –de lo cual nos
alegramos- no se sigue que tenga buena doctrina. Al revés, este trabajo está
plagado de “ambigüedades y errores”; aunque no tan chillones como en el
anterior.
No seguimos al franciscano en los interminables
mordisquitos que hace en las obras de Telar encomillándolos -¡lástima de tiempo
perdido!- por mor de la brevedad. Baste decir que las dos primeras partes (1.El
Sacerdote y el Soldado y 2. El Sacerdote y la acción de los hombres) nos dejan
más convencidos de lo que siempre pensamos, a saber: que se trata de un
poetastro nebuloso con mala doctrina, ni hombre de ciencia, ni filósofo, ni
teólogo ni maestro.
La tercera parte El Sacerdote y la Mujer nos da un poco
en el estómago.
El autor examina un escrito de juventud: L’Eternel
feminin et l’Unitif acerca de “Lo Esencial Femenino, lo Universal Femenino, lo
Ideal Femenino, lo Eterno Femenino, la Fémina principio de cristificación”
omitiendo cuidadosamente el texto más comprometedor para Telar que ha sido
propalado otronde; y, ni qué decir, omitiendo también el Monitum de Roma. De lo
que se queja un telardiano yanqui diciendo que los autores (telardianos) sin
duda tienen conciencia de que la mayor parte de la información en este punto la
han pasado en silencio; lo cual tiene desventajas obvias; incluso “deslealtad”.
Lo que nos dan no es poco: “Como ni de luz, de oxígeno o
de vitaminas, el hombre (ningún hombre) puede prescindir de la Mujer” en Le
feminin ou L’Unitif, pág. 255; y en el libro Ecrits du temps de guerre hace
decir al “Eterno Femenino”: “Yo soy la Iglesia, esposa de Jesús; yo soy la
Virgen María, Madre de todos los humanos”.
La única vez en todas las obras de Chardón que tropezamos
con el Santo Nombre de María; para convertirla en una entidad abstracta, y
pagana; inventada por el pagano francmasón Goethe.
(...) En suma, las lucubraciones de Telar acerca e La
Mujer Eternal constituyen una especie de divagación romántica –trovadoresca-
patafísica que repele un poco a un sentido sano; el cual sin poetizar la Mujer
en general, respeta más a las mujeres particulares que estos religiosos
atacados de erotismo patafísico.
Y pues que Telar Chardón enseña que “la castidad debe
evolucionar” y debe ocuparse de “cristificar a todos” hemos querido cristificar
desde nuestra castidad común y anticuada a estas dos mentes poco castas
–intelectualmente, ojo- es decir, un poco turbias.- de lo otro no sabemos
nada”.
(P.
Castellani. Jauja nº 18, junio de 1968)
“Marx, Freud y Telar Chardón no son la última herejía,
pero son quizás fragmentos anticipatorios. Así lo dice Hillaire Belloc en
“Survivals and News Arrivals” de los dos primeros. Por diferentes que sean, hay
entre ellos cables secretos. De hecho Telar aprueba a Marx, y ve al marxismo,
como uno de los movimientos hacia su “Cristo Cósmico”; y Freud suscita
entusiasmo en los activos demoledores actuales de la antigua Tradición y
Religión Occidental –o Universal, para ser exacto.”
(Padre
Castellani, “Freud en cifra”, Ediciones del Buen Ladrón)
En una carta fechada
el 9-V-51, Castellani escribe a un sacerdote sobre el evolucionismo teológico y
la coincidencia de Lombardi con Teilhard de Chardin: “Acabo de leer cuatro
opúsculos de Teilhard de Chardin... netamente heterodoxos, aunque revestidos de
una fosforescencia de cristianismo sublime; y no digo que son solamente
heterodoxos sino clamantes por el Anticristo y anticipándolo con una gran
fuerza intelectual y volitiva: con una especie de ‘mística’ indubitable. Este hombre
se me hace un pseudo-profeta de los vaticinados por Cristo Nuestro Señor. Son
palabras mayores: ojalá me equivoque. Se puede dar la mano con el famoso Padre
Lombardi. Es muy posible que el Lombardi lo haya ayudado con su prestigio en
Roma, pues el francés fue llamado a Roma por Janssens (el entonces General de
los jesuitas) y salió triunfante.”
No le resumiré a usted
la nueva religión semi-panteista y semihumanitaria-progresista e idolátrica (es
Modernismo puro) que este predica (con indudable fuerza, no hay como negarlo:
in potestate Satanae, con el poder de Satanás) para poner en su cima lo que él
llama el Cristo Universal, un fantasma de un Cristo sincrético de todas las
religiones, y despojado de su dignidad trascendente, y sobre todo de su Segunda
Venida: piedra de toque infalible de todas las herejías contemporáneas.
El opúsculo más
importante se titula: Comment Je Crois y constituye, con pretexto de una
confesión personal de la fe, una verdadera deducción trascendental de la nueva
religión paracrística (anticrística).
(P. Castellani, “Psicología humana”).
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“La tentativa de Teilhard, en su mera intención, no deja
de ser peligrosa. Porque la ciencia actual no puede considerarse totalmente
independiente de la filosofía moderna, la cual, como es sabido, es positivista,
idealista y evolucionista. Querer entonces conciliar en una síntesis dos
concepciones que se han de oponer necesariamente en muchos puntos
fundamentales, no deja de ofrecer serios peligros. Estos se agravan
considerablemente, si tenemos en cuenta que así como Teilhard tenía gran
dominio y autoridad en el terreno científico –particularmente en la
paleontología-, tenía muchísimo menos, y aun mejor diríamos, tenía deficiente
formación en filosofía y teología (...) La síntesis teilhardiana debía resultar
confusa, y como tal, un semillero de equívocos y errores que habían de provocar
violenta reacción en los filósofos y teólogos católicos”.
(R. P.
Julio Meinvielle – La cosmovisión de Teilhard de Chardin – Bs. As. 1960)
“Por otra parte, se ha de reconocer que a través de lo
que surge de sus obras, no parece grande su saber filosófico y teológico. Al
contrario, era deficiente y más bien negativo. Un impulso monista, es
decir de querer explicarlo todo con un solo principio, mueve su actividad
intelectual. De aquí, nada ha de extrañar que su cosmovisión, examinada
objetivamente y a la luz de la filosofía y de la teología Católica resulta suma
y gravemente censurable”.
(R. P.
Julio Meinvielle – La cosmovisión de Teilhard de Chardin – Bs. As. 1960)
“El gnosticismo de Teilhard de Chardin ha sido ya
denunciado por voces autorizadas. El sabio teólogo e historiador Mons. André
Combes ha formulado su denuncia en un magnífico artículo, A propos de theodicée
teilhardienne, aparecido en diciembre de 1965 en “Les Etudes Philosophiques” y
reproducido en “La Pensée Catholique”. Allí, después de demostrar Mons. Combes,
cómo el Cristo cósmico, que constituye la pieza clave de todo el sistema
teilhardiano, hay que entenderlo en toda la fuerza de su palabra como de un
verdadero pancristismo, como una conjugación orgánica y total del universo
evolutivo en un solo ser y sustancia con Cristo, de suerte que Cristo habría
asumido una tercera naturaleza, ni humana ni divina, sino cósmica, pasa a
señalar influencias que habrían producido en Teilhard este gnosticismo.
(...)
Un estudio sobre “El gnosticismo de Teilhard” ha
publicado la revista “Aujourd’hui Québec”, de J. M. Jourdain. Allí se advierte
que en el sistema teilhardiano, “de entrada, nada de Creador, sino el caos, el
gran todo, la materia indeterminada, receptáculo infinito de los posibles.
Interdicción de razonar, de buscar las razones del Ser, la causa de los seres.
Y el gran todo informe se determina progresivamente, por sí mismo, por empuje
interno, virtud intrínseca; los seres formales proceden espontáneamente, cada
vez más perfeccionados”. “Lo más emana de lo menos, gracias a la mutación. Y el
escalonamiento de las mutaciones constituye la evolución –evolución que se hace
funcionar como se puede”.
Y añade Jourdain: “He aquí el credo esencial de la contrarreligión.
He aquí el fondo común de la Cábala, del esoterismo, de la “metafísica” de René
Guénon, de la gnosis, de la francmasonería, de la teosofía, del panteísmo. Se
dice: el mundo tiene unidad, de otra suerte sería ininteligible; esta unidad
excluye todas las dicotomías –por ejemplo, materia y espíritu, materia y vida,
naturaleza y gracia- y no admite ninguna intervención intrínseca. Nada más que
la nueva inmanencia, y el progreso por grados. Así, el mundo sube
irreversiblemente, se diviniza –la evolución se hace Dios”.
“Y la moral sigue la cosmogénesis. Quien se ama con todo
su yo soberbio y gozador, ama al mundo y quien ama al mundo con su más ardiente
concupiscencia entra en el movimiento evolutivo, y empuja allí con su entera
energía, se esfuerza, con tanto fervor cuanto el mundo está a punto de llegar a
su plenitud efectuando su mutación definitiva”.
(...)
En mi libro Teilhard de Chardin o la religión de la
Evolución he demostrado abundantemente con citas tomadas de las principales
obras teilhardianas cómo los misterios cristianos no serían la respuesta de
amor del Creador a la insolencia de la creatura libre, que había quebrantado el
orden de la creación, sino que estarían determinados de un modo fatalista y
necesario, por la exigencia de la evolución convergente, que pediría un
universo con una cabeza y no bicéfalo. Y por lo mismo, con el Cristo cósmico
por coronación. Así, la Creación, la Encarnación y la Parusía serán tres
momentos de un mismo y único progreso evolutivo.
Tanto la Cábala como los distintos sistemas gnósticos nos
dan una explicación del mundo y del hombre que no la hacen derivar de un plan
que, escogido entre muchos otros posibles, haya querido Dios libremente llevar
a la ejecución. Las cosas se desenvuelven por la fuerza intrínseca de ellas
mismas en un ritmo riguroso y fatalista, que se enriquece por el proceso
acumulativo mismo, y que además enriquece a Dios. Además, tanto la Cábala como
los sistemas gnósticos, miran no tanto la perfección de Dios, de donde por
misericordia y amor sale el universo, para retornar a El después de un período
de prueba, sino que miran a la Perfección de Dios enriquecido y acabado con el
universo que se le incorpora y que se hace una cosa en El. En estas gnosis, la
creatura se perfecciona y se libera por el propio esfuerzo y perfecciona y
libera a su Creador. Tales condiciones se cumplen rigurosamente en el
evolucionismo convergente de Teilhard de Chardin”.
(R. P.
Julio Meinvielle, De la Cábala al Progresismo, Ediciones Epheta, Buenos Aires,
1994)
“Si el constitutivo más profundo de la realidad, no es el
ser sino el unir, la esencia de Dios no ha de consistir tampoco en el Ser, el
Esse Subsistens, sino en el unir. Dios mismo “no existe más que uniéndose”,
afirma Teilhard. Vale decir que Teilhard destruye el recto concepto de Dios.
Dios no sería Actualidad Pura. Porque si su existir es unirse quiere decir que
previamente se halla en estado de desunión, de disociación. Se halla de algún
modo en potencia.”
(R. P.
Julio Meinvielle, La cosmovisión de Teilhard de Chardin)
“Teilhard mezcla su fe cristiana con elementos
imaginativos que considera adquisiciones científicas y conclusiones de una
nueva metafísica. La evolución que había comenzado en él por ser una verdad
biológica acaba por ser una verdad metafísica”.
(R. P.
Julio Meinvielle, La cosmovisión de Teilhard de Chardin)
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“Teilhard ha escrito una enorme mole de obras, que
comprenden memorias científicas, libros de mística, de filosofía y teología,
ensayos sobre problemas de actualidad, artículos, conferencias, epistolarios y
diarios. Y el volumen de sus escritos y el campo de intereses que abarcan
revelan la actitud de quien, convencido de su valor, no vacila en descender a
todos los terrenos, seguro de poder decir en todos ellos una palabra decisiva.
De muchas de sus páginas resulta evidente su entusiástica certeza de que su
pensamiento estaba precisamente “en el eje de la verdad” necesario a los
hombres de su tiempo, y que, por ello un día, el mundo entero le habría
escuchado...por ello defiende sus posiciones aun cuando están claramente en
contraste con la posición oficial católica, convencido de que un día tendrán
que darle la razón (...) La angustia y la incertidumbre lo asediaron
constantemente. En su vida se suceden saltos y caídas, valor y vacilaciones,
zonas de luz y de sombra, iniciativas impetuosas y bruscos retrocesos por miedo
a las consecuencias”
(Sergio
Quinzio, Cit. por Enrique Díaz Araujo en “La Rebelión dela Nada”)
“Esta dualidad entre la angustia y la exaltación él la
resuelve con el activismo intelectual, que se centra en un monoideismo absoluto
y compulsivo. Es la idea, transfigurada, de la evolución. Como lo
dice en “Ciencia y Cristo”: “la religión misma de la evolución, la religión del
progreso.”. ”
(Enrique
Díaz Araujo, Ib.)
“Con el caso de Teilhard es ya mejor no insistir. En
sólidos y fundados trabajos, Maurice Vernet, Julio Meinvielle, Louis Bounure,
Urs von Balthasar, Romano Guardini, Marcel de Corte, Dom Georges Frénaud, M. L.
Guérard des Lauriers, Louis Jugnet, Patrick O’Connel, Atanasio Aubertin, Louis
Salleron y tantos más, han pulverizado desde distintos ángulos de enfoque la
“cosmovisión” teilhardiana. La Iglesia censuró su obra con la advertencia del 6
de diciembre de 1957 y con el “Monitum” del 30 de junio de 1962. ¡Y todo eso ha
sido ignorado y violado, respectivamente, por sus devotos seguidores! Quizás lo
único que queda por hacer en esta materia es lo que hace Salet quien, en un
libro de 454 páginas sobre la problemática presente del evolucionismo, sólo le
dedica una a Teilhard de Chardin, y para afirmar que a esa persona no se le
puede conceder beligerancia científica”.
(Enrique
Díaz Araujo – Más sobre evolucionismo y fraude. Revista Mikael N 9, 1975).
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“La Iglesia Católica fue creada por Nuestro Señor
Jesucristo para que fuera el fiel custodio de las verdades reveladas y de todas
las que, fundadas en ellas, constituyen el cuerpo dogmático. Para que esa
fidelidad no flaqueara a raíz de las humanas debilidades de sus servidores,
Cristo la dotó de una asistencia sobrenatural, que se manifiesta en su vida
sacramental y en el carácter infalible del Magisterio de Pedro para todo cuanto
se refiere a la fe y las costumbres.
La Iglesia adoptó como centro de su irradiación la ciudad
de Roma, y con ella tomó su idioma, el latín, y todo el esfuerzo cultural que
la latinidad había extraído de Grecia para convertirlo en instrumento idóneo de
su faena educativa. La filosofía helénica, asumida a la luz de las verdades
reveladas y volcados sus contenidos conceptuales en el preciso idioma del
Lacio, se convirtió en el mejor elenco nocional para comprender las verdades
teológicas.
Se corre un grave peligro cuando, tentados por formas de
expresión extrañas al espíritu de la tradición católica romana, se abandona el
método escolástico –llevado a su perfección por Santo Tomás de Aquino- y
haciendo caso omiso de las precisas distinciones hechas en las diversas ramas
del saber, se mezclan las perspectivas de conceptualización con el deseo de
lograr una vaguedad lógica propicia a la exaltación de la fantasía.
Con demasiada frecuencia se suele tomar el desorden de la
imaginación por eso que en la lengua bárbara de nuestro tiempo se llama
“vivencia”, tal vez porque traduce, junto con la labor intelectual de
comprensión, la conmoción de los afectos que tales representaciones provocan.
Teilhard de Chardin fue un maestro en ese tipo de confusiones; y porque supo, como muy pocos, despertar un cúmulo de
emociones turbias, se convirtió en el profeta de todos aquellos que confunden
el bien del intelecto con una suerte de heretismo sentimental”.
(Rubén
Calderón Bouchet – Teilhard y el Infierno - Blog de Cabildo)
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“Ya reconocéis la famosa “energía creadora” de Bergson y
la no menos famosa “emergencia de la consciencia” de Teilhard de Chardin.
¡Todas estas bellas figuras, Bergson, Teilhard, Maritain, han dominado y
corrompido el pensamiento católico durante largas décadas!”
(Mons.
Marcel Lefebvre – Le destronaron. Del liberalismo a la apostasía. La tragedia
conciliar. Roma Aeterna, 1987)
“La cima del
delirio evolucionista es alcanzada con el padre Teilhard de Chardin
(1881-1955) quien afirma, en nombre de una pseudociencia y de una
pseudomística, que la materia se transforma en espíritu, la naturaleza en lo
sobrenatural, la humanidad en Cristo: triple confusión de un monismo
evolucionista inconciliable con la fe católica”.
(Mons.
Lefebvre – Ibid.)
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“Una confusión perpetua existe en su espíritu entre la
investigación científica y la especulación metafísica. Su visión baraja la
causa y el efecto, el hecho y la hipótesis, el problema y la solución. La
Evolución es, en él, una verdadera categoría mental. ¿Cómo dudarlo cuando
declara que la Evolución es “una condición general a la que deben plegarse y
satisfacer en lo sucesivo, para ser pensables y verdaderas, todas las teorías,
todas las hipótesis, todos los sistemas? Una luz que ilumina todos los hechos,
un curvatura con la que deben casar todos los trazos: he aquí lo que es la
Evolución”.
(Louis Salleron – En contra de Teilhard de
Chardin . Ed. Pomaire, 1967)
“Si Teilhard no fuese más que un paleontólogo, no sería
más conocido del público que los otros paleontólogos. Su obra interesa porque
es, quiere ser, científica y religiosa, científica y cristiana. Es esta mezcla
de ciencia y de fe lo que llama la atención. Y, como la obra tiene un nuevo son
y el cristianismo que presenta no es aquel al que estamos acostumbrados, el
problema se plantea naturalmente. El cristianismo de Teilhard ¿es “ortodoxo”?
¿Es auténtico?
(...) Nos planteamos la pregunta: esta visión ¿es
cristiana? Y contestamos: no. Seguro que, si nos atuviéramos únicamente a la
intención del autor, si solamente nos dejamos impresionar por sus imágenes, sus
espejismos, sus efusiones e incluso por ciertas ideas, ciertas orientaciones,
ciertos desarrollos. Pero, tomada en su intuición profunda y en su
coherencia interna, la obra se sitúa al margen del cristianismo y, lo
repetimos, al lado opuesto del cristianismo.”
(L.
Salleron – Ib.)
“Cuando el P. Philippe de la Trinité dice que el
teilhardismo es “una trasposición, una deformación del cristianismo
metamorfoseado en evolucionismos de tipo naturalista, monista y panteísta”
formula muy exactamente el juicio que implícitamente se forma de la obra de
Teilhard no importa quién haya leído tan sólo una o dos de sus obras”.
(L.
Salleron – Ib.)
“Blondel, piénsese lo que se piense de sus propios puntos
de vista, denuncia pertinentemente en Teilhard la confusión de la fe y de la
ciencia, de lo sobrenatural y lo natural, de Cristo y el Universo. Es tanto más
impresionante, cuanto que él es el filósofo más próximo a Teilhard y que sus
reflexiones datan de 1919 y se refieren a una obra que está muy lejos de haber
adquirido todo su desarrollo. Pero este desarrollo irá siempre más allá en el
mismo sentido que inmediatamente resultó sospechoso para Blondel”.
(L.
Salleron – Ib.)
“De modo que, para Teilhard, basta creer en el Mundo,
abandonarse al Mundo, para ser cristiano perfecto. De ahí deriva esta
profesión de fe célebre: “Si, a consecuencia de algún trastorno interior,
llegase sucesivamente a perder mi fe en Cristo, mi fe en un Dios personal, mi
fe en el Espíritu, me parece que seguiría creyendo en el Mundo. El Mundo (el
valor, la infalibilidad y la bondad del Mundo), tal es en último análisis la
primera y la única cosa en la que creo...A la fe, confusa en un Mundo Uno e
Infalible, me abandono hasta donde ella me conduzca” (Comment je crois).
Religión del Mundo, de un Mundo en evolución que debemos
acabar por consentir a Cristo que se acabe en él, he aquí el cristianismo de
Teilhard”.
(L.
Salleron – Ib)
“Se concibe que el Santo Oficio haya creído necesario
emitir una “advertencia” –el famoso Monitum de 13 de julio de 1962- sobre las
obras de Teilhard. “Hormiguean en ella, dice, tales ambigüedades e incluso
errores tan graves, que ofenden la doctrina católica”. Juicio de expertos que
se une al de los simplemente bautizados. Juicio de sentido común y, en cierto
sentido, indulgente, puesto que no condena expresamente a Teilhard. Juicio, no
obstante, que rechazan con altivez los católicos fanáticos del teilhardismo”.
(L.
Salleron – Ib.)
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“La teología tradicional era, obviamente, teocéntrica.
Por presión del pensamiento moderno la nueva teología (...) pasa a ser cada vez
más marcadamente antropocéntrica. Primero fue un énfasis cuyo marco referencial
se encuentra en el humanismo integral mariteneano; luego el centramiento en el
hombre de las relaciones humano-divinas (teología de la “encarnación” y su
cohorte de “desmitificación”, laicización, etc.) con Congar, Chenu, de Lubac y
su gran influencia “conciliar” –llamada a menudo “post-conciliar”-.
Políticamente, la radicalización de Pacem in terris, Gaudium et Spes y
Populorum Progressio. Al fin, concomitantemente, la incorporación de las tesis
evolucionistas cuyo profeta fue Teilhard de Chardin, y su desemboque natural en
Marx”.
(Abelardo
Pithod, La revolución cultural en la Argentina, Cruz y Fierro Editores, 1977)
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“En 1908 un abogado inglés aficionado a la paleontología
llamado Charles Dawson encuentra en sus excavaciones en la región de Piltdown,
en el sur de Inglaterra, un hueso que identifica como perteneciente a la región
parietal del cráneo de un hombre. Continuó sus exploraciones y en 1911 descubre
un pedazo más grande perteneciente a la región frontal. Comunicó estos
hallazgos a Smith Woodward, conocido paleontólogo y miembro del British Museum,
quien se entusiasma con estos descubrimientos y decide unirse a Dawson en las
investigaciones. Tiempo después encuentran una mandíbula con los dos primeros
molares y a un metro de distancia de este lugar aparece un fragmento del hueso
occipital. Deciden incorporar como colaborador a un sacerdote jesuita que era
también aficionado a la paleontología y que se encontraba realizando estudios
en el colegio de Hastings, perteneciente a la Compañía de Jesús, en Inglaterra:
Teilhard de Chardin. Es Teilhard de Chardin quién en 1913 descubre un canino
que Woodward atribuye a la mandíbula y además dos huesos nasales. Los huesos
del cráneo son indudablemente humanos. La mandíbula era muy parecida a la de un
mono, de un chimpancé. El canino, encontrado por Teilhard, se parece mucho más
al de un mono que al de un hombre. Los molares que aparecían fuertemente
desgastados son muy parecidos a los del chimpancé. A pesar de esto Woodward
estimó que todos estos restos fósiles pertenecían a un mismo individuo, al que
consideró el eslabón perdido de la cadena evolutiva del hombre al mono y lo
llamó eoanthropus, forma de la aurora de la humanidad (Teilhard de Chardin va a
citar al eoanthropus como antecesor del hombre en su libro “L’Aparition de
l’homme” publicado en 1948). Estos restos fósiles estuvieron exhibidos en el
Museo Británico hasta 1958 como pertenecientes a un antecesor del hombre
actual.
Cuarenta años más tarde, un antropólogo de Oxford llamado
Weiner, condujo una serie de estudios con rayos X, instrumental óptico adecuado
y un análisis minucioso de anatomía comparada, los que finalmente demostraron
que los huesos del cráneo pertenecían a un hombre contemporáneo y la mandíbula
es de un mono grande moderno. Estos huesos fueron teñidos artificialmente con
dicromato de potasio para darles un aspecto de viejos y el desgaste de los
dientes había sido hecho con una lima de hierro. Estas piezas habían sido
datadas como muy antiguas por habérselas encontrado en el mismo nivel geológico
que unos huesos de mamíferos muy antiguos, pero se pudo demostrar que los
dientes de un elefante primitivo provenían de un yacimiento paleontológico de
Túnez y los de un hipopótamo de la isla de Malta. Todo es falso en el hombre de
Piltdown. (Nota: un artículo publicado en Science septiembre de 1983 vincula a
Conan Doyle como artífice de este fraude. Parece que quería hacerle una broma
Dawson y pensó que una cosa tan burda sería rápidamente descubierta).”
(Horacio
Boló, Límites y mentiras de la ciencia, Editorial El ciento por uno, Buenos
Aires, 2006)
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“(¿Es usted católico?) Sí, lo soy. Pero católico
ultramontano. Soy papista, pero más papista que el Papa, que es como se debe
ser. Católico preconciliar, de la época en que se llamaba al pan pan y al vino
vino y Adán era Adán y no una ameba dialogante inventada por Teilhard de
Chardin”.
(Ignacio
B. Anzoátegui)
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“Es de notar que el Padre Chardin gusta a los adversarios
más decididos del Catolicismo tradicional: francmasones, comunistas,
tecnócratas y financieros incrédulos. Abiertamente es elogiado por ellos. El
Padre en toda su construcción desbasta la doctrina cristiana, identifica a
Dios, a la naturaleza y al hombre en un claro panteísmo”.
(Adriano
Pietra. “Liberalismo. Principios y fenomenología”, Ediciones Gráfica Sur,
2004.)
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“Abundando en esta euforia panevolucionista, numerosos
autores (haciendo prueba de ligereza o de ignorancia del carácter experimental
de las Ciencias Naturales) no dudan en presentar el evolucionismo, no como una
teoría, sino como un hecho científicamente comprobado (p. ej. J. Huxley). Esta
idea ha sido ampliamente orquestada por los medios de comunicación y por libros
de enseñanza a diversos niveles. Pues la pericia y hasta la sabiduría en
determinadas especialidades no excluyen el papanatismo frente a una campaña
mundial panevolucionista o frente al ilusionismo “científico” de un Teilhard de
Chardin.”
(Julio
Garrido, de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de
España. “Implicaciones y consecuencias de la teoría de la evolución”, Revista
Roma Nº 65, octubre 1980.)
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“Ejemplo típico del deseo neomodernista de transformar a
la Iglesia desde su interior, es el de Teilhard de Chardin. En carta a un
sacerdote dominico apóstata, amigo suyo, a poco de conocida Humani Generis,
Teilhard explica cuál es su motivo y su intención para permanecer dentro de la
Iglesia católica (...) Observamos cómo Teilhard insiste en la necesidad de
“trabajar en la reforma por dentro”. El dualismo de su actitud ha dado pretexto
a muchos de sus admiradores para “salvar” al hombre Teilhard de sus ambigüedades
y errores, tantas veces denunciados. Sin embargo, éste no es el único hecho que
pone en tela de juicio su espíritu de obediencia y su rectitud sacerdotal y
cristiana. Dos testimonios independientes y autorizados ponen en evidencia que
Teilhard nunca respetó la prohibición formal de su superior de no dar a
publicidad sus escritos. El P. Garrigou-Lagrange, en su libro “La Synthèse
Thomiste” critica el modernismo contenido en escritos de Teilhard que
circularon durante los últimos veinte años de vida de su autor, sin firma y a
mimeógrafo. Por su parte, el P. Leonardo Castellani, en 1950 (en su libro
“Cristo vuelve o no vuelve”, p. 15) ya afirmaba: “Quien dudare de esto [de que
se está formando ante nuestros ojos una nueva y vasta religión herética] puede
leer las obras de [...] o recurrir a los numerosos opúsculos a mimeógrafo y sin
imprimatur del P. Teilhard de Chardin; principalmente Comment je crois,
Esquisse d’un Univers personnel, LÉsprit de la terre, Comment je vois...y otros
menores; mezcla de buena ciencia, mala filosofía y teología herética sutilmente
paliada; mezcla detonante que constituye un vasto y completo programa de
neocatolicismo profundamente heterodoxo y modernista”.
¡Típico ejemplo del dualismo práctico del clan
modernista! Por un lado se promete obediencia, no difundir sus escritos, etc.;
pero, en realidad, se eluden estas promesas con el subterfugio del “anonimato”
que sirve para engañar superiores, pero no para confundir a los discípulos. El
“caso” Teilhard se convierte así en prototipo de conducta de todos aquellos
que, sin abandonar exteriormente la Iglesia, la han abandonado ya en la
intimidad de su conciencia dislocada, para erigirse en reformadores universales
y en jueces implacables de sus propios superiores y hasta del propio Magisterio
pontificio.
(...) La misma metodología ha sido aplicada en escala
internacional y en otros campos que el de la información, a partir del II
Concilio Vaticano. La concertación periódica de “diálogos entre cristianos y
comunistas” en universidades católicas de Europa y de América ha obedecido a
las mismas reglas de juego y a las mismas tesis del progresismo; así se vio al
dirigente comunista francés Roger Garaudy intervenir en la Facultad de teología
católica de la Universidad de Toronto, en 1965 (...) Así también lo vimos hace
pocos años en Buenos Aires, cuando los –por entonces- padres Miguel Mascialino
y Juan Pruden S.J. organizaron una serie de conferencias y diálogos sobre
Teilhard de Chardin con conocidos militantes comunistas como J. J. Hernández
Arregui cuales “ecuménicos” interlocutores; dichos encuentros se realizaron en
el Ateneo de la Juventud, propiedad episcopal...hasta que fueron interrumpidos
por la sabia decisión de la autoridad eclesiástica”.
(Carlos A.
Sacheri, “La Iglesia Clandestina”, Ediciones del Cruzamante, 1970)
----------------------------------
“Mucho más grave es la segunda línea de ataque de la
progresía contra la Iglesia: la de la seducción, la del “entrismo” más
desvergonzado y flagrante. Comenzó con Lamennais y Le Sillon, a principios del
XIX, siguió con el “modernismo” de fines de ese siglo (que estuvo a punto de
sumergir a la Iglesia, como el arrianismo en el siglo IV) y culmina con el
actual progresismo cristiano, de Teilhard de Chardin a Hans Kung”.
(Aníbal
D’Angelo Rodríguez, Testigo de cargo, Revista Cabildo)
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“La versión evolucionista pura afirma en líneas generales
que el hombre evolucionó paulatinamente de estados inferiores a estados
superiores, hasta pasar de primate a hombre. (...) Resumiendo, la perfección
del hombre no se encuentra en sus comienzos, sino que la alcanzará un día como
culminación de todo un proceso evolutivo; en términos “cristianos” se lo podría
identificar con el Cristo cósmico de Teilhard de Chardin, esto es, con lo que
él mismo llamaba Punto Omega de la Evolución: un día, por fin, el hombre
llegará a ser perfecto e inmortal, consciente de su propia divinidad.
La Iglesia Católica, por su parte, afirma todo lo
contrario. Que el hombre fue constituido desde el comienzo en un estado de
perfección natural y sobrenatural: tenía la gracia santificante, la
inmortalidad, la impasibilidad, la integridad y el dominio sobre toda la
creación inferior; y luego, por su pecado, decayó de esa perfección primitiva y
quedó reducido a un estado inferior. El conocimiento perfecto que tenía de Dios
se fue degenerando, y de monoteísmo derivó en politeísmo, y luego en demonismo
y fetichismo. Todos los males que lo afligen hoy en día no los tuvo en un
principio: ni enfermedades, ni muerte, ni dolor, ni pena en el trabajo; no
necesitaba de medicamentos, ni de vestido, ni de casa, pues la naturaleza no le
era adversa”.
(R. P.
José María Mestre, “¿Es compatible la Revelación con la evolución?”, Revista
Iesus Christus Nº 124, Julio/Agosto de 2009)
CONDENACION DE LAS OBRAS DE
TEILHARD DE CHARDIN
1927: Negativa de la Santa Sede para acordar el
imprimatur al volumen “El medio divino”.
1939: La Santa Sede condena “La energía humana y el
fenómeno humano”.
1949: El Santo Oficio condena “El grupo zoológico
humano”.
1957: El Santo Oficio ordena el retiro de las obras de
Teilhard de Chardin de todas las librerías católicas.
1962: La Santa Sede publica un Monitum previniendo contra
las obras de Teilhard de Chardin.
1962: La Sagrada Congregación de Seminarios y
Universidades de Roma prohíbe a los seminaristas la lectura de las obras de
Teilhard de Chardin.
1963: Pablo VI, por voz de su vicario, en su calidad de
Obispo de Roma, ordena a todas las librerías católicas de la diócesis de Roma
que retiren de circulación no solamente los escritos de Teilhard de Chardin
sino también todas las obras que le sean favorables.
MONITUM DEL SANTO OFICIO DE
1962
“Algunas obras del Padre Teilhard de Chardin, aún sus
obras póstumas, son publicadas y encuentran un favor no despreciable.
“Independientemente del juicio manifestado en lo que
recoge delas ciencias positivas, en materia de filosofía y de teología, aparece
claramente que las obras citadas más arriba encierran ambigüedades tales, y
asimismo errores tan graves, que ellas ofenden a la doctrina católica.
“También los Eminentes y Reverendísimos Padres de la
Suprema Congregación del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios y
Superiores de los Institutos religiosos, a los Rectores de Seminarios y los
Presidentes de Universidades, a defender los espíritus, particularmente los de
los jóvenes, contra los peligros de las obras del Padre Teilhard de Chardin y
de sus discípulos.
“Dado en Roma, en el Palacio del Santo Oficio, el 30 de
junio de 1962. Sebastianus Masala, Notario”.
El texto latino de este Monitum fue publicado en las
“Actas de la Sede Apostólica, nº 54, del 6 de agosto de 1962, en la página 526.
Cabe mencionarse que “L’Osservatore Romano” del 13 de julio de 1962 hizo un
comentario oficioso de ese documento, en su edición francesa.
Nota:
(*) Ángel Faretta es un crítico de cine, teórico, poeta y
novelista muy dotado, y con vastos conocimientos en diversos temas, aunque no
muy profundos, que a pesar de su originalidad, valía y lucidez en materia
estética (llegando a formular su propia teoría del cine), se ha conformado con
compatibilizar su proclamado catolicismo (confundidamente modernista) con el
trabajo en publicaciones blasfemas o semipornográficas o judeo-progresistas
(algunas de cuyas portadas pueden verse debajo), que, v.gr., a pesar de
criticar el famoso “destape” alfonsinista se plegó con su firma a tales
publicaciones “destapadas” (coincidiendo incluso en alguna de ellas con la vedette
Moria Casán…) sin que hasta el momento se haya visto de su parte una
autocrítica al respecto. Evidentemente esta clase de incoherencias obedecen a una
confusión en los principios que lo ha llevado, entre otras cosas, a defender a
un insufrible hereje y apóstata como
Teilhard de Chardin (o a gnósticos como James Cameron). La fascinación que
puede ejercer en los jóvenes –debido a su diferente registro respecto de la
masa de críticos cinematográficos-, a quienes ha descubierto una nueva manera
de interpretación simbólica del arte y toda una serie de autores interesantes,
no debe impedir el que se realice la advertencia pertinente respecto de sus
gruesos errores en materia filosófico-religiosa. Su teoría del cine, por
cierto, que se propone como toda una teoría del saber (Cinesophia se titula la serie de libros publicados en Djaen, y nuestra
advertencia de entonces de que eso podía llegar a ser un “Cinesofisma” no cayó
nada bien, claro está), resulta bastante pedante, y el hecho de habernos negado
a ser simples repetidores de ella, nos ha costado la “excomunión” de su círculo
áulico. Resultado: Faretta siguió publicando libros de cine (editor judío
mediante) y nosotros no pudimos llegar al papel, bien que recaímos en este
medio, a fin de dar una interpretación lo más católica (que no beata o
santulona, desde luego) que hemos podido, del cine. Cada cual sigue su camino.
Gracias por los servicios prestados. Por fortuna, a diferencia de Teilhard de
Chardin en general, la influencia de Faretta en el medio intelectual argentino
es muy pequeña, viéndose reducida a un círculo de seguidores refractarios a
intervenir fuera del mismo, e incapaces de volar y superar al maestro.