MICROCRÍTICAS
THE TROUBLE WITH HARRY (Alfred Hitchcock, 1955)
El problema con esta película es que resulta desconcertante, hasta que se comprende que es exactamente el reverso de “La soga”. La clave de su interpretación se halla de dos maneras. En primer lugar, al comprender que es como “La soga” pero dada vuelta, “La soga” con humor, podría decirse, un humor muy negro e inglés, diríase macabro, detrás del cual se esconde la mirada de Hitchcock sobre el mundo. La segunda llave de interpretación se encuentra en la mirada sobre el mundo de los personajes, que está graficada en las pinturas abstractas que realiza el pintor de la película.
Si en “La Soga” hay un cadáver oculto (pero omnipresente) que casi todos ignoran, acá hay un cadáver a la vista (también omnipresente) al que todos ignoran. En ambas, los personajes tienen sus culpas, más allá de los asesinos. Ese cuerpo muerto que todos desean esconder representa para todos ellos la realidad que emerge en medio de la placidez de sus vidas para recordarles su condición de criaturas caídas. A diferencia de “La soga”, donde los protagonistas son los asesinos y la culpa los corroe y acorrala, aquí los que en “La soga” eran los secundarios, devienen protagonistas, y como aquellos, viven sumergidos en sus anodinas vidas, ignorando la realidad, que finalmente no pueden terminar de enterrar.
Los personajes de “Harry”, decíamos, miran al mundo como el pintor de cuadros abstractos, por eso cuando aparece una realidad concreta –la realidad del pecado- en la figura de Harry, todo se les complica (véase además que el retrato de Harry es el único cuadro no abstracto que pinta Sam: están obligados a ver de otra manera). Y si es cierto que nadie lo mató, todos podrían haberlo hecho, hasta el niño que lleva en sí los rastros del pecado original, y por eso anda con su arma de juguete por todas partes.
Pero también, allí está la irrealidad de la mentalidad protestante aposentada en aquel lugar. Resulta significativo que el “malo” de la película, Calvin Wiggs (¿acaso Calvin por Calvino?) no sea un malo habitual de Hitchcock, sino un tipo desagradable. A lo que debe sumarse la idea de la predestinación que menciona el pintor Sam al Capitán Wiles, quien le responde que no le preocupa el cielo pues no deberá enfrentar su juicio, además de que no tiene conciencia. Lo que se verá de alguna forma desmentido en los hechos. Hitchcock retrata un ambiente protestante, cerrado en sí mismo, mediocre, pueril, despreocupado de las consecuencias de sus actos, aunque temeroso de la ley de aquí abajo. En definitiva, todos quieren enterrar la culpa, representada por Harry, pero, como dijimos, eso no es posible (en “La soga” se des-ocultaba finalmente: recordemos además que en “La soga” Stewart al final dispara tres tiros; aquí el Capitán también dispara con su escopeta tres tiros, de hecho en español se conoce también a esta película como “El tercer tiro”).
Desde luego que resulta desconcertante para el que ve el cine de Hitchcock esta película, mas no para quien conoce sus programas de TV. El suyo es un humor disparatado pero sobrio, como en voz baja. ¿Pero acaso la Srta. Gravely invitando al Capitán Wiles a tomar una taza de café a su casa, teniendo a sus pies un cadáver, no recuerda el sketch de “El Chavo” cuando Doña Florinda invita al Profesor Jirafales a tomar una tacita de café a su casa, teniendo a su dañado hijo Quico tirado a sus pies, indiferentes a todo lo que ocurre a su alrededor? Es el mismo principio en diferentes entonaciones. ¿O el contraste que se revela cuando el Capitán y Sam hablan de enamorarse, mientras entierran un cadáver, no revela humorística y magistralmente la naturaleza humana? El problema con Hitchcock en esta película es que puede resultar demasiado pesimista para algunos en su mirada sobre los hombres, y desconcierta el que se vierta esa mirada sobre unos personajes nada oscuros y en un bello paisaje bucólico (en el cual algunos querrán ver un paraíso, cosa que Hitchcock muestra exactamente que no es). Pero es que su mirada veía dentro de las cosas y, en el fondo, con una indulgencia que hasta a sí mismo se aplicaba, la oscuridad de la culpa del hombre se ve matizada por el humor y la simpatía hacia sus personajes, condenados antes por su filosofía de vida que por su mirada de artista.
CIELO SOBRE EL PANTANO (Augusto Genina, 1949)
Obra maestra que recrea la vida de Santa María Goretti, la niña mártir de la pureza. La sencillez pero a la vez el cuidado maestro con que está realizada esta obra, no dejan de sorprendernos. La sencillez, como la que transmite Inés Orsini, la joven protagonista, como todo el elenco de campesinos que actúan en esta película. El cuidado de la mano maestra de Genina (“Sin novedad en el Alcázar”), que combina un estilo semi-documental (alguien lo llamaría periodísticamente “neorrealista”) con el preciso y excelente acompañamiento musical, más el método indirecto de decir las cosas, pues en el caso de las hagiografías fílmicas, los malos directores suelen dejar todo en manos del actor, tornando inconducentes historias fascinantes; si quieren el caso extremo de la insulsez y el bochorno: la Juana de Arco con Ingrid Bergman; Genina, en cambio, recurre al lenguaje simbólico, a las analogías y comparaciones, todo ello incorporado sin énfasis, como naturalmente a las vicisitudes de los protagonistas.
“¡Oh, polvo!, aprende a obedecer. Aprende, tierra y lodo, a humillarte e inclinarte a los pies de todos”, dice el Kempis. El lodo que sumerge los campos de esa Italia miserable es una imagen de la aflicción, crueldad y pobreza que pueden ser transfiguradas sólo con la fe y confianza en Dios que María Goretti aprende de sus padres. Nunca con el resentimiento y el revanchismo marxista, que ninguna esperanza ni caridad sería capaz de suscitar entre esas gentes. Gran mérito del director es haber evitado ese posible camino, que se cierra a la santidad. Pero es que, como decía Castellani, “la pobreza nos pone más cerca de la Realidad, de la realidad mística y religiosa”. Nos acercamos por lo tanto a la Realidad pues sin dejar de ver el pantano, reconocemos sobre él un Cielo.
Recordamos también esa fábula de Oscar Wilde llamada “El gigante egoísta”. Ciertamente, los niños son la primavera que aún en esa tierra hostil despliega alegremente sus encantos, pese a las víboras –o gigantes- que se ocultan en todo jardín. La pequeña María será la flor que arrancada de ese mundo garantice el triunfo de la primavera, que a pesar de todo siempre vuelve, porque es eterna.
En síntesis: una excepcional película de la cual tomar ejemplo: de sacrificio, de amor a Dios y al prójimo.
MEGAMENTE (Tom McGrath, 2010)
Me limitaré a destacar lo que se ve en la película de DreamWorks Animation (Spielberg) y sacar las conclusiones de porqué tales cosas están allí:
-La película es una forma simpática de presentar al Diablo como el Salvador del mundo. El chico –o incluso el adulto- que la vea saldrá del cine con un mambo terrible en la cabeza acerca de la idea del Bien y el Mal que allí se vierte. Ya se verá por qué.
-Las coincidencias entre el superhéroe bueno Metroman y N. S. Jesucristo son tantas que evidentemente no son obra de la casualidad. Primero haré su análisis y luego el de Megamind.
-Metroman y Megamind representan en la película al Bien y al Mal. Ambos vienen de otros mundos, ambos simultáneamente. Son poderes equivalentes. También vienen a representar, en la economía simbólica de la película, a Cristo y el Anticristo. Este último es “semejante” a Cristo, como su contrafigura (como bien explica Castellani y otros comentaristas del Apocalipsis). Son contrarios pero pertenecen al mismo género. Por eso en la película aparecen viajando en el mismo plano.
-Metroman llega a la tierra en Navidad, como Nuestro Señor: cae en una casa bajo un árbol de Navidad, lugar donde suelen estar los pesebres. Era esperado y tiene padre y madre. Se refuerza luego esta idea al mostrarlo en la escuela con un pino dibujado en el pizarrón detrás de él. Megamind llega el mismo día, pero su figura no está asociada a la Navidad. De entrada es un réprobo (va a parar a la cárcel mas sin ninguna culpa).
-Metroman camina sobre las aguas, como N.S. (Podría no hacerlo ya que fácilmente flota en el aire. La única razón para que camine sobre el agua es esa, ya que no se desprende otra de la película).
-Metroman multiplica los pochoclos para dar de comer a los niños, así como N. S. multiplicó los panes.
-Metroman se rodea de niños con los que juega, como N.S.
-Metroman es adorado por la gente, como N.S. (incluso uno le dice textualmente a Metroman que lo adora).
-Metroman muere y luego aparece vivo, como N.S. (el hecho de que sea una muerte ficticia no cambia nada sino que refuerza el hecho de la no resurrección de N.S. que postulan sus enemigos).
-Metroman muere en la cima de un monte, como N.S.
-Metroman aparece en estatua con el mundo en sus manos, como N.S. aparece con el mundo en sus manos en la imagen de Cristo Rey.
-Metroman desciende –vuelve- glorioso de los cielos hacia el final de la película, como N.S. en su Segunda Venida (sólo que en la película resulta inútil y falso este regreso).
-Metroman (ya con barba, como N.S.) entra a la habitación donde están los otros dos sin ser visto ni oído al principio, como N.S. cuando se apareció ante los Apóstoles.
-Metroman es tocado por Megamente para certificar que es real y no un fantasma, como hizo Tomás el Dídimo con N. S.
-Asimismo Metroman aparece comiendo, como hizo N.S. frente a los Apóstoles para demostrarles que su cuerpo era real.
-La chica le dice a la estatua de Metroman: “Sin ti aquí, la maldad corre desenfrenada por las calles” (es decir, Metroman es el único necesario, como un dios. Luego se verá que el único necesario es Megamente).
-Metroman está más allá del tiempo, como un dios (ver escenas en que decide retirarse).
-Pero Metroman resultó ser un falso Salvador ya que no era libre, pues él no había podido elegir su verdadera vocación. Megamente por su parte, termina cumpliendo el destino fijado por su padre, una figura con barbita como suele presentarse popularmente la figura del Diablo. Es decir que nos habían mandado un Salvador equivocado: en realidad el Salvador llegará al final, y será quien siempre se había reputado por malo: Megamente (o el Anticristo). Sobre este tema del salvador o del rescate ya habíamos hecho una mención en nuestra breve crítica de “Vértigo”. Creemos oportuno tener en cuenta este tema y lo allí dicho porque es una constante en el cine norteamericano, y de manera más evidente cada día.
-Megamind, por su parte, aparece con un traje con el dibujo de un rayo. El rayo es un símbolo satánico (como un rayo cayeron los demonios cuando se perdieron).
-En escena que se muestra al comienzo y al final, este diablo (Megamente) aparece cayendo. Sin embargo, no muere ni se condena. Por el contrario, cae sobre una fuente de agua (aguas bautismales que lo hacen “bueno”).
-Megamind, como el Diablo, no puede vencer a Metroman, pero crea prodigios técnicos, como hoy la técnica está dominada por el diablo. Sin embargo lo vence finalmente cuando Metroman se retira (como se fue N.S. del mundo y –según los enemigos- ya no tiene ningún poder sobre el mismo).
-Megamind “se vio forzado a ser malo”. Fue así por ser “discriminado”. Él no tuvo la culpa, en el fondo es bueno.
-No obstante lo cual hay una escena de arrepentimiento…hecha no ante Dios ni ante una autoridad, sino ante su ayudante disfrazado del jefe de la prisión, que es quien lo libera de la cárcel y de sus culpas para ir a rescatar a la chica.
-Su ayudante o secuaz es un pez con cuerpo de gorila. El pez es el símbolo del cristiano (acá sería un apóstata). El lema del diablo es “no serviré”, acá el cristiano imbécil es un servidor del diablo (en español le pusieron “servil”).
-Megamind realiza una parodia cristiana con el héroe que crea (Titán): éste surge con los brazos en cruz sobre una tabla de madera. Es creado –o engendrado- por un Padre (venerable anciano de cabello blanco) y una “madrastra”. “Te envié a este planeta”, etc.
-Megamente baja desde el cielo como ángel de luz (disfrazado de Metroman). Parodia de la Parusía. Pues este cristo “desciende” pero para nada.(Megamente, como el Anticristo, se reviste de Metroman /Cristo, pues el Anticristo será semejante a Cristo y usurpará su mensaje).
-Las criaturas mecánicas que ayudan a Megamente tienen un solo ojo (símbolo masónico).
-En el Museo hay en la entrada la imagen de un solo ojo (símbolo masónico).
-En un momento se dice que los padres de Megamente “están sonriendo desde el paraíso malvado” (es decir, el infierno).
-Megamente utiliza diferentes figuras humanas, como suele hacer el diablo, utilizando apariencias varias para engañar.
-¿Por qué Megamente es de color azul, y no verde, rojo, violeta o de cualquier otro color? Recordemos “Avatar” y el color azul, que representa los tres primeros grados de la Masonería (Aprendiz, Compañero, Maestro) como así también a la encarnación hindú del dios –en verdad demonio- Vishnú. Los pitufos, que también son azules, cuentan con innumerables símbolos masónicos y paródicos del cristianismo.
-Precisamente como en “Avatar”, el Salvador, el mejor de los hombres es una horrible criatura azul de otro planeta, a la que todos rinden culto.
-Hay varias citas de diversas películas. Entre ellas, una clara burla a “La Pasión de Cristo”: toma idéntica a la del demonio gritando al final visto desde arriba y la cámara descendiendo hacia él. Aquí la que grita –pero desafiante- mirando hacia arriba es la mujer. No es una simple coincidencia, claro está.
-Se utiliza música de rock satánico en las escenas de acción, para volver más atractivo a Megamente. El tema musical final se llama “Bad” y es una celebración de la maldad. Precisamente su intérprete, Michael Jackson, fue una marioneta de la masonería illuminati (sus discos y videos muestran innumerables símbolos masónicos).
-Al final quien sostiene al mundo en sus manos es Megamente, adorado por la multitud, entre la que se encuentra Metroman/Jesús. Le es colocada una capa de rey. Entre la multitud sobresale una persona que hace los cuernos con sus manos.
-"La adoración de Dios está siendo sustituida imperceptiblemente por la adoración del Hombre; y eso sin suprimir a Cristo, sino reduciéndolo súbdolamente a hombre" (Castellani, Su Majestad Dulcinea). Esto mismo puede verse en la película: el superpoderoso Metroman, cuando un hombre le dice que lo adora, le responde: "Y yo a ti". Luego, cuando Metroman deja la escena, Megamente no suprime las imágenes de Metroman. Tan sólo lo hace cuando él ocupa el trono: entonces Metroman no ha sido eliminado, sino reducido a ser un hombre como los otros.
-La palabra Metro significa medida. Es una forma de recortar finalmente el poder de ese superhombre. Mega significa gigante. Se hace hincapié en la grandeza de la mente ya que el gnosticismo y la masonería enseñan que la liberación del hombre se alcanza por las solas fuerzas y poder de la razón y no por la obediencia a Dios y sus leyes. La letra M puede también simbolizar a masón.
-La chica, en mi opinión, puede representar a la Magdalena que desea ser salvada (lleva vestido rojo al comienzo, con el que suele representarse la prostituta) y es defraudada por el Salvador Metroman. Tras ser salvada por el Diablo (Megamind), lleva ropa azul –ya asimilada o iniciada a la mentalidad de la masonería. El Diablo por supuesto no la salva gratuitamente, sino que se queda con ella para su propio gozo.
-Otro detalle interesantísimo: se ven cuatro o cinco veces colgados en la pared unos carteles que imitan los afiches publicitarios de la campaña electoral de Barack Obama. La imagen de un Obama algo deforme se acompaña de esta leyenda: “NO YOU CAN’T” (los carteles de Obama decían “YES WE CAN”). Aquí podemos dar dos interpretaciones: por un lado el Megamente malvado colocó esos afiches para dar a entender que Obama es “bueno” y los malos como él se le oponen (Will Farrel, la voz de Megamente apoyó en su momento públicamente a Obama, y creo que Spielberg lo mismo). También, más sutilmente podemos decir que el poder sionista le dice a su empleado Obama: “Sin nosotros tú no puedes, cuidado con lo que haces”.
Digamos para redondear que la película presenta al Malo atractivo y valiente y al Bien estúpido y cobarde (o sea que el bien no es tan bien, y el mal no es tan mal, con lo que todo se relativiza). También se banaliza el mal hasta hacerlo simplemente un problema social o psicológico. El Bien es finalmente atractivo cuando tiene la apariencia fea y malvada de Megamente. El gordito que se volvió malvado representa los poderes de este mundo que el Diablo crea y usa para sus fines tras lo cual los destruye. El Bien, finalmente, tiene sus recompensas en este mundo: la mujer, la popularidad, el éxito mundano y el aplauso. De ahí puede inferirse –pensando a lo protestante- que el éxito mundano es signo de bondad y el fracaso signo de maldad.
Megamente resulta ser el Salvador del mundo (porque eso representa Metrociudad).
Acaso alguien pueda decir que se trata de una parodia de Superman y los superhéroes. Pues bien, lo que yo digo es que en sí los superhéroes son parodias (recordemos quiénes son sus inventores) de N.S. Jesucristo y la historia cristiana de salvación. Por lo tanto, no puede hacerse parodia de una parodia, sin reforzar el efecto inicial. Lo que se opone a la parodia es lo serio. No se hace parodia de una parodia, sino de lo serio. Por lo tanto lo que aquí tenemos es un blanqueo de la parodia que en principio estaba un tanto encubierta. Señal de que el enemigo ha avanzado mucho. Entonces, lo que puede advertirse es que lo que le falta al Diablo en estos tiempos –lo que desea- es ser reconocido como alguien bueno, como un nuevo Cristo (Anticristo). Dejar de ser el malo de la historia (y de la película). De a poco, a través de todas estas películas disfrazadas de moralidad (como el caso de “Hellboy” del apóstata Guillermo del Toro, que participa en “Megamente” como asesor) lo va consiguiendo.
Sepamos entonces que estas películas son negativas, nocivas, disipantes, mucho más que simples entretenimientos muy bien hechos. Un chico que ve esto no sólo no aprende a pensar, sino que termina confundiendo todo –como el gordito gilún de la película, a quien desean adoctrinar esta clase de obras.
ATRAPADA (John Carpenter, 2010)
“Atrapada” es una peliculita que no sorprende a pesar de la sorpresa final. Es más de lo mismo a lo que nos tenía acostumbrados ese riguroso constructor de miedos que es John Carpenter, ya en franca decadencia. Una película correcta, fea e intrascendente. Que un crítico para justificar su paga del Grupo Clarín en la Revista Ñ, la exalte por inexistentes parentescos espirituales o un supuesto hermetismo, sólo puede hacernos pensar que hay quienes, atrapados por algún poderoso alter ego interior, se han internado en laberintos de una confusión tan grande que se nos hace necesario declarar, para evitar la confusión de quienes, desde afuera, puedan asomarse a un discurso crítico carente de verificación en la realidad de la obra juzgada. Aunque a estas alturas, colegimos, probablemente el aviso se haga innecesario, como innecesaria es esta película carente de interés, que pasará rápidamente al olvido.
THE CRIMSON PIRATE (Robert Siodmak, 1952)
Nuevamente hay que sacarse el sombrero ante una película de Siodmak. Si usted no usa sombrero, entonces bata palmas. Si le da vergüenza, entonces comente sencillamente que se trata de una película de aventuras –o de una comedia de aventuras- extraordinaria, que con toda su modestia de miras pertenece a la primera clase.
Se trata de un film de piratas conocido como “El pirata hidalgo” o “El temible burlón”, protagonizado por Burt Lancaster, todo un trapecista que realiza hazañas sin cuento, la mayor de las cuales consiste en enamorarse, adoptar una conducta moral, ponerse del lado de los buenos y batir a los ingleses, aquí los malos de la película, motivo extra de satisfacción.
Sin dudas se trata de una película “pasatista” por lo que cuenta, pero el cómo lo cuenta hace que no “pase” sino que persista, en su inteligente construcción y sabio y sano humor, muy por encima de todos los engendros que hoy nos prodigan como los excrementicios “Piratas del Caribe” con sus infinitas secuelas.
Muy recomendable para ver un sábado a la tarde y volver a ser por un momento aquel chico que jugaba a los soldados o a los piratas con toda la libertad del mundo, garantizada por la custodia de nuestros mayores. La forma en el film es la disciplina que custodia la aventura para que la anarquía y la amoralidad no triunfen. Debemos reconocer ese logro.
VIVIR PARA GOZAR (George Cukor, 1938)
El título en español parece más bien inadecuado, ya que el original “Holiday” podría traducirse por “Vacaciones”, que eso es lo que quiere el protagonista Cary Grant, tomarse vacaciones de ganarse la vida para entender por qué y cómo debe hacerlo. De todas formas no está tan alejado del sentido último que podría inferirse. Cukor y sus guionistas hacen una película muy inteligente, pero que tiene un doble mensaje: allí deja traslucir su liberalismo. La comedia era en los años ’30 el mejor vehículo para ello.
Johnny Case es un muchacho trabajador que no está conforme con la vida que lleva. Enamorado de la hija de uno de los mayores magnates de Estados Unidos, el próximo casamiento le abre una perspectiva nada alentadora para sus sueños de libertad: acomodarse en la alta sociedad de Nueva York, tener un alto puesto en un banco, y ver toda su vida centrada en función de hacer dinero, una vida perfectamente estructurada, encajonada, previsible. Surge entonces la hermana de su novia, que interpreta magníficamente Katharine Hepburn, inconformista y soñadora como él y deseosa de dejar la cárcel-palacio en que vive.
La historia de superficie es muy buena, pues opone a la mera persecución del dinero la búsqueda de la felicidad por otros caminos más sencillos y auténticos. Hay una nítida crítica al “sueño americano”, que no redunda sino en llevar una vida vacía, sin conocer el verdadero sabor de la vida y de la amistad, en definitiva, sin el amor. Pero hay dos problemas que desvalorizan la película. El primero es que resulta muy fácil el contraste establecido entre los personajes sensibles, buenos y apasionados, por un lado, y los personajes codiciosos, cerrados en sí mismos y presos de formalidades, por el otro. La oposición “vida lúdica y natural” vs. “bienestar económico y vida artificial” es muy obvia.
El segundo problema está en los detalles. Para caracterizar al financista padre de la novia como un hombre rígido, atado a convencionalismos e incapaz de comprender las otras almas, se lo hace asistir a la Iglesia, mientras que los personajes nobles y simpáticos de la película no lo hacen. Para caracterizar a otros dos personajes negativos del film, se hace que los buenos los despidan alzando burlonamente sus brazos con el saludo romano. Con lo cual se mezclan varias cosas para postular en definitiva que hay un bien que no está en hacer desmedidamente dinero –relacionado con la religión y el fascismo- sino en actuar según lo que siente espontáneamente nuestro corazón, con el dinero suficiente para ello, claro está. Es así que finalmente estos personajes que representan al pueblo tienen dinero para hacer un viaje a París, allí donde el protagonista buscará el sentido de la vida, del mismo modo que el día de hoy sigue haciendo el cine con un sujeto como Woody Allen. En el fondo se trata de un idealismo hueco cuyo único compromiso está en ser fiel a sí mismos, dinero mediante.
EMBAJADORES EN EL INFIERNO (José María Forqué, 1956)
Fue Bernanos quien escribió: “El escándalo del universo no es el sufrimiento, sino la libertad”. He allí el escándalo que les provoca a los comunistas y a los intoxicados por las ideologías de este mundo, la libertad con que estos hombres valientes prefieren entregar hasta la propia vida, por no perder su libertad de espíritu. Aun estando esclavizados y prisioneros en los gulags soviéticos, los españoles de esta película –basada en hechos reales- son irreductiblemente libres en su interior, y lo son porque saben ser fieles a aquello superior a ellos mismos y que les da sentido a sus vidas.
Un grupo de hombres de la División Azul, liderados por un Capitán, son hechos prisioneros por los bolcheviques y resisten todo tipo de presiones por someterlos y dominarlos en un cautiverio que los pone a prueba y donde salen al trasluz las grandezas y bajezas del hombre: desde el insobornable heroísmo del capitán Adrados, un falangista que es el arquetipo del caballero hispano-católico, hasta la traición cobarde y vengativa del que se vende al enemigo por un poco de bienestar, hasta renunciar a la propia nacionalidad.
Se trata seguramente de una de las mejores películas de todo el cine español, obra que deja pálidas y empequeñecidas todas aquellas que los yanquis supieron darnos sobre los prisioneros norteamericanos en los campos alemanes. No sólo hablamos de lo formal, por el gran acierto del director (a excepción de la banda sonora) sino también de la muestra de una convicción que aquellos combatientes sin duda tenían, hecha de un amor a la patria transfigurado por el amor de Dios, con una autenticidad manifestada en cada plano. Muchos no sabrán comprenderlo y verán en el film “propaganda”, siendo que en realidad las ideas están completamente integradas a la historia y a las conductas de los personajes. Pero es que a los mezquinos un héroe inflexible como el Capitán Adrados los escandaliza porque su libertad no está hecha de odio ni resentimiento. No es verdad –como hemos leído por ahí- que el Capitán es un “fanático” o un “doctrinario” impasible para el que sólo existen las ideas y no los hombres –como si se tratara de un Che Guevara-, sino que es todo lo contrario. Que es un hombre compasivo puede verse cuando le ofrece el perdón al traidor e intenta que se integre al grupo, oferta que el felón rechaza vilmente. Que no es alguien inhumano puede advertirse no sólo en sus debilidades físicas, sino cuando tras arengar a sus hombres le confiesa en la intimidad a un camarada que a veces duda de que su accionar los esté perjudicando.
Hay mucha piedad y humanidad en esta película conmovedora y en el ejemplo de lucha de unos hombres que nos animan a seguir su ejemplo en toda circunstancia, recordando que Dios premia siempre nuestra fidelidad.
Mención aparte para el protagonista excluyente, el actor portugués Antonio Vilar, que el año anterior a ésta había protagonizado “La Quintrala”, la gran película de Hugo del Carril filmada en Chile y donde interpretaba el papel de un fraile santo, como en otras ocasiones se puso en la piel de Cristóbal Colón o el Rey de Portugal, debido a su gallarda personalidad, aunque también a su costado vulnerable, que lo alejaba del arquetipo encarnado por un Charlton Heston en el cine norteamericano.
En definitiva, una película que merece un lugar destacado en las “100 películas Reduco”.