“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

domingo, 23 de septiembre de 2012

EL MAL SAMARITANO

NORIEGA o EL DISIMULO DEL MAL SAMARITANO


Un amigo nos ha remitido por correo electrónico un artículo aparecido en La Nación diario hace un par de domingos. Se trata de un vergonzante ataque desde la mayor corrección política, hacia Mel Gibson, el cual es aprovechado para atacar tímidamente, de paso, a Nuestro Señor Jesucristo. Su responsable es el periodista de cine Gustavo Noriega.
Subimos el artículo con nuestros comentarios entre paréntesis:

Cuando se apaga una estrella
Por Gustavo Noriega | Para LA NACION
Es probable que una de las carreras más exitosas de Hollywood esté terminando en estos días, antes de su hora. La última película de Mel Gibson, Get the Gringo, acá pobremente rebautizada como Vacaciones explosivas, no fue estrenada en los EE.UU. en salas comerciales sino que se limitó al mercado de video on demand, es decir, apenas editada para ser bajada legalmente por Internet.
(Comentario de un lector on line de La Nación:La base de este artículo parte de un error fatal: la última película de Mel Gibson -vacaciones explosivas-, no se estrenó en EE.UU., por una decisión de él como productor de la película, puesto que decidió comercializar y distribuirla por sistema video on demand (VOD) que tiene millones de abonados en un mercado como el estadounidense. Con solo leer la nota que Marcelo Stiletano le hizo al director de la película, hace una semana, Noriega se hubiese enterado. O a lo mejor siempre es negocio pegarle a Gibson, para quedar bien quien sabe con qué intereses”).
Acá en la Argentina tuvo un lanzamiento importante, pero sin éxito.
(Recordemos que ya su anterior producción Apocalypto fue mal distribuida, estas cosas no son nada inocentes, de manera tal que un éxito puede ayudarse o provocarse de acuerdo con las órdenes recibidas por las distribuidoras).
El fracaso es llamativo, ya que el currículum del australiano (aunque nacido, en realidad, en Nueva York y emigrado muy joven) como protagonista y generador de películas taquilleras es impresionante: recordemos las sagas de Mad Max y las de Arma mortal, pero también sus extrañas (¡?) películas como director, como la romperrécords La Pasión de Cristo. Sumando las películas que protagonizó o dirigió, la recaudación, sólo en los EE.UU., alcanzó los 2500 millones de dólares. En su etapa australiana, además, hizo dos películas con Peter Weir: Gallipolli (1981) y la extraordinaria El año que vivimos en peligro (1982). No hay muchos actores que puedan reunir tantos pergaminos y billetes al mismo tiempo. Sin embargo, sus problemas con el alcohol, sus explosiones verbales de antisemitismo y sus frecuentes casos de violencia doméstica lo han puesto en la picota una y otra vez y, seguramente, en un clima tan estricto y políticamente correcto como el norteamericano, implicaron su ocaso profesional.
(¿Qué es entonces lo políticamente correcto para Noriega?  Precisamente por corrección política el periodista se complace en pegarle al actor, director y productor norteamericano)
El lado oscuro de la personalidad se ha convertido en un nuevo lugar común del mundo del entretenimiento al que, sobre todo, se han tenido que someter los superhéroes. Las angustias del Hombre Araña o de Batman vienen en el paquete de venta, como los muñecos o los videojuegos. Antes de que esto se pusiera de moda, Mel Gibson, un hombre atormentado por el alcohol y la religión
(Atención: la religión es algo atormentador, parece decir Noriega, es una cosa peligrosa como el alcohol, sin dudas. ¿No será que si Mel Gibson está atormentado es por la falta de más religión en su vida, y no por la presencia de ésta?)
, lo había volcado en casi todas sus películas, aun las más pasatistas. Sus personajes a menudo han tenido dificultades a la hora de establecer una relación sentimental, frecuentemente son viudos (una decena de películas en ese estado civil) y muchas veces buscan revancha (incluyendo una película que se llama, adecuadamente, Revancha). El tono puede ser más tirado a la comedia o a la acción, más dramático o profundo, pero el personaje que interpreta Mel Gibson raramente es un hombre relajado y desprovisto de pesares.
Convertido en un actor poderoso, en una era en la que no hay nadie más poderoso en Hollywood que los actores (a diferencia de, por ejemplo, la era clásica, donde eran sólo empleados de los estudios), Mel Gibson se dio el gusto de dirigir. Al elegir sus proyectos, desplegó más libremente su personalidad compleja, oscura, retorcida y ya solo con eso realizó productos mucho más interesantes que el promedio de una industria entregada a un cine impersonal y dirigido a un público infanto-juvenil. Su primera película se llamaba El hombre sin rostro (1993), en donde un profesor -acusado de paidofilia- vive retirado y recluido, con su rostro desfigurado por un accidente donde falleció un niño. Luego filmó Corazón valiente (1995), una saga patriotera
(Lugar común de la corrección política: todo lo que huele a nacionalismo o patriotismo, debe ser tildado de “patriotero”; Noriega no olvida que escribe en La Nación)
y violenta sobre la independencia de Escocia, en donde no faltaban, entre batallas y luchas, escenas claramente homofóbicas
(Desde luego: hay que ser políticamente correcto; Noriega acepta la homosexualidad, tiene que seguir cobrando el sueldo de La Nación)
. Esta, su película más convencional, fue la que le dio prestigio, premios y taquilla. A partir de ahí, con el mundo a sus pies, Mel Gibson, como se dice vulgarmente, se fue al pasto: películas extrañas y conducta impropia.
Dirigió dos films más; los dos, hablados en lenguas muertas. Siendo una estrella en un país que rechaza la idea de leer subtítulos, hacer películas en arameo, latín y maya yucateca es, por lo menos, arriesgado. Con la primera, La Pasión de Cristo (2004) batió récords de recaudación. Imbuido de aires evangelizadores ("El Espíritu Santo actuó a través de mí, me limité a dirigir el tránsito"), la película es un catálogo visual de las torturas recibidas por el carpintero en su camino a la cruz, tan explícito como la más gore de las películas de terror.
(Noriega sigue con el catálogo de lugares comunes que sus mandantes le imponen. Subo dos comentarios de lectores de La Nacion on line:
¿"El carpintero en su camino a la cruz" (sic)? Esta irreverencia del articulista, para referirse al Hijo de Dios hecho hombre, que vino a la Tierra para la salvación de la humanidad, confirma, que: "Basta negar la divinidad de Cristo para convertir al cristianismo en cabeza de todos los errores modernos.", según palabras de NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA ("Sucesivos escolios a un texto implícito", pág. 127, ed. Ediciones Áltera, Barcelona, 2002). Es sugestivo, además, que no se diga nada del origen judío del director del último film de Mel Gibson, lo que aventa toda idea de antisemitismo en el director, que, por ser católico, no puede odiar a nadie sin contrariar el mensaje del Evangelio: "Amaos los unos a los otros, como yo os he amado."
Sr. Noriega: la única razón por la que se apaga la estrella de Mel Gibson es porque filmo 'La Pasión de Cristo', una reivindicación de Jesús (no 'el carpintero' como lo llama irrespetuosamente usted) como alguien que vino a salvar a la Humanidad. Y eso es imperdonable en Hollywood. Cualquier cosa que reivindique al cristianismo es imperdonable en Hollywood. Nada tienen que ver todos los demás inventos que trae usted, como conducta inapropiada, y demás. Porque hay infinidad de actores con conductas inapropiadas y no por eso se les apaga ninguna estrella. Ser católico devoto hoy es muy poco político, y odiado en Hollywood, allí donde la creencia predominante no es la católica precisamente.

 La Pasión de Cristo hizo las delicias del público, reafirmó las acusaciones de antisemitismo y provocó reservas en el catolicismo oficial. Dos años después, llevó adelante un proyecto menos controvertido, pero no menos excéntrico: Apocalypto (2006), probablemente su película más lograda, una fiesta de acción
(¿”Fiesta de acción?” Desde luego que para este ignorante bien pago lo que allí ocurre no tiene nada que ver con la realidad, ya lo ha declarado explícitamente)
en la selva maya, ambientado en la época anterior a la llegada de los colonizadores, una obra violenta, frenética y visualmente deslumbrante.
Lo siguiente fueron sus detenciones por manejar borracho, las incoherencias antisemitas que le balbuceó al policía que lo había detenido, sus peleas conyugales y divorcio con Robyn, madre de siete de sus hijos, y la difusión de una pelea por teléfono con Oksana, su novia rusa, un audio escalofriante
(Audio bien editado y producido por los que le armaron la “cama”, seguramente aquellos que no estuvieron nada contentos con su película La Pasión de Cristo)
que muestra al actor totalmente fuera de sí. La sucesión de escándalos lo puso a la defensiva, admitiendo sus problemas con el alcohol y pidiendo disculpas una y otra vez.
El precio por pagar por su excentricidad y sus arrebatos comienza a efectivizarse con la marginación de Get the Gringo, una película graciosa y fresca, irreverente y sin miedo a la incorrección política. Gibson escribió el guión, produjo y dejó la dirección en manos de uno de sus ayudantes habituales, Adrian Grunberg. Será su película menos vista en los EE.UU. por mucho tiempo.
Nos gustaría que las personas que admiramos sean ciudadanos ejemplares, simpáticos, tan cordiales y espléndidos en la vida privada como brillantes en el set de filmación, en la cancha o en el court de tenis. La pretensión, desde ya, es injusta: lo que nos ofrecen no son modelos de vida, sino destrezas inalcanzables para los seres normales, destrezas que requieren para lograrlas renunciar a la normalidad. Pero hay algo más que esa ilusión inadecuada. Muchas veces, el atractivo de esas personas reside justamente en ese lado oscuro: lo que nos atrae es lo que a la larga nos va a causar rechazo. El borracho de la fiesta, cargoso, desbordado e incontinente, puede convertirse en intolerable no por las insensateces que dice sino por revelar una verdad
(¿Qué verdad? Ojo Noriega, que puedes caer en el antisemitismo)
. La verdad oculta que nos resulta insoportable es que no somos tan distintos; que, si nos expusieran de la misma manera, grabadas y dando la vuelta al mundo nuestras peleas a los gritos, seríamos tan desagradables como ellos…

De todo lo anteriormente dicho por este periodista, lo más grave, claro está, es su irrespetuosa mención de Nuestro Señor Jesucristo. Mención cobarde porque, si Cristo sólo fue un carpintero (o “el carpintero”, como lo llama, al igual que el gnóstico James Cameron en su “Titanic”), entonces ha sido el mayor loco y embustero del mundo. Ya que Jesucristo afirmó que era Dios, y que era superior a todos los hombres y a todos los ángeles, y que existe antes de la Encarnación y antes de la creación del mundo, y se atribuyó poderes divinos y derechos divinos y probó que es Dios, el Hijo de Dios hecho hombre, el Mesías esperado, el Salvador del mundo que venció al pecado y a la muerte, y resucitó y es Aquel que dijo volverá en gloria y majestad a juzgar a vivos y muertos y ante quien se dobla toda rodilla en la tierra, el cielo y el infierno.
Pero para este mediocre periodista es sólo un carpintero, ¡por ello cambió la historia y trastornó los tiempos al punto que se divide en antes y después de Él! ¿Será por eso que concitó tanto amor y tanto odio? Pero Noriega debe pensar que AC y DC debe significar antes del carpintero y después del carpintero. Y bueno, hay libertad de prensa…para insultar a Cristo, para negar a Dios, para ofender a los cristianos, para decir estupideces. No para que Mel Gibson se defienda de los anticatólicos que boicotearon y atacaron su película “La Pasión de Cristo”, porque eso, ya se sabe, es “antisemitismo”.
Creo que Noriega es un periodista muy torpe que tal vez no sepa del todo lo que hace ni lo que escribe (aunque lo haga desde uno de los principales diarios del país e incluso dirija una revista de cine). Pero creo también que el multimedios La Nación (o El Masón) sí lo sabe.
Contra el torpe comentario de un periodista, vayan estas breves líneas desintoxicantes:
“Su recuerdo está por todas partes. En los muros de las iglesias y escuelas, en la cima de los campanarios y montañas, en las capillas que se levantan a la vera de los caminos, a la cabecera del lecho mortuorio y en la tumba: millones y millones de cruces recuerdan la muerte del Redentor crucificado. Raspad los frescos de los templos, quitad las imágenes de los altares y de las casas, y os encontraréis con que la vida de Cristo llena todavía los museos y las pinacotecas. Echad al fuego los misales, los breviarios y los devocionarios, y encontraréis el nombre de Cristo y sus palabras en los libros de todas las literaturas” (Giovanni Papini). Y si prohibís o quemáis los libros –podría haber agregado- aún el cine pondrá en alto su Nombre y su obra que es la Verdad que salva.
“El mundo moderno está enfermo. ¿Puede curarse todavía? Sí. ¿Cuándo? Cuando no sólo nuestras lenguas, sino también nuestras vidas alaben a Nuestro Señor Jesucristo, cuando no sólo de palabra, sino también con una conducta consecuentemente cristiana pregonemos nuestro deseo santo, único, fervoroso: “Alabado sea Jesucristo. Para siempre. Amén”.
Mons. Tihamer Toth, “Los diez mandamientos”.