martes, 3 de diciembre de 2013
LO QUE FALLA EN EL MUNDO
Cuentan
de G. K. Chesterton que cuando el diario The Times lo invitó, junto con otros
autores eminentes, a escribir ciertos ensayos en respuesta a la pregunta “¿Qué
es lo que falla en el mundo?” su contribución tomó forma de carta:
Dear Sirs,
I am.
Sincerely yours,
G. K. Chesterton
Que
en castellano vendría a ser más o menos:
Apreciados Señores,
Yo.
Les Saluda atentamente,
G.K. Chesterton
El
“príncipe de las paradojas” fue capaz de sintetizar de esta forma tan
particular lo que, en el fondo, es la respuesta bíblica.
¿Qué
falla en el mundo? ¿Dónde está el problema? Son preguntas a las que toda forma
de pensamiento debe dar respuesta. Todos tenemos la sensación de que ha habido
alguna clase de “fractura”, y seguro que nos hemos preguntado alguna vez porqué
las cosas en nuestro mundo no son como deberían ser.
Como
dijo Jesús, buscar fuera de nosotros mismos no nos dará la respuesta, sino que
es de nuestro corazón que proviene toda clase de injusticias (Mateo 15:19)
Sólo
el Evangelio va a la raíz del problema y produce un cambio en nuestro interior
que tiene consecuencias en el exterior. Los problemas siempre suelen ser culpa
de otros, nuestro dedo enseguida señala hacia los demás. Pero el Evangelio nos
hace realizar un duro, pero en el fondo realista, ejercicio de autocrítica. Es
verdad, somos más pecadores de lo que creíamos… pero cuando aceptamos esa
verdad Jesús nos sale al encuentro para decirnos que también somos más amados
por Dios de lo que creíamos.
(Tomado
de un blog no católico)
jueves, 28 de noviembre de 2013
VÉRTIGO: FINAL ALTERNATIVO
Debajo puede verse el final que
le hicieron filmar a Hitchcock y que se difundió originalmente en algunos pocos
países, para mostrar de esa manera que “el crimen siempre paga”. Como podrá
verse, es un final tonto y que aleja al espectador del verdadero tema y drama
de la película, el cual queda “en suspenso” en el final que ya conocemos, quedando a su vez para el espectador el trabajo de comprender lo que acaba de ver. A esa
altura a muy pocos podría pasarle por la cabeza la pregunta acerca de “¿qué
pasó con Gavin Elster?”. Pues este es el diablo, así que hasta el fin de los
tiempos, hasta que regrese Nuestro Señor seguirá haciendo de las suyas. El
asunto es qué hace Scottie con su vida, luego del golpe que la Divina Providencia le ha dado. Los censores creyeron que lo más conveniente era que volviera a los brazos de la razonable Midge, para morir desesperado en sus brazos.
DOS FIGURAS AL MARGEN: ROBERT WALSER Y JACQUES TATI
Los desadaptados de una Europa
burguesa que en su adopción de las ideas iluministas –y sus catastróficas
consecuencias progresistas- ya no toleraba héroes, pero tampoco signos de
distinción de un reposo contemplativo u ocioso, ambas figuras aquí retratadas
han querido “desaparecer” o ponerse “al margen”, y quizá por eso mismo
inevitablemente se han destacado, en contraste con quienes quieren estar en el “centro”
de una sociedad europea que ya no podía sostenerse como “central”, pues había
abjurado de su herencia cristiana y por lo tanto había firmado su decaer en
todos los aspectos. Figuras laterales y a-históricas o anacrónicas, especie de
emboscados o singulares a través del arte cultivado de la observación del
detalle que despierta una sonrisa, en quienes no se resignan a dejar de tener
un gesto humano. Coincidentes en su observación de lo “pequeño”, tal vez allí y
sólo allí encontraron lo que no era falso.
lunes, 18 de noviembre de 2013
lunes, 28 de octubre de 2013
martes, 22 de octubre de 2013
ENSAYO - EL CINE Y LA MORAL
“El arte tiene como objeto
esencial, y como su misma razón de ser,
el de perfeccionar la
personalidad moral que es el hombre,
por lo cual debe ser él mismo moral”
S. S. Pío XI 1
Un
tema que no se puede soslayar, pero que da lugar a equívocos, es este de la
moral en el cine. En un tiempo donde la desvergüenza o la hipocresía se
establecen para sostener la idea de que la moral cristiana es retrógrada u
obsoleta y que, como todo cambia y evoluciona, la moral también lo hace, el
cine refleja fielmente estos postulados del mundo moderno, muy sutilmente y
casi desde sus comienzos (desde luego, con las excepciones del caso, como las que
ya dejamos asentadas en nuestros ensayos y críticas de películas).
Si el cine
tiene connotaciones peligrosas para nuestro comportamiento moral ello se debe a
que la moral ha sido desligada de la Verdad, y nosotros, receptores cuya oscura
mirada necesita ser iluminada por la fe, nos dejamos influenciar por aquello
que vemos y nos atrae sin el debido discernimiento. Si no amamos lo suficiente
la verdad, poco a poco nos dejamos arrastrar por aquello que se le opone. Las
mentes han sido hechas para la verdad, la cual y sólo la cual las hará libres.
La inteligencia, sin embargo, sin la gracia, camina ciega hacia el error, y el
error afecta al penetrar nuestra inteligencia nuestros actos. Se va formando
así, poco a poco, una visión del mundo contraria a aquella que creemos sostener
o sostenemos de palabra. De allí lo que Kierkegaard no se cansaba de fustigar:
un cristianismo sin cristianos.
LA CONVERSIÓN DE JOHN WAYNE EN EL LECHO DE MUERTE
La conversión de John Wayne en el lecho
de muerte
El 11 de
junio de 1979 (dentro de pocos días será su aniversario) murió el legendario
John Wayne, una de las más grandes estrellas de Hollywood. A los pocos días, se
supo que había abrazado el catolicismo en su lecho de muerte.
Muchos quisieron desautorizar esa noticia, y la duda permaneció durante algunos
años. Tiempo después, cuando las aguas volvieron a su cauce, dos personas muy
cercanas al actor contaron lo sucedido: Su nieto, el sacerdote Matthew
Muñoz, y su hijo, el también actor Patrick Wayne.
En una entrevista concedida a la prensa, Fr. Matthew Muñoz contaba: “Cuando éramos pequeños íbamos a su casa y sencillamente pasábamos el rato con el abuelo, jugábamos y nos divertíamos. Una imagen muy diferente de la que tenía la mayoría de la gente de él”.
En una entrevista concedida a la prensa, Fr. Matthew Muñoz contaba: “Cuando éramos pequeños íbamos a su casa y sencillamente pasábamos el rato con el abuelo, jugábamos y nos divertíamos. Una imagen muy diferente de la que tenía la mayoría de la gente de él”.
![]() |
El Padre Matthew Muñoz, nieto de John Wayne. |
El sacerdote, que vive actualmente en California, recordó que la primera esposa del actor –y su abuela- Josefina Wayne Sáez fue el principal instrumento que Dios utilizó para evangelizar a la estrella del cine. De origen dominicano, Josefina “tuvo una maravillosa influencia sobre la vida de mi abuelo, y lo introdujo en el mundo católico”.
John Wayne se casó con Josefina Sáez en el año 1933. Tuvieron cuatro hijos; el menor de ellos, Melinda, es la madre del Padre Muñoz. John se divorció de Josefina años más tarde. Por su fe católica, la joven decidió no volver a casarse hasta la muerte de su ex marido, por cuya conversión rezó siempre a Dios.
![]() |
Wayne y su hijo Patrick. |
Fr. Matthew Muñoz
tenía 14 años cuando su abuelo murió de cáncer. Siempre recuerda que Wayne tuvo
un gran aprecio por las enseñanzas cristianas. “Desde temprana edad, mi
abuelo tuvo un gran sentido de lo que era moralmente correcto. Se crió
en un mundo regido por principios cristianos y una especie de ‘fe
bíblica’ que, creo, tuvo un fuerte impacto sobre él”. También recuerda que
“pasado el tiempo, mi abuelo fue involucrándose en la recaudación de fondos
para los pobres y para las labores sociales de la Iglesia que organizaba
siempre mi abuela, y después de un tiempo, notó que la visión caricaturesca
que le habían infundido sobre los católicos no se correspondía con la realidad”.
De hecho, sus siete hijos y sus 21 nietos fueron bautizados en la Iglesia católica. Y su amistad con el director católico John Ford, que le lanzó a la fama con la película La diligencia (1939) se notó con el paso del tiempo.
De hecho, sus siete hijos y sus 21 nietos fueron bautizados en la Iglesia católica. Y su amistad con el director católico John Ford, que le lanzó a la fama con la película La diligencia (1939) se notó con el paso del tiempo.
viernes, 30 de agosto de 2013
OBSESIONES HITCHCOCKIANAS
Con motivo de cumplirse recientemente
un nuevo aniversario del nacimiento de Alfred Hitchcock, un sitio reproduce una
serie de esquemas gráficos que a la manera del gran diseñador de títulos Saul Bass
diera a conocer The Guardian.
Destaca en primer lugar el que
reproducimos acerca de “la Caída”, uno de los temas recurrentes en el cine de
Hitchcock que ya habíamos destacado en nuestro trabajo especial didáctico sobre
el cine del gran maestro. Lo que no se ahonda en este trabajo gráfico que ahora
reproducimos es el porqué de tal idea, lo cual es una de las razones por las
cuales no se comprende sino muy parcial y lateralmente la mirada total del cine
de Hitchcock, que obedece a su visión católica del mundo.
Otro interesante esquema refleja el
pesonaje de “la madre”, en muchísimos films de Hitchcock y, contra lo que uno
podría creer o recordar, muchísimas veces positivo. Incluimos debajo el resto
del diseño “Saul Bass” de algunos de los temas hitchcockianos.
sábado, 3 de agosto de 2013
LA VIDA INTERIOR – G.K. CHESTERTON
La noticia de que
unos europeos han naufragado en la costa de una isla desierta es satisfactoria,
en la medida en que demuestra que todavía hay islas desiertas a las que se
puede ir a parar. Además, es también interesante porque esos hechos recientes
confirman los relatos más antiguos. Por ejemplo, los críticos superiores han
desdeñado con frecuencia los trabajos de Robinson Crusoe, alegando sobre todo
que utilizó en gran parte los recursos que contenía el barco naufragado. Pero
las personas reales que naufragaron hace unas pocas semanas dependían por
completo de sí mismas, no obstante lo cual los críticos no se interesaron por
la aventura. Hace unos años, cuando la ciencia física era tomada muy en serio,
se escribió un libro para muchachos inteligentes titulado La isla Perseverancia.
Se escribió para mostrar cómo debía haber sido escrito Robinson Crusoe. En este
relato, el náufrago no aprovechaba para nada los recursos del barco
naufragado. Lo hacía todo con los materiales brutos que encontraba en la isla.
Claro está que en
realidad es completamente injusto comparar Robinson Crusoe con libros para
muchachos como La isla Perseverancia o La familia suiza de los Robinson, no
sólo porque se trata de una literatura muy superior, sino también porque es
literatura con una finalidad completamente distinta. Compararla con las otras
porque en todas ellas la acción se desarrolla en una isla desierta no es mejor
que comparar Cumbres borrascosas con La abadía de Northanger porque ambas se
refieren a una vieja casa campesina, o La capilla de Salem con Nuestra Señora
de París porque ambas se refieren a un templo. Robinson Crusoe no es una novela
de aventuras, sino más bien una novela de la falta de aventuras; es decir, en
la primera parte, que es la mejor de la obra. Dos veces corre Crusoe al mar
desobedeciendo a sus padres y las dos veces naufraga o pasa por otros peligros.
La tercera vez tenemos la sensación de que ha sido elegido por Dios para
algún juicio extraño. Y ese juicio extraño es la idea central y poética de
Robinson Crusoe. Es un castigo del cielo n0 por medio de peligros, sino de una
seguridad terrible. El salvamento de los bienes de Crusoe, la comodidad
relativa de su vida, las riquezas naturales de la isla, sus relaciones humanas
con muchos animales…todo ello constituye un marco exquisitamente artístico para
la idea terrible de un hombre al que Dios ha arrojado de entre los hombres. Una
simple serie de aventuras sucesivas no habría dejado a Crusoe tiempo para
pensar, y toda la finalidad de la obra es hacer que Crusoe piense. Es cierto
que luego Defoe enreda al protagonista con indios y españoles, y creo que con
ello la narración pierde la nobleza pura de su idea original. Es absurdo
comparar a un libro como éste con los relatos corrientes acerca de goletas,
palmeras, alfanjes y cueros cabelludos. La condenación y maldición de Crusoe
no fue una vida aventurera, sino una vida sin aventuras.
Pero esto quizá sea
apartarnos del tema, si es que hay un tema. Tratemos de volver a la isla
desierta y a la moraleja que se puede extraer de la aventura de los afortunados
australianos. El punto principal y más importante es éste: que cuando uno lee
lo ocurrido a esas cuarenta v cinco personas arrojadas a una isla desierta del
Pacífico lo primero que siente es envidia. Luego recuerda uno que sin duda
habrá habido inconvenientes, que el sol calienta mucho, que los toldos no dan
sombra hasta que se los tiende, que los bizcochos y la carne envasada pueden
llegar a hacerse demasiado monótonos y que la persona más aventurera que ha
ido a parar a la isla comenzará antes que transcurra mucho tiempo a pensar en
el problema de salir de ella. Pero sigue siendo cierto que antes de hacerse
todas esas reflexiones el alma del hombre ha exclamado como el disparo de un
fusil: “¡Qué divertido!” Creo que el instinto del ser humano es algo interesante,
y quizá merezca la pena analizar ese deseo secreto de naufragar en la costa de
una isla.
Ese
sentimiento nace en parte de una idea que está en la raíz de todas las artes: la
idea de la separación. La novela trata
de separar a ciertas personas del montón de la humanidad, lo mismo que la
estatua se separa del montón de mármol. Leemos una buena novela no para conocer
a más personas, sino para conocer a menos. En vez del enjambre zumbador de
seres humanos, parientes, conocidos, sirvientes, carteros, visitantes
vespertinos, comerciantes desconocidos que nos dicen la hora, extraños que
nos hablan del tiempo, mendigos, camareros y mensajeros de telegramas; en vez
de ese enjambre aturdidor de seres humanos con los que nos tenemos que ver
todos los días, la novela nos pide que sigamos a una persona (digamos al
cartero) continuamente a través de sus éxtasis y angustias. Esto es lo que hace
que uno se sienta impaciente con ese tipo de rebelde pesimista que está
siempre quejándose de la estrechez de su vida y exige una esfera más amplia.
La vida es demasiado amplia para nosotros tal como es; tenemos que atender a
demasiadas cosas. Toda novela auténtica es un intento de simplificarla, de
reducirla a proporciones más sencillas y gráficas. El prosaísmo que hay en
nuestra vida nace principalmente de su rapidez; las personas pasan por nuestro
lado con demasiada rapidez para que puedan mostramos su lado interesante. Al
cabo de la semana hemos conversado con un centenar de pelmazos; en cambio, si
nos hubiéramos limitado a uno de ellos quizá nos habríamos encontrado
conversando con un amigo nuevo, o un humorista, o un asesino, o un hombre que
había visto un espectro.
No creo que haya
personas vulgares; es decir, no creo que haya personas cuya vida carezca de
interés o cuyo carácter sea realmente incoloro. Pero lo malo es que uno pueda
verlas tan rápidamente en montón, como un agrimensor, y lleve tanto tiempo el
verlas una por una como son realmente, como un gran novelista. Mirando por la
ventana veo una callejuela empinada, con una hilera de casitas presumidas que
descienden colina abajo en la fila india más decorosa. Si yo fuese propietario
de esa calle o un filántropo visitante que me dejara ver en esa calle, me sería
fácil abarcarlo todo de una mirada, hacer el cálculo y decir: “Son casas de
cuarenta libras anuales.” Pero supongamos que yo fuera el padre confesor de esa
calle: ¡qué terrible y distinta me parecería! Cada casa se separaría de la
vecina como por un terremoto y quedaría sola en un desierto del alma. Yo sabría
que en esta casa un hombre enloquece a causa de la bebida, que en aquella otro
hombre se ha separado de su mujer, en la inmediata una mujer se halla al borde
del abismo, que en la siguiente otra mujer vive una vida ignorada que en
épocas más devotas habría podido figurar en las hagiografías y convertirse en
fuente de milagros. La gente habla mucho de la disputa entre la ciencia y la religión,
pero la diferencia más honda consiste en que lo individual es mucho mayor que
lo común, en que la vida interior es mucho más amplia que la exterior.
Muchas veces, cuando
viajo con tres o cuatro desconocidos en lo alto de un ómnibus, he sentido el
impulso violento de arrojar al conductor de su asiento, llevar el ómnibus
hasta algún lugar alejado, hacerlos bajar a todos en un campo y decirles:
“Quizá no nos volvamos a ver nunca en este mundo. Vamos, entendámonos
mutuamente.” No afirmo que el experimento diese buen resultado, pero creo que
el impulso a hacer eso está en la raíz de toda la tradición poética sobre los
naufragios y las islas.
viernes, 26 de julio de 2013
miércoles, 24 de julio de 2013
LA HÉLICE Y LA IDEA – VÉRTIGO POR ERIC ROHMER
« Él
mismo, por sí mismo, consigo mismo, homogéneo, eterno. »
Platón
[Texto publicado originalmente
en Cahiers du cinéma, n° 93, marzo de 1959, y recogido en la compilación de
textos críticos de Rohmer realizada por Jean Narboni, Le Goût de la beauté, Flammarion,
Paris, 1989. Traducción: FLV.]
Fácilmente habríamos perdonado a Hitchcock que
tras el austero Wrong Man hubiera continuado con una obra liviana, o al menos
más accesible para la multitud. Tal vez fue esa su intención, cuando decidió
llevar a la pantalla la novela de Boileau y Narcejac D’entre les morts. Pero el
esoterismo de Vértigo, dicen, produjo repulsión en los EEUU. En contrapartida,
la crítica francesa parece haberle deparado un cálido recibimiento. Vemos así a
Hitchcock colocado por nuestros colegas en el lugar que nosotros siempre le habíamos
asignado. Y nos vemos de pronto, al mismo tiempo, privados de la agradable
tarea de salir en su defensa.
Será inútil buscar en otro lugar entonces la
medida de su genio. Hitch es lo bastante ilustre como para que no haya derecho
a compararlo más que consigo mismo. Si puse como epígrafe a esta crítica una
frase de Platón (inscripta por Edgar Poe en el encabezamiento de Morella, cuyo
argumento, en algunos puntos, se asemeja al de Vértigo), no es porque pretenda equiparar
a nuestro cineasta con el autor del Parménides (o con el de Historias
extraordinarias), sino simplemente proponer una clave posible que promete,
según creo, abrir más puertas que otras. Si parece un poco pretenciosa, pues lo
lamento. Por cierto que no se trata aquí de hacer de Hitchcock un metafísico:
el único culpable de metafísica sería aquí el comentador, que en todo caso la
cree cómoda, y en modo alguno inútil.
Vértigo me parece entonces como la tercera pieza
de un tríptico, cuyas dos primeras
serían La ventana indiscreta y El hombre que sabía demasiado. Estos tres films
son films de arquitectura. En principio por la abundancia, en los tres, de
motivos arquitectónicos en el sentido estricto del término. Aquí, toda la primera
media hora es incluso una suerte de documental sobre el decorado urbano de San
Francisco. El telón de fondo lo proveen un cierto número de viviendas estilo
1900, sobre las que suele detenerse el objetivo de la cámara, del mismo modo en
que lo había hecho con sitios de la Costa Azul en Para atrapar al ladrón. Su
razón de ser inmediata, pragmática, es que crean una impresión de extrañamiento
temporal: simbolizan el pasado hacia el que vuelven la mirada tanto el
detective como la supuesta alienada.
A lo largo del film encontraremos otra
arquitectura más antigua, la de un monasterio
español del siglo XVIII, ligada ésta más directamente, por la torre que se
cierne sobre ella, al tema mayor de la historia: el vértigo. Y de pronto hemos
avanzado un paso más en la analogía con los dos films precedentes. En cada uno
de ellos, el protagonista es víctima de una parálisis que afecta su
desplazamiento en cierto medio [1].
En La ventana indiscreta, se trata para el periodista de una inmovilidad
forzada respecto del espacio. En El hombre que sabía demasiado, el futuro es
conocido (en conformidad con el título) demasiado bien por el médico y su
esposa, pero al mismo tiempo demasiado poco: su parálisis es la ignorancia, el
campo de ejercicio no es ya el espacio, sino el tiempo. En Vértigo, el
detective (interpretado nuevamente por James Stewart, que encorsetado, lanza un
guiño al fotógrafo de La ventana...), es víctima también de una parálisis: el
vértigo. El medio, esta vez, lo constituye el tiempo, pero no el tiempo del
presentimiento, orientado hacia el porvenir, sino el tiempo dirigido hacia el
pasado, el tiempo de la reminiscencia.
Como los otros dos, Vértigo es un film de puro
“suspense”, es decir, de construcción. El resorte de la acción no será ya
construido por la marcha de las pasiones, o una moral trágica (como en Under Capricorn,
I Confess, o The Wrong Man), sino por un proceso abstracto, mecánico,
artificial, exterior, al menos en apariencia. En estos tres films, no es el
hombre el que constituye el elemento motor. Tampoco el destino en el sentido en
que lo entienden los griegos, sino la forma misma de esos entes formales que son
el Espacio y el Tiempo [2]. Se
debatirá infinitamente si hay “suspense” o no, en Hitchcock. En el sentido más
general del término, tener en vilo al espectador, afirmaremos que siempre lo ha
habido, y aquí más que en otros lugares, aunque la clave policial (aquella con
la que cierra la novela) nos sea provista sólo a media hora del final. Ya
sabíamos que no eran los arcanos de una investigación policial, por hábil que ésta
fuese, los que abrían las puertas secretas de Hitchcock. Y es que siempre
queremos saber, saber cada vez más a medida que se nos entrega una dosis mayor
de verdad, y lo importante es que la solución del enigma no haga explotar como
una pompa de jabón la masa de la intriga que, hasta último momento, se había
desarrollado como una bola de nieve (algo que podría reprochársele por ejemplo
a Para atrapar al ladrón) [3]. Aquí,
el suspenso tiene un doble efecto: no sólo sensibiliza respecto del porvenir,
sino que revaloriza el pasado. Pues el pasado no es en este caso esa masa
desconocida que un autor por derecho divino mantiene en reserva y que, traída a
la luz, bastará para desenmarañar todos los nudos. Advertimos en cambio que
éstos se vuelven aún más impracticables con su reaparición. A medida que se
disipan las brumas de la historia, aparece una nueva figura que no conocíamos
como tal, pero que estuvo siempre presente. Se trata de esa Madeleine que hemos
creído verdadera, y sin embargo jamás conocida de verdad, fantasma auténtico en
todo caso, ya que sólo existía en la mente del detective, ya que era sólo una idea.
ALGO MÁS SOBRE “EL HOMBRE DE ACERO”
Apenas
unas menciones que se nos quedaron en el tintero, para completar en lo posible
la comprensión de lo que hay detrás de esta película como un ejemplo del cine
que hoy ha pasado a ser no sólo un entretenimiento, ni un medio de comunicación
(por supuesto que no arte), sino una forma de adormecimiento de las masas a la
vez que la instalación de determinados temas, ideas o situaciones por parte de
las élites del poder mundial para la próxima realización mesiánica de una “Nueva
Era”.
1-Se
nos había olvidado que debe destacarse la escena en que el superhéroe de acero
vence –y por lo tanto mata- a su archienemigo Gral. Zod (foto). Luego de una
pelea titánica y extensísima donde entre ambos destruyen una ciudad entera,
Superman logra recluirlo y, debido a que Zod está a punto a destruir a unas
personas inocentes, lo mata. Es entonces cuando Superman o Kal-el estalla en un
grito de dolor por haberlo hecho. ¿Y por qué? Por la razón de que Zod era el
último natural de Krypton viviente, además de él. Es decir que ha matado a su
hermano. Esto es: Caín ha matado a Abel. Ha matado a aquel que obedeciendo a
sus dioses quería continuar las enseñanzas recibidas en su tierra natal. Pero
Superman (o Caín) debió desobedecer esos mandatos de los dioses de Krypton. De allí
su dolor.
2-El
guionista de la película se llama David Samuel Goyer y no es italiano,
precisamente. Según refiere, de niño era atacado por “haber matado a Jesús”, lo
cual lo dejó marcado y afirmado en su posición. Hoy escribe películas tan
edificantes como las series de Blade,
Batman, Ghost rider o Superman o
novelas cuyos títulos son Heaven's Shadow,
Heaven's War y Heaven's Fall (2013).
3-
Incluimos debajo el tráiler de la película, el cual puede –y de hecho resulta-
muy instructivo sobre el tipo de película que es esta de que hemos hablado. Por
cierto, un amigo nos advierte que en el minuto 0.37, Clark Kent sostiene sobre
sí lo que parece ser una cruz de hierro en medio del fuego (tras lo cual
terminará bajo el agua con los brazos abiertos en cruz, como si hubiese terminado
allí su misión crística salvífica).
viernes, 19 de julio de 2013
CRÍTICA - MAN OF STEEL
EL
HOMBRE DE ACERO
Dirección:
Zack Snyder - 2013
TEMPESTADES
DE ACERO
“No hay salvación en ningún otro. Pues no
se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual debamos
salvarnos”.
Hechos de los Apóstoles, 4, 12.
No intentamos hacer un estudio exhaustivo de
esta película, pero sí queremos dar algunos pocos puntos de referencia para
escudriñar su sentido general. Para completar mayores detalles incluimos al
final algunos links donde se puede abrevar con interés.
Como hemos venido explicando hace ya bastante
tiempo, la ofensiva gnóstica anticristiana por parte de los medios masivos de
difusión es vehiculizada por el cine hollywoodense –cada vez con mayor
protagonismo- mediante su puesta en escena “salvacionista” que involucra al
mundo entero. En este caso lo hace a través de una super-producción que puede
ser considerada, en el argot vulgar del periodismo, un “tanque” (atmosférico,
agregamos), que vuelve a traernos al “salvador” por excelencia de la pueril
mentalidad yanqui-judía, que es “Superman”. ¿Hace falta acaso decir que es un
superhéroe judío? Ellos mismos así lo manifiestan (puede ampliarse en nuestro
estudio sobre Hollywood),
ya desde la propia mención de su nombre, pues todos lo que terminan en “man”,
como afirman, lo son: Burman, Liberman, Goldman, Bergman…Superman.
Lo novedoso en este caso es que ya no se teme en
hacer explícita la blasfemia (¿acaso porque los católicos adormecidos en
especial hoy con el “francisquismo” son incapaces de entenderla?), involucrando
directamente a N. S. Jesucristo en tan portentosa falsificación, con vistas a
moldear (entreteniéndolas) a las masas soporizadas de los shoppings-mall.
Es esta constante mención crística la que ha
hecho que los periodistas (no decimos críticos) de los medios masivos recelaran
un tanto de esta película (al menos en Argentina), donde lo único que querían
encontrar era una estúpida y pasatista aventura estrafalaria, y no signos de otra cosa que tuviera que hacerlos
pensar, misión imposible a estas alturas.
Por supuesto que tampoco se escucharán voces
condenatorias por parte de los hombres de la iglesia conciliar, muy ocupados en
no desagradar al mundo. Pero lo cierto es que el cine de Hollywood está
llegando a unos extremos en que cada vez se hace más explícita su onerosa
contribución al servicio del futuro Anticristo y la instauración de un Nuevo
Orden Mundial. Para esto también se hace campaña a través de la instalación en
la mentalidad moderna de la posible existencia de seres de otros planetas (dos
enlaces al respecto al pie de esta nota).
Destacaremos los siguientes nudos de sentido que
nos parecen ineludibles:
-“Man of Steel” comienza con una escena muy
significativa: la madre de Superman dándolo a luz, en -según se dice
explícitamente- el único nacimiento natural que ha habido en Krypton desde hace
muchísimo tiempo. Su madre tiene un parto natural y sufre mucho, como una mujer
más. El resto de los nacimientos se producen sin intervención de la mujer, de
manera artificial. ¿Es esto una condenación de la fecundación artificial, como
quisieron ver algunos? Nos parece claro que no. Este parto puede –y la economía
simbólica siniestra de la película pide- dos sentidos. Allí en ese otro
planeta, fuera de la tierra, como si estuvieran en el cielo y fueran ángeles (a
pesar de su corporeidad), los habitantes son fecundados sin intervención
natural de hombre y mujer. Es decir que en algún sentido vienen a la vida del
mismo modo como lo hicieron Adán y Eva. No hay relación sexual. En cambio, el
primer nacimiento natural, cuando la mujer debió parir con dolor, ya fuera del Paraíso,
fue el de Caín, el hijo del pecado. El nacimiento de Superman (llamado en
realidad Kal-el, el sufijo “el” lo vincula a Dios, así como los ángeles se
llaman Mika-el, Rafa-el, Gabri-el y…Luzb-el) lo separa del resto. Por otra
parte, al ser Kal-el el futuro Salvador de la tierra, debe vincularse su
nacimiento al de Jesucristo, que fue todo lo contrario: el primer parto sin dolor
pues no fue “natural”. De tal manera que la madre de Superman cumple un doble
papel: da a luz a Caín que es, a la vez, el Salvador. Una afrenta a la
Santísima Virgen, madre del Salvador. Es notorio, además, el semblante judío de
la actriz: pero es que precisamente la actriz que interpreta a la madre, Ayelet Zurer, no solamente es judía, sino
además nacida en Tel Aviv, Israel. Con lo cual cierra perfectamente el sentido
de su personaje y de que la película abra con tal escena. El nuevo Mesías, el
nuevo Salvador victorioso, que es hijo del pecado, es judío.
-Como en “Avatar”, hay dos civilizaciones de
planetas diferentes que se enfrentan a muerte. Y hay un “salvador” mesiánico
que llega de un planeta distante para convertirse en el “salvador” del otro. En
ambas películas, hay una exaltación del Hombre (abstracto) y una denigración de
los hombres (concretos). Parece contradictorio, pero ese es el juego del
diablo. Le hace creer al hombre que es como un dios, pero a la vez lo manipula,
lo odia y lo envilece. En Superman, por ejemplo, a la vez que éste se hace
humano adoptivo y aprende de los hombres exaltando esta condición, las masas
son presentadas como hormigas manipulables e indefensas ante los poderes de los
titanes de Krypton (con la excepción de una élite inteligente: el científico,
el periodista). Si el hombre en general es bueno, necesita a Superman para
vencer a los invasores extranjeros. Pero los hombres no son impotentes porque
han pecado, sino porque todavía no han alcanzado un desarrollo científico
suficientemente alto para elevarse más a sí mismos. De hecho la ciencia –a
través de un personaje, el científico- juega un papel importantísimo en la película, al contrario que la religión.
-Precisamente hay otra escena muy breve pero muy
importante, que es cuando Clark Kent, después que el Gral. Zod ha exigido que
se entregue a cambio de no destruir el planeta, va a consultar a un pastor
protestante. En la imagen puede observarse perfectamente detrás de “Superman”,
la imagen de Jesucristo en un vitral de la capilla. Cristo está detrás, en
segundo plano, porque el personaje de veras importante es Kent/Superman, en
primer plano. Explícitamente se hace mención de Cristo detrás de este nuevo
“Mesías”, por lo cual, no se niega a Cristo, se lo niega en cuanto a ser el
Mesías esperado por los judíos. Aquel ya pasó, éste que tenemos ahora ante
nuestros ojos es el que necesitamos. Esto queda claro puesto que “no se ha dado
a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos”, y
sin embargo allí tenemos a alguien más, a otro nombre, a otro hombre-dios que
va a salvarnos. De esto se hace mención muchísimas veces en la película: muchos
personajes dicen de Superman que es “nuestro salvador” o “él me salvó”, etc. Sigamos
con esta escena. Ante la consulta de Clark Kent, el pastor le dice que siga lo
que le diga su corazón (el corazón no puede equivocarse, claro…), y antes de que
Clark Kent abandone el templo no del todo convencido, el pastor le dice una
cosa tremenda: que antes de tener convicción para hacer algo, hay que hacer un
acto de fe. ¿Fe en qué? Puesto que Kent le había manifestado que tenía aún
dudas de si los hombres no lo iban a traicionar, de lo que se trata –y es
aquello en que él se debate- es de tener fe en el hombre, fe en el Hombre con
mayúsculas y no en Dios o en los “dioses” o los “ángeles” que vienen desde el
otro planeta. No, por supuesto, en el Dios trinitario, no en Jesucristo. Terrible
falsificación, ya que Cristo vino a salvar a los hombres por amor al Padre y
los amó con ese amor. Será precisamente uno de los ardides del Anticristo
hablar del amor al Hombre y a la Humanidad, deificados mientras se odia a Dios.
Definitivamente, Dios aquí no tiene nada que ver y la inclusión de esa mención
“cristiana” se debe al sólo objeto de convencer al ciudadano de Kansas City
(los Kent son granjeros de allí) como a los ingenuos protestantes
norteamericanos, que la cosa no es contra Cristo ni contra Dios. El
protestantismo ha sido el gran vehículo utilizado por la Sinagoga para disolver
la Religión Católica y a caballo suyo el liberalismo ha permitido y propiciado
la descristianización y la judaización del catolicismo en el mundo moderno. Pero,
como decíamos antes, ese subalterno papel le cabe a la religión en el film,
pues no tiene más respuestas para enfrentar ese peligro que el de afirmar que
hay que tener fe en el hombre. El papel estelar le corresponde a la ciencia y…a
la prensa.
-Agreguemos este hecho: Kal-el/Superman sólo tiene super-poderes cuando está en la
tierra, según se explica, debido a las condiciones propias de la atmósfera de
nuestro planeta. Cuando Superman es llevado a la nave de Zod que reproduce la
atmósfera del planeta Krypton, allí Superman pierde sus fuerzas. Es decir que Superman
es agraciado, recibe la gracia que lo “diviniza” en la Tierra y no allá en el
Cielo. La gracia, la divinidad, y en consecuencia el mesianismo le son dados
por la Tierra donde habita el Hombre. Quiere decir que sin este planeta del
Hombre Superman no sería Superman, es decir, el “Salvador” no sería “Salvador”
sino uno más entre tantos.
-Como ya se ha dicho y resulta muy obvio, como
N.S. Jesucristo, Clark Kent/Superman pasa casi toda su vida junto a sus padres
(es único hijo) hasta que debe asumir su misión pública. Y a los 33 años se
ofrece en “sacrificio” por la humanidad para luego salvarla de un enemigo
super-poderoso de los hombres como Satanás. También aparece Superman con los brazos abiertos en cruz en más de una oportunidad: una muy notoria cuando se lanza en el espacio para ir a salvar el mundo.
-Como Cristo, Superman asume la naturaleza
humana, con esta gran diferencia: Cristo se hizo débil, pequeño, humilde, de
barro; Superman al llegar a la tierra, debido -según ya dijimos- a las
características de la atmósfera terrestre, ve sus condiciones naturales
crecidas hasta el punto de llegar a ser super-fuerte, super-veloz, super-resistente,
de acero. Cristo asume nuestros pecados; al hacerse el Verbo hombre, se hace
débil. Superman asume nuestra orgullosa naturaleza; al hacerse hombre, se
potencia.
-Como Cristo, Superman es capaz de hacer
curaciones “milagrosas” a través de sus super-poderes. Cura a una mujer (Louise
Lane) que tiene una hemorragia interna.
-Superman aparece en el primer tramo de la
película como pescador en un barco, en medio de una terrible tormenta: lleva
barba como Cristo y logra salvar a los pescadores de una muerte segura. Luego
cae al agua con los brazos en cruz. Otra innegable referencia crística que más
bien apunta a esto: Superman es el nuevo Mesías, o el Mesías que esperan los
judíos, el Mesías que ellos querían en lugar de Cristo. De hecho esa imagen
mesiánica de Kent barbado –que no puede detener la tormenta- termina bajo el
agua. Luego, al asumir su verdadero mesianismo ya no usará la barba y vestirá
no ropas humildes, sino un disfraz de superhéroe.
-Los padres de Kent (en la película Kevin
Costner y Diane Lane) llevan el papel de San José y la Virgen María. Humildes
granjeros de Kansas que crían a su hijo sabiendo que éste es distinto a los
demás, “venido de las estrellas”. Otra vez, se muestran dos cosas muy malas:
Clark Kent deja morir a su padre en medio de un tornado pudiendo salvarlo, y lo
hace por obediencia porque éste no quiere que muestre sus super-poderes hasta
que el mundo esté listo para comprenderlo y aceptarlo. Y para eso se necesita
una mayor comprensión científica y menos prejuicios. Culpa de los hombres Kent
debe dejar que su padre muera. Su madre viuda, mostrará en otro momento una
gran debilidad frente al General Zod y los invasores alienígenas.
Contrariamente a la figura de la Santísima Virgen, a quien más le teme el
diablo, aquí esta madre del nuevo salvador es zarandeada y arrojada al piso, e
incluso en su debilidad delata a su hijo.
-El mal en esta película está representado por
un militar golpista y genocida: el General Zod (como en “Avatar”, es un militar
caricaturesco el malo y una mujer científica la buena, en este caso el bien se
reparte entre un científico y una periodista). La película muestra este detalle
interesante: en Krypton los gobernantes demócratas han llevado el planeta a su
autodestrucción por ineptitud. En esto están de acuerdo Zod y el padre de
Superman (Russel Crowe), que es un científico. Ambos coinciden en su
diagnóstico pero difieren en la solución. El Gral. Zod quiere exterminar a los
no aptos y Jor-el cree que es mejor mudarse de planeta. No se descarta,
entonces, el brazo fuerte de las armas, sino su mala utilización, que deben
estar gobernadas bajo la guía de la ciencia. Por otra parte, podría
interpretarse a Zod como al líder de un pueblo orgulloso de sí mismo (el judío)
que quiere extenderse a otras tierras sin importar las consecuencias. Superman,
su contrario, cree en cambio que debe “asimilarse”. De hecho la mayoría de los
judíos viven fuera de Israel. Pero lo cierto es que se ve muy bien que al
“asimilarse” en otra tierra Superman no sólo no pierde, sino que sale ganando:
se hace un líder fuerte y super-poderoso, amado por los otros hombres
inferiores a él. El asunto es el siguiente: en la película se dice que Superman
porta en su cuerpo el “códex” de su raza, esto es, podría continuar
genéticamente a todo su pueblo en la tierra, creadas previamente unas
determinadas condiciones ambientales. Es decir que el Mesías Superjudío (o
Anticristo) lleva en sí la posibilidad de reproducir a su pueblo en otras
tierras. Un planteo que presumimos se verá desarrollado en las dos próximas
películas que se tiene previsto realizar de este “Hombre de acero”.
Habría que referirse también a la estructuración
simbólica que intenta imponer el
gnosticismo, como ya lo señaláramos en nuestro trabajo sobre “Avatar”, y el esquema
elaborado por Joaquín de Fiore a fines del siglo XII para arribar a una nueva
era en la historia del mundo, que se sintetiza en cuatro símbolos o vectores:
1-Una tercera fase en la Historia Universal,
superadora de las anteriores. En este caso la superación de las religiones
devendrá por la comprensión cósmica obtenida a través de la ciencia y unos
conocimientos que nos son donados por seres de otro planeta. Esa tercera fase
se está gestando desde hace cientos de años y hoy lleva el nombre de
Globalización o Nuevo Orden Mundial.
2-Un caudillo o líder que da comienzo a esta
nueva etapa. Un “Mesías” y “Salvador”. Será el Anticristo. En la película, es Superman.
3-Este “Mesías” tiene un precursor. Así como N.
S. Jesucristo tuvo a San juan Bautista. En la película el papel está otorgado a
una mujer, Louise Lane, que también lleva el papel de co-redentora (por eso se
entrega junto con Superman a sus enemigos, donde el superhéroe es “crucificado”
en la nave de Zod).
4-Las instituciones –en especial las religiosas-
están subordinadas a la comunidad que encabeza este Caudillo. No hay mediación
de una Iglesia, por ejemplo. Ya no hace falta. Como dice Eric Voegelin: “El cuarto símbolo es el de la fraternidad
entre personas autónomas. La tercera edad de Joaquín, en virtud de la nueva
venida del Espíritu Santo, transformará a los hombres en miembros del nuevo
reino sin la mediación sacramental de la gracia. En esta tercera Era dejará de
existir, porque los dones carismáticos necesarios para la vida de perfección le
llegarán al hombre sin necesidad de la administración de los sacramentos.
Aunque el propio Joaquín concebía la organización de la nueva edad
concretamente como una orden monástica, la idea de una comunidad formada por
los que habían alcanzado la perfección espiritual y que podían convivir sin
necesidad de autoridad institucional quedó entonces formulada en principio. Esta
idea era capaz de variaciones infinitas. Se la puede hallar en diversos grados
de pureza tanto en sectas medievales y del renacimiento como en las iglesias
puritanas de los Santos; en su forma secularizada ha llegado a ser un
componente formidable del credo democrático contemporáneo…” (“Nueva ciencia de la política”, cit. por
Stan Popescu en Democratización de la
cultura, Editorial Euthymia, Bs. As., 1992). Hemos visto en la película que
el único que recibe la gracia que lo eleva por encima de sí mismo, es Superman.
Esta gracia y esta misión las recibe a través de la figura de su padre (Jor-el)
muerto, es decir, a través del "espíritu santo" que se le comunica a través de
una avanzada tecnología. Este "espíritu santo" que incluso lo “revive” en la nave
de Zod, luego es “desconectado” por éste. Con lo cual, a no ser que en las
propias entregas de este engendro cinematográfico se lo “reviva”, ya no tendría
razón de ser. Quedaría solamente el nuevo Caudillo, Salvador o Mesías
super-poderoso, en gracia y rigiendo el mundo.
Vemos entonces cómo se impone la ideología del
judío talmúdico que prepara los “tiempos mesiánicos” donde ha de darse su
triunfo universal, aplastando el cristianismo.
En cuanto al estilo de película en el cual se
vierte este programa gnóstico, hay que decir que muy probablemente debido a las
expectativas ampliamente masivas que se debían satisfacer con esta historia, su
director Snyder no pudo caer en tanta afectación ampulosa como en “300”, pero
es indudable que tiene vocación para lo exagerado y el “non plus ultra” en lo
que hace a llevar más allá de lo necesario los recursos estilísticos que
resaltan la violencia y el histrionismo bélico, en una especie de paroxismo que no redunda en fecundas reflexiones del espectador, sino en contorsiones de
historieta muy bien animadas. O, para decirlo tal vez más adecuadamente, su
afición al titanismo le ha dado la historia perfecta para llevar a cabo lo que
no es sino un signo de estos tiempos (recientemente se estrenó otra película
que se llama “Titanes del Pacífico”): el atronador triunfo de la técnica por
sobre el espíritu. Fue Jünger quien habló hace ya bastante tiempo de los “titanes
venideros”, en consonancia con Hölderlin. Y con su reconocida clarividencia,
manifestaba el centenario alemán: “En
esta edad venidera el poeta deberá aletargarse. Los actos serán más importantes
que la poesía que los canta y que el pensamiento que los refleja. Será una edad
muy propicia para la técnica, pero desfavorable para el espíritu y para la
cultura” (Los titanes venideros, península, 1998). Ese futuro que se
adivinaba en el horizonte, es ahora.
Enlaces de interés:
Suscribirse a:
Entradas (Atom)