“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

domingo, 11 de octubre de 2009

CRITICA



300
Director: Zack Snyder – 2007

DE GUERREROS A PATOVICAS


Si bien la película “300” no es un manual de historia, tampoco podemos considerarla cine, ya que se trata de una historieta filmada, una historieta en movimiento, un híbrido que mezcla historieta, videojuegos y publicidad televisiva, sin dejar un margen para la elaboración por parte del espectador de la obra que se le ofrece. “300” no busca conmover ni hacer pensar, sino impresionar y excitar al espectador mediante la espectacularidad de sus acciones. Es el tipo de película de asimilación fácil y rápida, como una especie de sabroso y cargado “fast-food”, aunque su elaboración haya demandado largos meses de post-producción.

Debemos tener en consideración tres aspectos diferentes a la hora de juzgar una película: En primer lugar su forma, su especificidad cinematográfica, la cual nos hará comprender mejor los otros dos aspectos: lo que el director o los autores del film nos dicen con respecto al mundo que nos muestran; y lo que ese mundo y esos personajes tienen que ver con nosotros.

Para empezar a hablar de lo formal –de lo histórico ya se ocuparon unos cuantos en el momento de su estreno-, digamos que esta película está condicionada por su procedencia: una historieta que a su vez se basó en una película. Y digo esto porque se quiere representar una historieta desde el vamos: cuando se ve uno de los tantos planos en contrapicado, hechos para destacar no sólo a los personajes sino para mostrar el cielo detrás, uno se da cuenta de que ese cielo está hecho con computadoras, de que ese cielo es “trucho”, y de que está hecho de tal manera para hacer “poético” el film y provocar un determinado efecto sobre el espectador. Se nos pide, entonces, que creamos en una batalla tomada de la historia –porque esto es así- pero que, a la vez, pertenece a un mundo de fantasía. Se falsea tanto el entorno donde se mueven los personajes que se le quita todo contacto con la realidad histórica a que remite, porque eso no se soslaya. No hablamos desde un punto de vista verosimilista, sino que percibimos un error en cuanto a la concepción de un determinado mundo que nos es mostrado como “fantástico” –algo muy cercano a lo que se hizo con “El señor de los anillos”, pero allí justificadamente- sin serlo.

Ahora bien, no se trata de que el director no pueda manipular las imágenes a voluntad, sino de que cuando lo haga aporte un sentido coherente para inteligir mejor el film. Voy a poner un ejemplo: en el film “Marnie”, Hitchcock usa algunas veces detrás de la protagonista, Marnie, un notorio y muy evidente projecting (esto es, el personaje actúa delante de una pantalla que proyecta una filmación en otro lado). Se nota mucho. ¿Por qué hace Hitchcock algo que parece un error? Porque precisamente Marnie es un personaje que vive sin aprehender la verdadera realidad, vive sumida en su propio cerrado mundo, entonces lo que hay alrededor no lo asume como real. Ese projecting nos ayuda a entender lo que le pasa al personaje. Otro ejemplo: en “Tucker”, Cóppola hace un plano del protagonista hablando en un teléfono público. Habla con su mujer en la casa, a cientos de kilómetros de distancia. Pero Cóppola mueve la cámara de manera que aparezcan los dos hablando en el mismo plano, pared de por medio. Es notoriamente artificial, no realista. ¿Por qué lo hace Cóppola? Para Tucker los autos que fabrica son medios y no fines en sí mismos, son artificios. Cóppola habla a la vez de Tucker y de sí mismo haciendo cine, uno construye autos y el otro películas, y desea que esto se note, porque Tucker tiene la misma actitud ante los autos que él ante las películas. En “300”, al resaltar el carácter fabuloso mediante la exaltación del simulacro –mediante una estética trabajada de historietas- se pone en segundo plano lo que se pretende exaltar, el canto al coraje, el valor y el patriotismo. Parejo error al que cometía Walter Hill en su “Calles de fuego” (1984), mostrando que el coraje es un producto de la manipulación del director que lo pone en escena y sólo mediante el cual es capaz de existir, antes que un atributo propio de los personajes.

En “300”, los cielos “truchos”, el lobo mecánico del comienzo, todo nos hace ver a los personajes como seres de fábula en un mundo tal, seres de historieta. Pero entonces, si son súper-héroes de historieta, ¿cómo identificarnos con ellos, cómo valorar lo que hacen, cómo reconocer sentimientos humanos dentro de lo que parece un video-juego? Precisamente, la película no apela a tales sentimientos sino al asombro constante por los efectos que se hacen notorios, cuando la gracia es que no se noten.

La culpa, podríamos decir, la tuvo “Gladiador”, que reeditó el género “peplum” de tanto éxito en los años ’50 y ’60. “300” es mezcla de “Gladiador” con “El señor de los anillos”, más toques de los films de acción chinos –todo lo que tomaron los horrorosos Tarantino, Matrix y los films “wuxia-pian”-, además de incluir escenas a lo Carpenter con música de heavy-metal (especialmente nos recuerda a “Fantasmas de Marte”), llegando a incluir una escena que es una publicidad de la famosa bebida “Gatorade”, cuando los enardecidos espartanos gritan y muestran sus músculos bajo la lluvia ante los barcos despedazados de los persas. Probablemente “Gatorei” (como diría el Dr. Bilardo) con sus deportistas de elite, lo copió a “300”, pero es igual. Otra cosa horrible en la película –y muy vieja- es la “estilización” de la violencia, con preferencia del director por mostrar las mutilaciones y cabezas cortadas que ruedan “bellamente” por el aire. Esto que empezó con Sam Peckinpah –si no me equivoco- , la cámara lenta en las escenas de violencia, que continuó un poco mejor Walter Hill (sin truculencias, por otra parte), y que ahora, gracias a las computadoras, el director puede manipular a su antojo sin que la imagen pierda definición, es tomado por todos estos nuevos directores insensatamente. Como no pueden construir una película inteligente, tienen que recurrir a estas largas escenas de ballet sangriento. Hay que decir que este recurso ha sido muy bien utilizado –hasta ahora- por Mel Gibson tanto en “La Pasión” como en “Apocalypto”, porque allí se integra a la acción y a la identificación nuestra con los protagonistas, es una herramienta más y no un recurso usado hasta el cansancio.

¿Qué más? Zack Snyder (parece más el nombre de un surfista que el de un director de cine) parece olvidar el valor del fuera de campo y de la sugestión en el cine. Por eso tiene que mostrarlo todo: si el rey se acerca al lecho de la reina, tiene que mostrarlos teniendo relaciones; si uno le corta la cabeza a otro, tiene que mostrarlo al detalle, y todas las veces. No le basta con demostrar desde un comienzo que los espartanos son formados duramente para pelear: los 300 espartanos aúllan reiteradamente como los “All Blacks” y afirman en cada escena lo duros y fuertes que son. Es una película esta de Zack Snyder que puede incluirse en aquella categoría que denomino de “resaltador Pelikán”. Todo lo cual conspira contra sus efectos dramáticos, porque además, si vemos que los espartanos son preparados para sufrir, para pelear, para matar, para no tener piedad, si vemos que son peleadores infalibles, imbatibles, musculosos, certeros, compactos, duros, etc., entonces ellos, aunque sean minoría, son los fuertes de la película, son los que asustan a sus enemigos, y entonces, ¿qué mérito hay en lo que hacen? Desde luego, apreciamos su patriotismo, pero cuando, v.gr., el puñado de resistentes de El Álamo se deciden a quedarse y pelear contra un ejército inmenso y poderoso, se nos muestran heroicos porque no sólo están en inferioridad numérica con el enemigo, sino porque no son super-héroes, son apenas soldados, combatientes que vencen sus miedos para quedarse allí, sin proclamar en cada diálogo lo heroicos que son. En “300”, además, parece reeditarse la confrontación entre “profesionales” y “aficionados” que había en el cine de Howard Hawks. Los profesionales son los que valen, los aficionados (los arcadios que son herreros, escultores, etc.) se acobardan y al final huyen. De la misma forma, el espartano deforme que escapó de la muerte con su piadosa madre, resulta un traidor. Los sacerdotes son feos, repulsivos, deformes y traidores. Los persas son todos monstruosos y horribles. Sólo los espartanos esculturales, blancos, saludables, modelados en el gimnasio de “Mr. Chile”, son los que tienen coraje y merecen vivir.

“El que sufre con paciencia es más heroico que los hombres más fuertes”, dice el libro de la Sabiduría XVI, 32. Otra traducción del mismo pasaje nos dice: “El hombre sosegado es superior al valiente, y el que es señor de sí vale más que el conquistador de una ciudad”, XVI, 32-33. Puede decirse que el espartano de “300” es señor de sí, no hay dudas, pero también que confía mucho y absolutamente en sus solas fuerzas, ignorando lo que también dice la Escritura: “El temor de Dios es escuela de sabiduría, y a la gloria precede la humildad” (Sab. XV, 32), y están muy lejos estos muchachos de la humildad, por el contrario, hay una continua autoafirmación de la propia fortaleza. El cristiano que vive estos tiempos oscuros –y a eso vamos con estas disquisiciones-, impotente ante el mundo que se cierne sobre el derrumbe de la Iglesia, poco ejemplo podrá encontrar en estos luchadores de capa y espada, y sí mucha edificación en esa superioridad que tiene la humildad y la paciencia predicada por los santos –con sus palabras y sus vidas.

Dice una crítica que “Lo importante es que “300” (...) les recuerda a las viejas generaciones –e instruye a las nuevas- acerca de que hay cosas por las que vale la pena dar la vida”. El problema es que los trescientos espartanos parecen pensar más que nada en el orgullo personal y nada en Dios o lo que los trascienda. Parecen más bien ateos, que desean dar la vida para demostrar que son más fuertes (o más machos) que los otros. Sí, es cierto que la batalla de las Termópilas ha sido una hazaña descomunal y un hecho histórico muy importante (tal vez no sepamos medir del todo su trascendencia).Pero juzgamos la película y lo que ella nos da a conocer. Digamos de paso que para quienes hacen apología de tal sociedad, representada por tales guerreros, es bueno recordarles que tal situación se sustenta en los crímenes innumerables de aquellos débiles o pequeños o enfermos asesinados al nacer por la eugenesia espartana. De hecho hay en esa eliminación sistemática de los deficientes y enfermos una cobardía: porque hay que tener paciencia para cuidarlos, y es más valiente soportar largos años la impotencia de verse paralítico o enfermo, antes que ser fuertes y blandir la espada contra el enemigo. ¿Para qué iban a existir los fuertes que combaten al enemigo, sino para defender a los débiles e indefensos? Por otro lado, ¿es fuerte el capitán de la falange que maldice a sus dioses y se entrega al odio porque ha perdido a su hijo en la batalla, cosa nada improbable esta última? ¿Eso no es desesperación? ¿Es fuerte la mujer de Leónidas que comete adulterio para que un político ayude a su marido, porque confía más en los políticos que en Dios?

Con respecto a los críticos y comentadores de este film, se ubican en dos extremos: los furiosos de la izquierda, que la tildan de “fascista”, por un lado; por el otro los nacionalistas, conservadores o católicos y afines, que la defienden “a capa y espada” porque muestra el heroísmo y patriotismo de los espartanos, cosa hoy no recomendada por los globalizadores y aquellos que administran lo políticamente correcto, pero sí bien instrumentado en los EEUU. Unos y otros la defienden o atacan por motivos ajenos a lo cinematográfico, y acá debemos tenerlo en cuenta.

A los primeros, los progres y los zurdos, les responde ingeniosamente desde la izquierda el tan publicitado filósofo esloveno Slavoj Zizek, que defiende “300” porque identifica a los persas invasores con el poder yanqui, que les ofrece plegarse a los resistentes espartanos como los norteamericanos lo hacen con los irakíes. Dice Zizek que la izquierda debe aprender de la disciplina y espíritu de sacrificio de los espartanos, pues “en estos valores no hay nada intrínsecamente “fascista”. Es decir, contra los que ven en “300” una propaganda del militarismo norteamericano y una satanización de los árabes, Zizek invierte los términos, siendo parte del juego dialéctico. Pero Zizek parece olvidar que los blancos que defienden la racionalidad y que, como los yanquis, no dejan de mencionar la palabra “libertad”, son los espartanos. No por nada –esto Zizek lo olvida o no quiere recordarlo- el film está hablado en inglés, y si bien los persas usan este idioma, lo usan para dirigirse a los espartanos, nunca los vemos hablando entre ellos. Es notorio ese “¡boys!” que pronuncia el capitán de la falange para arengar a sus soldados. Después de los films de Gibson o de “Cartas desde Iwo Jima”, un film puede ser hablado en el idioma original donde transcurre la historia sin dificultades. Pero en “300” el idioma con que se vocifera firmemente vuelve a ser el inglés. No debe olvidarse, por otro lado, sería ingenuo, la circunstancia de la política global que hoy se sucede, y la tensión y los proyectos norteamericanos sobre Irán. La izquierda se agarra de ello para ignorar el problema real y hacer ver a EEUU como el mal absoluto. Nuevamente, forman parte del juego dialéctico mundial. Zizek destaca el “liberalismo” espartano al decir: “¿Y cómo entender el aparente absurdo de la noción de dignidad, libertad y razón, basado en la disciplina militar extrema, que incluía la práctica de eliminar a los niños débiles? Ese “absurdo” no es otra cosa que el precio de la libertad” (sic). Lo cual es coherente con su conclusión de que los críticos se equivocan al decir que es un fracaso la síntesis de historieta y cine en “300”, porque, si “el universo que vemos en la pantalla está atravesado por un profundo antagonismo y una gran inconsistencia, ese mismo antagonismo es el signo de la verdad”, es decir, la verdad es en sí contradictoria. Por lo cual vemos cómo esta película puede ser recuperada por la izquierda que sabe quién le da de comer.

Por el otro lado, ya lo dijimos, se confunde la historia en sí con lo que la película-historieta cuenta, asimilándola a un cantar de gesta. Pero sucede que hoy pueden obtenerse otros conocimientos y desde otro lugar que el de Herodoto, además de que, parecen olvidarlo, ha existido el Cristianismo y vemos –por lo menos algunos lo intentamos- todo desde esa óptica, con esa mirada. Hoy necesitamos héroes cristianos, no paganos. Es Estados Unidos quien parece estar necesitando desesperadamente esta clase de soldados, y a su público está dedicada esta película. Entiendo que sus arquetipos no habrán de incitar a nadie a convertirse en guerrero, y sí a ver repetidamente en una moderna pantalla la fortaleza ajena recreada por una máquina.