en el cine argentino
El pasado domingo 11 de octubre la Iglesia celebró la fiesta de la Maternidad de la Santísima Virgen María. Esa oportunidad en que se festeja –y no este último domingo- el día de la madre, nos permite el recuerdo de una figura arquetípica del cine, en sus diferentes tiempos y modelos. Preferimos acercarnos en la evocación –por una cuestión práctica y de identidad- a un cine argentino clásico que se ha destacado por encontrar en sus fábulas el lugar destacado de la madre, ya sea en la familia o en una sociedad de un tiempo ya vencido y olvidado. Decimos de un tiempo, no de un arquetipo perenne y de urgente valoración y reivindicación para que puedan volver a surgir las familias que el día de mañana restauren una sociedad hoy corrompida casi por completo.
Suele destacarse más intensamente la figura materna en situaciones de crisis, soledad, marginación o disputas maritales. Pero, téngase en cuenta, no se caía por entonces en el usufructo de una función para traficar la idea ilícita del divorcio, el erotismo o la “independencia” de la mujer, cosas que hoy son del común. Donde había una madre había una familia, y también, la posibilidad de que los hijos se formaran fuertes y buenos entre el complejo marco de la miseria, el delito y los malos ejemplos. No escatimaba el bulto aquel cine sobre el sufrimiento inherente a ese sacrificio gozoso de la mujer, en la lucha diaria por un camino de felicidad para sus hijos; ni hacía lugar al resentimiento enfermizo que trajo consigo la ideología a partir de los años ’70, con la consiguiente usurpación política y comercialización del nombre de “Madres”. Todavía podía entenderse, por aquellos años, antes de la revolución cultural de los ’60, aquello que decía bien don Ángel Luis Miguel Salvat: “La dignidad más alta de la mujer se funda en su maternidad. Causan verdadera lástima las mujeres que, en aras de una ilusoria “liberación”, reniegan de tan excelso destino y se rebajan a la miserable condición de integrantes de una “pareja” ”.
Rescatamos –en soledad, lamentablemente- algunos ejemplos de aquel buen cine, de la mejor vertiente del cine argentino, y de actrices características de ese papel, figuras secundarias y, como tales, nunca reconocidas en su real valía:
· Surcos de sangre (Hugo del Carril, 1949): Ana Arneodo es la sufrida madre del joven voluntarioso y honesto (del Carril) que ama la tierra y la trabaja, contra el afán de enriquecimiento fácil y fraudulento de su padre. Una mujer aguantadora y fiel, en una época en que en las casas no había televisores. Una labor generosa y sacrificada a la que del Carril le canta en la película en una bella canción titulada “Por si duerme mi madre”.
Resumen
Si el destino te dio mujer virtuosa,
hijos innumerables y lozanos,
piensa, mortal, que tienes en las manos
la parte de la vida más sabrosa.
Trabaja, vuelve a trabajar, reposa,
para ti será el sol de los veranos,
el dulce fuego en los inviernos canos,
el valle verde y la ribera rosa.
Gózate largamente en su presencia,
su picardía gusta o su inocencia,
mira que todo como nube pasa.
Juega con ellos de los leves talles.
No se encuentra la dicha por las calles:
si en algún lado está, será en tu casa.