ARMIÑO NEGRO
Director: Carlos Hugo Christensen – 1954
ABYSSUS ABYSSUM INVOCAT
A simple vista, se puede decir que hubo dos Christensen: el de la primera mitad en su etapa en nuestro país (con incursiones fílmicas en Venezuela, Chile y Perú), y el que cayó completamente, desde 1954 hasta el final en 1987, en el Brasil. La debacle de su vida, evidentemente, se vio reflejada en su cine. Aunque ya hubo algunos anuncios en films como “El demonio es un ángel” (1950), “Un ángel sin pudor” (1952) y en cierto modo “María Magdalena” (1953), aunque este último tiene un final sublime, pero sólo eso.
También se puede decir que en su etapa argentina, que arranca en 1940 (a los 24 años, como Orson Welles) con la excelente y extraña “El inglés de los güesos”, hay un gran Christensen, el de los melodramas oscuros y el de los policiales: “Safo”, “La trampa”, “La balandra Isabel llegó esta tarde”, “Si muero antes de despertar”, “No abras nunca esa puerta” y “Armiño negro”. Y hay otro muy flojo, condescendiente consigo mismo, amanerado y pueril, el de las comedias, que son unas cuantas.
“Armiño negro” es la última película de su primer período, y es una gran película, excepto por su final (ya se verá que por razones de caridad y prudencia cristianas, y no porque pidamos un final feliz o condescendiente).
Filmada en Perú, con exteriores de Lima y Macchu-Picchu, es un melodrama sórdido pero con posibilidades de apertura, con resquicios a lo largo de todo el film, pero que la ambición y cobardía de los protagonistas impiden que se concrete del todo esa apertura hacia el bien. Está claro que sin
Laura Hidalgo (nacida en Rumania con el nombre Pesea Faerman) hizo aquí tal vez su mejor trabajo. Esta gran actriz ocupa, junto a Olga Zubarry, Paulina Singerman, Tita Merello y Elisa Galvé, todas en diferentes registros, el podio de las más importantes figuras femeninas que ha dado nuestro cine. Ella misma repitió con Christensen en “María Magdalena”; hizo dos personajes en la insuperable “Más allá del olvido” con Hugo del Carril; otra mujer caída que se convierte en “La orquídea” de Arancibia; y actuó en un par de Romero. Es decir, una trayectoria notable.
Su personaje es una mujer sola y en bancarrota, pero que alquila un palacio impresionante para simular, darse corte y conseguir dinero de sucesivos amantes. Tiene un hijo casi adolescente (el talentoso niño de “Si muero antes de despertar”, ya crecido) que estudia de internado en un colegio religioso -¿jesuita, tal vez?. Por cierto que la religión Christensen siempre la pasa de largo, limitándose a mostrar al cura siempre viejo que en tono grave y solemne apostrofa sentencioso sobre moralidad a la protagonista. El chico no parece ser muy piadoso, y de hecho el final –su suicidio- dice a las claras o que los religiosos son un desastre y no le han enseñado al chico nada o que Christensen realizó el final en función del efecto sobre la mujer, como castigo, sin advertir que castigo mayor sería para el chico, al perder su alma (sólo un director no religioso puede firmar un final como éste. Si sacamos de lado esta consideración, dramáticamente funciona y es lógico, por lo que al chico le pasa, pero no puede quitarse este detalle que remarco. En esto soy hitchcoquiano, como en casi todo).
Párrafo aparte el personaje de Roberto Escalada, que es co-protagonista pero aparece lejano y muy disminuido, devorado todo el tiempo por la figura impresionante de Laura Hidalgo, y por el segundo personaje: los decorados. Ese gran actor que fue Escalada aparece en principio como alguien simpático, amable, afable. Luego entra en el registro del amante de “Safo” o “Los pulpos”. Al final lo vemos como un canalla o cobarde que se lava las manos, evade su responsabilidad por egoísmo ante el chico que lo quería como a un padre, y ante la mujer que lo amaba y lo necesitaba. Tiene miedo y se borra. Parecería decir: “Yo, argentino”. Pero está claro que ése es el personaje que mejor le cuadra a Escalada.
El título de la película es toda una definición de la protagonista, y está explicado por el personaje que interpreta el siempre eficaz Nicolás Fregues. Decía en la divisa de los duques de Bretaña: Potius Mori Quam Foedari (Antes morir que ser mancillado), y se atribuye al armiño la leyenda de que prefiere morir antes que ver manchado su inmaculado pelaje. La protagonista prefiere perder el honor para conservar la vida (o ni eso, las cosas materiales), pero pierde además a su hijo, que es como decir que se pierde a sí misma. “El abismo llama al abismo”.