“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

miércoles, 23 de junio de 2010

CARTA A UN AMIGO HIPERCRITICO

CARTA A UN AMIGO HIPERCRITICO

Revista Iesus Christus nº 11 – Mayo/Junio de 1990

Aquel que no tropiece con su legua será un varón perfecto. (Sant. I, 2)

Vestíos de la caridad, que es el vínculo de la perfección. (Col. III, 14).

Desde la última vez en que conversamos me he estado preguntando permanentemente qué actitud adoptar frente a los comentarios que me hiciste. Conozco tu temperamento y además tengo en ese aspecto un sentir común con vos. Mi modo de ser es también crítico y sospecho que desprenderse de las malas consecuencias que esto entraña es tarea de toda una vida.

Sé que la actitud crítica es sana, manifiesta un espíritu de inconformismo frente a los males y a los errores. Pero aprendí también que existe un “demonio de la crítica” cuya misión consiste en atormentar las mentes de quienes vigilan la marcha de los asuntos humanos para llevarlos a la desesperación de dos modos, según me parece: desesperando de todo y de todos y luego desesperando de sí mismos.

La conciencia de haber tenido el privilegio de la revelación, acceso a los misterios de la Fe, fidelidad frente a la apostasía general, perseverancia en resistir la presión social que nos apremia a seguir la corriente, coraje para perseverar cuando otros defeccionan y testimoniar frente a los que se niegan a toda libertad de espíritu; la conciencia de estos méritos –que no son propios sino misteriosamente donados por Dios- no debe hacernos olvidar que somos falibles.

Es fácil reconocerlo. Solamente un necio lo negaría. Lo difícil es creerlo con una convicción profunda, y obrar en consecuencia frente a los dichos y los hechos propios y ajenos, sobre todo en esas materias en las que nos consideramos paladines.

Para poder medir de un modo más o menos realista el alcance de nuestra propia falibilidad y el terrible daño que causamos al prójimo por acción u omisión en la medida en que nos creemos infalibles –insisto, hábito más que una convicción racional- deberíamos dirigir las propias energías críticas contra nosotros mismos, sanamente. No se trata de castigarse (algo que hacemos con frecuencia) por no haber alcanzado el éxito. El tan aspirado “éxito” es uno de los conceptos vacuos del hombre moderno. Se trata de criticar nuestras falencias con la caridad que nos debemos a nosotros mismos, no menos que al prójimo, e insistir pacientemente en un rumbo de perfección cuyo término debe ser la voluntad de Dios.

Aquí queda al descubierto nuestra más cruda y penosa falibilidad: muchas veces ni siquiera somos capaces de saber a ciencia cierta cuál es la voluntad concreta de Dios respecto a nuestro propio destino personal. Penosa y triste falencia que sin embargo sabemos disimular con arrestos pontificales sobre los destinos de la Patria, del mundo y de la Iglesia, de los cuales, por supuesto, no tenemos la menor duda.

Yo te diría, parafraseando a un conocido escritor: los hipercríticos son quienes viven juzgando a los demás por las cosas que hacen y reclaman ser juzgados por las que ellos planean hacer algún día.

Creo que un buen antídoto contra la hipercrítica es la acción. Cuando la obstinación de los hechos nos hace sentir nuestra propia impotencia, empezamos a reconocer los méritos de los actos ajenos. Pero tiene sus riesgos: cuando no encaminamos debidamente la frustración, nos volvemos envidiosos y resentidos. O terminamos en la apatía o en un escepticismo más o menos larvado, con barnices intelectuales rigurosamente diletantes.

¿Nunca se te ocurrió pensar que esa incapacidad para la acción fecunda (la que deja detrás de nuestro paso obras en pie y no ruinas) es una consecuencia del temor de confrontar nuestras ilusiones (en las cuales somos héroes, genios o santos) con la realidad (en la que seguramente somos infinitamente más cobardes que los héroes, más torpes que los genios y más pecadores que los santos)?

¿Cómo alcanzar nuestra propia medida, conformarnos a nuestro propio destino? Te sugiero algunas ideas que recojo de por allí.

No buscar el éxito, sino hacer la voluntad de Dios, la que se expresa aquí y ahora en el cumplimiento puntilloso de los deberes de estado, de los mayores a los más insignificantes. Ser fieles en lo pequeño.

Ser tardos en hablar, sobre todo del prójimo y de sus obras y prestos en oír. Sí, oírlo cordialmente, con los oídos del corazón. Ponerse en su posición, tratar de entender –lo que no significa tolerar ni aprobar necesariamente- su punto de vista, y hacerle algún bien con nuestras palabras. Y si esto no es posible, hacerle un bien con nuestro silencio, aunque más no sea el de no empecinarlo en su error. Cuántas veces sabemos que la palabra dicha por nosotros en ciertos ambientes no hará ningún bien y sin embargo la decimos, porque no podemos resistir la ocasión de azuzar al otro, aunque lo estemos empujando al precipicio de la ira o de la obcecación. Si no podemos dar testimonio hablando, démoslo callando.

Si se trata de juzgar, ¿por qué no usar una vara generosa para que la misma medida nos sea luego aplicada a nosotros? ¿Por qué no salvar la intención del prójimo en la medida de lo posible? Si es insalvable, guardar silencio, y si no podemos guardar silencio porque habar es nuestro deber moral o intelectual, hacerlo sin saña, sin escupirle en la cara sus errores o sus deficiencias o los errores y deficiencias de sus obras.

¿Con qué derecho sentirnos alguien por nosotros mismos, si no seríamos nada sin el auxilio de todos los que nos han dado lección en sus obras o en sus ejemplos? Somos forzosamente herederos de muchos, ¿cuál va a ser el legado que dejemos a su vez a nuestros sucesores? ¿El de la coherencia de los locos? ¿No vamos a reconocer nunca que somos humanos, que podemos contradecirnos y errar y que estos errores no son necesariamente descalificadores?

Esta es la forma en que el hipercrítico se va transformando en el sectario. Dados mis principios, tengo absoluta razón en todo lo que digo. Así, sin matices, sin comprensión, sin piedad, sin humanidad.

Es imposible conservar la pureza intelectual si no conservamos la pureza del corazón. Si nuestro ojo se ha vuelto impuro ya no podrá ver nada nítidamente, todo estará distorsionado por esa lente que agiganta los defectos hacia afuera y los hace imperceptibles hacia adentro.

Ya sabemos que no hay otro fuego purificador que el de la Caridad. No somos los detentadores de la verdad, sino apenas aspirantes, en el mejor de los casos, a su conocimiento. No tenemos la verdad, sino que, por gracia de Dios, apenas si estamos en la verdad. No seamos iconoclastas de las opiniones ni de las obras ajenas y seguramente recibiremos la gracia de la fecundidad en las propias.

Alejemos de nosotros todo espíritu de secta. Respiremos el aire fresco de la disidencia cordial, afable, caritativa. Son tan pocos (y tan importantes) los temas en los cuales debemos necesariamente estar de acuerdo que caben en las escuetas fórmulas del Credo. En lo demás nos debemos mutuo auxilio porque toda apreciación, por ilustrada y prudente que sea, siempre resultará precaria.

En el orden del saber y en el de la prudencia de las decisiones; en el orden de los logros y de las realizaciones también se aplica esta sentencia: Quien crea ser más de lo que es –es decir, nada- se perderá. Quien crea sencilla y firmemente que nada puede por sí mismo, pero que lo puede todo en Aquel que nos sostiene, ése obrará milagros”.

M.A.G.

UNA IMAGEN EN LA TRAMA


Robert Louis Stevenson (1850-1894)

“Los hilos de un relato se entrelazan de vez en cuando y forman una imagen en la trama: de vez en cuando los personajes adoptan alguna actitud, entre ellos o hacia la naturaleza, que deja grabado el relato como una ilustración. Crusoe retrocediendo ante la huella de un pie, Aquiles clamando contra los troyanos, Ulises doblando el gran arco, Christian que corre con los dedos en los oídos: cada uno de éstos es un momento culminante de la leyenda, y todos ellos han quedado impresos para siempre en el ojo de la mente. Podemos olvidar otras cosas: podemos olvidar las palabras, aunque sean hermosas; podemos olvidar los comentarios del autor, aunque hayan sido ingeniosos y veraces; pero estas escenas capitales, que ponen la marca definitiva de la verdad en un relato y, de golpe, colman nuestra capacidad de placer, las adoptamos de tal modo en la entraña de nuestra mente que ni el tiempo ni las mareas pueden borrar o debilitar su impresión. Es éste el aspecto plástico de la literatura: encarnar el carácter, el pensamiento, la emoción en algún acto o actitud que impresione notablemente al ojo de la mente”.



Robert Louis Stevenson, “A Gossip on Romance”, Memories and Portraits, 1887.

CRITICA


CONTACTO EN FRANCIA

Director: William Friedkin – 1971

MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES

Esta película nos servirá para referirnos brevemente al cine de William Friedkin, uno de los más talentosos directores de cine de todos los tiempos, infravalorado por casi todos, pero también sobrevalorado por unos pocos. No nos parece un gran autor o un gran artista, pero sí un gran e inteligente hacedor, aunque deficiente pensador. En todo caso, no se propone en sus films como un maestro de moral, aunque sus films no están exentos de una mirada crítica hacia lo que cuenta. Debemos agradecerle por lo primero, lamentamos que en lo segundo se ubique casi siempre dentro de la corriente de la época, el pesimismo fatalista que nos muestra hasta el detalle el mal enseñoreado del mundo sin atisbar un mínimo de esperanza que lo contrarreste (ejemplares a este respecto son “Jade”, “Vivir y morir en Los Ángeles” o “Cruising”). Este espacio servirá para aclarar malentendidos respecto de este extraordinario pero malogrado director.

Hasta el más obtuso podrá advertir su talento con una sola visión de “El exorcista”, excelente película, casi una obra maestra (compárese con un film muy interesante –un buen film- como “El exorcismo de Emily Rose”, para entender lo que decimos). “El exorcista”, como “Contacto en Francia” y toda su obra, llevan claramente su sello: personajes que, al borde del abismo, haciendo equilibrio consigo mismos, están dispuestos a ir más allá de los límites de la legalidad o lo esperado para conseguir lo que se han propuesto y cumplir su misión. Personajes que no emplean medios ortodoxos para alcanzar su meta. Sin duda personajes que reflejan al propio Friedkin y sus famosos métodos de trabajo, exigiendo a sus dirigidos ya sea mediante disparos de revólver en el set de filmación o cachetazos (como el que le propinó al sacerdote que interpreta al Padre Dyer en la escena tras la caída del Padre Karras por la escalera, contado esto por el mismo cura modernista que hace de idem en la película).

Sus thrillers abundan en persecuciones insuperables, una forma de exteriorizar esa búsqueda: “Sorcerer”, “Vivir y morir en L. A.”, “Jade”, “Reglas de combate”, “La cacería”, etc., son todos films de una intensidad expositiva, de una rigurosa confección personal, de una intensidad combinada con el rigor documental, y de una despreocupación absoluta por el “qué dirán” –a pesar de ser provocativos-, que confirman ese estirar de la soga que significa la superación como director en cada film. Sus personajes son ajenos a nosotros, imposibles de seguir con empatía en sus peripecias, a veces nos resultan hasta insoportables. No podemos identificarnos con ellos, pero los seguimos en sus peripecias a través del vértigo en que los sumerge el director.

Ahora bien, como pensador o como artista, ¿puede decirse que Friedkin es igual de diestro?

Si “El exorcista” es su mejor obra, también la misma es obra de William Peter Blatty, en sus aciertos y en sus errores en cuanto a la mirada religiosa. Porque Friedkin bien pudo servirse de aquella historia para abroquelarla a su mirada, pero su mirada no es religiosa (en el sentido en que lo es la mirada de Hitchcock, en Friedkin no existe el concepto de pecado original o caída, como tampoco la gracia). De allí que nunca volviera en su cine a allegarse a aquella cima ni a aquella preocupación por lo religioso, aunque formalmente alguien pudiera pensar que sí. Blatty, escritor y director católico –más bien liberal-, que investigó y plasmó en su novela lo que Friedkin llevaría magistralmente al cine, fue quien buscó a Friedkin –gran acierto el suyo-, y lo buscó, vaya paradoja, porque no era católico, según sus palabras, o, a pesar de no serlo, debido a su talento. Tal vez temiendo que algún santulón de buenas intenciones pero mano insegura estropease lo que su obra pedía: un tratamiento casi documental, riguroso y fiel a lo escrito. Friedkin venía de “Contacto en Francia”, un extraordinario thriller, y nada más. Recibió el Oscar porque no había ningún film aparatoso que le hiciera sombra, pero ya se veía entonces su mano rigurosa y sin concesiones.

Se evidencia que Friedkin no es católico cuando comparamos su versión –la original- con la de Blatty, aquella estrenada a principios de los años 2000 y con el final cambiado, el cual preferimos. Se deshace el equívoco de algunos –por si hacía falta- que pretendían ver a Friedkin como director religioso*: él mismo al ser interrogado con motivo de la presentación de la nueva versión, a la pregunta de si era religioso contestó: “Diría que sí. No creo en ninguna religión específica que tenga una respuesta (sic). Creo que todas tienen cosas maravillosas para ofrecer pero no estoy convencido de que haya una respuesta final que lleve a la exclusión de todas las demás” (Diario Clarín, 08-03-2001). Tras lo cual uno se pregunta cómo alguien sin convicciones religiosas puede lograr aquella obra (que, no obstante, deja entrever muy bien esa falta de convicción religiosa en varios momentos). Sencillamente, fue una obra de colaboración, la Providencia usa muchas veces actores insospechados para sus fines. Se necesitaba un director como Friedkin para hacer “El exorcista”, como que un actor millonario se abriera de Hollywood para poder hacer “La Pasión de Cristo”. Los hombres son instrumentos –somos-, el resto de la historia la conoce Dios. La verdad, quienquiera que la diga, procede de Dios.

Desde luego, “El exorcista” molestó mucho a las fuerzas del mal en este mundo (incluso durante su filmación), porque descubrió la actividad demoníaca en un mundo paganizado y mostró quién es el único enemigo que puede vencerlo: el sacerdote católico. Por eso –como fue un éxito imparable- se orquestaron luego varias secuelas o, como le llaman ahora, “pre-cuelas”, una peor que otra (tal vez exceptuando la dirigida por el propio Blatty), por no hablar de las parodias, una de las cuales incluyó a su protagonista femenina. Los “críticos”, por su lado, no le perdonaron nunca a Friedkin “El exorcista”, de allí que se hayan ensañado con él, sin siquiera reconocerle su inmenso talento. Lo que más les molesta, claro está, ya lo dijimos, es que se muestra allí que el diablo existe y que sólo Dios a través de sus hombres puede vencerlo. El error de Friedkin fue no entender esto que cuenta y no ahondar en esa mirada, como la que tiene la niña Regan sobre el final cuando sus ojos reparan en el atuendo del sacerdote: su carrera, sin dudas, hubiera sido más brillante. Pero que “El exorcista” sigue molestando podemos dar fe: en estos días en que escribimos estas líneas, un diario saca este suelto en su sección “Espectáculos”: “La nenita poseída, campeona del terror: Parece que El exorcista es “la” película de terror de todos los tiempos. Al menos, eso es lo que se concluye de la encuesta anual realizada por un sitio de Internet que vende DVD”. Etc. (Clarín, 04-11-2007) Nótese el sarcasmo, la burla y el desdén del título de la nota. El mismo público que la elige tiene la misma mirada perdida, sobrevolando en su frivolidad la realidad que la película muestra. Hacer aparecer lo que se cuenta como irreal: he allí la función de los medios y el defecto de los directores que no se toman en serio la vida misma y la responsabilidad de lo que cuentan con respecto a sus espectadores.

El cine de Friedkin parece haber caído en la pendiente definitivamente. Pero, por los servicios prestados, deseamos que algún día Friedkin se refugie en el único lugar donde el mal es vencido. En todo caso su cine debería sucumbir o cambiar radicalmente, cosa que estimamos muy improbable en el mundo de hoy. Pero, ¿quién sabe?

Por lo demás, no tenemos gran cosa que decir sobre “Contacto en Francia”, y todo aquello que dijéramos sería darle vueltas con aires de “crítico profesional” a algo que no lo merece. Los méritos formales de la misma son los que Friedkin llevó hasta sus últimas consecuencias en “El exorcista”. No habría luego el asombro o la profundización intelectual de una filosofía de vida. Uno prefiere en cambio films como “Reglas de combate”, “Sorcerer”, “Doce hombres en pugna” o la ya mencionada “El exorcista”, films de mayor sustancia que el resto y políticamente incorrectos, que confunden a los necios –irritados o aplaudiendo-, porque Friedkin en su obra no hace concesiones. Si nos hace o no algún bien, eso va en nosotros y las decisiones que hemos tomado. No estaría mal ahora que el lector recuerde las palabras de Chesterton, citadas en ocasión de comentar “El ángel azul”.

* Se trata de aquellos que encuentran “esoterismo” o símbolos religiosos en todas partes...por tomar al cine como un ersatz del culto religioso católico que no profesan, tal vez por temor a verse confrontados con la verdad quizá nada amable de sí mismos: es más cómodo decirse católico que practicarlo; es más fácil el juego intelectual o devaneo sin compromisos que la toma de decisión conformada a los mandatos divinos, preceptos y consejos evangélicos que dan la libertad de los hijos de Dios; es menos doloroso y más redituable papanatear sobre películas con ínfulas de entomólogo que dedicarse a la simple y fructuosa lectura espiritual de los santos; es más placentero adaptarse al mundo posando de disidente que resistirlo en serio combatiendo la propia autocomplacencia; es subjetivismo desquiciante encontrar teólogos donde hay indiferencia religiosa y no donde en verdad los hay y en serio, ocultos a la mirada de los mundanos que le hacen trampa a Dios y luego se sientan a teorizar para sentirse al fin justificados.

NOTA - RAQUEL WELCH

RAQUEL WELCH
Tomado del blog RED PATRIOTICA ARGENTINA

De la actriz Raquel Welch (Chicago, 1940) nadie espera un discurso moralista o anticuado. Quizá por eso un artículo suyo publicado recientemente en la web de la CNN con el título «It’s sex o’clock in America» ha causado tanta sorpresa.

Desde que Margaret Sander abrió en 1916 la primera clínica de planificación familiar nada ha vuelto a ser lo mismo. La proliferación de los métodos anticonceptivos ha tenido un efecto brutal en hombres y mujeres y ha conducido a un gran cambio en los valores morales. Como yo viví la sexualidad femenina durante este periodo revolucionario, sé cómo ha afectado a América, para bien o para mal.
A comienzo de los 60´ la píldora facilitó a la mujer la opción de postergar la maternidad hasta establecerse en una carrera. No obstante, las jovencitas fértiles (y yo era una de ellas) primero consideraban cuidadosamente los efectos a largo plazo de los anticonceptivos orales antes de tomar una decisión.
Me quedé embarazada por primera vez a los 19 años y, aunque estaba casada con el padre del bebé, no me sentía preparada para ser madre: tenía que postergar mis ambiciones laborales. Pero la decisión no era sólo mía. Aunque siempre había querido tener hijos con Jim, no estaba muy segura de cómo iba a reaccionar él, porque éramos dos recién casados de 19 años luchando por sus metas. Fue inflexible en su determinación de conservar el bebé y eso cambió completamente el curso de las cosas. Siempre lo amaré por cómo reaccionó en ese momento de nuestras vidas.
Durante el embarazo me di cuenta de que ese proceso no se trataba de mí: era espectadora de una metamorfosis que tenía lugar en mi seno
para que otra vida pudiera nacer. Fue un acto de sacrificio, especialmente para mí, como mujer. Pero ambos estábamos completamente involucrados, no sólo en ese momento, sino por el resto de nuestras vidas. Fue atemorizante. Se podría pensar en lo fácil que sería pegar la vuelta y esquivarle al bulto, pero no conozco a nadie que pudiera hacerlo. Jim y yo tuvimos dos hermosos hijos que son una constante bendición para nosotros
.Con el tiempo, arremetí con todo sola, como madre soltera, para procurarme una carrera en el cine. No era lo ideal, pero mis hijos no me impidieron progresar: me hicieron poner los pies en la tierra y me llevaron a una precoz maduración. Debo agregar que el tener dos hijos no arruinó mi silueta.
Pero si hubiera tenido una actitud diferente sobre el sexo, la concepción y la responsabilidad las cosas habrían sido muy distintas.
Un significativo efecto de la píldora en la actitud sexual femenina fue: “Ahora podemos tener sexo cuando queramos sin consecuencias. ¡Bien, divirtámonos!”. Tal parece que ya nadie es capaz de rechazar el sexo o de comprometerse con una persona.
A la pregunta: “el matrimonio ¿sigue siendo viable?” respondo que debo admitir que me avergüenza haberme casado cuatro veces, porque
el matrimonio es el pilar de la civilización, institución esencial que mantiene estable la sociedad, protege a los hijos y evita la anarquía
.
En contraste, la falta de inhibiciones sexuales, lo que se suele llamar "liberación sexual"
ha eliminado la prudencia y el discernimiento a la hora de elegir pareja sexual. Antes, eso equivalía a elegir pareja para toda la vida, ya que podía ser el padre de tus hijos. Ahora -sin compromisos- la confianza y la lealtad en las parejas se ha perdido
, y eso conduce irremediablemente a la infidelidad.
Como resultado del ejemplo de sus padres, en los 90´ la promiscuidad sexual de los adolescentes -el intercambio sexual con múltiples parejas-, se ha vuelto moneda corriente. Muchos de mis amigos, padres de adolescentes, se quedaron con la boca abierta cuando se supo que el sexo oral era una práctica habitual entre las niñas de la escuela secundaria. La hija de 13 años de uno de esos amigos admitió alegremente haber practicado con frecuencia fellatio a varios muchachos de la escuela. "-Pero, mamá, qué problema hay, si todo el mundo lo hace"-dijo. Aparentemente, si no hay penetración, los jóvenes no lo consideran sexo.
¿Puede una persona normal no sentirse alarmada por ésto?

En serio, amigos: si una sex-symbol entrada en años como yo les agita una bandera colorada para mostrarles cuán bajo han caído los estándares morales, quiere decir que el asunto está muy, pero muy mal. Debido precisamente a la imagen sexy que tuve corresponde que les diga: ¡Vamos, chicas, a arremangarse: somos capaces de algo mucho mejor
!
http://boletinchasqui.blogspot.com/2010/06/n-40-sexo-en-punto.html

CRITICA






COLUMBO

Serie con Peter Falk

Episodio “The Lady in Waiting” 1971.



EL HINCHA

(O de cómo la esposa de Columbo resolvió el caso más simple, el de una mujer enojada, distraída y vanidosa)


¿Televisión aquí? No se nos escapa lo que es este medio, por lo que lo que comentamos deriva de nuestra visión de un producto grabado y visto sin la infame publicidad, única manera de acceder a una obra de cierto interés sin escándalo. Recordamos lo que decía el Padre Joseph Coutu: “En las actuales circunstancias, el uso de la televisión es tan deteriorado, que puede conducirnos al mal. Puede decirse verdaderamente que la televisión, de hecho, ataca a las personas a través del mundo, de la carne y del demonio. Así sin más, se ha convertido en un instrumento de control de la mente, manipulador del comportamiento humano, presentando una filosofía de vida muy materialista” (Michael Journal, mayo-junio 2004).

Acometemos entonces este comentario apartados de lo que la TV significa y en relación a una serie muy antigua, de tiempos idos. Porque resulta interesante este personaje, que abreva en una tradición de relato detectivesco ajeno al medio televisivo.

Columbo el detallista pregunta y pregunta; visita a la homicida en el salón de belleza; hace “experimentos” en su casa; aparece tras una reunión de directorio; consulta “oportuna e inoportunamente”, hincha con sus preguntas la paciencia de los sospechosos, pero siempre respetuoso y humilde. Sí, el suyo es el método de la humildad, o, si ustedes quieren, de la sencillez, por eso es capaz de ver, y por eso se granjea la simpatía de los buenos (las víctimas o posibles víctimas) y el odio de los criminales (éstos casi siempre hombres o mujeres en buena posición económica, no se olvide). Columbo acosa a los culpables como si fuera la voz de la conciencia que se materializara en ese personaje. A lo mejor si Columbo fuera menos personaje la idea que mencionamos podría ubicarse en un plano significativo de manera tal que, alguna vez, el lado católico de Columbo –que, no olvidemos, es ítalo-americano- saliera a la luz. Pero esto sería pedirle demasiado.

Por los detalles se conoce al hombre, podría decirse. Columbo husmea la atmósfera de un lugar (en esto lo sigue a Maigret), las costumbres de su sospechoso, sus hábitos, etc. Columbo nunca se enoja, siempre aparece controlado, pero respetuoso y agradecido. Lleva la gabardina a manera de sotana y su desaliño hace que lo confundan, subestimen o despiste de entrada. Por eso de movida empieza a vencer a sus adversarios, infatuados y vanidosos, soberbios y desesperados, codiciosos y ciegos. ¿Es contradictorio el hecho de que Columbo sea tan desatento en su aspecto exterior pero tan observador y detallista en lo que ocurre a su alrededor? No, es veraz, porque precisamente ese descuido de sí –descuido que no es abandono- le permite poner el foco en las cosas y en las personas que lo rodean. Los vanidosos y ególatras, de tanto mirarse a sí mismos –en lo exterior- pierden de vista lo que ocurre con las cosas, por eso caen. La avaricia y la soberbia son vencidas pacientemente por la inteligencia y sagacidad que devienen de la sencillez.

Ahora bien, si Columbo se mostrase católico –a la manera del padre Brown- no estaría siempre casi auto-parodiándose, pero es que la serie está construida en base a una oposición de caracteres antes que de almas. Por eso el tono tiende a lo lúdico –como debe ser- pero sin llegar a la idea trascendente de pecado, culpa y salvación, interés predominante del curita chestertoniano.
Este caso que comentamos lo precipita el personaje de Leslie Nielsen, testigo inesperado (bien resuelto fuera de campo, al final) del engaño de su prometida al cometer el crimen. Lo inesperado se le aparece a ésta, se descontrola y mata. Pero no es la única clase de crímenes que debe resolver Columbo, que, por cierto, siempre los resuelve. Su beneficio: siempre da con el sospechoso de inmediato. El gancho: que nosotros conocemos siempre al asesino. Lo que nos divierte (y enseña) es ver cómo de a poco nuestro querido detective los va desenmascarando hasta volverlos locos y hacerlos caer en su trampa.

Al fin: el mal siempre paga, porque el bien no odia a las personas que lo cometen: Columbo ama la verdad.


miércoles, 16 de junio de 2010

ANIVERSARIO - PSICOSIS


16 DE JUNIO DE 1960

A 50 años del estreno de

PSICOSIS


Alfred Hitchcock trabaja alrededor del eje sobre el cual gira el cine mismo -su cine- como forma, esto es: la mirada sobre los otros y sobre las cosas, y la manera en que la contemplación enviciada, esto es, la mirada caída y pecadora, la “concupiscencia de los ojos”, ha reemplazado en nosotros –espectadores- la sana contemplación para la que nos ha hecho Dios.

Contemplar las vidas ajenas mediante artificios –metamorfoseándonos con ellas- puede ayudarnos a comprender eso que hay en lo profundo de nosotros o puede haber, nuestras limitaciones o “taras constitutivas” y los caminos o desvíos que debemos evitar. “Psicosis” es la historia de cómo tras la caída viene el desvío por el mal camino –literalmente- y el horror que nos aguarda sorpresivamente en él, siempre y cuando no rectifiquemos el rumbo a tiempo. A veces puede ser tarde para arrepentirse.

Quienes no disciernen demasiado acerca del cine como forma –y no los culpamos por ello, sí en todo caso por opinar irresponsablemente-, suelen destacar el argumento en detrimento del tema de un film, el cual generalmente se les escapa sin haberlo visto. Ya decía Hitchcock que le dieran primero el tema y de allí fácilmente saldría un argumento. El tema se desprende antes de la puesta en escena y de la forma total del film. Mejor dicho, esta forma elige un argumento, mas no su tema, que pre-existe ya en el creador. Hitchcock decía a propósito de “Psicosis”: “En un film de este género, es la cámara la que hace todo el trabajo. Pero naturalmente, no se consiguen necesariamente las mejores críticas, pues los críticos no se interesan más que por el guión. Hay que dibujar la película como Shakespeare construía sus obras, para el público”.


No hay dudas de que “Psicosis” era el film que más conforme lo dejó a Hitchcock, debido a que su madurez creativa se dio de la mano con el control absoluto sobre el film: la producción barata clase “B”, filmada con un equipo técnico de la TV, los actores no estrellas, todo redundó en un mayor poder de su parte para hacer el film perfecto, ése por el cual se aprende, estudiando escena a escena y plano a plano, a comprender el cine. Brevemente abordaremos algunos de los temas desde los cuales puede ahondarse en el mismo: el voyeurismo; la inocencia y la culpabilidad; el mirar y el ser mirado; lo vertical y lo horizontal; el tema del doble; el cambio del punto de vista; el suspenso y el terror; el fuera de campo que acecha a los personajes; la inversión de sentido o función de los personajes, etc. La construcción de este film es tan hábil que el mismo Hitchcock afirmó: “Lo que ha emocionado al público era el film puro (...) Y esta es la razón por la cual mi orgullo relacionado con Psicosis es que este film nos pertenece a nosotros, cineastas, a usted y a mí, más que todos los films que yo he rodado. No conseguirá tener con nadie una verdadera discusión sobre este film en los términos que empleamos en este momento. La gente diría: “Es algo que no hay que hacer, el argumento era horrible, los protagonistas eran pequeños, no había personajes...” Esto es cierto, pero la manera de construir esta historia y de contarla ha llevado al público a reaccionar de una manera emocional”. (El cine según Hitchcock”, conversaciones con F. Truffaut) Veremos de qué manera se implican las emociones con la forma del film y lo que éste nos muestra. Por qué la emoción del orden estético se nos aparece cuando descubrimos –al arribar al clímax del film- la construcción perfecta, la inteligencia detrás de todo ese orden, el intelecto que comprende a un sabio autor detrás de lo que vemos para alcanzar la cumbre de su obra.
(De nuestro trabajo “El cine de Alfred Hitchcock”).

CRITICA


EL CARAPALIDA
Director: Buster Keaton - 1921

EL HOMBRE Y LA MULTITUD


Hemos visto recientemente una serie de cortos de Buster Keaton, entre ellos éste “The Paleface”, de unos veinte minutos de duración.

De inmediato, tras verlo, en la satisfacción de un divertimento que es casi como un dibujo animado (como uno de la pantera rosa, podríamos decir), y en las características de este personaje de Keaton, recordé unas palabras que Castellani había escrito en un ensayo sobre el Dante, y que son las que siguen:

“Él es (Homero) como los niños, cándido, egoísta, autoritario y hermoso. El niño alegre y superficial ignora que la tierra no es la patria del hombre y toma, gozoso, posesión de todas las cosas. Ignora las tristezas del espíritu como también sus profundidades; y porque cree con toda el alma en esta vida y no conoce aún nada más que la superficie de ella, la asimila y la reproduce con inimitable frescura. (...) La materia que para Homero es un espectáculo, se convierte para Dante en un símbolo”.

Bien, Buster Keaton es ese niño “cándido, egoísta, autoritario y hermoso” que juega y hace jugar a todo a su alrededor, porque sólo cree en esta vida y “la reproduce con inimitable frescura”. Chaplin, podemos decir ahora, quería ser a la vez niño y hombre (no hombre que se hace niño, sino las dos cosas a la vez), y de ahí su completo fracaso. Buster tiene esa frescura e intrepidez de los niños, y como un niño insaciable que juega solo, no descompone su rostro en muecas o monigotadas para complacer a sus padres o parientes, sino que su rostro inmutable es el de un niño al que lo único que le importa es el juego al que está jugando, y este es el de querer satisfacer sus deseos. Tiene habilidad, pero no es forzada. Tiene sagacidad e ingenio (que no genio), y eso es lo único que lo diferencia de la multitud, que en definitiva se mueve por la misma clase de deseos que él. Y tiene enemigos: todo lo que lo rodea –sean personas o cosas- que le impiden proseguir su juego. Excepto cuando un nuevo juego se le plantea y en él se sumerge.

Por ejemplo, el juego de los indios, o jugar a ser uno de ellos. Buster lucha contra un grupo numeroso –como en casi todas sus películas, se enfrenta a la multitud que de por sí tiene un carácter maquinal y anónimo (carácter que, ahora nos acordamos, tan bien describiera Marco Denevi en su libro “Un pequeño café”)-, y a veces se suman los elementos de la naturaleza como enemigos que representan esa fuerza informe y voraz, esa contra-voluntad a su propia voracidad; luego de salir sorprendentemente victorioso, se une a ellos, a los indios, que tal vez por mostrárselos siempre en grupo, y siempre perseguidores, se nos muestran como un elemento temible en cualquier film (como en verdad cualquier multitud lo es). Sólo que aquí la tribu tiene un ridículo cacique que es un gordo exorbitante con plumas en la cabeza incapaz de subir a su caballo, y de pronto los indios se vuelven cómicos.

Buster evita que sean estafados y les sean arrebatadas sus tierras por unos malvados petroleros. Y finalmente, como siempre, consigue una chica, esta vez una india. Porque parece que Buster nunca busca otra cosa más que satisfacer su voluntad. Es como la imagen de Norteamérica. Sólo que sabemos que en su vida privada Buster fue de fracaso en fracaso, porque una cosa es el cine y otra la vida.

Es cierto, Keaton nos divierte siempre, es un artista y nos entretiene infaliblemente con sus calculadas y geométricas escenas, con el contraste que genera su figura ante el mundo que lo rodea, pero, ¿alimenta nuestro espíritu? ¿Nos alienta a reflexionar sobre las cosas y nuestra relación con ellas, o más bien esto pueden lograrlo de vez en cuando Laurel y Hardy con sus torpezas, fracasos, rechazos y hasta ternura infantil, donde sólo reconocemos una licencia de nuestro presente para ver las complicaciones de la cotidiana vida cómoda y burguesa de unos señores que no pueden adaptarse nunca a tal lamentable destino? De alguna manera, lo contrario de Buster Keaton, que siempre se impone y triunfa por sus propias fuerzas físicas y su destreza haciendo de este mundo su mundo, o del siempre victimado Chaplín, que inevitablemente fracasa en busca de nuestra fácil y redituable –para él- lágrima. Buster Keaton es el triunfo –al fin triste- de la voluntad en un mundo devenido cine. Y el cine coloca su “The End” allí donde comienza precisamente la verdadera aventura de vivir.

CRITICA


VIÑAS DE IRA
Director: John Ford – 1940

UN MAL FORD

Película falaz como pocas, “artística” en el sentido chapucero de esa palabra. Y duele decir esto, siendo su director John Ford, pero es evidente que el viejo maestro tuerto se dejó embaucar por entonces con el liberalismo de izquierdas que todo lo contaminaba ya desde aquellos tiempos en la sociedad norteamericana.

Se trata de –típico artilugio zurdo para justificar sus tropelías- la glorificación de los pobres por el solo hecho de serlo. Hablamos de pobreza material, no espiritual. No se trata del espíritu de pobreza, aunque tampoco de tenerles lástima –eso es propio del cine argentino o de Chaplín-; Ford hace que Gregg Toland los embellezca con su fotografía y sus encuadres, es decir, a pesar de la suciedad de las ropas viejas y gastadas, no es la virtud la que embellece a las personas, sino esa especie de roussoniana fotografía, esa evidente densidad novelística –está basada en la novela de Steinbeck, que suponemos ha de ser soporífera y ha sido publicitada por ser “progresista”- con que dota Ford a su película. Las excelentes caracterizaciones lo ayudan, pero, al fin, es una película a la deriva que termina con un discurso tras otro, teñidos de soberbia y resentimiento, tonto orgullo de clase.

Por supuesto, acaparó elogios y hasta hoy goza de un prestigio que reconcilia a despistados y progresistas con un director de cine al que odiaban por “reaccionario” y “patriotero”. El crítico de izquierda uruguayo Homero Alsina Thevenet refería una paradoja para él inexplicable: “En la historia del cine norteamericano, “Viñas de ira” constituyó en 1940 una notable paradoja. Un tema de ambiente proletario y campesino, con una fuerte crítica a los bancos y a la sociedad capitalista, fue filmado por una poderosa empresa de Hollywood, con respaldo del Chase Manhattan Bank, y se impuso poco después como una de las películas más importantes de la industria, comenzando por sus premios en la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Habría sido fácil entender en ella un mensaje revolucionario y comunista, con una carga de protesta social muy superior a lo que el propio cine soviético filmaba en la época, pero ese mensaje era sin embargo muy ajeno a la ideología personal de sus autores. El productor Darryl F. Zanuck, el adaptador Nunnaly Johnson, el director John Ford, eran hombres de inclinación política conservadora, que no incurrieron ni antes ni después en otra obra de intención socio-política similar”.

O el susodicho crítico no estaba debidamente informado o no quería saber que la banca judeo-norteamericana financió la revolución comunista rusa, o que el Chase Manhattan Bank de los Rockefeller mantuvo durante todo el régimen bolchevique su sucursal en Moscú, muy significativamente en la calle Karl Marx. Desde luego que esta película no fue más tarde perseguida por el ”macartismo”, como bien señala Thevenet, precisamente porque el “macartismo” fue una reacción a todas luces burda y que terminaría favoreciendo a la subversión comunista con toda la propaganda a su favor. Películas como “Viñas de ira”, que no muestra abiertamente su comunismo, filmada por un maestro del cine y encima “conservador” –en realidad, liberal- podía tener una mayor influencia en la sociedad norteamericana, cosa que hasta hoy se la sigue glorificando. De hecho es significativo que un reciente documental sobre John Ford, dirigido por Peter Bogdanovich, que recoge imágenes de un viejo film suyo sobre Ford y lo amplía con nuevos testimonios, no habla en sus dos horas de duración ni de la ideología política ni del costado religioso de Ford –ambos complicados y enmarañados en el liberalismo-, y, a pesar de recorrer ampliamente su vastísima (y muy despareja) trayectoria, omite imágenes de una de sus películas más destacadas y autoconfesionales, cual es “El fugitivo”, que era una de las favoritas de Ford, donde el protagonista es un sacerdote católico perseguido, y sí se hace hincapié, entre tantas otras, en esta “Viñas de ira”, entre comentarios fútiles y sentimentales de Eastwood, Scorsese y Spielberg. Tal vez Ford haya contribuido con su persistente parquedad y sus equívocos a este tipo de cosas.

En fin, un film como éste basta para mostrarnos que Hollywood no fue tan asimilable a presuntas leyendas negras o rosadas, sino una contradicción permanente, como lo fue ( y lo es) los Estados Unidos de América.

HABLAN LOS MAESTROS


“La vida cristiana es una constante invitadora al retorno del hombre a la vida interior. Solamente en una permanente búsqueda de los valores perennes encuentra el individuo la alegría de la paz interior”.

Stan Popescu – Cultura y libertad



“La piedad es en primer lugar un sentimiento, un afecto y un servicio humilde y sincero que rendimos a Dios. El primer ejercicio de la piedad consiste en la reverencia del culto divino”.

San Buenaventura



“El mundo ha retrocedido en caridad y convivencia tanto como ha adelantado en técnica; y el hombre moderno vive tan prisionero del terror como el hombre de las cavernas. De donde las gentes tratan de ahogar el miedo invisible que llevan adentro en un mar de diversiones febriles a las cuales llaman “cultura; cuanto más “excitantes”, mejor.
Dejarlas que las llamen como quieran. Yo las llamo “silbar en la oscuridad”.

P. Castellani – Dinámica Social Nº 43, Marzo de 1954.


martes, 15 de junio de 2010

INVITACION

La Legio Macabea Christi lo invita al Ciclo de Conferencias 2010 dedicado a la
APOLOGÉTICA





EL “BIG BANG” Y LA CREACIÓN:
¿VENIMOS DE UN PURO ACTO DE AZAR?
R.P. Álvaro Calderón
Viernes 18 de Junio, 20 hs.
Priorato: Venezuela 1318-20, (1095)
Capilla “Nuestra Señora Mediadora de Todas las Gracias”,
Montserrat, Buenos Aires, Capital.
Para los interesados en más actividades que realiza la agrupación:
· También se realiza, todos los primeros viernes de mes, la Adoración nocturna al Santísimo Sacramento, luego de la Misa vespertina (19hs.) en honor al Sagrado Corazón.
· Se realizan, todos los segundos sábados de mes, el apostolado en el hospital de niños Gutiérrez, entregando rosarios y dándole palabras de aliento a los enfermos.
· Desde ya hace algún tiempo se ha formado la nueva rama de la legión para matrimonios jóvenes con charlas de formación.
· También se realizan otras actividades recreativas, como paseos y visitas culturales.
· Para más información de las actividades se recomienda hablar con el encargado de la agrupación.

lunes, 7 de junio de 2010

DIA DEL PERIODISTA

7 de junio - DIA DEL PERIODISTA


La historia y el presente falsificados.





“EL PADRE DEL PERIODISMO ARGENTINO”


Por Hugo Wast


“Como ese falso espíritu de Mayo que se pretende insuflar en la historia argentina, tiene que fundarse en alguna cosa que haya dicho el numen, a cada paso se nos ofrecen gerundianos aforismos, frutos verbales de aquel cerebro prodigioso: Moreno afirmó...Moreno dijo...Moreno escribió...

Cuando se cita a Isaías o a San Pablo o a San Agustín, todo orador o escritor solvente, indica el pasaje del Antiguo Testamento, o la Epístola, o el Libro de donde extrajo lo citado.

Pero los que citan a Mariano Moreno, temen darnos esos detalles, no sea que entremos en curiosidad de confrontar la cita y descubramos que proviene de un discurso o arenga que él nunca pronunció, (porque la oratoria no era su fuerte) o de un artículo de la Gazeta, que otro colega escribió (porque tampoco el periodismo fue su vocación).

Le atribuyen no solamente los artículos más sonoros de la Gazeta, sino hasta la fundación del periódico mismo, lo cual les permite consagrarlo como el padre del periodismo argentino.

Cuando se nos refiere que el miércoles 1º de abril de 1801 apareció en Buenos Aires el “Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata”, nuestro primer periódico impreso, fundado por el abogado español don Francisco Antonio Cabello y Mesa, su Director hasta fines de 1802, creemos que es verdad, porque tenemos la referencia de personas responsables, que han investigado el punto y escriben de primera mano, en excelente prosa castellana, limpia de afeites sin oquedades ni ditirambos.


La verdadera cara de Mariano Moreno.


Y sacamos en limpio que ése es el primer periódico argentino, aunque fuese fundado por un español.


Si en la misma obra hallamos que el 1º de setiembre de 1802 apareció el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”, de Juan Hipólito Vieytes, que lo dirigió hasta su último número el 11 de febrero de 1807, debemos creer que ése es el segundo periódico fundado en Buenos Aires y que Vieytes fue el primer periodista argentino.


Otra noticia recogemos en la obra de Rivera y Quintana, digna de entera fe, por lo concienzudo de la investigación, a mil leguas de esos refritos que nos descorazonan en otros libros, copias de copias, plagadas cada vez más de errores.


Tal noticia es que el Virrey Cisneros fundó un nuevo periódico con el título de “Correo de Comercio”, que empezó a publicarse el 3 de marzo de 1810, bajo la dirección de Manuel Belgrano y duró hasta el 6 de abril de 1811.


Fueron sus principales redactores, Belgrano y Vieytes.


El Correo de Comercio vivió diez meses bajo el gobierno de la Junta de Mayo, más tiempo, que bajo el gobierno del Virrey. No puede negarse que fue un periódico argentino, reconocido y hasta elogiado por la Junta de Mayo en el decreto de fundación de la Gazeta.


Hasta aquí estamos seguros de lo que se nos relata.


Desgraciadamente la obra de Rivera y Quintana termina ahí, porque su propósito ha sido historiar solamente el periodismo colonial. El acierto con que lo ha realizado nos hace lamentar que no alcanzara a cubrir por lo menos el período de la Independencia.


Con su información intergiversable hubiera hecho imposible el nacimiento del nuevo dogma, que quieren imponernos, de que Mariano Moreno fue el primer periodista argentino, Fundador y Director de la Gazeta de Buenos Aires, nuestro primer periódico.


Dicho dogma, echado a rodar hace un siglo y medio por Manuel Moreno, pero nunca tomado verdaderamente en serio, se ha consolidado gracias a que lo ha prohijado el Círculo de la Prensa de Buenos Aires, entronizando en su sala de honor un gran retrato del numen, a quien se le declara padre de los periodistas argentinos.


Con esto solo, sin ningún argumento, debemos acatarlo.


Negarlo es hoy una herejía tan grave como aquella otra que hace veinte años causó tanta alharaca en el cotarro, cuando afirmamos que Mariano Moreno no fue el fundador de la Biblioteca Nacional.


Pues bien, pese al retrato y sin temor a la nueva excomunión que nos arrojarán, declaramos que eso también es falso. Para probar la falsedad nos basta echar un vistazo al decreto del 2 de junio de 1810, por el cual el primer gobierno patrio dispuso fundar un periódico oficial. Es claro que si había de ser oficial, no podía ser resolución de un particular.


En sus considerandos dice la Junta: “El Pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes...Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos- Ayres, el cual sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el Semanario de Comercio (el Correo de Comercio) anuncie al público las noticias exteriores e interiores que deban mirarse con algún interés.


“En él se manifestarán igualmente las discusiones oficiales de la Junta con los demás Jefes y Gobiernos y el estado de la real Hacienda.


La Junta, a más de incitar a los sabios de estas Provincias para que escriban sobre tan importantes objetos, los estimulará por otros medios que les descubran la confianza que pone en sus luces y en su celo.


“Todos los escritos relativos a este recomendable fin, se dirigirán al señor Vocal, Dr. D. Manuel Alberti, quien cuidará privativamente de este ramo, agregándose por la secretaría las noticias oficiales” (Registro Oficial de la República Argentina, t. I, pág. 30. Gazeta de Buenos-Ayres, nº1, 7 de junio de 1810).


Se establecen, pues, tres puntos:1º que fue la Junta de Mayo la fundadora de la Gazeta; 2º que se trataba de un periódico oficial, nuevo, es decir: no prohijaba un periódico fundado antes por nadie; 3º que lo ponía bajo la dirección del Vocal, Dr. Dn. Manuel Alberti, quien cuidaría privativamente de este asunto y a quien se le dirigirían todos los escritos. Así pues, ningún colaborador (de los que la Junta invitaba a escribir) se manejaría por su cuenta, sino que le enviaría a él sus colaboraciones.


En aquellos tiempos no se estilaba llamar director al Jefe de un diario, pero sin llamarlo de ningún modo se fijan sus atribuciones, que ejercería privativamente.


Según el Diccionario de la Real Academia Española y según el sentido de la lengua que todos poseemos, (más o menos) el adverbio privativamente significa “con exclusión de todos los demás”.


¿Y qué papel tenía Moreno, cuyo solemne retrato decora hoy el Círculo de la Prensa como padre del periodismo argentino?


¡Ninguno! El decreto no lo alude en ninguna forma.


En cambio la Junta, que no lo reconoce fundador, ni lo nombra director del periódico, lo designa luego, en otro documento, redactor, en compañía de Castelli y de Belgrano.


Como la redacción de la Gazeta era anónima y todos los artículos se publicaban sin la firma del autor, es imposible saber quién los escribió.


Los señores panegiristas, que desde hace cuatro o cinco años nos recuerdan casi diariamente que hay que honrar a Moreno como a Fundador y primer Director de la Gazeta no ignoran este decreto, pues mencionan la fecha de su publicación, 7 de junio, y han hecho declarar tal fecha como “Día del periodismo”, que cada año todos los diarios del país solemnizarán absteniéndose de aparecer.


Si a pesar de conocer el decreto continúan sosteniendo la anterior falsedad violan a sabiendas la primera ley de la Historia, según el Pontífice León XIII, que encerró en afortunada síntesis el precepto de Cicerón. La hemos impreso en la cubierta de este libro y no queremos volver a imprimirla aquí porque abochorna; pero ellos deben volver a leerla porque es saludable.


Han violado también la ley natural de dar a cada uno lo que le corresponde, que en derecho romano se expresa con este aforismo: suum quique tribuere.


Nuestra ley civil no autoriza la averiguación de quién sea el padre carnal de una criatura. Pero en nuestro caso, sin andar en búsquedas prohibidas, surge por sí sola esta verdad: el verdadero padre del periodismo argentino es Vieytes que había fundado en 1802 el Semanario de Agricultura, publicado hasta 1807.


Pudiera discutirle el honroso título de padre de nuestro periodismo aquel abogado español, fundador del telégrafo Mercantil en 1801, el primer periódico impreso en el Río de la Plata; pero si hemos de referirnos solamente a periodistas argentinos, a nadie, ni siquiera a Belgrano, que colaboró en el Telégrafo en 1801, le corresponde ese honor.


Sin embargo, el retrato de Vieytes no figura en ninguno de los lugares en que se honra al padre del periodismo argentino.


Le han arrebatado esa paternidad para atribuírselo al imaginario fundador de la Gazeta de Buenos-Ayres, que ni la fundó ni la dirigió ni apenas colaboró en ella.


Algunos historiadores, advirtiendo lo absurdo de sostener esta pretendida hazaña de Moreno, se retiran a posiciones menos comprometidas y se contentan con afirmar que fue “el alma de la Gazeta”.


Las diversas metempsicosis del prócer, que unas veces se encarna aquí, otras allá, y siempre es el alma de algo insigne, son fabulosas y además inverosímiles.


Se dice que una persona es el alma de alguna institución, cuando concentra en sí toda o casi toda la labor y supera y desborda con su propia actividad la acción de sus colaboradores.


¿Hizo esto Moreno en la Gazeta?


Veámoslo con cifras escuetas, pero elocuentes.


Desde el 7 de junio de 1810, en que apareció por primera vez hasta el 12 de setiembre de 1821, en que la suprimió Rivadavia, publicáronse 810 números.


Ajustando más el cálculo:


Desde el 7 de junio de 1810, hasta el 17 de diciembre del mismo año, fecha más allá de la cual no hay que pensar que escribiera nada, pues preparaba su viaje a Europa, se publicaron 29 números ordinarios, 23 extraordinarios y 3 suplementos.


Estos 55 números contienen 209 artículos, de los que su hermano Manuel, que conocía a su personajes, sólo ha recogido 2, como de su redacción. (Ya demostraremos que uno de esos artículos fue de Belgrano). El doctor Piñero, que no lo conocía, le atribuye 19, pero sin explicarnos en qué se apoya, pues aparecieron sin firma de autor.


Si mientras vivió, colaboró tan poco, es seguro que después de muerto no mejoró su aporte; a menos que se diga que durante doce años envió a la Gazeta sus artículos de ultratumba por intermedio de una mesita de tres patas. ¡Era tan sobrehumana la actividad de este hombre!


Pero nuestros católicos abuelos no eran dados al espiritismo.


Y de este parsimonioso redactor, de quien no se sabe de cierto que escribiera casi nada, vienen a decirnos que fue el alma, etc.


Si éstos que tal cosa propalan fueran de verdad periodistas y leyeran lo que con seguridad sabemos que fue labor de aquella pluma, comprobarían que no hay estilo menos periodístico.


Ampuloso, aburrido, de penosa sintaxis y mechado de citas clásicas, entremezcladas con alusiones pueriles y fanfarronadas de chisperos, no merecía ciertamente el honor que ha logrado, de figurar en algunas antologías de clásicos argentinos.


En prueba de que no exageramos, he aquí algunas perlas tomadas de una Orden de la Junta, sobre “ruptura de hostilidades con Montevideo”, fechada el 13 de agosto del mismo año, que lleva solamente las firmas de Saavedra y de Moreno.


La paternidad del prócer sobre esta pieza es más segura que la de cualquiera de los artículos de la Gazeta que le atribuyen. Por lo menos en ella está su firma.


Véanse algunos pasajes.


Arrumacos a Fernando VII.


La Capital había jurado solemnemente la fidelidad a su amado monarca el Sr. Dn. Fernando VII y la guarda constante de sus augustos derechos, y desafía al mundo entero a que se descubra en su conducta un solo acto capaz de comprometer la pureza de su fidelidad...”


Es el tono meloso y a la vez pendenciero de la Representación de los Hacendados en que también se desafía al mundo a que se busque en los criollos señales de vacilación en su fidelidad.


Pedantismo clásico.


“Haber visto renovada la mediación de Filipo.”


“La república, dice Cicerón en la oración 47 por Sextio, etc.”


Grotesco.


"Aunque se perdiere la esperanza de repetir las campañas en el café de Marcos, se embarcarían en su buque, bien provistos de municiones de boca.”


Risible.


“La misma campaña que su inexperiencia cubrió de nuestros cadáveres en el ataque de los ingleses...”


Que Moreno hable de nuestros cadáveres, refiriéndose a los valientes criollos que murieron en las invasiones inglesas, se pasa de cómico, porque su cadáver siguió viviendo lejos de los campos de batalla, donde caían cadáveres ajenos.


Nada sería que los panegiristas se hubieran inventado este semidios para su uso privado. Lo intolerable es que habiéndose apoderado de la dirección de la enseñanza de todo el país, obliguen a nuestros escolares a absorber todo ese viento, para que en el 7 de junio de cada año, tengan que volver los chicos desesperados a sus casas a pedir a sus padres que les ayuden a fraguar un deber enalteciendo al Fundador de la Gazeta, al Fundador de la Biblioteca Nacional, al Fundador de la democracia, al Padre del periodismo argentino...


Esta labor pertinaz de adulteración de la historia tiene aspectos cómicos, porque no es empresa lucida ni fácil inflar a un prócer; pero también los tiene tristes.


Volvemos a decirlo, poco o nada nos importaría la vida fabulosa de Mariano Moreno, si no fuera que le han imaginado con el propósito inconfesable de socavar los cimientos católicos de nuestra patria, fundada, como toda nación de origen hispánico, en la verdad, en la Jerarquía y en la libertad.


En otras palabras: en la religión católica, en el ordenamiento social y en la voluntad de vivir libres, conforme a tradiciones seculares, valiéndonos de las fuerzas armadas para mantener todo eso que es lo mejor de la historia argentina, continuación de la historia de España.


Al aprovecharse del jacobinismo frenético, si bien postizo, de Mariano Moreno para convertirlo en precursor, pretenden dar a este sentimiento carácter de cosa venerable, haciéndolo arrancar nada menos que de las entrañas de la Junta de Mayo.


Algunos han caído de buena fe en esta conjuración antinacional. No lo dudamos y para ellos escribimos.


Además con esta fábula quieren borrar o por lo menos retacear la gloria de los verdaderos próceres de Mayo.


Si uno solo de ellos es el gran obrero, el numen, el pensamiento, el alma de aquella revolución ¿qué les queda a los demás? Ser unos fantoches, que él manejó, y que si de algo sirvieron fue porque se dejaron manejar por él. Él en los siete u ocho meses que vivió después del 25 de Mayo, les dio “el puntapié inicial” y ellos siguieron rodando por la historia, conforme a la dirección que él les imprimió.


“Puntapié inicial” que a 150 años de distancia se nos quiere imprimir también a nosotros, que ya no estudiamos la historia en los libros de esos señores.


Contra esa pertinaz falsificación, que es al mismo tiempo una defraudación a nuestros héroes y una desfiguración de la fisonomía de la patria, hemos escrito y si Dios nos da vida seguiremos escribiendo.


Mariano Moreno, más que el padre del periodismo argentino, es el hijo del periodismo liberal, que lo ha inventado, lo ha canonizado y lo ha entregado a la adoración de los que no creen en Dios, pero creen en estos semidioses de papel.”



(“El padre del periodismo argentino”, Hugo Wast, Año X, págs.205-214).