“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

miércoles, 24 de febrero de 2010

CRITICA


KATYN
Director: Andrzej Wajda - 2007


RESISTENTE POLONIA

La vida del hombre transcurre entre la aceptación y la resistencia. Son dos movimientos del alma que implican la forma de vivir una identidad y un destino. Aceptar la verdad es resistir a la mentira, y viceversa. Por eso hay dos formas de la resistencia: se puede resistir heroicamente al mal, y se puede resistir obstinadamente al Bien. Por eso la sola mención de la palabra “Resistencia” no nos dice nada si no se dice a qué se resiste.

Hoy que se le da un uso político instrumental orientado por la mentira o medias verdades (v. gr., “Marchas de la Resistencia”, etc. ) una película como Katyn viene a dejar bien establecido que la resistencia de Polonia representa no sólo una lucha enmarcada en determinadas circunstancias históricas, sino que su resistencia sigue siendo la de la Cristiandad ante la barbarie del ateísmo comunista.

Casi desde que abrazó la Religión Católica en el 966, Polonia ha venido resistiendo con determinación para defender su religión y, con ella, su misma existencia como nación, atada a su identidad católica. Tierra ubicada como una muralla ante la marea de la impiedad que viene desde el oriente, Polonia, que ha dado mártires que fertilizaron su tierra con la devoción a María y la fidelidad al Papado, jamás -hasta la última confrontación mundial- había entrado en guerra sino por la defensa de la religión (Cfr. Polonia en la Cristiandad, Una mirada sobre mil años de historia, Walerian Meysztowicz, Ediciones del Águila Coronada, 1987). Mostrar que no sólo estaba en juego la política en la Segunda Guerra , sino principalmente otra cosa, es uno de los mayores méritos de esta película, que no por abarcar tantos asuntos llega a figurar una completud que nadie debe pedirle. El tema es haber acertado en mostrar el alma de un pueblo manifestándose en la lealtad a su propio ser, ese que sólo puede perderse si se pierde la verdadera identidad católica, cuya resistencia acontece hoy ante el avasallador modernismo instalado oficialmente en la Iglesia con el Vaticano II.

La imaginería católica en la vida de los polacos, cobra en este caso mayor relevancia y sentido simbólico, y no aparece ya como simple atavío o comentario al margen (como en algún otro film de Wajda), puesto que, si el cine de este autor no suele tener una clara cosmovisión católica de la vida, la magnitud e historicidad de lo que cuenta lo llevan a un terreno donde necesariamente lo trascendente tiende a ser más explícito, que no por eso más obvio.

Veamos más en detalle lo que es y lo que no es Katyn, y su forma de ser consecuente con lo antedicho.

Ya conocida la historia que cuenta la película, los hechos históricos que nunca se quisieron admitir o se impidieron contar y mostrar (recomendamos leer los enlaces ubicados debajo de esta crítica), cabe preguntarse, ¿es Katyn una película “historicista” o “contenidista”, esto es, tiene el solo objeto de contar un suceso histórico y al hacerlo deja que este propósito sumerja la realización artística en la mediocridad? ¿Descuida el director la belleza de lo que tiene entre manos para hacer un film panfletario o propagandista? ¿El fondo se alza en desmedro de la forma? En definitiva, ¿lo único que le importa es dar un “mensaje”? La respuesta a todo esto es: No, todo lo contrario. Porque si es evidente el deseo y la necesidad de sacar a la luz los hechos históricos, el film no se limita a ello. Wajda ha incurrido a veces en su cine en un exceso de “expresión” en detrimento de la narración, donde tal vez lo traicionó aquello que sintetizaba Bresson así: “Idea vacua de “cine de arte”, de “películas de arte”. Películas de arte: las más carentes de arte” (claro que si Wajda ha caído en ello por exceso, precisamente Bresson ha caído más ostensiblemente en ese yerro por defecto). Pero Wajda, lo repetimos, elude estos deslices en Katyn, fundamentalmente por tres motivos:

Los Arquetipos:
El film cuenta un hecho histórico, pero dentro de él la historia de unos personajes que, con ser individuos en tales circunstancias, son también arquetipos (de allí que tienen sólo nombres, no apellidos) de quienes sufren inmersos en un drama que los pone a prueba en la lucha por conservar una identidad, una forma de vida, una religión, una patria, una familia. Wajda conoce bien aquello que muestra, la dinámica de las emociones de sus personajes, la verdad que se refleja mejor que en las estadísticas en los rostros, en la angustia, en la esperanza, en los “sufrimientos individuales”, como él mismo ha dicho.
Wajda presenta con intensidad y fuerza, sin caer en golpes bajos ni en la actitud “victimista” que tan conocida nos resulta en casi todo el cine político, el drama de la patria polaca a través de sus hombres y mujeres, de los oficiales e intelectuales, de las esposas y madres, hijas y hermanas, trastornados por la doble invasión y ocupación alemana y soviética e impotentes ante la misma. Los soldados, preparados para pelear, deben aprender algo más difícil todavía, al estar prisioneros: la resistencia pasiva, la lucha interior. Las mujeres, habituales compañeras de aquellos, deben afrontar la resistencia en la soledad, acosadas por el recuerdo y la incertidumbre. El vínculo intangible del amor, no el odio, es el que, puesto a prueba, sostiene a los personajes en su lucha cotidiana. La ausencia de los hombres es también la ausencia de la patria, el sufrimiento de la mujeres es el sufrimiento de la patria. De esa patria que finalmente se decide en el gesto final de los hombres ante la muerte.

Lo Religioso:
La película supera la literalidad de los hechos y de la forma de mostrarlos porque el director le otorga al film un valor que lo trasciende. Ese valor es el de lo religioso, y su manera es el símbolo.
Casi desde el comienzo advertimos la identificación entre Polonia y el catolicismo. Lo primero que vemos al llegar con la mujer que busca a su esposo entre los heridos, allí por donde ha marchado el ejército rojo, es la ausencia de Cristo en un crucifijo roto. Casi de inmediato lo descubrimos entre los muertos y heridos, asistidos por un sacerdote. Si Jesucristo es la primera víctima es porque el odio comunista se dirige en primer lugar a Él (“Dios es el enemigo personal de la sociedad comunista” decía Lenin en una carta a Gorki). Y si el cura le da la extremaunción como a los otros no es porque Nuestro Señor la necesite, sino porque en Él están representados todos aquellos a quienes no podrá asistir, aquellos desconocidos “pobres Cristos” que caerán bajo el furor de la bestia desatada.
La compañía de la oración, los cánticos, el rosario entre los oficiales prisioneros encerrados en un antiguo monasterio ortodoxo, distinguen a una élite de hombres valerosos, patriotas e indoblegables que por eso mismo Stalin decidió aniquilar. Ese sentido profundamente religioso se acrecienta y alcanza su vigor más luminoso en el momento más oscuro y terrible para estos hombres, cuando son asesinados. Memorable y emotiva escena final, felicidad y salud de las almas que, aun en el horror y el miedo, se entregan a la voluntad de Dios.
El sentido sacrificial conferido a estos hombres se ve más claramente en el capitán Andrzej, que lleva encima del uniforme un pulóver de lana blanco que no le pertenece, como el cordero que se entrega mansamente y derrama su sangre por Polonia (recuérdese: pudo haberse escapado cuando su esposa lo fue a buscar, y decidió quedarse).
Pero también donde está Cristo hay un Judas, en este caso el amigo que en el encierro le da su pulóver. Éste es el único que sobrevivirá del grupo, sumándose al ejército de ocupación; finalmente, presa del remordimiento, acabará como el primer traidor.

Lo Trágico:
También la vinculación con la Tragedia dota a la historia y a los personajes de un contenido universal y perenne. El sustrato mítico conferido por lo trágico evita que la película caiga en el historicismo.
Las dos hermanas del aviador que yace en las fosas de Katyn, Agnieszka e Irena, reviven el terrible conflicto de las hermanas Antígona e Ismene de la tragedia de Eurípides. Las dos representan dos formas de afrontar la vida cotidiana durante la ocupación soviética. Agnieszka no puede soportar vivir en la mentira, ni que su hermano no tenga una tumba. Podría decir como Antígona, sobre el invasor: “No le es posible separarme de los míos”, o, ya definitivamente jugada por acometer su empresa: “Yo le enterraré. Hermoso será morir haciéndolo”. Su hermana Irena, en cambio, resignada como Ismene (“No es conveniente perseguir desde el principio lo imposible”), muestra la impotencia de quien desea y no puede del todo seguir viviendo en una situación desplazada y donde la prudencia y la imprudencia, la frontalidad y el disimulo, la verdad y la mentira exigen distintas decisiones, y en ellos parece jugar un rol importante la edad y el temperamento. Por eso los más jóvenes, con su natural impaciencia, no pueden contenerse y se lanzan impulsivamente a una resistencia activa, como el joven sobrino de Anna que muere rápidamente. Y en todo ello siempre marcando la vida la imposibilidad de vivir en paz sin la verdad.
(Luego de escrito lo anterior, alguien que pudo ver la película en más de una oportunidad y en una mejor proyección que nosotros, nos refiere que cuando la hermana del aviador sale del teatro donde ha vendido su cabello, puede verse un cartel indicador de la obra “Antígona”, que allí se representa, detalle no advertido por nosotros. Lo cual puede querer decir dos cosas: o que Wajda desestima al espectador, incapaz de advertir la analogía sin el correspondiente anuncio; o que Wajda pretende que el espectador comprenda que la tragedia no está sólo dentro de una sala, sino en las calles mismas de Polonia. Como sea, la inclusión del cartel teatral –que ahora advertiremos al ver nuevamente el film- nos parece redundante).

Estos episodios conforman la parte central de la película, que entonces parece desdibujarse ante la irrupción de personajes desconocidos hasta allí. El obligado paso del tiempo en la historia favorece tal descenso en la curva dramática del film. Si tales hondonadas se hacen presentes en las grandes obras literarias, no ocurre lo mismo –ni debe ocurrir- en el cine. No obstante, ese aparente abandono de la trama principal traduce el desasosiego de las mujeres que han debido asumir en sus vidas ese corte abrupto en sus relaciones cotidianas. Lo que vendrá será decisivo y, finalmente, revelador. Wajda tiene el mérito de no querer hacer con su film un espectáculo, ni con su historia de amor caer en el sentimentalismo habitual en directores como Spielberg, Eastwood o el Cameron de Titanic. Con suma consideración y austeridad revela los hechos centrales del film, mediante el recurso excelente de ubicar eso que se teme, se sospecha y se oculta, al final de la película, porque esto es lo que va a quedar grabado en el espectador, lo que se lleva primero en el recuerdo al salir del cine o terminar de ver el film en la comodidad de su casa. Después de esto no hay coartadas para negarse a ver lo que debe ser visto. Aquello que aunque se lo quiera cubrir bajo una montaña de tierra y bajo un manto cómplice de silencio, al fin sale a la superficie, más allá de los hombres y de los tiempos, porque su luz brilla en las tinieblas.


Katyn
Año de Producción: 2007
País de Origen: Polonia
Género: Drama
Censura: B
Duración: 117’
Dirección: Andrzej Wajda.
Elenco: Maja Ostaszewska, Artur Zmijewski, Andrzej Chyra, Jan Englert, Danuta Stenka, Pawel Malaszynski, Magdalena Cielecka, Joachim Assböck, Stanislawa Celinska, Sergei Garmash.
En 1940, 22 mil oficiales polacos fueron asesinados a manos del Ejército Rojo soviético, mientras sus familias seguían esperando con angustia. Un crimen que Rusia sólo reconoció, en 1990, tras la caída del comunismo.




ENLACES:




Masacre de oficiales polacos de la nobleza católica en Katyn


Declaraciones del director:“Katyn es una película especial en mi larga carrera como director. Nunca pensé que viviría para ver la caída de la URSS, o que la libertad de Polonia me daría la oportunidad de retratar en la pantalla el crimen y la mentira de Katyn.Mientras que el crimen de Stalin privó de la vida a mi padre, mi madre fue tocada por las mentiras y la espera en vano de su regreso”.
“Si bien es cierto que los detalles del crimen de Katyn se saben ahora, no podía omitir, en esta primera película sobre el evento, la imagen de la muerte; la muerte que terminó con veinte mil oficiales polacos. Ellos fueron asesinados, uno a la vez, hecho que fue registrado en sus archivos personales. Esto es prueba de que la Unión Soviética no reconoció ni respetó ninguna norma internacional, ni siquiera con respecto a los prisioneros de guerra”.”Todos los hombres que murieron lo hicieron como miembros de la intelligentsia polaca, lo que allanó el camino para el sometimiento de Polonia ante Stalin.Un tema paralelo al crimen de Katyn es la mentira sobre Katyn y la postura oficial soviética de que los alemanes habían cometido el hecho en 1941, después de que invadieran territorio soviético durante la guerra”.”Después de tantos años de la tragedia de Katyn, desde la exhumación alemana en 1943 y el posterior trabajo de investigación polaco en los años ‘90, e incluso a pesar de la divulgación parcial de los archivos, aún sabemos muy poco sobre qué aspecto tenía el crimen de Katyn en abril y mayo de 1940”.

“No es de extrañar que por años estuviéramos convencidos de que nuestro padre estaría vivo, ya que el apellido Wajda figuraba en la lista de Katyn, pero con el nombre de Karol.Mi madre, casi hasta el final de sus días, creyó que su marido regresaría. Mi padre Jakub Wajda había sido combatiente en la Gran Guerra, la guerra polaco-soviética, el levantamiento de Silesia, y en la campaña de septiembre de 1939, beneficiario de la Cruz de Plata y de la Orden del Virtuti Militari otorgada póstumamente”.”No quisiera que la película Katyn, sin embargo, fuera mi búsqueda personal de la verdad ni una vigilia sobre la tumba del Capitán Jakub Wajda. Dejemos que cuente una historia sobre el sufrimiento y el drama de muchas familias. Sobre la mentira de Katyn, que triunfa sobre la tumba de Joseph Vissarionovich Stalin, que obligó a guardar silencio durante medio siglo a los aliados de la URSS en la guerra contra Hitler: Gran Bretaña y los Estados Unidos”.”Casi todas mis películas están basadas en la literatura. En este caso, no tuve ni una novela, ni un cuento, ni material literario. Los guiones que leía no me gustaban, pero cada uno de ellos me obligaba a reflexionar: "¿Sobre qué será este filme?" Si hacía una película política, sus personajes principales tenían que ser Stalin, Churchill, Sikorski...Podía hablar solamente de las víctimas de las decisiones políticas de los poderosos, o realizar un filme psicológico de la anatomía del crimen que dejara por fuera todos sus mecanismos. Llegué a la conclusión de que debía mostrar dos líneas temáticas: el crimen y las mentiras de Katyn. Sería una narración indirecta sobre mi padre, víctima del crimen, y de mi madre, víctima de la mentira. Finalmente, decidí mostrarlo todo a través del destino de las mujeres cuyos padres, hermanos e hijos fueron fusilados en Katyn, mientras ellos tan solo debían esperar y confiar”.

“Pienso en el espectador ruso todo el tiempo. Durante la filmación traté de que no me molestara ningún fantasma del nacionalismo. No quería hacer una película histérica y acusadora. El mundo era así en aquellos tiempos. Surge la pregunta: ¿existían hombres que aniquilaban con tanto fervor a sus semejantes? Sí, pero existía un sistema que llevaba al hombre a eso. Hay que distinguir entre los criminales despiadados y los hombres decentes”.

“Hoy día casi el 60% de los polacos no saben lo que sucedió en Katyn hace sesenta y siete años”.
http://www.exordio.com/1939-1945/codex/msoldado/katyn.html
Masacre de Katyn - Segunda Guerra Mundial - Exordio

NOTA - CULTURA DEMOCRATICA

CULTURA DEMOCRÁTICA

“El derecho al libertinaje ha sido otorgado oficialmente”Séneca, Ep. II, 18.


Grandes Hitos de 25 años de “Democracia”:
“Veinticinco años sin censura” (Fuente: Revista Ñ nº 272).
§ Revitalización del cine argentino, impulsado desde el INCAA dirigido por Manuel Antín. Estreno de “Camila”, de María Luisa Bemberg, y “Asesinato en el Senado de la Nación”, de Juan José Jusid. (1984)

§ Apertura del Centro Cultural Rojas, un espacio privilegiado para el teatro de vanguardia. (1984).

§ Aparecen la revista “Fierro”, que da a conocer a una nueva generación de guionistas y dibujantes, y “Cerdos & Peces” que retrata el mundo marginal y la contracultura (1984).

§ Nace la FM Rock & Pop, dirigida por Daniel Grinbank, que marca un estilo radiofónico (1985).

§ Dos grupos fundamentales del rock nacional lanzan sus primeros álbumes: “Gulp!” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y “Divididos por la felicidad” de Sumo. (1985).

§ “La historia oficial” de Luis Puenzo, gana el Oscar a la mejor película extranjera, y es uno de los éxitos cinematográficos del año. “Tangos-El exilio de Gardel” marca la vuelta a la pantalla de Pino Solanas (1986).

§ Apertura del Centro Parakultural en San Telmo, espacio under dedicado al rock y al teatro de vanguardia. Allí participan Batato Barea, Alejandro Urdapilleta y Los Melli, entre otros (1986).

§ Aparece Página/12 dirigido por Jorge Lanata, que vende unos 50.000 ejemplares diarios (1987).

§ Auge de la estética dark entre algunos jóvenes (1987)

§ Juan Gelman regresa por unos días al país, donde es homenajeado, luego de ser levantada la orden de captura por su participación en la lucha armada (1988).

§ Bienal de Arte Joven en Buenos Aires, con gran convocatoria de público (1989)

§ Charly García graba su versión del Himno Nacional (1990).

§ En el CC Recoleta abre el evento multidisciplinario La Conquista, que responde críticamente a los festejos del quinto centenario del descubrimiento de América (1991).

§ Inauguración de la Biblioteca Nacional en su actual emplazamiento. El proyecto original databa de 1960 (1992).

§ Se sanciona la Ley Federal de Educación (1993).

§ “Gatica el mono” de Leonardo Favio, marca su regreso después de 17 años sin filmar. “Tango feroz” de Marcelo Piñeyro, basada en el mito de Tanguito, convoca más de un millón de espectadores (1993).

§ Crónica TV empieza sus emisiones trasmitiendo con estilo inconfundible las noticias (1994).

§ Los Rolling Stones visitan por primera vez la Argentina. Llenan cinco veces el estadio de River y disparan el crecimiento de una tribu urbana exclusivamente argentina: los rollingas (1995).

§ Se sanciona la Ley de Educación Superior. Se crean numerosas universidades estatales y privadas (1995).

§ Canal à, la primera señal de arte y el espectáculo en Latinoamérica, comienza sus emisiones (1996).

§ Federico Andahazi, por su novela “El anatomista” protagoniza un escándalo al ganar el premio de la Fundación Fortabat y a la vez ser desautorizado por la titular de la institución (1996).

§ Lanzamiento del Festival Internacional de Jazz Rosario, que alterna artistas rosarinos, del resto del país y extranjeros, y lleva doce exitosas ediciones (1996)

§ Se consolida en el país el fenómeno de las raves y la música electrónica (1997).

§ En River, Soda Stéreo se despide (por diez años) ante 70.000 espectadores (1998).

§ Un potente filme realizado por los jóvenes Adrián Caetano y Bruno Stagnaro, “Pizza, birra, faso”, marca la irrupción de una nueva camada de directores, englobada bajo el rótulo de Nuevo Cine Argentino (1998).

§ Florecimiento de la actividad poética en Buenos Aires y en otros centros como Bahía Blanca, Córdoba, Rosario y La Plata. Se multiplican los sellos editoriales, las revistas, los recitales y las páginas web vinculados a la nueva poesía (1999).

§ Irrupción de la cumbia villera, con exponentes como Flor de Piedra, Damas gratis y Los pibes chorros (2001).

§ Con la adquisición de Emecé por el Grupo Planeta se profundiza el proceso de extranjerización de las grandes editoriales argentinas (2001).

§ Por la crisis económica, alrededor de 300 librerías de todo el país cierran sus puertas (2002).

§ El auge de la piratería y el mp3 provoca una fuerte caída en las ventas de discos, causando una profunda crisis en la industria discográfica (2003).

§ Néstor Kirchner anuncia la creación del Museo de la Memoria en el predio de la ESMA, el mayor centro de detención clandestino durante la última dictadura (2004).

§ Una gran retrospectiva de León Ferrari en el CC Recoleta es clausurada por orden judicial,. La obra reabre a los pocos días, ante una inmensa concurrencia (2004).

§ En un recital de la banda Callejeros mueren 194 jóvenes al incendiarse el techo del local República de Cromañón (2004).

§ Se abre el canal Encuentro, del Ministerio de Educación de la Nación, con contenidos educativos y culturales y producciones en su mayoría locales (2005).

§ Más de un millón de personas visitan la 32º feria internacional del Libro, que bate récords de actividades y expositores (2006).

§ El espacio Carta Abierta, grupo de intelectuales que se reúnen en la Biblioteca Nacional, se pronuncia a favor del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en el marco del prolongado conflicto con las entidades rurales (2008).

§ Primera edición del Festival Internacional de Jazz de Buenos Aires (2008).




REFLEXIONES DE UN RECLUSO

Padre Castellani. Combate Nº 104, 8 de Diciembre de 1961.

1. El peor mal que hay en el país es la falsificación. Al diablo hoy día no le interesa tanto destruir como falsificar. Y cuando la adulteración toca a la religión, es extremado mal: falsificación del remedio mismo.

2. La falsificación contamina todos los estratos del país, desde la estructura política llamada por gala “democracia”, hasta el comercio de loza, vino o heladeras; sobre todo la llamada “cultura”, la oficial al menos, que es puro camelote y mogiganga. Los famosos premios a la producción literaria, etcétera, son un mero tirar dinero cuando no una estafa: experto crede Ruperto, yo los he mirado muy de cerca. Es uno de tantos malbaratamientos absurdos y aun dañinos del Estado Liberal; que en tiempos de penuria como los nuestros, es casi sacrilegio.

3. La rebelión de los valores medios contra los sumos es peor que la de los ínfimos. Ejemplo, la de los nobles franceses la noche del 4 de agosto. Aquí los que valen algo hacen rancho aparte y se ponen a la cima, no solamente menospreciando a los que valen más, sino pretendiendo sigan detrás dellos. Los vicios de envidia y vanidad tienen que ver con eso. Esto fue la ruina del llamado movimiento nacionalista.

4. Nadie resiste aquí a las falsificaciones. Las instituciones que fueron hechas para eso,”columna et firmamento veritatis”, están mano sobre mano, si es que no las meten en el desorden.

5. No resisten al desorden de la Argentina ni se recatan dél. “Aquí hay gusanera, bueno aprovechemos la gusanera. No somos hermitaños. Debemos actuar en el mundo”. Esto dirían con clarividencia: pero no ven claro, y así no lo dicen. Pero lo hacen.

6. Contribuyen al peor mal que hay aquí, la adulteración del vino en veneno.

7. Leí en la “Vanguardia española” una noticia como para alegrar a ”La Vanguardia” nuestra: ¡se ha hecho en Madrid un homenaje al “escritor católico argentino-uruguayo” (más bien uruguayo, diría yo) Constancio Vigil padre! Estuvo presente un Obispo argentino de turismo por Europa, un obispo español, un jesuita, dos religiosos, algunos falangistas, además de las consabidas “altas autoridades eclesiásticas civiles y militares”. Los españoles no tienen la culpa. El obispo argentino, de cuyo nombre no quiero acordarme, no sabe lo que se pesca. No ha tenido tiempo de enterarse que Vigil cuando escribió “El erial” (donde niega la existencia del infierno y la divinidad de Cristo) era protestante y espiritista, cuando escribió los “Cuentos para niños” era bobo (aunque no para la platita) y cuando murió estaba demente paranoico desde hacía tiempo: fundó una nueva religión que era, según él, una prolongación del cristianismo pero perfeccionado; le dio una cantidad de francos suizos a un suizo para que escribiese su “Vida” dél, junto con la expresión del “Vigilismo” la nueva religión; libro que distribuyó aquí en castellano la editorial Atlántida. En 1949 la Santa Sede (los “canónigos de Letrán”) condecoró como “gran escritor católico” a este punto –el cual ya había promulgado su libro- al mismo tiempo que perseguían desde allí a muerte al único (o casi) escritor religioso que había en el país.

8. Borges es un “bluff-femo”. Las revistas “católicas” de aquí lo citan y aducen con gran ceremonia y revirando los ojos en alto. “Nec nominetur in vobis”.

9. Es tiempo que “Criterio”, “Esquiú”, “Señales” y demás periódicos “católicos” sepan que el “Abbé Pierre”, delicias de Mons. Franceschi (Ver “Criterio” Nº 1.388) es un perturbado sexual, atacado de lo que llaman “satiriasis”, y está actualmente recluido en un sanatorio de Suiza o del sur de Francia, no recuerdo. Es el mismo caso de Miguel de Molina, sólo que ahora no hay Inquisición. Es tiempo que baje del nicho o al menos callen decentemente acerca desa “gloria de la Iglesia”. Lo malo es que el finado Mons. Laffitte lo sabía, y estimaba que hacía a la edificación de los fieles correr velamen sobre el caso.

10. Si la Iglesia argentina produce desorden y confusión en el país, aunque sólo sea en plano cívico (y Dios quiera que no en el religioso también), ¿no pateará el país algún día? Mucho tememos que sí. No se puede tirar siempre de la piolita, que está ya bien estiradita.

11. Estoy inmensamente agradecido a mi patria por la libertad que me da de no ver televisión, no oír radio, no ir al cine, no comprar revistas, no leer diarios, ni escribirlos; son para mí las cinco libertades del Himno. Puede que esto no dure, y bajo Frondizi II o Frondizi III se imponga obligación bajo multa y control policial de escuchar los discursos del Frondizi de turno; así como nos obligan a votarlos. Pero para entonces por suerte yo ya estaré finado.

12. Un amigo mío, crónicamente indignado por el secuestro de Eichman por los israelíes me citaba con espumarajos el dicho de doña Golda Meir, la “Menistra: “Ciertamente violamos las leyes internacionales, pero la justicia estaba de nuestra parte...”. “Con esta ley –exclamaba mi amigo- pueden hacer lo que se les antoje; pueden raptarte a vos o a mí, violar las leyes y la dignidad argentinas, llevarnos a Israel y sentenciarnos a cualquier cosa, porque la justicia está de su parte, y ellos son juez y parte...” “No te aflijas –le respondí- que para refundirnos a mí o a vos, los judíos de acá no necesitan llevarnos a Israel”.

13. Para no acabar en sombrío:
La Argentina está en camino de convertirse en un país de mentirosos y ladronzuelos; pero...se va a cortar el camino. Speriamo, como dijo el italiano cuando compró de pichincha tres ataúdes de segunda mano.

Acotación de un redactor de “Combate” al punto 12:

Para refundirnos a mí, a vos o a nosotros, los judíos no necesitan sensacionales raptos. Les basta la colaboración de muchos “hermanos en la Fe” con vocación de Caínes.


COMENTARIO REDUCO: Creemos en la 5 libertades de Castellani, de las que nos aprovecharemos al máximo y sin demora. La libertad de no publicar ya nos la han dado en tiempo y forma, muy liberal y “católicamente”. Laus Deo.

IMAGENES

En la boca del miedo, de John Carpenter.
El cine de Hollywood, hecho para los carnales sin fe, se complace en sumergir la esperanza, mediante un muestrario de horror invencible. Es el caso de Carpenter, entre tantos otros. Sin embargo, el verdadero juicio es éste:

“A juicio de los carnales el diablo es terrible, a juicio de los escogidos el temor del diablo es despreciable. Como a un león le temen los incrédulos, como a un gusano le desprecian los fuertes en la fe y tan pronto es rechazado como es visto”.

SAN ISIDORO DE SEVILLA

jueves, 4 de febrero de 2010

CRITICA




Todo sobre la película del aclamado director James Cameron.


Ver enlace en el margen derecho.

CRITICA


EL HOMBRE INVISIBLE


Director: James Whale – 1933



PASOS EN LA NIEVE


(O de cómo un film puede ser inquietante o tranquilizador, depende de qué modo se lo mire)




No sabemos si la novela de H. G. Wells “The Invisible Man”, de 1897, es, como afirmara Borges, “un símbolo, que perdurará mucho tiempo, de nuestra soledad”. No sabemos tampoco si con “nuestra soledad” habrá querido decir de los hombres en general –por in-creyentes- o de la suya propia. Lo cierto es que en el entretenidísimo, sencillo y angustioso film de James Whale no se verifica en principio, aunque podemos pensarlo a posteriori, más allá del film mismo.


El hombre invisible de la Universal (Claude Rains, gran actor de, entre otras, “Notorious” y “Casablanca”) es un científico que no estaba solo, tenía una novia (Gloria Stuart, la viejita de “Titanic”) y trabajaba de ayudante de un destacado científico (el gran Henry Travers, recordado por “Sierra Alta”, “La sombra de una duda” y “Qué bello es vivir”), que es el padre de su novia. Luego de investigar en secreto la fórmula de la invisibilidad, no sólo obtiene aquel prodigioso efecto sobre sí, sino que además la droga que se administró hace estragos con su cerebro, volviéndolo un megalomaníaco sediento de poder que aterroriza a la gente y descarrila trenes. Pero, él mismo lo reconoce, empezó a meterse en esos experimentos porque deseaba tener honores, dinero y reconocimiento del mundo. Es decir, lo que provocaría la droga sería un incremento inusitado de la ambición que ya había en él. Ambición, codicia, vanidad. Malayunta.


Ahora bien, estas cosas están dichas y pasadas a la ligera, ya que el film –su estilo, el de Whale y la Universal, es austero, directo y de alguna forma “standard”- no abunda en la interioridad de Jack Griffin el invisible man (sí lo hará mucho más tarde en la película de Carpenter que, no obstante sus aciertos, no es mejor que ésta). Es entonces la manifestación exterior de los efectos que tal condición del protagonista opera en todos a su alrededor, la sorpresa –como del público de la época sospechamos, ante el prodigio y habilidad de los efectos especiales: estamos en ¡1933!, el año de King Kong y, en nuestras pampas recién, la primera película sonora-.


Tal vez no haya además esta interioridad, que podría haberse expresado mediante la voz en off, porque –además de su no incorporación aún a aquel tipo de cine- no sería viable. Esa es la razón para que, alternadamente, Carpenter muestre y oculte a su hombre invisible, el cual cuenta lo que le pasa mediante ese recurso. No se concibe alma sin cuerpo, aquí parecería haber una escisión, lo cual es enloquecedor, ciertamente. Si se es invisible no se puede seguir siendo normal. Y, por otra parte, un hombre invisible no traería más que inconvenientes. ¿Por qué, y esto acá no se dice? Por la naturaleza caída del hombre. Vale decir, mentando el título de otra película: No somos ángeles.


Por otra parte, puede pensarse al hombre invisible como la representación del fuera de campo en persona. Cuando el fuera de campo entra en el campo, dentro del rectángulo de la pantalla, no se lo ve, pero actúa. Y entonces la cosa se complica.


Volviendo a la metáfora acerca de la soledad. ¿Acaso hoy no se está logrando, en este mundo atroz, que los hombres, indiferentes entre sí, sean hombres invisibles unos para otros? El mal trato, el egoísmo, etc. hacen que, sin necesidad de la delirante formulita de Griffin, los hombres pasen esta vida juntos pero sin verse, ignorándose.


Digamos entonces que el film es inquietante. ¿Acaso no encontramos en él una metáfora de los hombres que hoy –invisibles- gobiernan el mundo? El cine por aquel entonces abundaba –en lo que hace al género terror- en engendros o abortos de la ciencia, en un muestrario de fracasos de los experimentos científicos más osados. Estaba tal imaginario instalado en el público, hasta en los films cómicos o los dibujos animados, que se hacían eco del infaltable científico loco. Estaban a la orden del día. ¿Pero no era tal vez ese mostrar el fracaso de tan extravagantes experimentos una forma de tranquilizar al gran público, por parte de aquellos que en las sombras estaban desarrollando, no hombres invisibles o criaturas monstruosas, sino bombas de destrucción masiva bajo el rótulo de “Democracy”?


Es cierto que en los films hay el reconocimiento de un límite, Griffin dice antes de morir que se metió con cosas que hay que dejar en paz. Pero las películas siempre terminan engañosamente bien. Y además, ¿por qué hay que dejar esas cosas en paz? Si no hay un Dios que nos gobierna a través de unos mandamientos a cumplir, ¿cuál es la base y el sostén del deber ético? ¿No hay que meterse en experimentos peligrosos o también no hay que meterse con la soberbia, la avaricia, el deseo de honor mundano y las riquezas? ¿Qué es lo que hubiese impedido efectivamente a Griffin meterse en todo eso, sino una creencia religiosa que le mostrara sus limitaciones? ¿O acaso alguien piensa que una película aleccionadora detendrá los afanes de dominio y soberbia de un científico?


Y, para seguir con las preguntas, ¿por qué hoy ya no se hacen esta clase de películas, sino que en el film fantástico y de terror se abunda en lo obsceno, lo truculento y lo abiertamente satánico? Justamente porque los científicos han ganado la batalla. ¿No es también con la intención de tranquilizar y volver frívolas a las mayorías, acostumbradas como están a que lo que ven en la pantalla no se relaciona con su realidad? La verdad puede mostrarse trivializada y falsificada, con el fin de que, luego, en la realidad, la verdad sea irreconocible. Es entonces cuando el cine, más allá del entretenimiento, puede procurar también el adormecimiento de los espectadores.


Una última pregunta y apagamos la luz: ¿Y si no hubiese nevado, cómo habrían atrapado al hombre invisible? No importa, es una bella escena que simboliza lo que es el cine.



CRITICA



THE CURSE OF FRANKENSTEIN

Director: Terence Fisher – 1967


EL HOMBRE Y LA BESTIA

(O de cómo el hombre que se hace Dios por las suyas acaba siendo menos que un hombre, una bestia, haciendo una criatura a imagen y semejanza de su alma caída)



Corresponde al cine desde siempre el acierto de haber colocado al científico en el lugar del malvado, del frenético que enloquece con su obsesión ilimitada de saber y sus enajenantes y peligrosos experimentos. Pensamos en casos paradigmáticos, como el científico de “The thing” (la primera), luego repetido en su vertiente de Alien y sus secuelas, y, por supuesto, el más ejemplar, este Frankenstein que finalmente terminó dándole su nombre a un monstruo que siempre está vigente.

Lo interesante de esta película es que está centrada más en el creador que en la criatura, resultando una especie de reflejo especular de la historia de Stevenson del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, al que algunos llamaron –aquí entre nosotros en una atinada versión fílmica de Soffici- “el hombre y la bestia”. Esta bestia, ese monstruo horroroso, mixtura de diversos cuerpos robados en la noche (interpretado aquí por Christopher Lee, brillante recreador también de un misterioso Drácula en otros films de la Hammer), esa befa que es un sub-humano, esa criatura sin alma es también el reflejo especular del Barón Víctor Frankenstein (Peter Cushing), la imagen de su monstruosa alma. Viene bien recordar estas palabras de Giuseppe Vattuone, laureado médico neuropsiquiatra: “Como apóstata que es, el hombre moderno es consciente de su propia infinitud en Dios por la revelación de Cristo, dolorosamente penetrado por la omnisciencia de Dios, mientras más avanza en la conquista del conocimiento de la materia limitada y determinada, más ignorante se descubre y su deseo infinito de conocimientos se convierte en su tormento y su condena. Nunca más tendrá alegría. Como si él tuviera que crear, no teniendo sino que descubrir las leyes de lo creado”.

Un ambiente de ateísmo claustrofóbico se esparce ante nuestros ojos, centrada la historia en la casa y el laboratorio de Frankenstein. El conocimiento desenfrenado, la ambición, obsesionan al Barón, y son las que hacen de nosotros, como diría Jünger, “unos bárbaros y unos caníbales”, que es lo que en este film se verifica. En este sentido puede decirse que este es un film de horror, no tanto por lo que sea capaz de hacer el monstruo ni por recursos de truculencia que acechan a los protagonistas, sino por los razonamientos y métodos empleados por Frankenstein para llevar a cabo su “obra”.

También se ve un desdoblamiento entre lo escabroso del laboratorio y las prácticas del doctor con la pulcritud incólume de su hogar y su atuendo; entre sus modales bruscos y lascivos con la sirvienta que es su amante y la corrección y frialdad con que trata a su prima y prometida Elizabeth. Por cierto, bien se muestra el carácter femenino, los intereses que las mueven y la credulidad y ceguera de las mujeres (que es a la vez su fortaleza y su debilidad, como en los niños). Acá podría hablarse también de “La bella y la bestia”, en esas dos incursiones femeninas al laboratorio en que Fisher maneja muy bien el suspenso. Pero la lección de “La bella y la bestia” es: “una cosa debe ser amada antes de ser amable”, en cambio acá, podríamos decir: “no podemos amar una cosa que está hecha contra-natura”.

Al final de la historia, el Barón recurre, como nunca antes lo hizo, a un sacerdote, pero no para dar su confesión y pedir los últimos sacramentos, sino para que evite que lo ajusticien. Pero el intento es inútil y está bien que así sea (al menos en esta primera parte Frankenstein tiene el final que merece, ya veremos que la saga, esto es cine y no podía ser de otra manera, debe continuar. Pero esa es otra historia, no tan buena como ésta).

Por supuesto, tiene entonces el film un final feliz complicado, y me temo que en la vida real las cosas son más complicadas, y habrá que esperar más tiempo (y mayores desastres) hasta que al fin se arregle todo esto. Porque, como sabemos, al fin todo se arreglará y ya no habrá films ni historias de horror.

martes, 2 de febrero de 2010

ENSAYO - EL CINE Y LOS MOVIMIENTOS DE MASAS GNOSTICOS

EL CINE Y LOS MOVIMIENTOS DE MASAS GNÓSTICOS

Con esta asociación del título no debe inferirse que el cine sólo ha ocupado el lugar servil de aquellos movimientos, ya que también los ha negado en algunos –no pocos- casos, pero sí que en gran medida ha sido un gran servicio para éstos.

Hay una estrecha relación entre la negación del concepto de pecado –o la culpa de la criatura caída- y la persistencia de lo que Eric Voegelin llama “movimientos de masas gnósticos como sucedáneos de la religión”. No podemos vivir sino según la naturaleza o la gracia. Las dos tendencias crean una tensión en nosotros que debemos resolver. El mundo –los hombres que viven sin tener en cuenta la Ley de Dios- ha negado la gracia, queriendo por sus propias fuerzas (su naturaleza caída) obtener la salvación. Voegelin en su obra “Los movimientos de masas gnósticos como sucedáneos de la religión” describe estos movimientos: el progresismo, el positivismo, el marxismo, el psicoanálisis, el comunismo, el fascismo y el nacional-socialismo. Nosotros no dudamos en agregarle fenómenos como el ahora en marcha ecumenismo religioso, y el democratismo, que de alguna manera los contiene a todos. Movimientos que han partido de una intelectualidad y de grupos pequeños para extenderse luego a las masas o al hombre-masa que se deja llevar por la corriente de la Historia. Todos ellos, como es obvio resaltar, opuestos y enemigos –aun sin manifestarlo, o definiéndose “católicos”- del Catolicismo.

Seis características define Voegelin como propias de la actitud gnóstica:

1-El gnóstico es un individuo descontento de su situación –reconoce obviamente que la situación no es buena, y
2-que cree que todos los males se deben a una mala organización de la existencia en el mundo. Los defectuosos no somos los hombres sino la sociedad.
3-El gnóstico cree en la posibilidad de liberación del mal del mundo,
4-y piensa que el orden de la existencia tiene que ser cambiado en un proceso histórico: el mundo malo ha de convertirse históricamente en bueno, esto es, es posible el Paraíso en la tierra.
5-Cree que está en manos del hombre efectuar un cambio que tenga carácter liberador en el orden de la existencia.
6-Si es posible hacer de este mundo algo perfecto, le corresponde al gnóstico investigar la fórmula, alcanzar el conocimiento –la gnosis- para efectuar el cambio de la existencia. Hay una disposición del gnóstico para aparecer como el profeta que comunica a la Humanidad su conocimiento liberador.

Podrá imaginar el lector la cantidad de signos de que van acompañados estos movimientos gnósticos que se manifiestan incesantemente, negando la verdad cristiana o usándola convenientemente tergiversada para alcanzar sus fines, plagando la tierra de ilusiones en busca de la añadidura sin el Reino de Dios. Las artes no han sido ajenas y han sido re-utilizadas por estas distintas corrientes, ocultando la gracia y ensalzando al fin la naturaleza, lo cual es un contrasentido tratándose del arte, justamente un medio del espíritu para negar y trascender la naturaleza caída, abriéndole caminos donde el ser vence al parecer.

Esta tensión entre lo natural y lo sobrenatural, que es negada de plano por el mundo, no se ha visto casi nunca en el cine, muy particularmente en los llamados films religiosos, lo cual nos da a entender mejor la naturaleza del problema.

Liberalismo, democratismo, voluntarismo anarquista (de derecha y de izquierda), americanismo, ecumenismo, marxismo, todas ellas en mayor o menor medida se han infiltrado en el cine desde temprano. Es cierto que Griffith al negar la vertiente positivista de los Lumière –el cinematógrafo- cortó amarras con la mirada benevolente y altanera sobre el mundo del siglo XIX y XX. Pero ese mismo instrumento y lenguaje que Griffith inventara, fue luego sagazmente re-utilizado por los más inteligentes liberales norteamericanos -de origen hebreo muchos de ellos- sin que por ello dejaran de hacer cine, en tanto y en cuanto utilizaran casi todos los recursos descubiertos e implementados por D. W. (el mismo Griffith, por otra parte, se dejó usar por el Sistema de Dominación que ya desde la creación de la Reserva Federal en 1913 se había adueñado por completo de su patria, en el film “Corazones del mundo”). Esto que parecerá polémico a muchos, que suelen hacer tajantes divisiones en su visión maniquea de las cosas, se evidencia en un claro ejemplo: Da Vinci era un pintor de reconocido talento, no es posible afirmar que lo que hacía no era pintura –ni siquiera negar que era arte- por el hecho de que pudiera ser desacralizante e irreverente con la iconografía religiosa. No era pintura religiosa, pero era pintura. O entendemos que de su parte hubo una apropiación técnica y un aprendizaje a partir de los maestros medievales que lo precedieron para hacer con esas armas otra cosa, o entonces debemos darle a su obra otro nombre. Multitud de films de talento se pueden convocar a la memoria donde analogar esto. Otto Preminger, por ejemplo, era uno de los más talentosos directores de cine de Hollywood, y además productor independiente. Y conociendo el lenguaje propio del cine –todo aquello que hemos ido mencionando en nuestras críticas- hacía con todo ello films de un liberalismo muy sutil pero corrosivo y servil a la vez para el mundo que por entonces se vivía. Usaba, sí, los elementos del cine –no todos- que usaba Hitchcock, pero de manera exactamente contraria. Ambos hacían cine, ambos eran tributarios de Griffith. Pero estos tres, Preminger, Hitchcock y Griffith, luego de esa única convergencia, bifurcaban sus caminos: uno era ateo, el otro católico y el último protestante.

Estas corrientes gnósticas que han convivido en Hollywood –a excepción de unos pocos católicos que ya destacáramos, pero que no podían a su vez hacer un cine notoriamente confesional, a no ser teñido de liberalismo- acrecentaron su influencia a partir de la mitad de los años ’60 y hoy continúan con mayor despliegue y menor talento: a la cabeza el gnosticismo de Cameron; el ecumenismo spilbergiano; el satanismo larval cada vez más evidente; la cienciología; la New-Age; el mundialismo que devendrá tras el caos que es mostrado con fruición en la sociedad norteamericana; la vuelta a la “Madre Naturaleza”, quizás más adelante la religión noáquida, quién sabe. Todo esto está canalizado y vehiculizado por el Sistema de Dominación como no lo estuvo nunca, marcando tendencias la “Academy” dispensadora de los Oscars, con sus hoy apadrinadas tendencias a la eutanasia, el aborto, la igualación del hombre y la mujer, la homosexualidad, el multiculturalismo, etc, como se pudo comprobar en las últimas entregas de la vulgar estatuilla. Todo esto, desde luego, no pudo llegar a imponerse ahora sino tras varias décadas de preparar y sembrar en un terreno fértil para ello. La nunca tocada, antes siempre bien ponderada “Democracia”, la repetida idea escuchada en centenares de films de que “este es un país libre”, las explosiones que todo lo arreglaban y de paso encubrían este sinuoso andar del gnosticismo, ello nos permite ahora recapitular y valorar más lo poco que ha podido desligarse, evitar ser usado ingenuamente, por aquella gigantesca maquinaria de la “Meca” del cine, que, ¡ay!, pudo haber sido el bosque sagrado pero profanó la montaña con una “L” de más, la de aquella palabra que nos han repetido hasta el hartazgo y que, después de todo, es la obsesión de los esclavos: “Liberty”, esto es, libertad del hombre respecto de Dios, del Dios Uno y Trino.
Para terminar de ver este tema que el gnosticismo en todas sus vertientes niega, la culpa del hombre, el pecado original, ¿cómo asumió el mismo el cine o cómo se lo sacó de encima? Diremos primero que el hombre es culpable ante Dios, ante Él se comete el pecado en primer lugar. El cine, en general, no ha desconocido la culpa y el mal, sino que ha desplazado la responsabilidad de esa culpa ante personajes irredimibles y demonizados, en una especie de maniqueísmo que a partir de los años ’60 se ha tornado muy obvio y por lo tanto menos verosímil. La inclinación al mal lleva consigo la culpa, y este es un sentimiento que el hombre trata de proyectar fuera de sí. Lo hace a través de las ideologías –los distintos movimientos de masas gnósticos- y en el cine lo proyecta en esas figuras malvadas y perversas que quieren destruir a los héroes inmaculados –o no tanto- con quienes nos identificamos. “Puede decirse que una diferencia básica –escribe Pío Moa- entre la religión y la ideología consiste en la actitud ante el mal. La religión sostiene que el mal, y por consiguiente la culpa, es intrínseco al individuo, y que atenuarlo(...) o superarlo por completo exige un combate interno y permanente. La ideología niega tal cosa” (Cfr. “Religión e ideología: Proyección de la culpa”, Conoze.com).
Repetimos que ha habido en el cine honrosas excepciones en contrario (Hitchcock, Capra, Ford, entre otros, precisamente con su carga de catolicismo detrás), pero, casi siempre, lo que Hollywood estableció es que no todos pudiéramos ser malos, ni todos buenos, sino que la industria del entretenimiento catalogó a los malos y a los buenos de una vez para siempre, siendo estos últimos los que siempre –o casi siempre- triunfaban. Se estableció esa segura categoría de los malos (Boris Karloff, Bela Lugosi, Peter Lorre, Konradt Veidt, Judith Anderson, Vincent Price, etc.) y de los buenos (Gary Cooper, Cary Grant, Clark Gable, James Stewart, Rock Hudson, Alan Ladd, Bing Crosby, etc.), seguridad que el espectador se llevaba a casa y con la cual podía luego razonar maquinal y maniqueamente, categorizando instantáneamente a los réprobos de la Historia (Hitler en primerísimo lugar, luego los nipones o los hispanos incapaces de gobernarse democráticamente) y a los buenos (Roosevelt, Churchill y aliados). Se nos dirá que se trataba de arquetipos, es cierto, pero ¿arquetipos de qué? ¿En relación a cuál ideal? ¿A qué sociedad y a qué fines destinados? Sin una mirada sobrenatural por parte de los hacedores de filmes, la respuesta es obvia.

Recordemos: Hitchcock usó a Cary Grant en un personaje ambiguo (Suspicion), pero debió cambiar el final (donde resultaba culpable de asesinato) porque nadie podría digerir que Grant lo fuera. Hizo lo mismo –con este sí pudo- con Joseph Cotten, y luego con James Mason, y procuraba en sus films quitar esta falsa seguridad o certeza pre-establecida por el espectador respecto de una determinada figura. No se trataba de no tener certezas, sino de que las mismas fueran comprobadas en la evidencia que el espectador elaboraba a partir de la realidad de lo que el mundo es y de lo que él mismo es. Porque se trataba de hacer un cine no “realista”, pero sí fundado en la verdad que se verifica en la realidad.

Vinculado a todo esto, está el recurso –que ampliamos en otro ensayo- del “happy-end” o final feliz de la mayoría de las películas norteamericanas y clásicos en general. Es la visión teñida de gnosticismo, liberalismo y marxismo de que las cosas han de terminar bien en este mundo al cual se pretende convertir en un paraíso, o, por lo menos, el final de la película debe ser un pequeño paraíso tranquilizador donde el hombre por obra de sus manos y del azar que siempre es justiciero, termina feliz y sonriente, porque todo el mundo puede ser un ganador en esta vida.

¿Cómo llegamos a esto? Hasta aquí han llevado al mundo porque, como diría Mons. Lefebvre: “Basta una mala definición para vernos en pleno desorden”. Y una mala definición de lo que el hombre es, y de su destino sobrenatural, trae como consecuencia el auge del gnosticismo en el cine moderno, tanto como en la política global o la religión.

NOTA - CULTURA Y OTROS NEGOCIOS TURBIOS

Cultura y otros negocios turbios: Cine.

Por Aníbal D’Angelo Rodríguez
Tomado de Revista Cabildo Nº 13, Febrero 2001.
Se me ocurrió hacer una estadística de lo que los críticos cinematográficos nos cuentan del cine. Ya se sabe que la raza de los cronistas de cine independientes está en extinción. Hasta tal punto que hay toda una película (“La cruz” con Mirtha Busnelli y Norman Briski) contando esa peripecia. En cuyo desarrollo un editor le recuerda a un crítico: “No se olvide que la publicidad nos da de comer a todos, incluso a usted”.

El resultado es que los críticos mienten. Ojo: no afirmo que se equivoquen o que tengan pocos recursos culturales para juzgar. Esto es cierto y de toda evidencia, pero lo más grave es que los cronistas tienen que mentir. O sea que no pueden, en general, calificar a las películas con libertad sino que se ven obligados a ser, por lo menos, benévolos. Estas son las reglas del juego, que nadie ignora.

De modo que si consideramos cinco calificaciones posibles (Excelente, Muy buena, Buena, Regular y Mala) hay que entender que en las dos primeras se engloban, aproximadamente, las películas dignas de verse y en las tres últimas las que no se justifican ni artística ni comercialmente. Pues hay que partir de la certeza de que un cronista que quiera conservar su puesto tiene que elevar cada filme que juzga, como mínimo al grado inmediato superior, como dicen los militares. De modo que las Buenas son regulares, las Regulares son en verdad malas y las Malas...cruce de vereda si pasa por delante del cine.

Pues bien, de las 175 películas estrenadas desde el 1º de este año, apenas algo más de un 30% mereció las dos primeras calificaciones y casi un setenta por ciento las tres últimas. Estadística de cuyos detalles te hago gracia pero que hice utilizando mi archivo y combinando las calificaciones vertidas en los dos diarios de mayor circulación de Buenos Aires. ¿Puede alguien asombrarse de la crisis del cine?


NOTA REDUCO:Tomamos un diario al azar: Suplemento espectáculos diario Clarín, 18 de enero de 2010. En la grilla de estrenos y películas en cartel se reseñan y califican 21 películas (una no lleva calificación, así que no la contamos). De esas 21 películas, 1 es considerada Excelente, 4 Muy buenas, 15 Buenas y apenas 1 Regular. No hay ninguna Mala. Juzgue el lector si no es exacta la expresión usada por ADR sobre el deber que tienen los cronistas cinematográficos de mentir (a no ser que estemos en la etapa del gran cine clásico de Hollywood y no nos hayamos dado cuenta).