“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

martes, 30 de agosto de 2011

DOSSIER - EL SACERDOTE EN EL CINE NORTEAMERICANO

EL SACERDOTE EN EL CINE NORTEAMERICANO


“Ofrecer el Sacrificio es la razón de ser del sacerdote”.
(Monseñor Marcel Lefebvre)


“Me permitiré formularos este interrogante: ¿cuál es la función esencial del sacerdote y por qué la estableció Nuestro Señor Jesucristo? (…) No dudo de que en vuestros corazones ya habéis respondido a mi pregunta con aquellas palabras escuchadas cuando la institución del sacerdocio: “Haced esto en memoria mía…”
La Iglesia ha creído y afirmado siempre que mediante esas palabras los Apóstoles recibieron la participación del sacerdocio de Nuestro Señor, es decir, del Sacramento del Orden. Palabras breves, ciertamente, ¡pero cuán cargadas de significado! “Esto”, “en memoria mía”.
-Esto: el Sacrificio de la Cruz continuado, perpetuado en su realidad física y mística; el Sacrificio de la Cruz continuado por el pan y el vino consagrados y transformados sustancialmente en Cuerpo y Sangre de Jesús.
-Esto: el Sacrificio de oblación incruenta de Cristo vivo, inmolado sobre la Cruz una vez para siempre y que continúa intercediendo por nosotros.
-Esto: este Cuerpo y Sangre de Jesús resucitado se convierten en alimento de su Cuerpo Místico: del Sacrificio de la Cruz proceden las gracias de que las almas de los fieles resuciten con el Bautismo, la Penitencia, la Extremaunción y todas las gracias de los Sacramentos. (…)
El sacerdote no tiene razón de ser ni sentido sino en el Sacrificio de la Misa. (…) Todo vuestro ser sacerdotal está hecho para continuar el Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo y en consecuencia, para llevar las almas a esa fuente inagotable de gracias para su santificación y su glorificación.
Como dice atinadamente el Padre Garrigou: “Así como el sacerdocio es la función sagrada por excelencia, el sacrificio, como su nombre lo indica, es la acción sacra por excelencia. No hay sacerdocio sin Sacrificio. No hay Sacrificio sin sacerdocio”. Entre ambos términos existe una relación trascendental, esencial. (…)
Disminuir, amenguar la expresión de nuestra fe en tales realidades que constituyen la esencia misma del sacrificio que nos legó Nuestro Señor Jesucristo puede llevar a las consecuencias más desastrosas, porque el Sacrificio de la Misa es el corazón, el alma, la fuente mística de la Iglesia”. (Mons. Marcel Lefebvre, Conferencia pronunciada en marzo de 1971 en el retiro sacerdotal de la “Asociación de Sacerdotes y religiosos San Antonio María Claret” de Barcelona).


“La vida del hombre no se puede concebir sin la presencia del sacerdote; él nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte; él bautizó nuestra alma, la purifica en el sacramento de la penitencia, la alimenta con la Sagrada Hostia, la ilumina con el catecismo y lo hace cada Domingo por el sermón; él celebra el Santo Sacrificio de la Misa que tanto necesitamos, él da la bendición a los esposos, él guía por sus consejos, todos los días reza por sus ovejas, y estará presente cerca de ustedes en el momento de su agonía y de su muerte”.
(“La vocación sacerdotal o religiosa”, R. P. Bertrand Labouche, FSSPX).


Olvide el lector todo lo que acaba de leer, por lo menos cuando se siente a ver una película norteamericana donde aparezca un sacerdote, ya que todo ello –salvo alguna que otra excepción- brilla por su ausencia. Como afirma otro sacerdote: “Hoy en día, el sacerdote se ha convertido en un animador, un asistente social, y a veces en un líder político. La dimensión sobrenatural de su misión pasa en silencio” (R. P. Bouchacourt, FSSPX).

En el cine yanqui el sacerdote llega a ser hasta un showman y, cómo no, siempre un contemporizador con las religiones que viven en el error. Al fin y al cabo, el cine norteamericano era ecuménico y debía ser visto con agrado por todos, fueran éstos católicos, protestantes o simples admiradores de las “estrellas” protagónicas. Nada de mostrar la Santa Misa, ni al sacerdote en sus rezos. Mucho más raro aún la predicación del Evangelio de Cristo. ¿Para qué? Es más divertido verlo cantando (jazz, no misa en latín) o dando de comer a los hambrientos, cosa que cualquiera puede hacer pero que acerca al cura más al sentido inmanente y socialistoide de la religión moderna. Otras veces sacará a los chicos de la calle…para volverlos unos perfectos ciudadanos creyentes del “americanismo”. Y no será raro verlo vestido como cualquier hijo de vecino, para asimilarse mejor a estos tiempos de apostasía. Hoy los curas con sotana aparecen sólo en los chistes blasfemos de Página/12.

Si para San Leonardo de Porto Maurizio la Misa es “nada menos que el sol del cristianismo, es el alma de la fe, el corazón de la religión de Jesucristo; todos los ritos, todas las ceremonias, todos los sacramentos a ella se remiten. Es, en una palabra, el compendio de todo lo que hay de hermoso y de bueno en la Iglesia de Dios”, la religión en el cine norteamericano puede pasarse sin ella, y, más allá de cómo y en qué circunstancias ubique al sacerdote, es capaz de presentar cincuenta años de la vida de un sacerdote sin mostrarlo jamás celebrando Misa, ni bautizando, ni rezando su Breviario, ni enseñando la doctrina, ni convirtiendo a los infieles, ni confesando, y a pesar de eso proponerlo como ejemplo del buen sacerdote (“Las llaves del reino”).

De manera que muy raramente el cine llamado “religioso” sabrá afrontar el misterio que encierra la vida sacerdotal. El americanismo ha pegado fuerte y el cine es reflejo de ese compromiso del catolicismo con el mundo, que en el norteamericano puede verse en su énfasis en la libertad religiosa, y en su optimista expansión exterior a través de la acción en detrimento de la contemplación, secularizando el verdadero cristianismo hasta disolverlo entre todas las religiones. Al respecto viene bien recordar estas palabras de San Pío X: “Indudablemente la compasión que mostramos hacia los pobres, aliviando sus necesidades, es muy encomiada por Dios, pero ¿quién negará que ocupa un puesto mucho más eminente el celo y esfuerzo que se endereza a instruir y a persuadir y de este modo colmar a las almas, no de los bienes pasajeros de la tierra, sino de aquellos que duran para siempre?” (Encíclica sobre la enseñanza de la doctrina cristiana, 15 de abril de 1905)

En fin, haremos un repaso somero pero creemos que bastante representativo de cómo la mentalidad liberal del católico americano, influido por los protestantes y los agnósticos, más el hebraísmo de las compañías productoras y la influencia de la masonería, ve al sacerdote a través del cine. Por supuesto, hay sus magníficas excepciones que es justo declarar, con los reparos correspondientes. Pero es interesante ver qué poca posibilidad había en el cine clásico –y casi nula hoy en día, salvo un muy inteligente camouflage- para abordar seriamente temas que al público católico bien formado –y por lo tanto bien dispuesto- podría interesar. Hitchcock, para mentar un caso, debía disfrazar su obra mediante el género de misterio o “suspenso” para así poder incluir una lectura profundamente moral que soportara la censura implícita del establishment hollywoodense. Hubo otros casos de films laterales donde podía darse el caso, pero siempre fuera de las autopistas más transitadas.

El balance, desde luego, es negativo, pero a esta altura nadie puede sorprenderse. Hemos limitado nuestro estudio al cine estadounidense en primer lugar porque es el cine por excelencia, nos guste o no, luego por ser muy vasto su campo de acción y, también, por su repercusión hasta el día de hoy, donde tales films cuentan con mayor accesibilidad que el cine clásico español, italiano o francés.

"Forja de hombres" (Boys Town) con Spencer Tracy, 1938. El cura como asistente social y la libertad religiosa para tener cualquier religión o "incluso no tenerla".

Spencer Tracy en "El diablo a las cuatro" (Mervin Le Roy, 1961). Buena película donde un sacerdote venido a menos recupera el sentido del sacrificio a raíz de la erupción de un volcán en una isla. Podría haber sido mejor con un director más talentoso y un poquito católico.
 
 
Bing Crosby en "Las campanas de Santa María", liberalismo católico de la mano de Mc Carey, con una monja moderna interpretada por Ingrid Bergman.



Gregory Peck en "Las llaves del reino", un cura que no celebra misa, no confiesa, no reza, no predica, y hasta se niega dos veces a convertir a dos hombres, uno de ellos en su lecho de muerte. Eso sí, de vez en cuando pone cara de buen chico y recita algun versículo sobre una pradera en China. Vergonzosa película de John M. Stahl.


El cura antiguo retrógrado y el nuevo cura moderno, canchero anticipándose al concilio: Bing Crosby en la exitosa "Siguiendo mi camino" (también llamado El buen pastor), de Leo McCarey.


Henry Fonda y Dolores del Río en "El Fugitivo" de John Ford. Un cura perseguido, timorato, inseguro, pero así y todo queda firme la figura del sacerdote como hombre de Dios. A Dios gracias no le permitieron a Ford ser más fiel en su película a la novela de Graham Greene.


Un cura que llega a Cardenal en "El Cardenal" de Otto Preminger, película ultraliberal muy recordada por su hermosa banda sonora. Democracia en la Iglesia.


Seguramente la mejor representación cinematográfica de un sacerdote en el cine americano: "Yo confieso" de Alfred Hitchcock, centrada en el secreto de confesión y la Pasión que sufre el cura como otro Cristo.


Frank Sinatra canta un poco vestido de cura en "El milagro de las campanas" de Irving Pichel, una película boba y sentimental, pueril y por momentos simpática. En el fondo perversa.


Dirk Bogarde hace de cura en "El angel vestido de rojo", de Nunnally Johnson (guionista también de Las llaves del reino). Película desarrollada en la España de la guerra civil, antifranquista y revolucionaria. Está todo dicho.


"Angeles con caras sucias" de Michael Curtiz. Una historia interesante con un final rebuscado y torcido. No convence. Se nota que el director no es católico.


Ward Bond es el cura en "El hombre tranquilo" de John Ford. Puesto en igualdad con el pastor protestante, son intercambiables.
 
Otra excelente demostración del catolicismo de Hitchcock: programa de TV "Alfred Hitchcock Presenta", episodio "The Horseplayer". El cura arrepentido (Claude Rains) pide perdón y consejo al obispo paternal y sensato, parecido en su figura a Mons. Fulton Sheen.



Bogart es un mercenario que se hace pasar por cura para salvar su vida, en una misión católica de China. Nadie se da cuenta. Finalmente descubierto, es tratado como un héroe. Nuevamente aparece el pastor protestante como un igual y hasta dando consejos a los católicos. Una estupidez increíble llamada "La mano izquierda de Dios", de Edward Dmytrick (que hizo una interesante película The reluctaint sant).
 
El cura de "Donovan's Reef", de John Ford, una figurita decorativa. Obsérvese el cementerio ecuménico que tiene junto a la capilla. Película vergonzosa.



"El Exorcista" de William Friedkin. No es del todo ortodoxa, pero muestra muy bien la corrupción del clero tras el concilio. El Padre Merrin está basado en Teilhard, ¿tal vez por eso es vencido por el demonio? Excelente película, concede mucho al espectáculo, seguramente porque Friedkin no comprende demasiado el problema teológico que plantea un resabiado de liberalismo como Blatty.


Donald Pleasence en "El príncipe de las tinieblas", de John Carpenter. Película maniquea, gnóstica, donde el sacerdote es más ignorante que el científico y finalmente legitima un sacrificio que no tiene final cristiano. Un disparate, ciertamente muy bien llevado por el maestro de los films de horror.


Robert De Niro es el sacerdote, Robert Duvall su hermano policía, en "Confesiones verdaderas" de Ulu Grosbard, 1981. Una historia muy interesante no muy felizmente resuelta por el director. Está bien mostrado el liberalismo de la Iglesia en USA.



Antonio Banderas en "The body", película judía anticristiana, realizada para difamar la Resurrección de Nuestro Señor, cuestionar la Sábana Santa y repudiar a la Iglesia.


"Los crímenes del Rosario", policial dirigido por Fred Walton. No tiene nada de religiosa, el cura que interpreta Donald Shuterland no aporta nada importante en cuanto cura, más bien parece estar a punto de dejar los hábitos detrás de una mujer que le hace la cabeza toda la película.


"La Misión" de Roland Joffé, otro director de izquierda y agnóstico puesto a filmar una historia católica. Sentimentalismo puro, poca convicción. El cura lleva la custodia con el Santísimo como avergonzado. Tendría que haberla hecho Mel Gibson, pero en esa época sólo era el policía Riggs.


El curita de "Gran Torino", del anticatólico Clint Eastwood, película controversial debido a su final. Nuevamente la figura del cura aparece deslucida, titubeante, sin bríos ni letras. Desde luego con muy buenas intenciones.


"La duda" de John Patrick Shanley, un cura sospechoso pero moderno. Una película que sólo siembra dudas, en un ambiente de los años '60 ya afectado por los cambios conciliares.


Tom Wilkinson en "El exorcismo de Emily Rose", una buena aproximación aunque un tanto oscura y deslucida a las pruebas que debe afrontar un sacerdote a raíz de un exorcismo.


Uno de los curas de Carpenter en "Vampiros". Éste es un reverendo hijo de... El otro es un curita debilucho y pusilánime al que el protagonista se la pasa insultando y pegando. Nuevamente el gnosticismo de Carpenter que usa a la Iglesia como él quiere.

Antonhy Hopkins realiza una excelente interpretación en la reciente "El Rito", película modesta pero claramente católica.

EL NOMBRE EQUIVOCADO


EL NOMBRE EQUIVOCADO


La película de De la Iglesia contra la Iglesia.


Si es cierto que “el nombre es arquetipo de la cosa”, también lo es que, entre nosotros, el nombre no hace a la persona y, por eso, Dios no hace acepción de nombres. Si puede un nominado con sendos nombres de las letrinas revolucionarias, transfigurar los nombres con la limpieza del agua y la sangre del bautismo, pueden a la vez nombres sagrados ser llevados como estigmas por criaturas serpentinas que reniegan de la identidad por ellos otorgada.

El nombre no hace a la persona, puede decirse, salvo en materia de religiosa elección definidora. Hay nombres que se deciden y se nombran y se bendicen, pero no se limpian tras la primer empuercada pecadora, y se abandonan a las piaras incontinentes para revolcarse sin descanso entre los basurales del mundo que es muerte. De ellos estamos rodeados.

Uno se entera, por ejemplo, de que una mujer llamada MARÍA JOSÉ Lubertino persigue las imágenes religiosas en lugares públicos (imágenes que no son otras que las de JESÚS, MARÍA y JOSÉ), y se pone a pensar en el odio libertino que reniega de la propia vida pero no llega a manifestarse con la pretendida racionabilidad que se postula para apoyar medidas descabelladas y al fin inútiles, como todo lo que emprende el espíritu diabólico. De haber coherencia en el reclamo debería la susodicha cambiarse de nombres.

El odio llevado al extremo persecutorio se encuentra también, por ejemplo, en una especie de mujer llamada MARÍA DE LA CRUZ Rachid, lesbiabortista que lleva la cruz sin Cristo y el más excelso nombre de mujer manchado en la figura podrida de la pecadora homicida que en su inaguantable existencia combate lo que no puede quitarse  de encima. Bestialidad renegada que no puede ni podrá manchar la pureza de un nombre que como al mal ladrón la crucifica.

Y un majadero llamado Gonzalo DEMARÍA vomita una obra de teatro que es, según un  pasquinoso diario centenario, “una historia que pone en jaque la religiosidad y la trascendencia”, nada menos (“El cordero de ojos azules”). Cuestionar la religiosidad y llamarse Demaría: vaya trabajo inútil se proponen algunos. Pero a otros les reditúa en lo económico, entonces insisten, como un director de cine español que se llama Alex DE LA IGLESIA, pero que filma porque odia a la Iglesia (¿y a sí mismo?) una película llamada “Balada triste de trompeta” y que un incorregible zurdo y ciego de la sábana matutina llamado Minghetti (no confundir con el buen Minguito), encomia pues le parece excelente una película donde “todo es excesivo (la violencia, la sangre, la humillación, la locura) … Cada personaje tiene su momento. El tonto cuando abusa de todos y el triste cuando deviene salvaje y finalmente esclavo doméstico de un militar franquista, y así convertido en animal se atreve a morder la mano del Generalísimo antes de alucinar con el patético lamento de Raphael en un cine de barrio”. Además, los personajes de la película, según informa el periodista de marras, “enfrentados a muerte se convierten en monstruos que se desfiguran y llevan su duelo hasta la cruz del Valle de los Caídos, encima de los restos de un pasado que sangra todavía y donde todos pueden caer y morir” etcétera.

Fascinación del vértigo abismal que se encuentra en estos cuatro monstruos, tal vez por una especie de proyección teratológica de sí mismos en aquello que odian. Un monstruo es aquello que pudo haber sido grande, bueno y hermoso, y en cambio sólo le queda una grande y mala deformidad, con un nombre hermoso e incómodo, como una cruz inaguantable que, al parecer, por repugnancia hacia aquello que el nombre designa, se hará más terrible de llevar, en una caída permanente hacia el horrible hoyo final.

     

miércoles, 24 de agosto de 2011

MICROCRITICAS


MICROCRÍTICAS


RETRATO DE JENNIE (William Dieterle, 1948)





Película afectada, terriblemente pomposa, típico producto de un snob como era el productor David Selsznick. Para demostrar su gran acervo cultural hace que uno de sus empleados, en este caso el director alemán Dieterle, coloque en el frontispicio de la película, además de la frase que “garantiza” la calidad excelsa del producto, una frase de Eurípides y luego otra de John Keats. Luego inserta música de Debussy, para ilustrar cómo un pobre e ignorado pintor realiza un memorable cuadro de su esposa, la bella actriz protagonista.
El tópico del malogrado artista en su buhardilla lo aceptamos porque lo encarna Joseph Cotten; la muchacha que viene del más allá le va muy bien a Jennifer Jones; está bien Ethel Barrymore. Algunas cosas que se dicen son muy ciertas y por momentos la “atmósfera” nos atrapa. Pero la película parece realizada por un adolescente que no sabe bien lo que quiere (“la verdad no está en la película, sino en tu corazón” dice un locutor al principio). Nos place Lilian Gish haciendo de monja, pero la inclusión de la religión es sólo un recurso desesperado para dotar de entidad al misterio planteado: una mujer que viaja a través del tiempo para que un desconocido pintor plasme su figura en un retrato. Pero Jennie no es una alegoría de la musa inspiradora (no intenta ser una alegoría), ni es una metáfora de la belleza que inspira al pintor (para eso no hacían falta los saltos de tiempo). Mucho menos es una santa o un ángel enviado por Dios, pues su relación con el pintor es impropia. ¿Un alma del Purgatorio, tan contenta?
Misterio, debemos recordar, es lo que no puede explicarse por la razón, pero ello no significa que está contra la razón sino por sobre ella. En esta película el misterio es absurdo, por lo tanto, es un falso misterio.



UN CUENTO CHINO (Sebastián Borensztein, 2011)


Cosas que nadie dice. Cosas que no hemos encontrado en la totalidad de las críticas observadas –una quincena en Internet, ya sea de profesionales o amateurs de la crítica-. He allí la razón de nuestro comentario o “microcrítica”.
Esta película muy entretenida, muy llevadera y agradable, muy bien actuada, esta pequeña obrita que no se propone demasiado, que cumple su primera función de no aburrir antes divertir al espectador, esta película que podría haber sido mucho mejor, tiene un gran problema. En ese problema nos centraremos, ese problema del que nadie –lo repetimos- habla. Es el mensaje contradictorio que da –en el caso que quiera dar un mensaje: transmitir una idea a través de un personaje en su relación con los demás.
El personaje de Darín nos recuerda a aquellos que supiera encarnar Luppi en el cine de los años ’80: un hombre insobornable, luchador, orgulloso, difícil, combativo. Ahora bien, este ferretero de Darín que defiende con uñas y dientes su ferretería, que cuenta uno por uno los clavos y tornillos que recibe para evitar ser estafado, que no duda en golpear a un policía dentro de una comisaría o insultar a los burócratas de la embajada china, o incluso expulsar de su negocio a un cliente “pelotudo” (y bien que hace) porque no soporta que lo pasen por encima ni le falten el respeto, pues bien, este hombre que no admite que le roben su “dignidad” ni se cometan injusticias, este hombre sin embargo acepta que los ingleses nos roben a los argentinos un pedazo de territorio, pues ir a la guerra es para él una locura y una ridiculez, y esa misma guerra es la que lo ha perjudicado a él y le ha quitado la vida a su padre por el disgusto. Es decir, que el mismo tipo que comete una locura como pegarle a un policía dentro de una comisaría, piensa que es una locura librar una guerra justa en defensa de la soberanía contra un agresor al que además pudo haberse derrotado. El negocio, defenderlo con uñas y dientes; la Patria, no.
El zurdaje al que le encanta hablar de derechos, cuando se trata de la Patria se olvida de la dignidad y prefiere ser expoliada a tener que arriesgar el propio pellejo. ¿Tendrá algo que ver la situación que plantea la película con el linaje del director y guionista de la misma, que parece querer gozar de las cosas buenas de la Argentina sin dar a cambio más que resentimiento o desapego por esa Patria mutilada que es mucho más que el propio negocio y el amor propio ofendido?



LUZ EN EL ALMA (Robert Siodmak, 1944)


Robert Siodmak es un director judío (decimos es porque su cine pervive y el cine no deja de ser un eterno presente) al que suele vincularse con el “film noir”, no equivocadamente. Pero no podemos dejar de observar que a veces, a pesar del liberalismo inevitable destilado en Hollywood, ha demostrado tener un gran respeto y hasta simpatía por el catolicismo (mayor incluso que el de un católico como Ford), como puede verse, v.g., en la película “El gran pecador”, en el comienzo de “Cry of the city”, incluso hasta en su excelente versión de Drácula, además de en la gran escena de la Misa de gallo que incluye en esta película. Escena conmovedora que con mano exquisita –pues era un refinado esteta cuya puesta en escena volvía atrapantes hasta sus menores filmes- cambia la película y es la clave del sentido de la misma, que termina de descubrirse sobre el final.
Christmas Holiday” (tal su título original), es un film menor, sin estrellas –aunque figura un joven Gene Kelly en un  papel inusual. Preferimos no contar su historia, pues el paulatino descubrimiento de la misma nos sumerge en la admirable constatación de que el buen cine está hecho de las mismas cosas que hay en la vida, aunque embellecidas: sorpresa, pecado, incomprensión, sacrificio, belleza, bajeza, ignorancia, esperanza, redención.
Escrita por Herman Mankiewicz, excelente guionista colaborador de Welles en Citizen Kane y hermano del director de La Malvada, y basada en una novela de Somerset Maugham, cuenta con música del compositor austro-húngaro Hans J. Salter, especialista en películas de terror, quien incluye por pedido del alemán Siodmak música de Wagner –como hará luego el director en “The dark mirror”- en un concierto bellamente mostrado.
Se aborda lateralmente un tema de una profundidad psicológica y moral –a veces hasta religiosa- que en films con temas de mayor exposición y envergadura estaban vedados. No obstante peca de indefinición pues no se comprende el sentido religioso insinuado que luego se diluye, concretando un film híbrido, con valores formales innegables pero poca envergadura filosófica.




SOR YE-YÉ (Ramón Fernández, 1967)


Es una película española, cometida en complicidad con México, que bien puede presentarse como el perfecto ejemplo de lo que trajo, o mejor dicho dio a la luz con todos sus derechos, el Concilio Vaticano II. Se trata de una imbecilidad mayúscula, de un esperpento monumental, de una taradez atómica, donde una chitrula que canta música de rock (o ye-yé, como le decían entonces los gallegos al bullicio naciente) decide de golpe, tras una noche de boliche, meterse a monja. Desde luego, revoluciona el convento y termina salvándolo económicamente con sus canciones, pues al parecer las monjas, además de anticuadas y esclerosadas, eran también estúpidas.
Se trata de mundanizar groseramente la religión, y así lo explicita la película en un momento, cuando la guasa novicia ye-yé le dice seriamente a un obispo: “Hay que renovarse. El milagro de Juan XXIII fue devolver a la Iglesia su juventud y su alegría. Estábamos dormidos cuando él gritó: ¡Abran esas puertas! ¡Rompan esas murallas!”. Y así lo hacen en la película, con dosis de sentimentalismo, mucha acción y ninguna contemplación y un grupo de melenudos rockeros tocando su “música” en el convento. Hay por allí algunos detalles extraños que deben anotarse: un escenario en el Festival de San Remo, donde canta la novicia, rodeado de obeliscos, símbolo masónico; o un largo plano a un retrato de Pablo VI que parece salirse del marco, en la celda de una monja que tiene un cuadro de la Virgen puesto de costado. Por sus frutos los conoceréis. ¿Hay más? Sí: el director de la película haría más adelante una película llamada “Gay club”, naturalmente favorable a los homosexuales. Los guionistas de esta película  “ye-yé” son José María Sánchez-Silva y Vicente Escrivá. El primero había escrito el famoso libro “Marcelino pan y vino” llevado al cine y el guión de “Franco, ese hombre”; después no volvería a hacer ninguna obra importante como aquellas o con su repercusión. Escrivá, por su parte, que empezó escribiendo películas muy destacables como “La Señora de Fátima”, “El beso de Judas” o “Balarrasa”, se dedicaría a partir de los años ’70 a realizar cine erótico y de destape e incluso anticatólico.
Pero es que en España las cosas ya estaban pudriéndose mucho antes de la muerte de Franco. Recordamos, por ejemplo, un libro llamado “100 españoles y Dios”, de 1976, donde personalidades de todos los ámbitos manifestaban su entusiasmo ante la nueva etapa de la Iglesia inaugurada por el Concilio, anunciando incluso una maravillosa primavera. Puede verse que había entonces una gran ignorancia religiosa, un entusiasmo sentimental y ciego que no se detenía a analizar los hechos a la luz de la tradición.
Nuevamente decimos que esta inmensamente estúpida película, este abominable engendro (cuya música para colmo resulta pegadiza) es una prueba perdurable de aquella caída. Y presumimos que ha ayudado mucho a la desacralización de las religiosas de España. ¿Puede sorprendernos que hoy hasta haya monjas con pantalones, allí en España?    



EL BESO DE LA MUERTE (Henry Hathaway, 1947)


Al mal no se lo vence sino mediante el sacrificio. Un sacrificio no simulado, como en el final de Gran Torino, sino como el de esta película que no estafa al espectador. Una película pequeña pero seguramente la más grande del muy probo pero nada magnífico Hathaway. Película grande en una ejecución austera, en su representación del mal amenazante encarnado en el ya antológico psicópata que encarna Richard Widmark en su debut cinematográfico, grande en los comentarios laterales sobre la paternidad, la atención religiosa de unas monjas o las imágenes semidocumentales de Nueva York, la ciudad donde un perdedor nato de origen italiano (en la piel del adusto Victor Mature) no logra encontrar sino momentáneamente, a través de su familia, la paz que, según parece, no es cosa de este mundo, o por lo menos de esa ciudad, que viene a ser lo mismo. Pero al fin el gesto de este hombre encarna la libertad tan ansiada, la cual consiste en vencer el miedo no mediante el crimen –por ello el asesino Udo a pesar de su maldad tiene miedo y tiene que seguir matando- sino mediante el amor que es más grande que el amor a sí mismo.
Todo esto en un modesto ejemplar del “cine negro”, escrito por los excelentes guionistas Ben Hecht y Charles Lederer, basado en una novela de Eleazar Lipsky, un abogado judío que escribió también la novela sobre la cual se filmó “El caso O’Hara”, estimable película. Pero es que el mundo todavía parecía escuchar el llamado al orden, y la tradición cultural de Occidente todavía estaba impregnada de cristianismo, lo supieran esto o no quienes obraban a través del arte del siglo XX en una sociedad laicizada, más no todavía apóstata.




MÁS ALLÁ DEL BOSQUE (King Vidor, 1949)


“No te creas que eres Dios”, le dice la mujer infiel, egoísta y despiadada que encarna Bette Davis a un viejo que ha sido testigo de su iniquidad, a lo que éste le contesta con buen sentido: “No me creo Dios, pero estoy de su parte”, con lo cual se ha ganado su condena a muerte.
Tal vez por ese aspecto moral claramente establecido en la película, se la haya llamado en Italia “Pecado”, y en Francia, de acuerdo al personaje de la Davis, “La garce”, esto es, “La ramera”, puesto que el título original norteamericano dice mucho menos, y éste en cambio parece muy acertado, ya que el calificativo “ramera” empezó a usarse cuando algunas prostitutas disimulaban fingiendo tener una taberna, debajo de cuya puerta colocaban un ramo; y en este caso los bosques circundantes al pueblo donde ocurre la historia (Loyalton, Wisconsin) sirven de señales constantes de la impureza y maldad de la protagonista.
Un cartel nos presenta la película, anunciando lo que cualquiera llegará a entender sin necesidad de letreros que seguramente ha de ser una concesión a la censura: «Esta historia nos habla de la maldad. La maldad es impetuosa, devastadora. Por nuestro propio bien es muy conveniente que por una vez la contemplemos en su desnuda fealdad. Quizás de esta forma veamos con mayor claridad como aquellos que se dejan arrastrar por la maldad acaban como el escorpión: dándose un aguijonazo mortal.»
Se muestra una maldad contrastada con un bien representado en el marido de la Davis, personaje interpretado por Joseph Cotten, que nuevamente vuelve a mostrar que era un excelente actor. Aquí, en un rol exactamente contrario al de “La sombra de una duda”, es un médico rural respetado y generoso, que debe soportar a una mujer infiel, estúpida y buena para nada. Mientras que él se siente a gusto formando parte de la comunidad, curando a los pobres, ayudando a parir a una mujer que tiene ocho hijos, ella sólo siente desprecio y su único objetivo es irse a Chicago a darse la gran vida. Este contraste entre personajes y ambientes se verá representado magníficamente en la visita de esta tilinga a la ciudad, donde una especie de pequeño infierno terminará por devolverla vencida y resentida al pueblo. El melodrama se acrecentará hasta que esta hija de Madame Bovary se pierda trágicamente en un final indiscutible y a pedir de boca de Bette Davis, que vuelve a demostrar que no tenía rival a la hora de exhibir lo peor del ser humano con una profunda tristeza oculta que aunque no se haya de decir  públicamente se llama pecado.
Beyond the forest” fue desestimada por la crítica y por el director y actores de la película, probablemente por razones que no tienen que ver con la película en sí, objeto algo anómalo en un director no del todo recomendable como Vidor, y donde probablemente el foco puesto en el aspecto oscuro y cruel del ser humano empequeñezca la figura de un bien que termina apareciendo sumergido y sin la intimidad de sus luchas contra un mal que siempre se hace aparecer más interesante, aunque, también y en este caso, en toda la profundidad de su miserable derrota.


FUERZAS OCULTAS - LA MASONERÍA

Fuerzas Ocultas
 Los misterios de la Masonería revelados
por primera vez en la pantalla


Fuerzas Ocultas, Los misterios de la Masonería revelados por primera vez a la pantalla, (en francés: Forces Occultes, Les mystères de la Franc-maçonnerie dévoilés pour la première fois à l'écran) es una película francesa antimasónica estrenada por primera vez el 10 de marzo de 1943 en París, aunque hay autores que afirman que fue el 9 de enero su estreno.
Fue dirigida por el periodista, y cineasta francés Jean Mamy, aunque se le conoció mas popularmente por su seudónimo Paul Riche. El guionista fue el escritor Jean Marquès-Rivière.

Una vez vencida Francia durante la Segunda Guerra Mundial, los archivos secretos de la Masonería son puestos a la luz de la sociedad a través de investigadores. Con ello se conoce lo que ya se sospechaba: corrupción, poder de la finanza internacional, infiltración en el Parlamento y el Estado, complot de una red mundial.

Es la última película de su creador y por su tamaño se considera medio-metraje o corto. Con una duración de unos 55-60 minutos aproximadamente nos muestra el cariz antimasónico de su autor, propio del espíritu reinante en parte de la sociedad francesa durante el periodo conocido como Le Régime de Vichy o la Régimen de Vichy.

 En el film se da vida a un joven diputado, el cual un día decide entrar en la Masonería con la idea de, entre otras cosas, mejorar socialmente tanto en su vida privada como en el mundo de la política. Durante el transcurso de la misma el joven se va dando cuenta que en el interior de la Logia sus hermanos se dedican a conspirar con el deseo de enfrentar a Francia con Alemania. Actualmente la película no se encuentra en español, y sí existe una versión subtitulada al italiano.

Pero sigamos con su director. En agosto de 1944, su madre es detenida por las Fuerzas Francesas del Interior (FI), a lo que responde haciéndose prisionero voluntariamente. Durante la Navidad de 1948 el Tribunal de Justicia lo condena a muerte por su supuesta colaboración con el régimen nazi, especialmente con la Gestapo. El Presidente del tribunal Vincent Auriol, también francmasón, que tuvo que hacer justicia bajo las presiones del Gran Oriente de Francia, le niega el indulto y es condenado a la pena capital siendo el último fusilado por la llamada “purificación” el 23 de marzo de 1949.

En 1943, Francia estaba ocupada, en buena medida por las tropas del III Reich. Muchos franceses habían decidido colaborar con el ocupante o bien con el Mariscal Petain en la zona donde se mantuvo una administración francesa. En los 10 años anteriores, desde que estalló a finales de 1933, el “escándalo Stavisky” (una estafa piramidal protagonizada por un ciudadano de origen judío en el que se vieron envueltos varios miembros de la masonería francesa), la derecha francesa había adoptado una fuerte actitud antimasónica. Henry Marqués-Riviére, realizó un guión para Nova Films que sería protagonizado por Maurice Remy y dirigido por Paul Riche; su título era significativo: Fuerzas Ocultas.

Las primeras escenas de la película fueron rodadas dentro de la Asamblea Francesa: los diputados graznan y aúllan, como animales de un zoológico. Uno de los diputados parece decir algo razonable: pide la unión de los franceses por encima de los partidos, más allá de la derecha y de la izquierda, exige un esfuerzo por alcanzar un régimen de justicia social. Su actitud llama la atención de otros diputados masones que le invitan a ingresar en la logia. Duda, pero finalmente, ignorando exactamente qué era la masonería, termina integrándose. Lo esencial de la película –y lo que la justifica– es precisamente, que, por primera vez se reprodujo una ceremonia de iniciación masónica, con todo detalle, algo inédito hasta entonces. Marqués-Riviére podía reproducirla porque él mismo había sido iniciado en las logias a finales de los años 20.

Algo teatral en su ejecución, la película muestra lo que ocurre en el interior de las logias cuando se cierran las puertas. La liturgia masónica, fielmente reproducida, suscitó en la época adhesiones incondicionales y odios profundos. La moraleja de la película es que no hay que entrar en lo que no se conoce. El diputado iniciado, poco después de jurar lealtad a la logia, es requerido para apoyar un tráfico de influencias, algo a lo que no está dispuesto en absoluto”.

Fuente: Metapedia / Libertad Digital televisión / Infokrisis Blog.


Presentamos a continuación la película completa, con subtitulos en español. Y aunque los malignos masones se esfuercen en denigrarla, está muy claro que son ellos quienes conspiran desde las sombras para definir y dirigir los destinos de las naciones otrora católicas, corrompiéndolas a través de los regímenes  de la “libertad, igualdad y fraternidad”. Debajo pueden leerse diversos avisos y notas aparecidos en el sitio de la Masonería Argentina, que se gloría de su gran influencia política para imponer la mentalidad democrática. Pero a pesar de sus campañas de blanqueo y reclutamiento, son cada vez más los documentos, libros y artículos que la ponen en descubierto y la desenmascaran.







Visto en MASONERIANET Revista Electrónica de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones


AHORA ORGANIZAMOS DOS PRÓXIMOS ACTOS
TAMBIÉN ABIERTOS A TODO PÚBLICO
Charla de Orientación al Votante en la Masonería: “II Jornadas de Formación
Democrática sobre el Acto Eleccionario” (F5CIUDAD)
Miércoles 3 de agosto de 2011 A LAS 19:00 hs
¿Qué es una Primaria Abierta, Simultánea y Obligatoria?
Cambios vigentes para los votantes. Orientación sobre los derechos y obligaciones electorales. Motivación a participar del proceso eleccionario. Información sobre tipologías y metodologías de fraudes electorales. Información sobre los procesos electorales vigentes. Actividad libre y gratuita, abierta a todo público. Disertación a cargo de:
- Centro de Asuntos Electorales de Grupo Padrinazgo: Construyendo Ciudadanía
- Observatorio de la Ciudadanía de la Masonería Argentina
– OCMA
Lugar: Salón República, Sede de la Gran logia de Libres y Aceptados Masones de la Argentina, Perón 1242 – CABA

Candidatos a Vicepresidente de la Nación en el Gran Templo de la masonería argentina este próximo sábado 6 de Agosto
El evento se realizará en el Gran Templo de la sede central de la Masonería argentina, el próximo Sábado 6 de Agosto a las 18 horas en Pte. Perón 1242 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


IMPULSO BAIRES, VIERNES 08 DE JULIO DE 2011
Comunicado de la Masonería Argentina por el aniversario de la sanción de Ley 1.420
Capital Federal - “Se cumplen hoy 127 años de la sanción de la Ley 1.420 que instauró laenseñanza primaria obligatoria, laica, gratuita y subrayó la existencia de la escuela pública al alcance de todos bajo la responsabilidad del Estado” consigna Ángel Jorge Clavero, Gran Maestre.
“Esta ley por la que se educaron e instruyeron millones de argentinos, representa uno de los máximos orgullos de la masonería argentina. En su diseño, redacción y defensa parlamentaria participaron QQ:.HH:. de nuestra Orden. Previamente habían trabajado en el Congreso Pedagógico que proporcionó el marco conceptual para el dictado de esa legislación profundamente progresista.
La ley 1.420 también estableció el Consejo Nacional de Educación y los Consejos de Distritos, la financiación de la educación primaria, el estímulo para la creación de jardines de infantes, la construcción de edificios escolares, la sanidad escolar, los derechos de los docentes, la promoción de las bibliotecas populares y la inspección de las escuelas particulares por parte del Estado. Observada a la distancia de los años podemos advertir la monumentalidad de la obra emprendida por los masones que nos preceden. Nos llama la atención, además, sobre la obra que nos corresponde como protagonistas de este tiempo y nos alienta a emprender nuestras propias tareas sin temores. Ellos y nosotros no solo compartimos la pertenencia a la misma Institución, tenemos idéntica formación y los mismos objetivos. Los exhorto, queridos hermanos, a
poner manos a la obra” consignaron.