“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

martes, 3 de diciembre de 2013

UN NUEVO COMIENZO



LO QUE FALLA EN EL MUNDO





Cuentan de G. K. Chesterton que cuando el diario The Times lo invitó, junto con otros autores eminentes, a escribir ciertos ensayos en respuesta a la pregunta “¿Qué es lo que falla en el mundo?” su contribución tomó forma de carta:

Dear Sirs,
I am.
Sincerely yours,
G. K. Chesterton

Que en castellano vendría a ser más o menos:

Apreciados Señores,
Yo.
Les Saluda atentamente,
G.K. Chesterton

El “príncipe de las paradojas” fue capaz de sintetizar de esta forma tan particular lo que, en el fondo, es la respuesta bíblica.
¿Qué falla en el mundo? ¿Dónde está el problema? Son preguntas a las que toda forma de pensamiento debe dar respuesta. Todos tenemos la sensación de que ha habido alguna clase de “fractura”, y seguro que nos hemos preguntado alguna vez porqué las cosas en nuestro mundo no son como deberían ser.
Como dijo Jesús, buscar fuera de nosotros mismos no nos dará la respuesta, sino que es de nuestro corazón que proviene toda clase de injusticias (Mateo 15:19)
Sólo el Evangelio va a la raíz del problema y produce un cambio en nuestro interior que tiene consecuencias en el exterior. Los problemas siempre suelen ser culpa de otros, nuestro dedo enseguida señala hacia los demás. Pero el Evangelio nos hace realizar un duro, pero en el fondo realista, ejercicio de autocrítica. Es verdad, somos más pecadores de lo que creíamos… pero cuando aceptamos esa verdad Jesús nos sale al encuentro para decirnos que también somos más amados por Dios de lo que creíamos.


(Tomado de un blog no católico)

jueves, 28 de noviembre de 2013

DE LA FUNCIÓN SAGRADA EN LOS HÉROES DEL CINE


"El manantial", de King Vidor, 1949, y "Vértigo", de Alfred Hitchcock, 1958.


DOS CUESTIONES HITCHCOCKIANAS DISPUTADAS





VÉRTIGO: FINAL ALTERNATIVO

Debajo puede verse el final que le hicieron filmar a Hitchcock y que se difundió originalmente en algunos pocos países, para mostrar de esa manera que “el crimen siempre paga”. Como podrá verse, es un final tonto y que aleja al espectador del verdadero tema y drama de la película, el cual queda “en suspenso” en el final que ya conocemos, quedando a su vez para el espectador el trabajo de comprender lo que acaba de ver. A esa altura a muy pocos podría pasarle por la cabeza la pregunta acerca de “¿qué pasó con Gavin Elster?”. Pues este es el diablo, así que hasta el fin de los tiempos, hasta que regrese Nuestro Señor seguirá haciendo de las suyas. El asunto es qué hace Scottie con su vida, luego del golpe que la Divina Providencia le ha dado. Los censores creyeron que lo más conveniente era que volviera a los brazos de la razonable Midge, para morir desesperado en sus brazos.

DOS FIGURAS AL MARGEN: ROBERT WALSER Y JACQUES TATI



Los desadaptados de una Europa burguesa que en su adopción de las ideas iluministas –y sus catastróficas consecuencias progresistas- ya no toleraba héroes, pero tampoco signos de distinción de un reposo contemplativo u ocioso, ambas figuras aquí retratadas han querido “desaparecer” o ponerse “al margen”, y quizá por eso mismo inevitablemente se han destacado, en contraste con quienes quieren estar en el “centro” de una sociedad europea que ya no podía sostenerse como “central”, pues había abjurado de su herencia cristiana y por lo tanto había firmado su decaer en todos los aspectos. Figuras laterales y a-históricas o anacrónicas, especie de emboscados o singulares a través del arte cultivado de la observación del detalle que despierta una sonrisa, en quienes no se resignan a dejar de tener un gesto humano. Coincidentes en su observación de lo “pequeño”, tal vez allí y sólo allí encontraron lo que no era falso.

IGNACIO ANZOÁTEGUI Y EL CINE





ENTREVISTA AL DR. ANÍBAL D’ANGELO RODRÍGUEZ

EL CONCEPTO (rebuscado) DEL CINE




martes, 22 de octubre de 2013

ENSAYO - EL CINE Y LA MORAL




“El arte tiene como objeto esencial, y como su misma razón de ser,
el de perfeccionar la personalidad moral que es el hombre,
 por lo cual debe ser él mismo moral”

S. S. Pío XI  1


Un tema que no se puede soslayar, pero que da lugar a equívocos, es este de la moral en el cine. En un tiempo donde la desvergüenza o la hipocresía se establecen para sostener la idea de que la moral cristiana es retrógrada u obsoleta y que, como todo cambia y evoluciona, la moral también lo hace, el cine refleja fielmente estos postulados del mundo moderno, muy sutilmente y casi desde sus comienzos (desde luego, con las excepciones del caso, como las que ya dejamos asentadas en nuestros ensayos y críticas de películas).
Si el cine tiene connotaciones peligrosas para nuestro comportamiento moral ello se debe a que la moral ha sido desligada de la Verdad, y nosotros, receptores cuya oscura mirada necesita ser iluminada por la fe, nos dejamos influenciar por aquello que vemos y nos atrae sin el debido discernimiento. Si no amamos lo suficiente la verdad, poco a poco nos dejamos arrastrar por aquello que se le opone. Las mentes han sido hechas para la verdad, la cual y sólo la cual las hará libres. La inteligencia, sin embargo, sin la gracia, camina ciega hacia el error, y el error afecta al penetrar nuestra inteligencia nuestros actos. Se va formando así, poco a poco, una visión del mundo contraria a aquella que creemos sostener o sostenemos de palabra. De allí lo que Kierkegaard no se cansaba de fustigar: un cristianismo sin cristianos.

LA CONVERSIÓN DE JOHN WAYNE EN EL LECHO DE MUERTE



La conversión de John Wayne en el lecho de muerte

El 11 de junio de 1979 (dentro de pocos días será su aniversario) murió el legendario John Wayne, una de las más grandes estrellas de Hollywood. A los pocos días, se supo que había abrazado el catolicismo en su lecho de muerte. Muchos quisieron desautorizar esa noticia, y la duda permaneció durante algunos años. Tiempo después, cuando las aguas volvieron a su cauce, dos personas muy cercanas al actor contaron lo sucedido: Su nieto, el sacerdote Matthew Muñoz, y su hijo, el también actor Patrick Wayne.

En una entrevista concedida a la prensa, Fr. Matthew Muñoz contaba: “Cuando éramos pequeños íbamos a su casa y sencillamente pasábamos el rato con el abuelo, jugábamos y nos divertíamos. Una imagen muy diferente de la que tenía la mayoría de la gente de él”.

El Padre Matthew Muñoz, nieto de John Wayne.

El sacerdote, que vive actualmente en California, recordó que la primera esposa del actor –y su abuela- Josefina Wayne Sáez fue el principal instrumento que Dios utilizó para evangelizar a la estrella del cine. De origen dominicano, Josefina “tuvo una maravillosa influencia sobre la vida de mi abuelo, y lo introdujo en el mundo católico”.

John Wayne se casó con Josefina Sáez en el año 1933. Tuvieron cuatro hijos; el menor de ellos, Melinda, es la madre del Padre Muñoz. John se divorció de Josefina años más tarde. Por su fe católica, la joven decidió no volver a casarse hasta la muerte de su ex marido, por cuya conversión rezó siempre a Dios.

Wayne y su hijo Patrick.

Fr. Matthew Muñoz tenía 14 años cuando su abuelo murió de cáncer. Siempre recuerda que Wayne tuvo un gran aprecio por las enseñanzas cristianas. “Desde temprana edad, mi abuelo tuvo un gran sentido de lo que era moralmente correcto. Se crió en un mundo regido por principios cristianos y una especie de ‘fe bíblica’ que, creo, tuvo un fuerte impacto sobre él”. También recuerda que “pasado el tiempo, mi abuelo fue involucrándose en la recaudación de fondos para los pobres y para las labores sociales de la Iglesia que organizaba siempre mi abuela, y después de un tiempo, notó que la visión caricaturesca que le habían infundido sobre los católicos no se correspondía con la realidad”.

De hecho, sus siete hijos y sus 21 nietos fueron bautizados en la Iglesia católica. Y su amistad con el director católico John Ford, que le lanzó a la fama con la película La diligencia (1939) se notó con el paso del tiempo.

THE WRONG MAN - ALFRED HITCHCOCK - MÚSICA DE BERNARD HERRMANN




viernes, 30 de agosto de 2013

EL DESCANSO DE CHESTERTON


Un pequeño visitante en la tumba de G.K. Chesterton, en Beaconsfield.

OBSESIONES HITCHCOCKIANAS



Con motivo de cumplirse recientemente un nuevo aniversario del nacimiento de Alfred Hitchcock, un sitio reproduce una serie de esquemas gráficos que a la manera del gran diseñador de títulos Saul Bass diera a conocer The Guardian.
Destaca en primer lugar el que reproducimos acerca de “la Caída”, uno de los temas recurrentes en el cine de Hitchcock que ya habíamos destacado en nuestro trabajo especial didáctico sobre el cine del gran maestro. Lo que no se ahonda en este trabajo gráfico que ahora reproducimos es el porqué de tal idea, lo cual es una de las razones por las cuales no se comprende sino muy parcial y lateralmente la mirada total del cine de Hitchcock, que obedece a su visión católica del mundo.

Otro interesante esquema refleja el pesonaje de “la madre”, en muchísimos films de Hitchcock y, contra lo que uno podría creer o recordar, muchísimas veces positivo. Incluimos debajo el resto del diseño “Saul Bass” de algunos de los temas hitchcockianos.


CÓMO TRATAR CON DELINCUENTES Y POLITIQUEROS



sábado, 3 de agosto de 2013

LA VIDA INTERIOR – G.K. CHESTERTON



La noticia de que unos europeos han naufragado en la costa de una isla desierta es satisfactoria, en la medida en que demuestra que toda­vía hay islas desiertas a las que se puede ir a parar. Además, es tam­bién interesante porque esos hechos recientes confirman los relatos más antiguos. Por ejemplo, los críticos superiores han desdeñado con fre­cuencia los trabajos de Robinson Crusoe, alegando sobre todo que utilizó en gran parte los recursos que contenía el barco naufragado. Pero las personas reales que naufra­garon hace unas pocas semanas de­pendían por completo de sí mismas, no obstante lo cual los críticos no se interesaron por la aventura. Hace unos años, cuando la ciencia física era tomada muy en serio, se escribió un libro para muchachos inteli­gentes titulado La isla Perseveran­cia. Se escribió para mostrar cómo debía haber sido escrito Robinson Crusoe. En este relato, el náufrago no aprovechaba para nada los re­cursos del barco naufragado. Lo ha­cía todo con los materiales brutos que encontraba en la isla.
Claro está que en realidad es com­pletamente injusto comparar Robin­son Crusoe con libros para mucha­chos como La isla Perseverancia o La familia suiza de los Robinson, no sólo porque se trata de una lite­ratura muy superior, sino también porque es literatura con una finali­dad completamente distinta. Compa­rarla con las otras porque en todas ellas la acción se desarrolla en una isla desierta no es mejor que com­parar Cumbres borrascosas con La abadía de Northanger porque ambas se refieren a una vieja casa cam­pesina, o La capilla de Salem con Nuestra Señora de París porque am­bas se refieren a un templo. Robin­son Crusoe no es una novela de aventuras, sino más bien una novela de la falta de aventuras; es decir, en la primera parte, que es la mejor de la obra. Dos veces corre Crusoe al mar desobedeciendo a sus padres y las dos veces naufraga o pasa por otros peligros. La tercera vez tene­mos la sensación de que ha sido ele­gido por Dios para algún juicio ex­traño. Y ese juicio extraño es la idea central y poética de Robinson Crusoe. Es un castigo del cielo n0 por medio de peligros, sino de una seguridad terrible. El salvamento de los bienes de Crusoe, la comodidad relativa de su vida, las riquezas naturales de la isla, sus relaciones humanas con muchos animales…todo ello constituye un marco exquisitamente artístico para la idea terrible de un hombre al que Dios ha arrojado de entre los hombres. Una sim­ple serie de aventuras sucesivas no habría dejado a Crusoe tiempo para pensar, y toda la finalidad de la obra es hacer que Crusoe piense. Es cierto que luego Defoe enreda al protagonista con indios y españoles, y creo que con ello la narración pier­de la nobleza pura de su idea ori­ginal. Es absurdo comparar a un libro como éste con los relatos co­rrientes acerca de goletas, palmeras, alfanjes y cueros cabelludos. La con­denación y maldición de Crusoe no fue una vida aventurera, sino una vida sin aventuras.
Pero esto quizá sea apartarnos del tema, si es que hay un tema. Trate­mos de volver a la isla desierta y a la moraleja que se puede extraer de la aventura de los afortunados australianos. El punto principal y más importante es éste: que cuando uno lee lo ocurrido a esas cuarenta v cinco personas arrojadas a una isla desierta del Pacífico lo primero que siente es envidia. Luego recuer­da uno que sin duda habrá habido inconvenientes, que el sol calienta mucho, que los toldos no dan som­bra hasta que se los tiende, que los bizcochos y la carne envasada pue­den llegar a hacerse demasiado mo­nótonos y que la persona más aven­turera que ha ido a parar a la isla comenzará antes que transcurra mu­cho tiempo a pensar en el problema de salir de ella. Pero sigue siendo cierto que antes de hacerse todas esas reflexiones el alma del hombre ha exclamado como el disparo de un fusil: “¡Qué divertido!” Creo que el instinto del ser humano es algo interesante, y quizá merezca la pena analizar ese deseo secreto de naufragar en la costa de una isla.
Ese sentimiento nace en parte de una idea que está en la raíz de todas las artes: la idea de la separación. La  novela trata de separar a ciertas personas del montón de la humanidad, lo mismo que la estatua se separa del montón de mármol. Leemos una buena novela no para conocer a más personas, sino para conocer a menos. En vez del enjambre zumbador de seres huma­nos, parientes, conocidos, sirvientes, carteros, visitantes vespertinos, co­merciantes desconocidos que nos di­cen la hora, extraños que nos hablan del tiempo, mendigos, camareros y mensajeros de telegramas; en vez de ese enjambre aturdidor de seres humanos con los que nos tenemos que ver todos los días, la novela nos pide que sigamos a una persona (di­gamos al cartero) continuamente a través de sus éxtasis y angustias. Esto es lo que hace que uno se sien­ta impaciente con ese tipo de rebel­de pesimista que está siempre que­jándose de la estrechez de su vida y exige una esfera más amplia. La vida es demasiado amplia para nos­otros tal como es; tenemos que aten­der a demasiadas cosas. Toda novela auténtica es un intento de simplifi­carla, de reducirla a proporciones más sencillas y gráficas. El prosaís­mo que hay en nuestra vida nace principalmente de su rapidez; las personas pasan por nuestro lado con demasiada rapidez para que puedan mostramos su lado interesante. Al cabo de la semana hemos conver­sado con un centenar de pelmazos; en cambio, si nos hubiéramos limi­tado a uno de ellos quizá nos ha­bríamos encontrado conversando con un amigo nuevo, o un humorista, o un asesino, o un hombre que había visto un espectro.
No creo que haya personas vul­gares; es decir, no creo que haya per­sonas cuya vida carezca de interés o cuyo carácter sea realmente inco­loro. Pero lo malo es que uno pue­da verlas tan rápidamente en mon­tón, como un agrimensor, y lleve tanto tiempo el verlas una por una como son realmente, como un gran novelista. Mirando por la ventana veo una callejuela empinada, con una hilera de casitas presumidas que descienden colina abajo en la fila india más decorosa. Si yo fuese pro­pietario de esa calle o un filántropo visitante que me dejara ver en esa calle, me sería fácil abarcarlo todo de una mirada, hacer el cálculo y decir: “Son casas de cuarenta libras anuales.” Pero supongamos que yo fuera el padre confesor de esa calle: ¡qué terrible y distinta me parece­ría! Cada casa se separaría de la vecina como por un terremoto y quedaría sola en un desierto del alma. Yo sabría que en esta casa un hombre enloquece a causa de la bebida, que en aquella otro hombre se ha separado de su mujer, en la inmediata una mujer se halla al borde del abismo, que en la siguien­te otra mujer vive una vida igno­rada que en épocas más devotas habría podido figurar en las hagiografías y convertirse en fuente de milagros. La gente habla mucho de la disputa entre la ciencia y la re­ligión, pero la diferencia más honda consiste en que lo individual es mu­cho mayor que lo común, en que la vida interior es mucho más am­plia que la exterior.
Muchas veces, cuando viajo con tres o cuatro desconocidos en lo alto de un ómnibus, he sentido el impulso violento de arrojar al con­ductor de su asiento, llevar el ómni­bus hasta algún lugar alejado, hacer­los bajar a todos en un campo y decirles: “Quizá no nos volvamos a ver nunca en este mundo. Vamos, entendámonos mutuamente.” No afirmo que el experimento diese buen resultado, pero creo que el im­pulso a hacer eso está en la raíz de toda la tradición poética sobre los naufragios y las islas.


BLOG RECOMENDADO




DIOS Y LA LIBERTAD DEL HOMBRE


miércoles, 24 de julio de 2013

LA HÉLICE Y LA IDEA – VÉRTIGO POR ERIC ROHMER





« Él mismo, por sí mismo, consigo mismo, homogéneo, eterno. »

 Platón

[Texto publicado originalmente en Cahiers du cinéma, n° 93, marzo de 1959, y recogido en la compilación de textos críticos de Rohmer realizada por Jean Narboni, Le Goût de la beauté, Flammarion, Paris, 1989. Traducción: FLV.]

Fácilmente habríamos perdonado a Hitchcock que tras el austero Wrong Man hubiera continuado con una obra liviana, o al menos más accesible para la multitud. Tal vez fue esa su intención, cuando decidió llevar a la pantalla la novela de Boileau y Narcejac D’entre les morts. Pero el esoterismo de Vértigo, dicen, produjo repulsión en los EEUU. En contrapartida, la crítica francesa parece haberle deparado un cálido recibimiento. Vemos así a Hitchcock colocado por nuestros colegas en el lugar que nosotros siempre le habíamos asignado. Y nos vemos de pronto, al mismo tiempo, privados de la agradable tarea de salir en su defensa.
Será inútil buscar en otro lugar entonces la medida de su genio. Hitch es lo bastante ilustre como para que no haya derecho a compararlo más que consigo mismo. Si puse como epígrafe a esta crítica una frase de Platón (inscripta por Edgar Poe en el encabezamiento de Morella, cuyo argumento, en algunos puntos, se asemeja al de Vértigo), no es porque pretenda equiparar a nuestro cineasta con el autor del Parménides (o con el de Historias extraordinarias), sino simplemente proponer una clave posible que promete, según creo, abrir más puertas que otras. Si parece un poco pretenciosa, pues lo lamento. Por cierto que no se trata aquí de hacer de Hitchcock un metafísico: el único culpable de metafísica sería aquí el comentador, que en todo caso la cree cómoda, y en modo alguno inútil.
Vértigo me parece entonces como la tercera pieza de un tríptico, cuyas dos  primeras serían La ventana indiscreta y El hombre que sabía demasiado. Estos tres films son films de arquitectura. En principio por la abundancia, en los tres, de motivos arquitectónicos en el sentido estricto del término. Aquí, toda la primera media hora es incluso una suerte de documental sobre el decorado urbano de San Francisco. El telón de fondo lo proveen un cierto número de viviendas estilo 1900, sobre las que suele detenerse el objetivo de la cámara, del mismo modo en que lo había hecho con sitios de la Costa Azul en Para atrapar al ladrón. Su razón de ser inmediata, pragmática, es que crean una impresión de extrañamiento temporal: simbolizan el pasado hacia el que vuelven la mirada tanto el detective como la supuesta alienada.
A lo largo del film encontraremos otra arquitectura más antigua, la de un  monasterio español del siglo XVIII, ligada ésta más directamente, por la torre que se cierne sobre ella, al tema mayor de la historia: el vértigo. Y de pronto hemos avanzado un paso más en la analogía con los dos films precedentes. En cada uno de ellos, el protagonista es víctima de una parálisis que afecta su desplazamiento en cierto medio [1]. En La ventana indiscreta, se trata para el periodista de una inmovilidad forzada respecto del espacio. En El hombre que sabía demasiado, el futuro es conocido (en conformidad con el título) demasiado bien por el médico y su esposa, pero al mismo tiempo demasiado poco: su parálisis es la ignorancia, el campo de ejercicio no es ya el espacio, sino el tiempo. En Vértigo, el detective (interpretado nuevamente por James Stewart, que encorsetado, lanza un guiño al fotógrafo de La ventana...), es víctima también de una parálisis: el vértigo. El medio, esta vez, lo constituye el tiempo, pero no el tiempo del presentimiento, orientado hacia el porvenir, sino el tiempo dirigido hacia el pasado, el tiempo de la reminiscencia.
Como los otros dos, Vértigo es un film de puro “suspense”, es decir, de construcción. El resorte de la acción no será ya construido por la marcha de las pasiones, o una moral trágica (como en Under Capricorn, I Confess, o The Wrong Man), sino por un proceso abstracto, mecánico, artificial, exterior, al menos en apariencia. En estos tres films, no es el hombre el que constituye el elemento motor. Tampoco el destino en el sentido en que lo entienden los griegos, sino la forma misma de esos entes formales que son el Espacio y el Tiempo [2]. Se debatirá infinitamente si hay “suspense” o no, en Hitchcock. En el sentido más general del término, tener en vilo al espectador, afirmaremos que siempre lo ha habido, y aquí más que en otros lugares, aunque la clave policial (aquella con la que cierra la novela) nos sea provista sólo a media hora del final. Ya sabíamos que no eran los arcanos de una investigación policial, por hábil que ésta fuese, los que abrían las puertas secretas de Hitchcock. Y es que siempre queremos saber, saber cada vez más a medida que se nos entrega una dosis mayor de verdad, y lo importante es que la solución del enigma no haga explotar como una pompa de jabón la masa de la intriga que, hasta último momento, se había desarrollado como una bola de nieve (algo que podría reprochársele por ejemplo a Para atrapar al ladrón) [3]. Aquí, el suspenso tiene un doble efecto: no sólo sensibiliza respecto del porvenir, sino que revaloriza el pasado. Pues el pasado no es en este caso esa masa desconocida que un autor por derecho divino mantiene en reserva y que, traída a la luz, bastará para desenmarañar todos los nudos. Advertimos en cambio que éstos se vuelven aún más impracticables con su reaparición. A medida que se disipan las brumas de la historia, aparece una nueva figura que no conocíamos como tal, pero que estuvo siempre presente. Se trata de esa Madeleine que hemos creído verdadera, y sin embargo jamás conocida de verdad, fantasma auténtico en todo caso, ya que sólo existía en la mente del detective, ya que era sólo una idea.

MAESTROS DEL CINE - ENTREVISTA A ALFRED HITCHCOCK (1972)

ALGO MÁS SOBRE “EL HOMBRE DE ACERO”




Apenas unas menciones que se nos quedaron en el tintero, para completar en lo posible la comprensión de lo que hay detrás de esta película como un ejemplo del cine que hoy ha pasado a ser no sólo un entretenimiento, ni un medio de comunicación (por supuesto que no arte), sino una forma de adormecimiento de las masas a la vez que la instalación de determinados temas, ideas o situaciones por parte de las élites del poder mundial para la próxima realización mesiánica de una “Nueva Era”.
  
1-Se nos había olvidado que debe destacarse la escena en que el superhéroe de acero vence –y por lo tanto mata- a su archienemigo Gral. Zod (foto). Luego de una pelea titánica y extensísima donde entre ambos destruyen una ciudad entera, Superman logra recluirlo y, debido a que Zod está a punto a destruir a unas personas inocentes, lo mata. Es entonces cuando Superman o Kal-el estalla en un grito de dolor por haberlo hecho. ¿Y por qué? Por la razón de que Zod era el último natural de Krypton viviente, además de él. Es decir que ha matado a su hermano. Esto es: Caín ha matado a Abel. Ha matado a aquel que obedeciendo a sus dioses quería continuar las enseñanzas recibidas en su tierra natal. Pero Superman (o Caín) debió desobedecer esos mandatos de los dioses de Krypton. De allí su dolor.

2-El guionista de la película se llama David Samuel Goyer y no es italiano, precisamente. Según refiere, de niño era atacado por “haber matado a Jesús”, lo cual lo dejó marcado y afirmado en su posición. Hoy escribe películas tan edificantes como las series de Blade, Batman, Ghost rider o Superman o novelas cuyos títulos son Heaven's Shadow, Heaven's War y Heaven's Fall (2013).


3- Incluimos debajo el tráiler de la película, el cual puede –y de hecho resulta- muy instructivo sobre el tipo de película que es esta de que hemos hablado. Por cierto, un amigo nos advierte que en el minuto 0.37, Clark Kent sostiene sobre sí lo que parece ser una cruz de hierro en medio del fuego (tras lo cual terminará bajo el agua con los brazos abiertos en cruz, como si hubiese terminado allí su misión crística salvífica). 


LA BALANDRA ISABEL LLEGO ESTA TARDE, DE CARLOS HUGO CHRISTENSEN (1949) - PELICULA COMPLETA


viernes, 19 de julio de 2013

EL CINE SEGÚN HITCHCOCK




CRÍTICA - MAN OF STEEL

EL HOMBRE DE ACERO
Dirección: Zack Snyder - 2013

TEMPESTADES DE ACERO





“No hay salvación en ningún otro. Pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos”.

Hechos de los Apóstoles, 4, 12.

No intentamos hacer un estudio exhaustivo de esta película, pero sí queremos dar algunos pocos puntos de referencia para escudriñar su sentido general. Para completar mayores detalles incluimos al final algunos links donde se puede abrevar con interés.
Como hemos venido explicando hace ya bastante tiempo, la ofensiva gnóstica anticristiana por parte de los medios masivos de difusión es vehiculizada por el cine hollywoodense –cada vez con mayor protagonismo- mediante su puesta en escena “salvacionista” que involucra al mundo entero. En este caso lo hace a través de una super-producción que puede ser considerada, en el argot vulgar del periodismo, un “tanque” (atmosférico, agregamos), que vuelve a traernos al “salvador” por excelencia de la pueril mentalidad yanqui-judía, que es “Superman”. ¿Hace falta acaso decir que es un superhéroe judío? Ellos mismos así lo manifiestan (puede ampliarse en nuestro estudio sobre Hollywood), ya desde la propia mención de su nombre, pues todos lo que terminan en “man”, como afirman, lo son: Burman, Liberman, Goldman, Bergman…Superman.
Lo novedoso en este caso es que ya no se teme en hacer explícita la blasfemia (¿acaso porque los católicos adormecidos en especial hoy con el “francisquismo” son incapaces de entenderla?), involucrando directamente a N. S. Jesucristo en tan portentosa falsificación, con vistas a moldear (entreteniéndolas) a las masas soporizadas de los shoppings-mall.
Es esta constante mención crística la que ha hecho que los periodistas (no decimos críticos) de los medios masivos recelaran un tanto de esta película (al menos en Argentina), donde lo único que querían encontrar era una estúpida y pasatista aventura estrafalaria, y no signos de otra cosa que tuviera que hacerlos pensar, misión imposible a estas alturas.
Por supuesto que tampoco se escucharán voces condenatorias por parte de los hombres de la iglesia conciliar, muy ocupados en no desagradar al mundo. Pero lo cierto es que el cine de Hollywood está llegando a unos extremos en que cada vez se hace más explícita su onerosa contribución al servicio del futuro Anticristo y la instauración de un Nuevo Orden Mundial. Para esto también se hace campaña a través de la instalación en la mentalidad moderna de la posible existencia de seres de otros planetas (dos enlaces al respecto al pie de esta nota).
Destacaremos los siguientes nudos de sentido que nos parecen ineludibles:

-“Man of Steel” comienza con una escena muy significativa: la madre de Superman dándolo a luz, en -según se dice explícitamente- el único nacimiento natural que ha habido en Krypton desde hace muchísimo tiempo. Su madre tiene un parto natural y sufre mucho, como una mujer más. El resto de los nacimientos se producen sin intervención de la mujer, de manera artificial. ¿Es esto una condenación de la fecundación artificial, como quisieron ver algunos? Nos parece claro que no. Este parto puede –y la economía simbólica siniestra de la película pide- dos sentidos. Allí en ese otro planeta, fuera de la tierra, como si estuvieran en el cielo y fueran ángeles (a pesar de su corporeidad), los habitantes son fecundados sin intervención natural de hombre y mujer. Es decir que en algún sentido vienen a la vida del mismo modo como lo hicieron Adán y Eva. No hay relación sexual. En cambio, el primer nacimiento natural, cuando la mujer debió parir con dolor, ya fuera del Paraíso, fue el de Caín, el hijo del pecado. El nacimiento de Superman (llamado en realidad Kal-el, el sufijo “el” lo vincula a Dios, así como los ángeles se llaman Mika-el, Rafa-el, Gabri-el y…Luzb-el) lo separa del resto. Por otra parte, al ser Kal-el el futuro Salvador de la tierra, debe vincularse su nacimiento al de Jesucristo, que fue todo lo contrario: el primer parto sin dolor pues no fue “natural”. De tal manera que la madre de Superman cumple un doble papel: da a luz a Caín que es, a la vez, el Salvador. Una afrenta a la Santísima Virgen, madre del Salvador. Es notorio, además, el semblante judío de la actriz: pero es que precisamente la actriz que interpreta a la madre,  Ayelet Zurer, no solamente es judía, sino además nacida en Tel Aviv, Israel. Con lo cual cierra perfectamente el sentido de su personaje y de que la película abra con tal escena. El nuevo Mesías, el nuevo Salvador victorioso, que es hijo del pecado, es judío.


-Como en “Avatar”, hay dos civilizaciones de planetas diferentes que se enfrentan a muerte. Y hay un “salvador” mesiánico que llega de un planeta distante para convertirse en el “salvador” del otro. En ambas películas, hay una exaltación del Hombre (abstracto) y una denigración de los hombres (concretos). Parece contradictorio, pero ese es el juego del diablo. Le hace creer al hombre que es como un dios, pero a la vez lo manipula, lo odia y lo envilece. En Superman, por ejemplo, a la vez que éste se hace humano adoptivo y aprende de los hombres exaltando esta condición, las masas son presentadas como hormigas manipulables e indefensas ante los poderes de los titanes de Krypton (con la excepción de una élite inteligente: el científico, el periodista). Si el hombre en general es bueno, necesita a Superman para vencer a los invasores extranjeros. Pero los hombres no son impotentes porque han pecado, sino porque todavía no han alcanzado un desarrollo científico suficientemente alto para elevarse más a sí mismos. De hecho la ciencia –a través de un personaje, el científico- juega un papel importantísimo en  la película, al contrario que la religión.

-Precisamente hay otra escena muy breve pero muy importante, que es cuando Clark Kent, después que el Gral. Zod ha exigido que se entregue a cambio de no destruir el planeta, va a consultar a un pastor protestante. En la imagen puede observarse perfectamente detrás de “Superman”, la imagen de Jesucristo en un vitral de la capilla. Cristo está detrás, en segundo plano, porque el personaje de veras importante es Kent/Superman, en primer plano. Explícitamente se hace mención de Cristo detrás de este nuevo “Mesías”, por lo cual, no se niega a Cristo, se lo niega en cuanto a ser el Mesías esperado por los judíos. Aquel ya pasó, éste que tenemos ahora ante nuestros ojos es el que necesitamos. Esto queda claro puesto que “no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos”, y sin embargo allí tenemos a alguien más, a otro nombre, a otro hombre-dios que va a salvarnos. De esto se hace mención muchísimas veces en la película: muchos personajes dicen de Superman que es “nuestro salvador” o “él me salvó”, etc. Sigamos con esta escena. Ante la consulta de Clark Kent, el pastor le dice que siga lo que le diga su corazón (el corazón no puede equivocarse, claro…), y antes de que Clark Kent abandone el templo no del todo convencido, el pastor le dice una cosa tremenda: que antes de tener convicción para hacer algo, hay que hacer un acto de fe. ¿Fe en qué? Puesto que Kent le había manifestado que tenía aún dudas de si los hombres no lo iban a traicionar, de lo que se trata –y es aquello en que él se debate- es de tener fe en el hombre, fe en el Hombre con mayúsculas y no en Dios o en los “dioses” o los “ángeles” que vienen desde el otro planeta. No, por supuesto, en el Dios trinitario, no en Jesucristo. Terrible falsificación, ya que Cristo vino a salvar a los hombres por amor al Padre y los amó con ese amor. Será precisamente uno de los ardides del Anticristo hablar del amor al Hombre y a la Humanidad, deificados mientras se odia a Dios. Definitivamente, Dios aquí no tiene nada que ver y la inclusión de esa mención “cristiana” se debe al sólo objeto de convencer al ciudadano de Kansas City (los Kent son granjeros de allí) como a los ingenuos protestantes norteamericanos, que la cosa no es contra Cristo ni contra Dios. El protestantismo ha sido el gran vehículo utilizado por la Sinagoga para disolver la Religión Católica y a caballo suyo el liberalismo ha permitido y propiciado la descristianización y la judaización del catolicismo en el mundo moderno. Pero, como decíamos antes, ese subalterno papel le cabe a la religión en el film, pues no tiene más respuestas para enfrentar ese peligro que el de afirmar que hay que tener fe en el hombre. El papel estelar le corresponde a la ciencia y…a la prensa.


-Agreguemos este hecho: Kal-el/Superman  sólo tiene super-poderes cuando está en la tierra, según se explica, debido a las condiciones propias de la atmósfera de nuestro planeta. Cuando Superman es llevado a la nave de Zod que reproduce la atmósfera del planeta Krypton, allí Superman pierde sus fuerzas. Es decir que Superman es agraciado, recibe la gracia que lo “diviniza” en la Tierra y no allá en el Cielo. La gracia, la divinidad, y en consecuencia el mesianismo le son dados por la Tierra donde habita el Hombre. Quiere decir que sin este planeta del Hombre Superman no sería Superman, es decir, el “Salvador” no sería “Salvador” sino uno más entre tantos.

-Como ya se ha dicho y resulta muy obvio, como N.S. Jesucristo, Clark Kent/Superman pasa casi toda su vida junto a sus padres (es único hijo) hasta que debe asumir su misión pública. Y a los 33 años se ofrece en “sacrificio” por la humanidad para luego salvarla de un enemigo super-poderoso de los hombres como Satanás. También aparece Superman con los brazos abiertos en cruz en más de una oportunidad: una muy notoria cuando se lanza en el espacio para ir a salvar el mundo.


-Como Cristo, Superman asume la naturaleza humana, con esta gran diferencia: Cristo se hizo débil, pequeño, humilde, de barro; Superman al llegar a la tierra, debido -según ya dijimos- a las características de la atmósfera terrestre, ve sus condiciones naturales crecidas hasta el punto de llegar a ser super-fuerte, super-veloz, super-resistente, de acero. Cristo asume nuestros pecados; al hacerse el Verbo hombre, se hace débil. Superman asume nuestra orgullosa naturaleza; al hacerse hombre, se potencia.

-Como Cristo, Superman es capaz de hacer curaciones “milagrosas” a través de sus super-poderes. Cura a una mujer (Louise Lane) que tiene una hemorragia interna.

-Superman aparece en el primer tramo de la película como pescador en un barco, en medio de una terrible tormenta: lleva barba como Cristo y logra salvar a los pescadores de una muerte segura. Luego cae al agua con los brazos en cruz. Otra innegable referencia crística que más bien apunta a esto: Superman es el nuevo Mesías, o el Mesías que esperan los judíos, el Mesías que ellos querían en lugar de Cristo. De hecho esa imagen mesiánica de Kent barbado –que no puede detener la tormenta- termina bajo el agua. Luego, al asumir su verdadero mesianismo ya no usará la barba y vestirá no ropas humildes, sino un disfraz de superhéroe.

-Los padres de Kent (en la película Kevin Costner y Diane Lane) llevan el papel de San José y la Virgen María. Humildes granjeros de Kansas que crían a su hijo sabiendo que éste es distinto a los demás, “venido de las estrellas”. Otra vez, se muestran dos cosas muy malas: Clark Kent deja morir a su padre en medio de un tornado pudiendo salvarlo, y lo hace por obediencia porque éste no quiere que muestre sus super-poderes hasta que el mundo esté listo para comprenderlo y aceptarlo. Y para eso se necesita una mayor comprensión científica y menos prejuicios. Culpa de los hombres Kent debe dejar que su padre muera. Su madre viuda, mostrará en otro momento una gran debilidad frente al General Zod y los invasores alienígenas. Contrariamente a la figura de la Santísima Virgen, a quien más le teme el diablo, aquí esta madre del nuevo salvador es zarandeada y arrojada al piso, e incluso en su debilidad delata a su hijo.




-El mal en esta película está representado por un militar golpista y genocida: el General Zod (como en “Avatar”, es un militar caricaturesco el malo y una mujer científica la buena, en este caso el bien se reparte entre un científico y una periodista). La película muestra este detalle interesante: en Krypton los gobernantes demócratas han llevado el planeta a su autodestrucción por ineptitud. En esto están de acuerdo Zod y el padre de Superman (Russel Crowe), que es un científico. Ambos coinciden en su diagnóstico pero difieren en la solución. El Gral. Zod quiere exterminar a los no aptos y Jor-el cree que es mejor mudarse de planeta. No se descarta, entonces, el brazo fuerte de las armas, sino su mala utilización, que deben estar gobernadas bajo la guía de la ciencia. Por otra parte, podría interpretarse a Zod como al líder de un pueblo orgulloso de sí mismo (el judío) que quiere extenderse a otras tierras sin importar las consecuencias. Superman, su contrario, cree en cambio que debe “asimilarse”. De hecho la mayoría de los judíos viven fuera de Israel. Pero lo cierto es que se ve muy bien que al “asimilarse” en otra tierra Superman no sólo no pierde, sino que sale ganando: se hace un líder fuerte y super-poderoso, amado por los otros hombres inferiores a él. El asunto es el siguiente: en la película se dice que Superman porta en su cuerpo el “códex” de su raza, esto es, podría continuar genéticamente a todo su pueblo en la tierra, creadas previamente unas determinadas condiciones ambientales. Es decir que el Mesías Superjudío (o Anticristo) lleva en sí la posibilidad de reproducir a su pueblo en otras tierras. Un planteo que presumimos se verá desarrollado en las dos próximas películas que se tiene previsto realizar de este “Hombre de acero”.  

Habría que referirse también a la estructuración simbólica  que intenta imponer el gnosticismo, como ya lo señaláramos en nuestro trabajo sobre “Avatar”, y el esquema elaborado por Joaquín de Fiore a fines del siglo XII para arribar a una nueva era en la historia del mundo, que se sintetiza en cuatro símbolos o vectores:

1-Una tercera fase en la Historia Universal, superadora de las anteriores. En este caso la superación de las religiones devendrá por la comprensión cósmica obtenida a través de la ciencia y unos conocimientos que nos son donados por seres de otro planeta. Esa tercera fase se está gestando desde hace cientos de años y hoy lleva el nombre de Globalización o Nuevo Orden Mundial.
2-Un caudillo o líder que da comienzo a esta nueva etapa. Un “Mesías” y “Salvador”. Será el Anticristo. En la película, es Superman.
3-Este “Mesías” tiene un precursor. Así como N. S. Jesucristo tuvo a San juan Bautista. En la película el papel está otorgado a una mujer, Louise Lane, que también lleva el papel de co-redentora (por eso se entrega junto con Superman a sus enemigos, donde el superhéroe es “crucificado” en la nave de Zod).
4-Las instituciones –en especial las religiosas- están subordinadas a la comunidad que encabeza este Caudillo. No hay mediación de una Iglesia, por ejemplo. Ya no hace falta. Como dice Eric Voegelin: “El cuarto símbolo es el de la fraternidad entre personas autónomas. La tercera edad de Joaquín, en virtud de la nueva venida del Espíritu Santo, transformará a los hombres en miembros del nuevo reino sin la mediación sacramental de la gracia. En esta tercera Era dejará de existir, porque los dones carismáticos necesarios para la vida de perfección le llegarán al hombre sin necesidad de la administración de los sacramentos. Aunque el propio Joaquín concebía la organización de la nueva edad concretamente como una orden monástica, la idea de una comunidad formada por los que habían alcanzado la perfección espiritual y que podían convivir sin necesidad de autoridad institucional quedó entonces formulada en principio. Esta idea era capaz de variaciones infinitas. Se la puede hallar en diversos grados de pureza tanto en sectas medievales y del renacimiento como en las iglesias puritanas de los Santos; en su forma secularizada ha llegado a ser un componente formidable del credo democrático contemporáneo…” (“Nueva ciencia de la política”, cit. por Stan Popescu en Democratización de la cultura, Editorial Euthymia, Bs. As., 1992). Hemos visto en la película que el único que recibe la gracia que lo eleva por encima de sí mismo, es Superman. Esta gracia y esta misión las recibe a través de la figura de su padre (Jor-el) muerto, es decir, a través del "espíritu santo" que se le comunica a través de una avanzada tecnología. Este "espíritu santo" que incluso lo “revive” en la nave de Zod, luego es “desconectado” por éste. Con lo cual, a no ser que en las propias entregas de este engendro cinematográfico se lo “reviva”, ya no tendría razón de ser. Quedaría solamente el nuevo Caudillo, Salvador o Mesías super-poderoso, en gracia y rigiendo el mundo.

Vemos entonces cómo se impone la ideología del judío talmúdico que prepara los “tiempos mesiánicos” donde ha de darse su triunfo universal, aplastando el cristianismo.

En cuanto al estilo de película en el cual se vierte este programa gnóstico, hay que decir que muy probablemente debido a las expectativas ampliamente masivas que se debían satisfacer con esta historia, su director Snyder no pudo caer en tanta afectación ampulosa como en “300”, pero es indudable que tiene vocación para lo exagerado y el “non plus ultra” en lo que hace a llevar más allá de lo necesario los recursos estilísticos que resaltan la violencia y el histrionismo bélico, en una especie de paroxismo que no redunda en fecundas reflexiones del espectador, sino en contorsiones de historieta muy bien animadas. O, para decirlo tal vez más adecuadamente, su afición al titanismo le ha dado la historia perfecta para llevar a cabo lo que no es sino un signo de estos tiempos (recientemente se estrenó otra película que se llama “Titanes del Pacífico”): el atronador triunfo de la técnica por sobre el espíritu. Fue Jünger quien habló hace ya bastante tiempo de los “titanes venideros”, en consonancia con Hölderlin. Y con su reconocida clarividencia, manifestaba el centenario alemán: “En esta edad venidera el poeta deberá aletargarse. Los actos serán más importantes que la poesía que los canta y que el pensamiento que los refleja. Será una edad muy propicia para la técnica, pero desfavorable para el espíritu y para la cultura” (Los titanes venideros, península, 1998). Ese futuro que se adivinaba en el horizonte, es ahora.  


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