Una simple y rápida lectura de un escrito del Cardenal Ravasi, Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura de la Iglesia Nueva, sobre cine, nos ofrece más de lo mismo que siempre leemos o escuchamos en los medios masivos de comunicación, con todos los lugares comunes habidos y el destacado siempre infaltable de los “monstruos sagrados” del nihilismo y la mediocridad, aunque esta vez actualizado.
lunes, 18 de noviembre de 2013
“LA MIRADA DE LA FE EN EL CINE”: ¿QUÉ FE? LA DEL MODERNISTA RAVASI
Una simple y rápida lectura de un escrito del Cardenal Ravasi, Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura de la Iglesia Nueva, sobre cine, nos ofrece más de lo mismo que siempre leemos o escuchamos en los medios masivos de comunicación, con todos los lugares comunes habidos y el destacado siempre infaltable de los “monstruos sagrados” del nihilismo y la mediocridad, aunque esta vez actualizado.
Recordemos que este cardenal es quien
recientemente hizo el elogio del rockero degenerado Lou Reed en su cuenta de
tweeter, con motivo de su fallecimiento.
Dando una rápida ojeada, Ravasi informa
que hay “obras maestras como el Evangelio
según Mateo de Pier Paolo Pasolini (1964),”, o se muestra políticamente
correcto con el poder judío mundial al denigrar esa obra maestra que es La
Pasión de Cristo, “No se reparaba en
gastos ni en efectos, pero al final se obtenía una iconografía enfática y sólo
exteriormente religiosa, incluso en algunos casos destinada a rozar el sadismo,
como en la discutida Passion (2003) de Mel Gibson (¡90 minutos de tortura en
126 de película!)”. Y cae, por supuesto, en el lugar común de destacar a
los directores “espirituales” que en su mayoría o son protestantes, o son ateos,
o son blasfemos, o son tediosos: “Una
galería de directores: Dreyer, Bresson, Bergman, Tarkovsij, Buñuel
Queremos
dejar ahora un amplio espacio a una tercera figura, altísima y paradójica, un
director, un teólogo ateo, hijo del capellán de la corte de Suecia, Ingmar
Bergman”,”esta película la gran revelación para muchos, creyentes y agnósticos,
y la primera lección de un director revestido, en efecto, de teólogo agnóstico.
Su enseñanza en imágenes seguirá encaramándose aún por los senderos de altura
de las preguntas últimas, ante las cuales, la filosofía únicamente balbucea y
la misma literatura apenas puede avanzar”, ignorando como siempre sucede a grandes directores católicos –aún imperfectos
y con sus sombras- como Hitchcock, Ford y Capra.
Pero Ravasi llega más allá en su
incienso a lo políticamente correcto, destacando a otros directores
subversivos: “El “hilo rojo” de la fe y
de la espiritualidad ha penetrado, de alguna manera, otras muchas
personalidades del cine, a veces aparentemente lejanas, como Fellini,
Rossellini, Godard, Woody Allen, etc.”.
En fin, este cardenal modernista
confirma nuestras aversiones y nuestras admiraciones, demostrando que la justicia
del Vaticano, en materia cinematográfica, sigue tan deficiente como siempre.