“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

martes, 13 de septiembre de 2011

ALFRED HITCHCOCK - VERTIGO

Alfred Hitchcock: Vértigo

No podemos rescatar a alguien si antes no somos rescatados (por el único Redentor).


Alfred Hitchcock es el más famoso y el más desconocido de los directores de cine. Que tal paradoja no es infrecuente nos lo recuerda el ilustre caso de Charles Foster Kane y su añorado trineo. Sin embargo, “el lado oculto del genio” no se encuentra husmeando en macabras confidencias de alucinados biógrafos, ni en reveladoras, enigmáticas y postreras palabras. Alfred Hitchcock, como todo gran artista, se reveló de forma indirecta en su obra; una obra que no tuvo por fin revelar a Alfred Hitchcock. Su fin fue revelarnos a nosotros mismos, en tanto que espectadores en el cine y en la vida.
Nacido en un suburbio de Londres un 13 de agosto de 1899 en el seno de una familia católica (decir católica practicante era casi una redundancia por entonces), y esto en una Inglaterra donde esta condición era vista, como afirmara el mismo Hitchcock, como una especie de excentricidad; la estricta educación de los jesuitas (cuando todavía eran católicos), y la estricta educación de sus padres lo marcaron  para siempre. Asuntos nada fútiles como el bien y el mal, el pecado original y el sentido del orden, más allá de su elección deliberada o no, aflorarían en su visión del mundo film tras film, acendrando su mirada que no es otra cosa que su estilo. El sentido del humor –muy, demasiado inglés- reportaría asimismo en sus films donde la aventura física habría de tornarse metafísica, y la persecución, y los enigmas, sendos móviles para descubrir al hombre, criatura caída y fascinante cuyo sino es la lucha.
Apodado por expendedores de noticias como “el mago del suspenso”, ya famoso y en la mitad de su carrera recaló en “la meca del cine” llamada Hollywood, donde lo extraordinario estaba a la orden del día, y el suceso comercial era ganancia de respeto, no así de prestigio. Es sabido que nunca le fue concedida la famosa estatuilla denominada Oscar, especie de canonización profana. Tal vez la falta de una corriente crítica seria abonó la posterior caída de Hollywood, que de maestros sólo “entretenedores” pasó a tener “artistas” que ya no entretenían.
Dieciocho años después, a los cincuenta y ocho de edad, llegaría a la cumbre de su obra, sin que críticos ni espectadores se enterasen. “Vértigo” es hoy un clásico, como lo son “Macbeth”, “Antígona” o “Ligeia”. Los que se dan por enterados en gran parte explican su fascinación del mismo modo que Scottie, el protagonista, padece la suya. Los que aún no se han enterado de que existe “Vértigo” arguyen cronológicamente su desinterés o desatino; tal vez piensen que es mejor que pasen doscientos años para darse a afirmaciones que hoy parecen temerarias.
Alguna vez escribió Nicolás Berdiaev que el cristianismo era una religión del rescate. El cine –es decir, el cine norteamericano- siempre lo supo. En el buen sentido y en el sentido siniestro que fagocita aquello que antes ha falsificado. Así que si Griffith –hasta decir basta- o Ford –con sus “The searchers” y “La diligencia”- dieron forma al sentido diestro, mientras que muchos otros –a veces inclusive Griffith y Ford, contradictorios- ajustaron sus rescates al liberalismo norteamericano, ya sea con sus marines o sus puntuales tropas de caballería, en los últimos años se ha hecho más ostensible que el rescate es la salvación que el hombre le concede al hombre, y los salvadores encarnan en el pueblo elegido (USA) o en figuras superheroicas de poderes sobrenaturales. Desde “Rescatando al soldado Ryan” o la saga de “Terminator” hasta “Superman” o “Hellboy”, los salvadores son legión. En estos últimos tiempos, más allá del cine, el rescatista o salvador ha encarnado periodísticamente en la figura de la Federal Reserve, que tiende su mano bienhechora a una Nación a la que antes ha colocado en el pozo (el pozo de la iniquidad, para decirlo en el lenguaje tétrico de los films de horror). Excepciones excepcionales en el cine de los últimos años han sido “Apocalypto” y “La Pasión de Cristo”, películas evidentemente católicas hasta la médula. Católicas como las de Alfred Hitchcock, pero de muy otra manera. 
En “Vértigo”, el demonio -Gavin Elster- sabe cómo tentar y perder a un hombre. Primero, conoce a aquel a quien desea engañar. Sabe que el hombre se mueve hacia un fin, y que ese fin que busca es algo que reconoce como un bien, pero, criatura caída como es, no puede por sí mismo –con su “libre interpretación” de la realidad- descubrir la verdad o falsía de lo que tiene enfrente. Segundo: sabe que Scottie (James Stewart, en una de las mejores interpretaciones del cine de todos los tiempos) como todo buen caballero, ha de ir al rescate de aquella a quien ha hecho su “dama”, en este caso Madeleine (Kim Novak en manos de Hitchcock). El demonio, mentiroso siempre, urde una fantasía con retazos de verdad que el Quijote degradado de Scottie contribuye a hacer realidad: la locura queda entonces a un paso de aquel iluso que soporta solo el peso de la culpa sin la espera de un Redentor. Hoy el caballero es un detective que persigue a una misteriosa dama que en realidad apenas es una zafia hembra, que en el fondo, aunque no se dé cuenta, desea ser rescatada simplemente como mujer. Pero hoy no son posibles las hazañas del caballero ni las hazañas del Quijote porque, evidentemente, la sociedad no es cristiana. Hoy no hay sino rescates del cuerpo, no del alma...Salvo cuando osa intervenir la divina Providencia, que espera en silencio y demanda una respuesta del hombre, que acaso nunca sepa darla. En todo caso, no puede vencerse la caída original sin la gracia. Por eso a Scottie subir a la torre no le vale de nada. Excepto que entienda que esa pérdida y esa cruz son una gracia.
Hitchcock, por otra parte, rescata con su film en forma sublime aquello que nos permite el diálogo con su obra: el símbolo, en genial oposición a la alegoría. Esa forma de abordar el cine le permite darse el lujo de decirnos lo mismo que nos dice el Kempis: “Si mirares solamente a la apariencia exterior de los hombres, presto serás engañado” (L. II, Cap. VII), aunque Hitchcock, como hacedor de cine, nos lleva a descubrir la misma verdad sólo con las imágenes, sin necesidad de palabras.
El orden que se impone por sobre la imaginación descaminada triunfa además con la superación del mito pagano (Madeleine o la Esfinge de Tebas) por un misterio verdadero, trascendente, vertical, vuelto forma en la torre de una iglesia católica.
La inolvidable música de Bernard Herrmann –con reminiscencias del “Tristán” wagneriano- contribuye como pocas veces a identificar al espectador con el estado anímico del protagonista, un emotivo perdidamente enamorado que podría repetir con Bécquer en sus rimas

“Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente ridícula invención,
y hecho el ídolo ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor”.

Vértigo” es un film sombrío, sintético, subyugante, riguroso, grande e inagotable. Probablemente el más bello film jamás realizado.


Vértigo

Director: Alfred Hitchcock – Productor: Alfred Hitchcock – Productor asociado: Herbert Coleman - Guión: Alec Coppel y Samuel Taylor, basado en la novela D’entre les morts, de Pierre Boileau y Thomas Narcejac. - Fotografía: Robert Burks - Música: Bernard Herrmann- Montaje: George Tomasini – Decorados: Hal Pereira, Henry Bumstead, Sam Comer y Frank McKelvey – Vestuario: Edith Head - Títulos: Saúl Bass – Secuencia especial: John Ferren - Intérpretes: James Stewart (John “Scottie” Ferguson), Kim Novak (Madeleine Elster y Judy Barton), Barbara Bel Geddes (Midge Wood), Tom Helmore (Gavin Elster), Henry Jones (el oficial), Raymond Bailey (el doctor), Konstantin Shayne (Pop Liebl), Ellen Corby Lee Patrick. Estudios: Paramount – Exteriores: San Francisco - Producción: Alfred Hitchcock, 1958. Distribución: Paramount. VistaVision, Tecnicolor, 120 minutos.


NOTA:
Dado que Vértigo no es una película fácil y aun puede resultar mal comprendida o peligrosa para un público no avisado (inclusive por cierto desliz liberal que cabe acotar), dejamos también aquí el enlace a otros trabajos sobre esta película, para completar su mejor apreciación y comprensión:


ESPECIAL HITCHCOCK - VERTIGO






La mirada de Dios. Pantalla dividida para mostrar una realidad con dos caras: la responsabilidad y la evasión de la realidad, finalmente imposible.


Madeleine o la Esfinge de Tebas. Tratamiento objetivo-subjetivo de Hitchcock, que hacía sus películas pensando siempre en el espectador.


El tema del doble, desdoblado. Todos podemos ser otro. También como espectadores de cine.

Enlace de interés: Música inspirada en las Misiones de california.

http://www.allmusic.com/performance/f1230706



ESPECIAL HITCHCOCK - VIDEOS



ULTIMA APARICION EN PUBLICO DEL MAESTRO DEL SUSPENSE, EL GRAN ALFRED HITCHCOCK



"Le doy las gracias al embajador Jay, a la reina Ingrid, al director Stevens y a mis conjurados en este extraño trabajo que es la fabricación de películas. Hace mucho tiempo que me di cuenta de que el hombre no vive sólo del asesinato. Necesita afecto, aprobación, ánimo y -de vez en cuando- una buena y abundante comida.


Esta noche, todos vosotros me habéis dado tres de esas cuatro cosas. La angustia ha estrangulado mi apetito.


Me siento realmente orgulloso de recibir el Premio de Toda una Vida de la AFI. Más, cuando este premio viene de mis camaradas y colegas del celuloide. Al final, cuando un hombre es reconocido culpable de un asesinato y condenado a muerte, siempre es agradable saber que la condena es obra de un jurado de amigos y vecinos...ayudados por un abogado incompetente.


Pondría a prueba su resistencia, y la mía, al recitar los nombres de los miles de actores, escritores, editores, camarógrafos, músicos, técnicos… banqueros, los expositores... y una variedad de otros criminales que han contribuido a mi vida.


Voy a mencionar sólo a cuatro personas a las que debo el más profundo cariño, inteligencia y ánimo, además de una colaboración constante.


La primera de esas cuatro personas es la montadora de mis películas, la segunda, la guionista, la tercera, la madre de mi hija Pat, y la cuarta es la cocinera que ha conseguido los más maravillosos milagros en una cocina doméstica. Y sus nombres son Alma Reville.


Si la hermosa Reville no hubiera, hace 53 años, aceptado un contrato para toda la vida-sin opciones-como Sra. Alfred Hitchcock, el Señor Alfred Hitchcock quizás estaría esta noche en esta habitación, pero no en esta mesa, sino como uno de los camareros de la sala.


Comparto mi recompensa con ella como he hecho con mi vida. Ahora, dejadme compartir algunas cosas con los jóvenes llenos de promesas que han ganado un título como miembros de la cofradía Alfred Hitchcock gracias a la AFI. Cuando tan sólo tenía 6 años, hice algo que mi padre consideró era digno de reprimenda. No recuerdo qué transgresión era -a la edad de 6 años, seguramente no tuvo nada que ver con la criada-.


Bueno, mi padre me envió a la comisaría de policía de la esquina con una nota. El policía de servicio la leyó y después me encerró en una celda durante 5 minutos diciendo: "Esto es lo que se hace a los niños malos". Desde entonces no he dudado en hacer cualquier cosa para evitar ser arrestado y encarcelado.


A vosotros los jóvenes, mi mensaje es el siguiente: "Evitad la prisión”.


Algún día quizás uno de vosotros estará en este lugar recibiendo un premio American Film Institute. Es lo que consiguen los niños buenos".


Alfred Hitchcock



ESPECIAL HITCHCOCK

ESPECIAL HITCHCOCK



“Los hombres se dividen en dos bandos –escribió Gómez Dávila-: los que creen en el pecado original y los bobos”.

Hitchcock perteneció al primero.

También dijo el maestro colombiano que “La fotografía asesinó a la imaginación”.

Pero el cine la revivió. Mediante el montaje, la puesta en escena, el fuera de campo y las simetrías, el cine –cuando es cine- afirmó que en la imagen no está toda la evidencia y más allá de ella estamos nosotros que construimos el sentido no evidente de la historia. El cine se hace para el espectador, para el contemplador, no para el mero consumidor.
Para llegar a eso el cine se vale del suspenso, que es trabajar con la imaginación, anticipar o temer lo que posiblemente vendrá. Intuir por lo que se nos muestra, aquello que no vemos.

El cine trabaja con luces y sombras, con lo visto y lo oculto, con lo presente y lo ausente, con el ahora y el después. La reconstrucción del montaje en nosotros completa lo que la simple imagen nos sugiere, pero no puede darnos del todo.

Otra sentencia de Gómez Dávila dice así: “Toda metafísica tiene que trabajar con metáforas, y casi todas acaban trabajando sólo sobre metáforas”.

De allí la superioridad del cine de Hitchcock sobre el cine de Bergman, o, para generalizar un poco, del cine norteamericano sobre el cine europeo. La metafísica con metáforas es el suspenso de Hitchcock; la metafísica sin metáforas es el recitado de discursos de Tarkovski.
Por eso en un mundo que da la espalda a la metafísica, una metafísica no la entiende casi nadie y otra “metafísica” creen entenderla casi todos.

“El estilo es orden a que el hombre somete el caos” (NGD).

He allí todo el cine hitchcockiano. Y todo buen cine.
Pero para ello debe quedar establecido a priori que hay un orden y que hay un caos. Y el comienzo sólo puede ser el orden. Y la aventura su restitución.

¿De qué me sirve conocer o “discriminar” el estilo o la puesta en escena de una película? Me sirve porque de ella –podríamos responder- depende que yo pueda tener una meditación moral verdadera y proporcionada a la experiencia estética que se me ofrece. Con ella se logra transmitir –o no- una emoción mediante la cual el espectador puede conocer mejor al hombre y por lo tanto a sí mismo y, si es capaz de tomar distancia de lo contado, reflexionar a partir de esa emoción estética que le es suministrada por alguien que ha visto más o mejor o de otro modo que él y considerar las ideas que se le vierten o los temas planteados a través de una película.


Los detalles cuentan: Hitchcock dirigía no sólo a los actores, sino también a los objetos. Llaves, vasos, tazas, libros o alianzas: Hitchcock era imaginativo con la realidad.
  
La gente frívola merece que le den un buen susto. La irrupción del mal es más traumática para quien vive en la pavada.


DIOS EN EL CINE

DIOS EN EL CINE

“Dios puede introducirse también en el corazón de un hombre que esté contemplando solitariamente las tontas imágenes de la pantalla de un cinematógrafo. Dios hace eso, lo sé muy bien. Dios es libre. Dios va a todas partes. Lo ve todo, lo sabe todo, obra milagros, camina errabundo por doquier, como un sublime vagabundo, en busca de un lugar –un corazón- donde poder reposar. Pero Dios tiene preferencias. Dios ama más a las almas que no quieren conocer otro amor que el Amor suyo y ya ahora suplican y hacen todo lo posible por estar en todos y cada uno de los momentos de los días de su vida en la eternidad, la eternidad de la presencia de Dios. Dios exige fidelidad. Una enorme responsabilidad recae sobre estos escogidos. La salvación de la tierra y de toda la creación depende, de algún modo misterioso, de la buena disposición y del desprendimiento total de sus vidas de estos hombres y mujeres que han escogido la mejor parte.”

Pieter van der Meer de Walcheren, “Hombres y Dios”.

LA REFORMA EFICAZ

LA REFORMA EFICAZ


“Ya no hay más moralidad pública, ni más justicia, decís. Estos resultados os asombran; era fácil preverlos. ¿Acaso no escribió un sabio del paganismo que se construiría más fácilmente una ciudad en el aire que una sociedad sin Dios? ¿Acaso no dijo el orador romano que con el respeto de la divinidad desaparecen la buena fe, la seguridad en el comercio y la más excelente de todas las virtudes, que es la justicia? ¿Acaso no declaró el Espíritu Santo, con un lenguaje más enérgico, que en todas partes donde reinan los impíos, los hombres no tienen que esperar sino ruinas: Regnantibus impiis, ruinae hominum (Prov. 28, 12)?

Añadís: todo se va, todo está acabado. También esto os asombra; hubiera sido fácil preverlo, si alguna vez hubieseis leído esa página magnífica en la que un gran rey, inspirado por Dios, narra las obras del ateísmo. Escuchad: el impío dijo en su corazón: no hay Dios. El Señor miró de lo alto del cielo, para ver si hay alguno que comprenda y que busque a Dios:

Ut videat si est intelligens aut requirens Deum. (Salmo 52, 3)

No percibió sino una generación que no lo invoca.

Dominum non invocaverunt. (Salmo 52, 6)

Ahora bien, esta generación de hombres, he aquí lo que habrá señalado su paso por la tierra: ha devorado al pueblo como un pedazo de pan y no ha dado al mundo sino el espectáculo de una gran inutilidad:

Simul inútiles facti sunt. (Salmo 52, 4)

Finalmente, os escucho todavía decir que se ha hecho un vacío inmenso en la sociedad. Ya lo creo: es todo el lugar que pertenece a Dios el que está vacante. Una reforma general es necesaria, concluís. Sí, por cierto, soy de vuestra opinión, hay que reformarla, reformarla por entero, en sus jefes y en sus miembros, esta sociedad que ya no cree en Dios o que, al menos, se gobierna como si no creyese; y el primer artículo del programa de la reforma debe ser el primer artículo del Símbolo: Creo en Dios: Credo in Deum. Enseñad de nuevo a toda esta generación de hombres a decir: creo en Dios, y a vivir en conformidad con esa creencia. Con tal título, la reforma será eficaz y saludable. De lo contrario, diré que señaláis el mal y que no abordáis el remedio. No basta haber inventado un nuevo trisagio y repetir eternamente tres veces nada; decid más bien una vez: Dios, y será renovada la faz de la tierra”.

Cardenal Pie. Contra el ateísmo práctico. Segunda conferencia sobre el Símbolo, Chartres, 1847.

MINUTOS DE SILENCIO

MINUTOS DE SILENCIO
(11 DE MARZO)

Por Enrique V. de Mora Quirós
Prof. Fil. Dcho Universidad de Cádiz.


Hace ya tiempo que nuestra cultura postmoderna nos tiene acostumbrados a los minutos de silencio. Desgraciadamente más habituales de lo corriente, quiere el pensamiento dominante expresar con ellos el dolor, la repulsa, el testimonio de solidaridad y la cercanía frente a las víctimas de desgracias de distinta naturaleza. Quizá nunca nos hemos parado a pensar en el significado de esos minutos, pero hoy me propongo hacerlo desde esta fecha que marcó a España en lo más profundo de su dolor.

Yo crecí en una cultura donde la oración era el testimonio más claro y rotundo frente al mal y el dolor. Se rezaba por los muertos, los asesinados, se asistía a una misa por ellos y, en definitiva, se testimoniaba por la palabra hecha oración nuestro dolor compartido con el sufriente. Nuestra cultura cristiana expresaba de este modo su solidaridad más íntima y metafísica, pues a través de la voz compartiendo una misma expresión sagrada, el amor se expresaba de una manera activa, aunque fuese en la repetición mecánica de una misma oración.

Frente a esto, ¿Qué es en realidad un minuto de silencio? Si lo pensamos bien, la más exacta expresión del vacío de trascendencia que acompaña al hombre postmoderno, ese hombre aparentemente autosuficiente y aupado en la autocomplacencia de una razón técnica, pero que esconde en realidad la agonía de su propio existir. El minuto de silencio es la más depurada expresión del laicismo bienpensante, la más exacta representación de la liturgia laica. Cada vez que oficiamos esa ceremonia, representamos teatralmente la realidad de nuestra cultura cotidiana, una cultura de hombres silenciosos los unos con los otros, incomunicados en medio de la barahúnda de las calles, solos en medio de la multitud, insolidarios a pesar de tantos mensajes de solidaridad.

Y es que los minutos de silencio, no son sino el grito de una cultura que ha arrojado a Dios de su habitat moral. Frente a ellos, yo alzo hoy mi oración por las víctimas, como ayer, como hoy y como siempre.



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“Minuto o Periodo de Silencio:
Al decretarse el período de silencio por duelo, el Gran Maestro levantará la Asamblea
con un golpe de Cetro, al concluir el período, con un golpe de Cetro anunciará su conclusión y sentará a la Asamblea. Durante el período de silencio ningún H... deberá
emitir ruido o conversación o movilización alguna.
“Gran Logia de Panamá. MANUAL DE ETIQUETA Y PROTOCOLO MASONICO 2003”.


NOTICIA

El actor Mel Gibson vuelve a despertar la ira de los judíos


Valores Religiosos / Clarín
Fuente: RD, EFE y AJN

“El actor Mel Gibson vuelve a despertar la ira de los judíos
Quiere rodar la historia de Judas Macabeo, héroe judío que lideró revuelta contra los ejércitos griegos y sirios. Por sus expresiones antisemitas y la polémica por la imagen de los judíos en “La Pasión”, la comunidad judía puso el grito en el cielo”.

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“La participación del actor y director Mel Gibson en una película sobre un héroe judío ha despertado inmediato rechazo por parte de esa comunidad en EE.UU. después de la animadversión mostrada por el intérprete hacia su colectivo en el pasado, informó este domingo The Hollywood Reporter.

Gibson se asoció con el guionista Joe Eszterhas ("Showgirls") para desarrollar la adaptación a la gran pantalla de la historia de Judas Macabeo, guerrero judío que lideró una revuelta contra los ejércitos griegos y sirios en el siglo II antes de Jesucristo.

El proyecto está avalado por Warner Bros y no ha trascendido si Gibson aparecerá en el filme, aunque parte como la primera opción del estudio para dirigir el largometraje que produce a través de su empresa Icon Prods.

La implicación del protagonista de "Braveheart" (1994) en esa película no gustó a preeminentes figuras de la comunidad judía en Estados Unidos, que recordaron las manifestaciones antisemitas hechas por Gibson durante su vida.

En 2006, el actor culpó a los judíos de "todas las guerras del mundo" cuando le detuvieron por conducir ebrio y dos años antes se le acusó de dar una mala imagen de los judíos en su filme "The Passion of the Christ" (2004).

El actor también se vio salpicado por los polémicos comentarios realizados en una ocasión por su padre, Hutton Gibson, quien llegó a poner en duda el Holocausto.

"Judas Macabeo merece algo mejor. Es un héroe para los judíos y un héroe universal en la lucha por la libertad religiosa. Sería una farsa que su historia fuera contada por alguien que no tiene respeto ni sensibilidad por las creencias de otra gente", dijo Abraham Foxman, director de la organización judía Liga de la Anti-Difamación.

El fundador del Museo de la Tolerancia en Los Ángeles, el rabino Marvin Hier, aseguró que Gibson "solo ha mostrado falta de respeto por los judíos" y calificó su implicación en el filme como un "insulto para los judíos".

Hier comparó la contratación de Gibson con poner al inversor Bernard Madoff, responsable de una estafa millonaria, al frente de una comisión que vela por la legalidad de las operaciones financieras o a alguien que defienda la supremacía blanca a dirigir un proyecto para retratar a Martin Luther King.

Mel Gibson se disculpó en el pasado en varias ocasiones por sus comentarios antisemitas, aunque para Hier sus palabras no fueron suficientes.

El rabino requirió que el artista mostrara su arrepentimiento escribiendo un editorial para explicarse, que demostrara que se documentó sobre el Holocausto o que visitara algún campo de concentración.

La Liga Anti-Difamación criticó a Warner Brothers
La Liga Anti-Difamación (ADL, por sus siglas en inglés) criticó a  la compañía cinematográfica Warner Brothers porque presuntamente colabora con el actor Mel Gibson en la producción de la película

Gibson tiene un historial de hacer comentarios antisemitas públicamente, y fue criticado por su descripción de los judíos en su película de 2004, "La Pasión de Cristo".

"Esperábamos que Warner Bros podría haber encontrado a alguien mejor que Mel Gibson para dirigir y hacer una película sobre la vida de un ícono histórico de la comunidad judía Judá Macabeo", expresó el director de la ADL Abraham Foxman en un comunicado difundido hoy viernes.

Foxman explicó que "no sólo está demostrado que Mel Gibson es lo antagónico a los judíos y el judaísmo a través de sus declaraciones públicas y acciones".

El director de la ADL acusó Gibson de mostrar desprecio por los líderes judíos, según consignó el diario Haaretz en su sitio web.

Foxman hizo un llamamiento a Warner Brothers para que reconsidere la participación de Gibson en el proyecto, aunque reconoció el derecho del actor para hacer la película que él elija”.


Comentario Reduco:
La Santísima Virgen (cuya imagen lleva en la Medalla Milagrosa que puede verse en la fotografía) le conceda el valor, la determinación y la perseverancia para llegar a cumplir esta cruzada tanto personal como profesional, haciendo lo mejor que sabe hacer: dirigir películas. 

martes, 6 de septiembre de 2011

MICROCRITICAS


MICROCRÍTICAS



THE TROUBLE WITH HARRY (Alfred Hitchcock, 1955)




El problema con esta película es que resulta desconcertante, hasta que se comprende que es exactamente el reverso de “La soga”. La clave de su interpretación se halla de dos maneras. En primer lugar, al comprender que es como “La soga” pero dada vuelta, “La soga” con humor, podría decirse, un humor muy negro e inglés, diríase macabro, detrás del cual se esconde la mirada de Hitchcock sobre el mundo. La segunda llave de interpretación se encuentra en la mirada sobre el mundo de los personajes, que está graficada en las pinturas abstractas que realiza el pintor de la película.

Si en “La Soga” hay un cadáver oculto (pero omnipresente) que casi todos ignoran, acá hay un cadáver a la vista (también omnipresente) al que todos ignoran. En ambas, los personajes tienen sus culpas, más allá de los asesinos. Ese cuerpo muerto que todos desean esconder representa para todos ellos la realidad que emerge en medio de la placidez de sus vidas para recordarles su condición de criaturas caídas. A diferencia de “La soga”, donde los protagonistas son los asesinos y la culpa los corroe y acorrala, aquí los que en “La soga” eran los secundarios, devienen protagonistas, y como aquellos, viven sumergidos en sus anodinas vidas, ignorando la realidad, que finalmente no pueden terminar de enterrar.

Los personajes de “Harry”, decíamos, miran al mundo como el pintor de cuadros abstractos, por eso cuando aparece una realidad concreta –la realidad del pecado- en la figura de Harry, todo se les complica (véase además que el retrato de Harry es el único cuadro no abstracto que pinta Sam: están obligados a ver de otra manera). Y si es cierto que nadie lo mató, todos podrían haberlo hecho, hasta el niño que lleva en sí los rastros del pecado original, y por eso anda con su arma de juguete por todas partes.

Pero también, allí está la irrealidad de la mentalidad protestante aposentada en aquel lugar. Resulta significativo que el “malo” de la película, Calvin Wiggs (¿acaso Calvin por Calvino?) no sea un malo habitual de Hitchcock, sino un tipo desagradable. A lo que debe sumarse la idea de la predestinación que menciona el pintor Sam al Capitán Wiles, quien le responde que no le preocupa el cielo pues no deberá enfrentar su juicio, además de que no tiene conciencia. Lo que se verá de alguna forma desmentido en los hechos. Hitchcock retrata un ambiente protestante, cerrado en sí mismo, mediocre, pueril, despreocupado de las consecuencias de sus actos, aunque temeroso de la ley de aquí abajo. En definitiva, todos quieren enterrar la culpa, representada por Harry, pero, como dijimos, eso no es posible (en “La soga” se des-ocultaba finalmente: recordemos además que en “La soga” Stewart al final dispara tres tiros; aquí el Capitán también dispara con su escopeta tres tiros, de hecho en español se conoce también a esta película como “El tercer tiro”).

Desde luego que resulta desconcertante para el que ve el cine de Hitchcock esta película, mas no para quien conoce sus programas de TV. El suyo es un humor disparatado pero sobrio, como en voz baja. ¿Pero acaso la Srta. Gravely invitando al Capitán Wiles a tomar una taza de café a su casa, teniendo a sus pies un cadáver, no recuerda el sketch de “El Chavo” cuando Doña Florinda invita al Profesor Jirafales a tomar una tacita de café a su casa, teniendo a su dañado hijo Quico tirado a sus pies, indiferentes a todo lo que ocurre a su alrededor? Es el mismo principio en diferentes entonaciones. ¿O el contraste que se revela cuando el Capitán y Sam hablan de enamorarse, mientras entierran un cadáver, no revela humorística y magistralmente la naturaleza humana? El problema con Hitchcock en esta película es que puede resultar demasiado pesimista para algunos en su mirada sobre los hombres, y desconcierta el que se vierta esa mirada sobre unos personajes nada oscuros y en un bello paisaje bucólico (en el cual algunos querrán ver un paraíso, cosa que Hitchcock muestra exactamente que no es). Pero es que su mirada veía dentro de las cosas y, en el fondo, con una indulgencia que hasta a sí mismo se aplicaba, la oscuridad de la culpa del hombre se ve matizada por el humor y la simpatía hacia sus personajes, condenados antes por su filosofía de vida que por su mirada de artista.




CIELO SOBRE EL PANTANO (Augusto Genina, 1949)



Obra maestra que recrea la vida de Santa María Goretti, la niña mártir de la pureza. La sencillez pero a la vez el cuidado maestro con que está realizada esta obra, no dejan de sorprendernos. La sencillez, como la que transmite Inés Orsini, la joven protagonista, como todo el elenco de campesinos que actúan en esta película. El cuidado de la mano maestra de Genina (“Sin novedad en el Alcázar”), que combina un estilo semi-documental (alguien lo llamaría periodísticamente “neorrealista”) con el preciso y excelente acompañamiento musical, más el método indirecto de decir las cosas, pues en el caso de las hagiografías fílmicas, los malos directores suelen dejar todo en manos del actor, tornando inconducentes historias fascinantes; si quieren el caso extremo de la insulsez y el bochorno: la Juana de Arco con Ingrid Bergman; Genina, en cambio, recurre al lenguaje simbólico, a las analogías y comparaciones, todo ello incorporado sin énfasis, como naturalmente a las vicisitudes de los protagonistas.


¡Oh, polvo!, aprende a obedecer. Aprende, tierra y lodo, a humillarte e inclinarte a los pies de todos”, dice el Kempis. El lodo que sumerge los campos de esa Italia miserable es una imagen de la aflicción, crueldad y pobreza que pueden ser transfiguradas sólo con la fe y confianza en Dios que María Goretti aprende de sus padres. Nunca con el resentimiento y el revanchismo marxista, que ninguna esperanza ni caridad sería capaz de suscitar entre esas gentes. Gran mérito del director es haber evitado ese posible camino, que se cierra a la santidad. Pero es que, como decía Castellani, “la pobreza nos pone más cerca de la Realidad, de la realidad mística y religiosa”. Nos acercamos por lo tanto a la Realidad pues sin dejar de ver el pantano, reconocemos sobre él un Cielo.


Recordamos también esa fábula de Oscar Wilde llamada “El gigante egoísta”. Ciertamente, los niños son la primavera que aún en esa tierra hostil despliega alegremente sus encantos, pese a las víboras –o gigantes- que se ocultan en todo jardín. La pequeña María será la flor que arrancada de ese mundo garantice el triunfo de la primavera, que a pesar de todo siempre vuelve, porque es eterna.


En síntesis: una excepcional película de la cual tomar ejemplo: de sacrificio, de amor a Dios y al prójimo.





MEGAMENTE (Tom McGrath, 2010)

Me limitaré a destacar lo que se ve en la película de DreamWorks Animation (Spielberg) y sacar las conclusiones de porqué tales cosas están allí:
-La película es una forma simpática de presentar al Diablo como el Salvador del mundo. El chico –o incluso el adulto- que la vea saldrá del cine con un mambo terrible en la cabeza acerca de la idea del Bien y el Mal que allí se vierte. Ya se verá por qué.
-Las coincidencias entre el superhéroe bueno Metroman y N. S. Jesucristo son tantas que evidentemente no son obra de la casualidad. Primero haré su análisis y luego el de Megamind.
-Metroman y Megamind representan en la película al Bien y al Mal. Ambos vienen de otros mundos, ambos simultáneamente. Son poderes equivalentes. También vienen a representar, en la economía simbólica de la película, a Cristo y el Anticristo. Este último es “semejante” a Cristo, como su contrafigura (como bien explica Castellani y otros comentaristas del Apocalipsis). Son contrarios pero pertenecen al mismo género. Por eso en la película aparecen viajando en el mismo plano.
-Metroman llega a la tierra en Navidad, como Nuestro Señor: cae en una casa bajo un árbol de Navidad, lugar donde suelen estar los pesebres. Era esperado y tiene padre y madre. Se refuerza luego esta idea al mostrarlo en la escuela con un pino dibujado en el pizarrón detrás de él. Megamind llega el mismo día, pero su figura no está asociada a la Navidad. De entrada es un réprobo (va a parar a la cárcel mas sin ninguna culpa).
-Metroman camina sobre las aguas, como N.S. (Podría no hacerlo ya que fácilmente flota en el aire. La única razón para que camine sobre el agua es esa, ya que no se desprende otra de la película).
-Metroman multiplica los pochoclos para dar de comer a los niños, así como N. S. multiplicó los panes.
-Metroman se rodea de niños con los que juega, como N.S.
-Metroman es adorado por la gente, como N.S. (incluso uno le dice textualmente a Metroman que lo adora).
-Metroman muere y luego aparece vivo, como N.S. (el hecho de que sea una muerte ficticia no cambia nada sino que refuerza el hecho de la no resurrección de N.S. que postulan sus enemigos).
-Metroman muere en la cima de un monte, como N.S.
-Metroman aparece en estatua con el mundo en sus manos, como N.S. aparece con el mundo en sus manos en la imagen de Cristo Rey.
-Metroman desciende –vuelve- glorioso de los cielos hacia el final de la película, como N.S. en su Segunda Venida (sólo que en la película resulta inútil y falso este regreso).
-Metroman (ya con barba, como N.S.) entra a la habitación donde están los otros dos sin ser visto ni oído al principio, como N.S. cuando se apareció ante los Apóstoles.
-Metroman es tocado por Megamente para certificar que es real y no un fantasma, como hizo Tomás el Dídimo con N. S.
-Asimismo Metroman aparece comiendo, como hizo N.S. frente a los Apóstoles para demostrarles que su cuerpo era real.
-La chica le dice a la estatua de Metroman: “Sin ti aquí, la maldad corre desenfrenada por las calles” (es decir, Metroman es el único necesario, como un dios. Luego se verá que el único necesario es Megamente).
-Metroman está más allá del tiempo, como un dios (ver escenas en que decide retirarse).
-Pero Metroman resultó ser un falso Salvador ya que no era libre, pues él no había podido elegir su verdadera vocación. Megamente por su parte, termina cumpliendo el destino fijado por su padre, una figura con barbita como suele presentarse popularmente la figura del Diablo. Es decir que nos habían mandado un Salvador equivocado: en realidad el Salvador llegará al final, y será quien siempre se había reputado por malo: Megamente (o el Anticristo). Sobre este tema del salvador o del rescate ya habíamos hecho una mención en nuestra breve crítica de “Vértigo”. Creemos oportuno tener en cuenta este tema y lo allí dicho porque es una constante en el cine norteamericano, y de manera más evidente cada día.
-Megamind, por su parte, aparece con un traje con el dibujo de un rayo. El rayo es un símbolo satánico (como un rayo cayeron los demonios cuando se perdieron).
-En escena que se muestra al comienzo y al final, este diablo (Megamente) aparece cayendo. Sin embargo, no muere ni se condena. Por el contrario, cae sobre una fuente de agua (aguas bautismales que lo hacen “bueno”).
-Megamind, como el Diablo, no puede vencer a Metroman, pero crea prodigios técnicos, como hoy la técnica está dominada por el diablo. Sin embargo lo vence finalmente cuando Metroman se retira (como se fue N.S. del mundo y –según los enemigos- ya no tiene ningún poder sobre el mismo).
-Megamind “se vio forzado a ser malo”. Fue así por ser “discriminado”. Él no tuvo la culpa, en el fondo es bueno.
-No obstante lo cual hay una escena de arrepentimiento…hecha no ante Dios ni ante una autoridad, sino ante su ayudante disfrazado del jefe de la prisión, que es quien lo libera de la cárcel y de sus culpas para ir a rescatar a la chica.
-Su ayudante o secuaz es un pez con cuerpo de gorila. El pez es el símbolo del cristiano (acá sería un apóstata). El lema del diablo es “no serviré”, acá el cristiano imbécil es un servidor del diablo (en español le pusieron “servil”).
-Megamind realiza una parodia cristiana con el héroe que crea (Titán): éste surge con los brazos en cruz sobre una tabla de madera. Es creado –o engendrado- por un Padre (venerable anciano de cabello blanco) y una “madrastra”. “Te envié a este planeta”, etc.
-Megamente baja desde el cielo como ángel de luz (disfrazado de Metroman). Parodia de la Parusía. Pues este cristo “desciende” pero para nada.(Megamente, como el Anticristo, se reviste de Metroman /Cristo, pues el Anticristo será semejante a Cristo y usurpará su mensaje).
-Las criaturas mecánicas que ayudan a Megamente tienen un solo ojo (símbolo masónico).
-En el Museo hay en la entrada la imagen de un solo ojo (símbolo masónico).
-En un momento se dice que los padres de Megamente “están sonriendo desde el paraíso malvado” (es decir, el infierno).
-Megamente utiliza diferentes figuras humanas, como suele hacer el diablo, utilizando apariencias varias para engañar.
-¿Por qué Megamente es de color azul, y no verde, rojo, violeta o de cualquier otro color? Recordemos “Avatar” y el color azul, que representa los tres primeros grados de la Masonería (Aprendiz, Compañero, Maestro) como así también a la encarnación hindú del dios –en verdad demonio- Vishnú. Los pitufos, que también son azules, cuentan con innumerables símbolos masónicos y paródicos del cristianismo.
-Precisamente como en “Avatar”, el Salvador, el mejor de los hombres es una horrible criatura azul de otro planeta, a la que todos rinden culto.
-Hay varias citas de diversas películas. Entre ellas, una clara burla a “La Pasión de Cristo”: toma idéntica a la del demonio gritando al final visto desde arriba y la cámara descendiendo hacia él. Aquí la que grita –pero desafiante- mirando hacia arriba es la mujer. No es una simple coincidencia, claro está.
-Se utiliza música de rock satánico en las escenas de acción, para volver más atractivo a Megamente. El tema musical final se llama “Bad” y es una celebración de la maldad. Precisamente su intérprete, Michael Jackson, fue una marioneta de la masonería illuminati (sus discos y videos muestran innumerables símbolos masónicos).
-Al final quien sostiene al mundo en sus manos es Megamente, adorado por la multitud, entre la que se encuentra Metroman/Jesús. Le es colocada una capa de rey. Entre la multitud sobresale una persona que hace los cuernos con sus manos.

-"La adoración de Dios está siendo sustituida imperceptiblemente por la adoración del Hombre; y eso sin suprimir a Cristo, sino reduciéndolo súbdolamente a hombre" (Castellani, Su Majestad Dulcinea). Esto mismo puede verse en la película: el superpoderoso Metroman, cuando un hombre le dice que lo adora, le responde: "Y yo a ti". Luego, cuando Metroman deja la escena, Megamente no suprime las imágenes de Metroman. Tan sólo lo hace cuando él ocupa el trono: entonces Metroman no ha sido eliminado, sino reducido a ser un hombre como los otros.
-La palabra Metro significa medida. Es una forma de recortar finalmente el poder de ese superhombre. Mega significa gigante. Se hace hincapié en la grandeza de la mente ya que el gnosticismo y la masonería enseñan que la liberación del hombre se alcanza por las solas fuerzas y poder de la razón y no por la obediencia a Dios y sus leyes. La letra M puede también simbolizar a masón.
-La chica, en mi opinión, puede representar a la Magdalena que desea ser salvada (lleva vestido rojo al comienzo, con el que suele representarse la prostituta) y es defraudada por el Salvador Metroman. Tras ser salvada por el Diablo (Megamind), lleva ropa azul –ya asimilada o iniciada a la mentalidad de la masonería. El Diablo por supuesto no la salva gratuitamente, sino que se queda con ella para su propio gozo.
-Otro detalle interesantísimo: se ven cuatro o cinco veces colgados en la pared unos carteles que imitan los afiches publicitarios de la campaña electoral de Barack Obama. La imagen de un Obama algo deforme se acompaña de esta leyenda: “NO YOU CAN’T” (los carteles de Obama decían “YES WE CAN”). Aquí podemos dar dos interpretaciones: por un lado el Megamente malvado colocó esos afiches para dar a entender que Obama es “bueno” y los malos como él se le oponen (Will Farrel, la voz de Megamente apoyó en su momento públicamente a Obama, y creo que Spielberg lo mismo). También, más sutilmente podemos decir que el poder sionista le dice a su empleado Obama: “Sin nosotros tú no puedes, cuidado con lo que haces”.
Digamos para redondear que la película presenta al Malo atractivo y valiente y al Bien estúpido y cobarde (o sea que el bien no es tan bien, y el mal no es tan mal, con lo que todo se relativiza). También se banaliza el mal hasta hacerlo simplemente un  problema social o psicológico. El Bien es finalmente atractivo cuando tiene la apariencia fea y malvada de Megamente. El gordito que se volvió malvado representa los poderes de este mundo que el Diablo crea y usa para sus fines tras lo cual los destruye. El Bien, finalmente, tiene sus recompensas en este mundo: la mujer, la popularidad, el éxito mundano y el aplauso. De ahí puede inferirse –pensando a lo protestante- que el éxito mundano es signo de bondad y el fracaso signo de maldad.
Megamente resulta ser el Salvador del mundo (porque eso representa Metrociudad).
Acaso alguien pueda decir que se trata de una parodia de Superman y los superhéroes. Pues bien, lo que yo digo es que en sí los superhéroes son parodias (recordemos quiénes son sus inventores) de N.S. Jesucristo y la historia cristiana de salvación. Por lo tanto, no puede hacerse parodia de una parodia, sin reforzar el efecto inicial. Lo que se opone a la parodia es lo serio. No se hace parodia de una parodia, sino de lo serio. Por lo tanto lo que aquí tenemos es un blanqueo de la parodia que en principio estaba un tanto encubierta. Señal de que el enemigo ha avanzado mucho. Entonces, lo que puede advertirse es que lo que le falta al Diablo en estos tiempos –lo que desea- es ser reconocido como alguien bueno, como un nuevo Cristo (Anticristo). Dejar de ser el malo de la historia (y de la película). De a poco, a través de todas estas películas disfrazadas de moralidad (como el caso de “Hellboy” del apóstata Guillermo del Toro, que participa en “Megamente” como asesor) lo va consiguiendo.
Sepamos entonces que estas películas son negativas, nocivas, disipantes, mucho más que simples entretenimientos muy bien hechos. Un chico que ve esto no sólo no aprende a pensar, sino que termina confundiendo todo –como el gordito gilún de la película, a quien desean adoctrinar esta clase de obras.


ATRAPADA (John Carpenter, 2010)


“Atrapada” es una peliculita que no sorprende a pesar de la sorpresa final. Es más de lo mismo a lo que nos tenía acostumbrados ese riguroso constructor de miedos que es John Carpenter, ya en franca decadencia. Una película correcta, fea e intrascendente. Que un crítico para justificar su paga del Grupo Clarín en la Revista Ñ, la exalte por inexistentes parentescos espirituales o un supuesto hermetismo, sólo puede hacernos pensar que hay quienes, atrapados por algún poderoso alter ego interior, se han internado en laberintos de una confusión tan grande que se nos hace necesario declarar, para evitar la confusión de quienes, desde afuera, puedan asomarse a un discurso crítico carente de verificación en la realidad de la obra juzgada. Aunque a estas alturas, colegimos, probablemente el aviso se haga innecesario, como innecesaria es esta película carente de interés, que pasará rápidamente al olvido.




THE CRIMSON PIRATE (Robert Siodmak, 1952)


Nuevamente hay que sacarse el sombrero ante una película de Siodmak. Si usted no usa sombrero, entonces bata palmas. Si le da vergüenza, entonces comente sencillamente que se trata de una película de aventuras –o de una comedia de aventuras- extraordinaria, que con toda su modestia de miras pertenece a la primera clase.
Se trata de un film de piratas conocido como “El pirata hidalgo” o “El temible burlón”, protagonizado por Burt Lancaster, todo un trapecista que realiza hazañas sin cuento, la mayor de las cuales consiste en enamorarse, adoptar una conducta moral, ponerse del lado de los buenos y batir a los ingleses, aquí los malos de la película, motivo extra de satisfacción.
Sin dudas se trata de una película “pasatista” por lo que cuenta, pero el cómo lo cuenta hace que no “pase” sino que persista, en su inteligente construcción y sabio y sano humor, muy por encima de todos los engendros que hoy nos prodigan como los excrementicios “Piratas del Caribe” con sus infinitas secuelas.
Muy recomendable para ver un sábado a la tarde y volver a ser por un momento aquel chico que jugaba a los soldados o a los piratas con toda la libertad del mundo, garantizada por la custodia de nuestros mayores. La forma en el film es la disciplina que custodia la aventura para que la anarquía y la amoralidad no triunfen. Debemos reconocer ese logro.



VIVIR PARA GOZAR (George Cukor, 1938)


El título en español parece más bien inadecuado, ya que el original “Holiday” podría traducirse por “Vacaciones”, que eso es lo que quiere el protagonista Cary Grant, tomarse vacaciones de ganarse la vida para entender por qué y cómo debe hacerlo. De todas formas no está tan alejado del sentido último que podría inferirse. Cukor y sus guionistas hacen una película muy inteligente, pero que tiene un doble mensaje: allí deja traslucir su liberalismo. La comedia era en los años ’30 el mejor vehículo para ello.
Johnny Case es un muchacho trabajador que no está conforme con la vida que lleva. Enamorado de la hija de uno de los mayores magnates de Estados Unidos, el próximo casamiento le abre una perspectiva nada alentadora para sus sueños de libertad: acomodarse en la alta sociedad de Nueva York, tener un alto puesto en un banco, y ver toda su vida centrada en función de hacer dinero, una vida perfectamente estructurada, encajonada, previsible. Surge entonces la hermana de su novia, que interpreta magníficamente Katharine Hepburn, inconformista y soñadora como él y deseosa de dejar la cárcel-palacio en que vive.
La historia de superficie es muy buena, pues opone a la mera persecución del dinero la búsqueda de la felicidad por otros caminos más sencillos y auténticos. Hay una nítida crítica al “sueño americano”, que no redunda sino en llevar una vida vacía, sin conocer el verdadero sabor de la vida y de la amistad, en definitiva, sin el amor. Pero hay dos problemas que desvalorizan la película. El primero es que resulta muy fácil el contraste establecido entre los personajes sensibles, buenos y apasionados, por un lado, y los personajes codiciosos, cerrados en sí mismos y presos de formalidades, por el otro. La oposición “vida lúdica y natural” vs. “bienestar económico y vida artificial”  es muy obvia.
El segundo problema está en los detalles. Para caracterizar al financista padre de la novia como un hombre rígido, atado a convencionalismos e incapaz de comprender las otras almas, se lo hace asistir a la Iglesia, mientras que los personajes nobles y simpáticos de la película no lo hacen. Para caracterizar a otros dos personajes negativos del film, se hace que los buenos los despidan alzando burlonamente sus brazos con el saludo romano. Con lo cual se mezclan varias cosas para postular en definitiva que hay un bien que no está en hacer desmedidamente dinero –relacionado con la religión y el fascismo- sino en actuar según lo que siente espontáneamente nuestro corazón, con el dinero suficiente para ello, claro está. Es así que finalmente estos personajes que representan al pueblo tienen dinero para hacer un viaje a París, allí donde el protagonista buscará el sentido de la vida, del mismo modo que el día de hoy sigue haciendo el cine con un sujeto como Woody Allen. En el fondo se trata de un idealismo hueco cuyo único compromiso está en ser fiel a sí mismos, dinero mediante.


EMBAJADORES EN EL INFIERNO (José María Forqué, 1956)


Fue Bernanos quien escribió: “El escándalo del universo no es el sufrimiento, sino la libertad”. He allí el escándalo que les provoca a los comunistas y a los intoxicados por las ideologías de este mundo, la libertad con que estos hombres valientes prefieren entregar hasta la propia vida, por no perder su libertad de espíritu. Aun estando esclavizados y prisioneros en los gulags soviéticos, los españoles de esta película –basada en hechos reales- son irreductiblemente libres en su interior, y lo son porque saben ser fieles a aquello superior a ellos mismos y que les da sentido a sus vidas.
Un grupo de hombres de la División Azul, liderados por un Capitán, son hechos prisioneros por los bolcheviques y resisten todo tipo de presiones por someterlos  y dominarlos en un cautiverio que los pone a prueba y donde salen al trasluz las grandezas y bajezas del hombre: desde el insobornable heroísmo del capitán Adrados, un falangista que es el arquetipo del caballero hispano-católico, hasta la traición cobarde y vengativa del que se vende al enemigo por un poco de bienestar, hasta renunciar a la propia nacionalidad.
Se trata seguramente de una de las mejores películas de todo el cine español, obra que deja pálidas y empequeñecidas todas aquellas que los yanquis supieron darnos sobre los prisioneros norteamericanos en los campos alemanes. No sólo hablamos de lo formal, por el gran acierto del director (a excepción de la banda sonora) sino también de la muestra de una convicción que aquellos combatientes sin duda tenían, hecha de un amor a la patria transfigurado por el amor de Dios, con una autenticidad manifestada en cada plano. Muchos no sabrán comprenderlo y verán en el film “propaganda”, siendo que en realidad las ideas están completamente integradas a la historia y a las conductas de los personajes. Pero es que a los mezquinos un héroe inflexible como el Capitán Adrados los escandaliza porque su libertad no está hecha de odio ni resentimiento. No es verdad –como hemos leído por ahí- que el Capitán es un “fanático” o un “doctrinario” impasible para el que sólo existen las ideas y no los hombres –como si se tratara de un Che Guevara-, sino que es todo lo contrario. Que es un hombre compasivo puede verse cuando le ofrece el perdón al traidor e intenta que se integre al grupo, oferta que el felón rechaza vilmente. Que no es alguien inhumano puede advertirse no sólo en sus debilidades físicas, sino cuando tras arengar a sus hombres le confiesa en la intimidad a un camarada que a veces duda de que su accionar los esté perjudicando.
Hay mucha piedad y humanidad en esta película conmovedora y en el ejemplo de lucha de unos hombres que nos animan a seguir su ejemplo en toda circunstancia, recordando que Dios premia siempre nuestra fidelidad.
Mención aparte para el protagonista excluyente, el actor portugués Antonio Vilar, que el año anterior a ésta había protagonizado “La Quintrala”, la gran película de Hugo del Carril filmada en Chile y donde interpretaba el papel de un fraile santo, como en otras ocasiones se puso en la piel de Cristóbal Colón o el Rey de Portugal, debido a su gallarda personalidad, aunque también a su costado vulnerable, que lo alejaba del arquetipo encarnado por un Charlton Heston en el cine norteamericano.
En definitiva, una película que merece un lugar destacado en las  “100 películas Reduco”.