“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

miércoles, 30 de diciembre de 2009

EXTRA CINEMATOGRAFICAS



“...Los actuales tiempos nos piden una fe más vigorosa, una moral más pura, una caridad más ardiente y una prontitud mayor para el sacrificio, semejante a los primeros tiempos de la Iglesia...y nuestro deber, el deber del episcopado, el del clero y el de los fieles, es de prepararse al futuro encuentro de Cristo con el mundo”.



S. S. Pío XII , 2 de Junio de 1942. Cit. por R. P. Castellani, “Cristo ¿vuelve o no vuelve?”, 1951.




NOTA - DE PSEUDOPROFETAS ANTICATOLICOS: JAMES CAMERON


DE PSEUDOPROFETAS ANTICATÓLICOS:
JAMES CAMERON



“Hay hoy día una abundante y muy en boga literatura apocalíptica falsa; que dicen algunos críticos “es la literatura de la Nueva Era”; que “se extiende y se va a extender cada día más”; que “ha suplantado a la copiosísima novela policial”; que “es un medio de mejorar a la gente”; “en donde hallarán Uds. las más puras delicias, “a pure delight” –dice A. E. van Vogt, “Destination:Universe”, Post Script-Signet Books, N. York, 1933. Se refiere a la llamada “fantaciencia”, de la que en efecto se publican centenares de novelas, algunas muy bien escritas, la mayoría apocalípticas, y la mayoría desa mayoría, hórridas y desesperantes.
(...) No quiero extenderme acerca deste nuevo género de visiones “en el cual la imaginación no tiene vallas”, dice van Vogt (pur troppo!) que conducen al lector al terror o al desaliento; o bien (y son las menos) a ilusiones eufóricas acerca del futuro. La mayoría son disparatadas, y no es el menor mal influjo que irradian, el despatarro del sentido común; pues algunas son dementes casi; como las del autor susodicho. Ponen como base un absurdo:-por ejemplo, que el tiempo es reversible (como es el espacio) hacia atrás o hacia adelante (The Time Machine de Wells, que ha tenido innúmera descendencia) y como consecuencia deste absurdo filosófico se pueden extraer las más descacharradas consecuencias, por supuesto: como por ejemplo, que yo puedo ser padre de mi padre, o bien asesinar a mi abuelo antes de que engendre a mi padre. “Ex absurdo séquitur quódlibet”.
Todos estos fantaciencios (sacando los pocos católicos a que aludí arriba, Verne, Benson, Lewis, Bauman, Artus...) son “naturalistas”; es decir, todo lo que según ellos sucederá en el futuro, sea próspero sea terrífico, es obra del hombre solo –o de los presuntos habitantes de otros planetas ¡o estrellas!, que nos los pintan de 40 o 50 diferentes monstruosas maneras.- Dios no tiene nada que hacer en el mundo; si no es manifestarse a través del hombre deificándolo; en los autores panteístas, como Clarke.
La actual fantaciencia –tanto la puerilmente promisoria como la atrozmente amenazante- es la expresión de la angustia y de la angurria del hombre actual ante la Técnica- su nuevo Idolo; y es la mitología de la nueva religión “vitalista” de la Humanidad, que añoró y conjuró Bernard Shaw en “Back to Mathuselah”, prólogo. O sea, es el Quinto Evangelio de la Ultima Herejía...
(...) Está claro que no condeno el “género” en sí. Este género literario es lícito (quedó dicho que hay en él algunas pocas obras maestras católicas). Es la mala mentalidad religiosa y moral de los autores quien lo hace “hic et nunc” pernicioso.

(R. P. Castellani – El Apocalipsis de San Juan, Editorial Jus, México, 1967, págs. 337 a 340).


Ante el próximo estreno, súper-publicitado por el Mundo-Uno, del súper-film (U$S 300 millones) “Avatar”, de James Cameron, director del film más exitoso de la historia (“Titanic”, aquí nuestra crítica: http://videotecareduco.blogspot.fr/2009/05/critica_14.html), vale hacer el esfuerzo de recordar a qué se debe la promoción de este cineasta, en qué terreno se mueve y qué se puede esperar de su nueva súper-producción.

Alguno recordará que, tras haberse llenado de Oscars, la noche misma de la ceremonia, imitando al protagonista de su “Titanic”, Cameron abrió sus brazos en cruz exclamando satisfecho: “¡Soy el rey del mundo!”, y que tiempo después este director produjo un pseudo-documental para Discovery Channel sobre “La tumba perdida de Jesús”, ejemplar perfecto de anti-cristianismo imbécil criticado por los más serios científicos del mundo, incluso de Israel.

Ahora bien, los antecedentes anticristianos de Cameron hay que rastrearlos más atrás, casi al comienzo de su carrera. La sustitución de Dios hecho hombre por el hombre hecho dios –y por lo tanto la adoración del hombre y la negación de la intervención divina, son parte de la mirada gnóstica de Cameron, talentoso y hábil embaucador al que muchos incautos o sofisticados siguen adulando sin advertir el fraude. Veamos unos pocos detalles:

TERMINATOR:

Desde la base del absurdo –como decía Castellani- del “tiempo reversible”, esta película cuenta cómo el líder de la humanidad del futuro, John Connor, que dirige a los hombres en su guerra contra las máquinas, envía a un hombre al pasado (presente de la película) para que proteja a una mujer –que va a ser su madre- de un robot que también es enviado pero para matarla y evitar así que nazca el futuro salvador, él mismo. Este joven luchador que es enviado termina acostándose con la mujer y engendrando al líder. O sea, que el líder J.C. envió a quien iba a ser su padre...que muere en el combate. Por lo tanto, si murió, no pudo haberlo conocido y enviado. En fin, un absurdo rotundo, sin pies ni cabeza, que algunos admiten porque “es cine”, y entonces se permite cualquier cosa. Sí, anular el sentido común, o hacer del hombre un dios, ¿por qué no? Veamos más detalles de esta película:

- El futuro salvador o líder tiene las iniciales J.C., como Jesús Cristo (además del mismo director, por otra parte).

- El hombre joven enviado del más allá como un ángel protector de la mujer (ángel quiere decir “enviado”) no sólo es un anunciador, sino que por su intermedio la mujer ha de engendrar al futuro líder. Sólo que este hombre se acuesta con la mujer, la destinada a ser madre del “salvador”.

- La mujer es perseguida por un robot (demonio) que nadie puede vencer, el cual tiene como misión matarla. El hombre que la protege muere, pero la mujer finalmente vence a esta criatura maligna. Recuérdese el Génesis: “Y podré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje; éste te aplastará la cabeza y tú le aplastarás el calcañar” (Gen. 3, 15). La imagen de la Inmaculada muestra a la Virgen aplastando con el pie la cabeza de la serpiente: humildad contra soberbia. En “Terminator”, la mujer finalmente, para matar al robot, debe aplastarle la cabeza, luego de que éste la persiguiera arrastrándose como una serpiente y le atrapara con su mano un pie. Pero la mujer lo aplasta accionando una prensa hidráulica, una poderosa máquina hecha por la mano del hombre.

- La mujer decide huir –como la Virgen encinta debió huir a Egipto- al desierto. La mujer de la película no huye con un santo ni con un hombre, sino acompañada de un perro, a bordo de un jeep sobre el cual se lee la inscripción: “Renegade”.

Como se podrá ver fácilmente, hay en esta película una parodia tanto de la Anunciación como de la Sagrada Familia, a la vez que una pseudo-profecía sobre un futuro oscuro donde los hombres darán pelea sin ninguna intervención divina, sino a través de sus propias fuerzas y mediante el uso de las máquinas: Cameron siente fascinación por las tecnologías ultrasofisticadas.

También puede decirse que el mal, en Cameron –como en todo gnóstico- es una realidad positiva. De allí que los enemigos de los hombres sean robots, creados específicamente para combatirlos. En “Terminator II, Juicio Final”, se verá a este robot-demonio re-programado y convertido en ángel protector del líder, sin que cambie su imagen exterior.

ALIENS Y EL ABISMO:

El alien (monstruo) es una nueva muestra de la realidad positiva del mal –pues el alien no es un “ángel caído”. Mientras que en el cielo habitan los monstruos y no los ángeles (“Aliens”), en el abismo bajo el mar habitan las criaturas angélicas (“El abismo”): toda una inversión del sentido simbólico. El sueño de la protagonista de “Aliens”, cuando un monstruo sale de su vientre, es descripto por Ángel Faretta como una “Anunciación”, y de hecho la concepción de estos monstruos dentro de los seres humanos es de algún modo “inmaculada”. La mujer de “Aliens” vence al monstruo, pero por sus solas fuerzas y con la ayuda de la tecnología obra del hombre. Nuevamente: Dios aquí no tiene nada que hacer.

TITANIC:

Acá nuevamente funciona a las mil maravillas la sustitución de la simbología católica por una celebración e infatuación del hombre en desmedro de la figura de Nuestro Señor Jesucristo. El personaje principal, llamado Jack (es decir, Juancito. John, Juan, era el líder de “Terminator” y Jack se llama el protagonista hombre-monstruo de “Avatar”. Es el nombre más común en inglés y aparece en numerosas expresiones: por ejemplo: Jack of all trades, master of none, que se refiere a la persona que sabe un poco de todo pero ninguna cosa bien) dice de sí mismo que es “el rey del mundo”. Dice Faretta, defensor a ultranza de este director: “El Rey del Mundo menta en la tradición esotérica a una figura enviada por la divinidad que actúa de Revelador y Salvador. A esta forma, avatar o modo del Rey del Mundo se la conoce en Occidente como el Preste Juan, un mistagogo encargado de salvar a la parte femenina de la humanidad, cíclicamente emblematizada como una Rosa” (“Para abordar el Titanic”, www.djaen.com).

Precisamente la protagonista de “Titanic”, que se llama Rose, es convertida en y tratada como prostituta “vestida de púrpura” por su madre y una clase que la entrega a un malvado –el demonio en la economía simbólica del film. Presa de la desesperación, esta mujer es encontrada en la popa del barco, sola, en la parte más distante y más alta con respecto al abismo del mar, por Jack el “Salvador”. Es rescatada y “salvada de todas las maneras posibles” como dirá después ella, a la manera en que Cristo salvó a María Magdalena. Cuando el barco se parte en dos, él la rescata llevándola a la parte más alta del mismo. Recuérdese que el nombre Magdalena quiere decir “La que vive sola en el torreón”. Ahora bien, Cameron hace que este nuevo “Salvador” y “Rey del Mundo” se acueste con la mujer que “rescata”, con lo que vemos que, a través de esta indisputable construcción simbólica se sugiere o se coincide con aquella infamia tantas veces propalada por los gnósticos y masones (últimamente a través de “El Código da Vinci”) de un supuesto secreto no revelado por la Iglesia el cual consistiría en que Jesucristo se habría casado con María Magdalena y tenido descendencia, etc. Se niega de esta forma la divinidad de Nuestro Señor y se afrenta a la Iglesia y su enseñanza (cosa que Cameron realizó más explícitamente en el referido pseudo-documental televisivo). Cameron, además, degrada uno de los motivos más felices y propios de la narrativa occidental, cual es el del Rescate: “Cristo se dio el lujo –nos dice el Padre Castellani- de salvar a una mujer, que es la hazaña por antonomasia del caballero; no sólo salvarle la vida, como San Jorge o Sir Galahad, sino restablecerla en su honor y restituirla perdonada y honrada a su casa –con un nuevo honor que solamente Él pudiera dar. En la caballería occidental, los dos hechos esenciales del caballero son combatir hasta la muerte por la justicia y salvar a una mujer-

“defender a las mujeres
y no reñir sin motivo”,

que dice Calderón –como en las cintas de “convoys”, reflejo pueril actual de una gran tradición perdida. Cristo hizo los dos; y siendo Él lo más alto que existe, su “dama” tuvo que ser lo más bajo que existe; porque sólo Dios puede levantar lo más bajo hasta la mayor altura; que es Él mismo.
Cristo ejerció la más alta caballería. Los románticos del siglo pasado y los delicuescentes del nuestro tienen una devoción morbosa por la Magdalena; pero no precisamente por la Penitente, que el Tintoretto pintó con toda la gama de los gualdas en su hórrida cueva de solitaria, sino por la otra, por la mujer “perdida”, por la “traviata” o la “dama de las camelias”; de la cual han hecho un tema literario bastante estúpido. Hasta nuestro Lugones se ensució con ese tema –que a veces llega a lo blasfemo- en una de sus “Filosofículas”. Pero todos estos filibusteros o fili-embusteros, de la Magdalena no saben mucho, de la caballería menos, y del amor a Cristo absolutamente nada. “¡Cristo se enamoró de una mujer!”-dicen muy contentos- “¡Qué humano!” Sí, Cristo se enamoró “perdidamente” de la Humanidad perdida; y la vio como en cifra en una pobre mujer –sobre la cual vertió regiamente todas sus riquezas”. (El Evangelio de Jesucristo, Breve Introducción a los Evangelios, V – Los Evangelios).

¿Hace falta decir que James Cameron es uno más –y de los más exitosos- “fili-embusteros” que menciona Castellani? Ahora bien, Cameron hace que su “Salvador” se acueste con la “mujer perdida” en el asiento trasero de un auto (algo muy yanqui, según parece) en la bodega del barco, a lo que el crítico antes citado –¡lamentablemente!- trata de justificarlo diciendo que de esa manera este “salvador” le pasa o entrega su alma a la muchacha. ¡Esto sí que es bueno! Lógicamente, cuando lo único que importa es la segunda historia que se cuenta, que se pliega a una teoría cerradamente delirante, entonces deja de interesar la primera historia, en cuanto que sólo está en función de la segunda, la historia oculta o “esotérica”. Creen los gnósticos que “del Abismo de la divinidad aparecen eones o emanaciones, el pensamiento, Ennoia, la Inteligencia, el Nous, el Hombre primordial. La divinidad es así concebida como una Plenitud de virtualidades, un Pleroma de potencias o de eones” (P. Meinvielle, Esencia del gnosticismo cristiano-De la Cábala al Progresismo), y esta transfiguración del hombre opera para ellos entre otras formas, a través del sexo. Por lo cual se tira por la borda no sólo la teología cristiana sino la moral y, finalmente, el sentido común. Cuando Faretta habla de la autoconciencia, lo hace a manera de justificación o coartada para una individual y muy propia forma espiritual o religiosa al margen de la religión tradicional católica y sus exigencias, hablando no ya en un sentido propiamente estético o formal, sino en un sentido místico-panteísta:

“Por eso cuando en nuestra teoría hablamos de autoconciencia, empleamos el término en el sentido de aquello que el hombre, en su conciencia escindida por su separación de lo divino, puede alcanzar y vislumbrar, mediante lo estético o el entendimiento estético, del Espíritu Absoluto. Pero negamos radicalmente que el hombre pueda ser, o lograr ser, ese mismo espíritu. Sólo alcanza a rozarlo, a intuirlo, a través de la autoconciencia tal cual como la hemos definido.
De esta manera, la autoconciencia sería una forma o emanación de la Gracia, que se da traducida (o escindida) y revelada en términos estéticos”. (El concepto del cine, Ed. Djaen, 2005).


No se habla allí del Espíritu Santo, sino de un “Espíritu Absoluto” que vaya uno a saber cuál es; ni tampoco se dice que Dios Uno y Trino nos hace partícipes de su Espíritu y nos da su gracia en orden a un fin, en orden a la consecución de la vida eterna mediante nuestra santificación en unión con Él: ”La gracia actual consiste en un auxilio sobrenatural y transitorio que ilumina la inteligencia y fortalece la voluntad para realizar actos sobrenaturales” (R. P. Garrigou-Lagrange, “La providencia y la confianza en Dios”). Desde luego, Faretta no lee la realidad y el cine a la luz de las Sagradas Escrituras y la doctrina católica –de la Verdad revelada y transmitida por el Magisterio de la Iglesia, sino a la “luz” de su teoría muy heterodoxa. Todos podemos caer y tomar los desvíos que conducen al motel Bates (o, como Kurtz, al corazón de las tinieblas), y si tal sucede todos los delirios son posibles, todas las asociaciones pueden esperarse; puede justificarse todo porque se toman por “maestros” y “teólogos” a quienes ni siquiera tienen el Catecismo de la viejecita o el niño que van a misa los domingos, por no hablar de su moral. Hacemos hincapié en ello por los peligros que acarrea una cosmovisión errónea, apoyada por obras monumentales como las de Cameron. Algunos periodistas llaman a éste “un visionario”. Ahora este pseudo-profeta vuelve a impartirnos lecciones de moral y una visión del futuro en la que, según él, ofrece un “mensaje ecológico”, sin el regreso de un Cristo en el que no cree y con la supuesta salvación en manos del hombre, únicamente del hombre –o del monstruo- renegado de Dios. Tengamos presente quién es nuestro enemigo.



Estreno mundial de "Avatar" en Londres. Los seguidores de Cameron expectantes, con sus gorritos de Papá Noel.


HABLAN LOS MAESTROS



“A fuerza de verlo todo, se acaba por soportarlo todo, y a fuerza de soportarlo todo, se acaba por admitirlo todo”.


San Agustín




“A pesar de unos pocos ejemplos contrarios, el peligro, al juzgar obras de arte contemporáneo, no está en que lo bueno parezca malo, sino en que lo malo parezca bueno”.

Nicolás Gómez Dávila



“El orden y sólo el orden, causa, en definitiva, la libertad”.

Charles Péguy




“Tú eres la verdad que presides sobre todas las cosas. Yo por mi avaricia no quise perderte, pero, igualmente, quise poseer contigo la mentira –de la misma manera que nadie quiere la mentira hasta el punto de ignorar lo que es la verdad. Por eso te perdí yo, porque no toleras ser poseído con la mentira”.


San Agustín – Confesiones, X, 41.




“Ya se me había ido de la memoria el persuadirle que no malgastara su talento en su ciego entusiasmo por juegos tan fútiles. Pero tú, Señor, que presides y tienes el timón de todas las cosas que creaste, no te habías olvidado de Alipio, que entre tus hijos había de ser pastor y ministro de tus sacramentos. Y para que, sin duda alguna, su enmienda se atribuyese a ti, tú la obraste por mí, pero sin saberlo yo. Cierto día en que, como de costumbre, estaba sentado en mi lugar y tenía mis discípulos delante, vino Alipio, me saludó, se sentó y comenzó a escuchar con atención lo que yo decía. Sucedió que, para explicar el tema o lección que traía entre manos, me pareció oportuno acudir a los juegos circenses para mejor exponerla y hacerla más clara y agradable. Esto me dio pie para hacer cierta burla y sarcasmo de aquellos que eran esclavos de tan insano deporte. Tú bien sabes, Señor, que yo entonces no pensé en Alipio, ni tuve intención de curarle de tamaña locura. Pero lo que yo dije, se lo aplicó él a sí mismo y creyó que no lo había dicho sino por él. Cualquier otro lo hubiera tomado como pretexto para enfadarse conmigo, pero el joven honesto lo tomó para enojarse contra sí mismo y para prendarse aún más de mí.

Ya lo habías dicho tú mucho antes y lo habías dejado escrito en tus Escrituras: Corrige al sabio y te amará. No era yo quien le había reprendido, sino tú, que te sirves de todos, unas veces sabiéndolo ellos y otras no. Por una orden justa que tú solo sabes, te serviste de mi corazón y de mi lengua como de carbones encendidos, para abrasar las entrañas de aquel joven de tan buenas esperanzas y sanar así sus llagas”.


San Agustín – Confesiones, VI, 7.



EXTRA CINEMATOGRAFICAS

TEILHARD Y EL INFIERNO

Por Rubén Calderón Bouchet.

Tomado de El Blog de Cabildo.

Si Teilhard hubiera permanecido asépticamente al margen de la Iglesia, su obra —como la de Schuré o de otros mistagogos más o menos conocidos— habría sido el alimento espiritual de alguna capillita perdida en la oscuridad de sus extravagancias. Desgraciadamente era un miembro activo de la Compañía de Jesús, y por ende un sacerdote católico. Debía actuar en el seno de la Iglesia y desde allí expandir su buena nueva y dar alguna respuesta a los puntos en que su novedad no coincidía con la Tradición. Uno de esos puntos era la existencia de Satanás y la realidad personal de los demonios.

¿Cómo metemos estos resabios esjatológicos de la vieja teología en el terreno de la evolución progresiva? Teilhard hace algunas referencias a la existencia de este abismo de maldad inexplicable en el contexto de su laborioso sistema pero, obligado por sus funciones sacerdotales, hizo de tripas corazón y asumió la pesada faena de integrar estas verdades de fe sin renunciar a su optimismo fundamental.

Cuénot explica que no se trató de una concesión a la fe común, admitida a título provisorio para hacer pasar el resto de sus especulaciones: no estaba en su índole una debilidad de esta naturaleza. Aceptó la existencia del mal y de las fuerzas infernales porque era, antes que nada, un teólogo católico. Pero su religión —se apresura a añadir el informado discípulo— estaba enteramente desmitificada.

En su trabajo “El Medio Divino”, Teilhard inserta una oración en donde ensaya explicar lo que podía entender de esas realidades sobrenaturales: “Vuestra revelación, Señor, me obliga a creer más. Los poderes del Mal en el universo no son solamente una atracción, una desviación, un signo menos, un retomo aniquilador a la pluralidad. En el curso de la Evolución Espiritual del Mundo, elementos conscientes, Mónadas, se han desprendido libremente de la masa que solicitaba vuestra Presencia. El Mal se ha como encarnado en ellas. Y ahora hay alrededor mío, mezclados con vuestra luminosa Presencia, presencias oscuras, seres malvados, cosas malignas. Este conjunto separado representa una resaca definitiva e inmortal de la génesis del Mundo. Hay tinieblas no solamente interiores sino también exteriores. Esto nos dice el Evangelio”.


La imagen no es mala: el río caudal de la evolución deja en las riberas restos de una sustancia refractaria al progreso. Desde un punto de mira estrictamente ortodoxo habría algo que decir con respecto a esta aceptación desmitificada de los malos ángeles y sus humanos servidores. Nos conformamos con señalar el tono resignado con que acepta el hecho y la casi imposibilidad de poder ubicarlo en el torrente de su optimismo evolucionista.

“Me habéis pedido mi Dios, creer en el Infiemo pero me habéis prohibido pensar, con absoluta certeza, que un sólo hombre se haya condenado. No buscaré contemplar los condenados, ni aún en alguna medida, a saber si existe alguno. Pero aceptando sobre vuestra Palabra el infierno, como un elemento estructural del universo, rogaré, meditaré, hasta que en esa cosa temible aparezca para mí un complemento reconfortante, aún beatificante, a las visiones que me habéis abierto sobre vuestra omnipotencia” (ibíd.).

Mientras esa integración no se produzca, Teilhard se comprometió a no ver en el infierno algo capaz de destruir la unidad substancial del Pléroma, donde lo natural y lo sobrenatural se abrazan para constituir una totalidad perfecta: “Los Espíritus caídos no podrían —también lo sé— alterar la perfección del Pléroma. Cada alma que se pierde, pese a los llamados de la Gracia, arruinaría la perfección de la unidad común, pero Vos les oponéis, Señor, una reparación de ésas que restauran, a cada instante, el universo en una frescura y pureza nuevas. El condenado no está excluido del Pléroma, solamente de su faz luminosa y de su beatificación. Él pierde el Pléroma, pero no por eso el Pléroma lo pierde” (ibíd.).

Con este epitafio la Evolución queda satisfecha y puede seguir con toda tranquilidad su marcha hacia la “PIeromización”, a pesar de los caídos “en el medio del camino”. Teilhard se propuso no pensar más en ellos, y no admitir la cosa como una situación que amenaza la seguridad de nuestras propias vidas.

CONCLUSIÓN


La Iglesia Católica fue creada por Nuestro Señor Jesucristo para que fuera el fiel custodio de las verdades reveladas y de todas las que, fundadas en ellas, constituyen el cuerpo dogmático. Para que esa fidelidad no flaqueara a raíz de las humanas debilidades de sus servidores, Cristo la dotó de una asistencia sobrenatural, que se manifiesta en su vida sacramental y en el carácter infalible del Magisterio de Pedro para todo cuanto se refiere a la fe y las costumbres.

La Iglesia adoptó como centro de su irradiación la ciudad de Roma, y con ella tomó su idioma, el latín, y todo el esfuerzo cultural que la latinidad había extraído de Grecia para convertirlo en instrumento idóneo de su faena educativa. La filosofía helénica, asumida a la luz de las verdades reveladas y volcados sus contenidos conceptuales en el preciso idioma del Lacio, se convirtió en el mejor elenco nocional para comprender las verdades teológicas.


Se corre un grave peligro cuando, tentados por formas de expresión extrañas al espíritu de la tradición católica romana, se abandona el método escolástico —llevado a su perfección por Santo Tomás de Aquino— y haciendo caso omiso de las precisas distinciones hechas en las diversas ramas del saber, se mezclan las perspectivas de conceptualización con el deseo de lograr una vaguedad lógica propicia a la exaltación de la fantasía.


Con demasiada frecuencia se suele tomar el desorden de la imaginación por eso que en la lengua bárbara de nuestro tiempo se llama “vivencia”, tal vez porque traduce, junto con la labor intelectual de comprensión, la conmoción de los afectos que tales representaciones provocan. Teilhard de Chardin fue un maestro en ese tipo de confusiones; y porque supo, como muy pocos, despertar un cúmulo de emociones turbias, se convirtió en el profeta de todos aquellos que confunden el bien del intelecto con una suerte de heretismo sentimental.

Rubén Calderón Bouchet

EXTRA CINEMATOGRAFICAS

Televisión


Tomado de “Televisión y Cuaresma”, Revista Tradición Católica, marzo de 2002.



La televisión no favorece nuestra unión con Dios. Entorpece mucho el re­cogimiento, excita nuestra curiosidad de saberlo todo, nos hace vivir continuamente fuera de nosotros mismos. No hay vida interior posible con televisión. No nos enseña a amar a Dios por encima de todas las cosas, no nos anima a practicar la virtud y evitar el pecado, todo lo contrario, predica continuamente los siete pecados capitales. ¿Qué hace sino ex­plotar y estimular las de­bilidades que hemos heredado del peca­do original? Y no pensemos tan sólo en el sexto mandamiento; es todo ese espíritu que lucha contra Cristo y su Iglesia el que se pavonea continuamente y el que arrasa con la fe, la moral, las costumbres, las instituciones y todo aquello que debería encaminarnos hacia Dios. Se nos enseña a vulnerar los diez mandamientos, desde el primero hasta el último. La televisión enfría también la caridad con el prójimo, favoreciendo el egoísmo y deshaciendo toda vida familiar, y la caridad con nosotros mismos pues nos impide cumplir con nuestro deber de estado, haciéndonos perder el tiempo que podríamos aprovechar mejor. ¿Y qué decir cuando además hay niños en la casa? ¡Atención a la respon­sabilidad de los padres ante Dios, que por su falta de vigilancia y cuidado serán causa de tantas faltas de sus hijos!



Incluso desde un punto de vista meramente natural incita a la revuelta de nuestra sensibilidad contra nuestra al­ma. ¿Quién no ha experimentado su poder “hipnótico”? El bombardeo de imágenes paraliza nuestra inteligencia y debilita nuestra voluntad.



Se dice que Pío XII calificó la televisión de “instrumento ofrecido a la humanidad”. Es cierto, pero también precisaba que es un «instrumento precioso y peligroso al mismo tiempo, a causa de las repercusiones tan profundas que llega a ejercer sobre la vida pública y privada de las naciones», o también: «¿Có­mo no estremecerse al pensar que, por la televisión, pueda penetrar en la misma casa esta atmósfera envenenada de materialismo, de estupidez y de hedonismo (búsqueda del placer en sí) que se respira demasiado a menudo en las salas de cine? Realmente no podría imaginarse nada más fatal para las fuerzas espirituales de la nación si ante tantas almas inocentes, en el seno de la misma familia, debieran repetirse esas impresionantes revelaciones del placer, de la pasión y del mal, que pueden sacudir y arruinar para siempre todo un edificio de pureza, de bondad y de sana educación individual y social» (Pío XII, exhortación al obispado de Italia sobre la televisión, 1 enero 1954).



Pero ¡cuántas razones se alegan!:


- No veo nunca malas películas: «Incluso películas moralmente irreprochables pueden sin embargo ser espiritualmente nocivas si descubren al espectador un mundo en el que no se hace ninguna alusión a Dios y a los hombres que creen en El y lo veneran, un mundo donde las personas viven y mueren como si Dios no existiese» (Pío XII, 28 oct. 1955). «Una película, incluso irreprochable nos da, por su misma naturaleza una visión unilateral y corre el riesgo por consiguiente de tornar superficial el espíritu del joven si éste no se alimenta al mismo tiempo de útiles y sanas lecturas» (Pío XII, 30 enero 1949). «La película, no hablando más que a los sentidos y de una manera demasiado unilateral arrastra consigo el riesgo de producir en las almas un estado de ligereza y de pasividad» (Pío XII, 6 oct. 1948).


- La miro tan sólo para entretenerme. «La radio, el cine, la televisión ponen a los cristianos de hoy en contacto con todas las formas de la vida y de la actividad humana. Atrapados en ese torbellino que no les da oportunidad para la reflexión y el recogimiento, cómo no van a llegar insensiblemente a perder el sentido de las otras realidades, más verdaderas y más altas, pero también más austeras, las de la vida espiritual, de las que conservan, a pesar de todo, como una nostalgia, pero que corren el riesgo de estancarse sin ver ya valor alguno o significación» (Pío XII, 3 abril 1956).


- Tan sólo veo las noticias: Sí, esas “noticias” siempre filtradas y dirigidas que no hacen en el fondo sino “desin­for­mar”. Se hincha, recarga, exagera, fan­­tasea la realidad, de la que se nos aleja y que ya no conocemos sino a través del criterio que se nos impone. ¿No es acaso la televisión la que en gran par­te determina la norma y la medida de lo que hay que pensar sobre los diferentes acontecimientos? ¿Qué dice y qué “opina” la gente, sino lo que ha oído y visto en la televisión? ¡Y cuántas informaciones hay que más valdría no saber!



En resumen, Dios no puede bendecir un hogar donde la televisión reemplaza el lugar que se le debe a El sólo, donde el mundo entra y sale como quiere, donde el demonio no es rechazado como con­­vie­ne, donde la carne prevalece sobre el espíritu. La televisión es un serio obstáculo para una verdadera vida cristiana.



Seamos generosos, sepamos dar a Dios lo que nos pide y tomemos la solución que se impone.


extra cinematograficas

CASTELLANIANAS

TANGO


Periscopio.



12 V 68. “El lenguaje del Tango” por Radio nacional, explicado por un “especialista” con voz de borracho.





El tango muestra la grosería innoble de un populacho sin Dios.





Por mor de “promover el tango” se negó el profesor Blas González a la obra de verdadera cultura que le propusieron de editar las Odas de Horacio en la mejor traducción en verso que existe en castellano, hecha por el gran humanista P. Alfredo Meyer, entrerriano. Actualmente está de Embajador Cultural (González) en EEUU, suponemos que para promover el tango.





Es imposible animarse a trabajar por un pueblo sin Dios si no se esquiva cuidadosamente esas transmisiones que ensucian la mente.





Al final uno no sabe si “la patria es impecable y diamantina” o bien “meada por los perros y las brujas”. Puede que ambas cosas.





Para no ser demasiado ladrón, confesaré que algunos desos versos los copié de un poeta mexicano.





Hasta el próximo número.







TV


Periscopio.



6 IX 69. Tener televisor es degradante, le dije a Mambrúa; no porque yo lo sepa, pues televisor ni he tenido nunca ni conozco, sino porque él me quería vender uno viejo para comprarse uno japonés chiquito de dos jemes por uno.- ¿Y cómo sabe que es degradante?- Porque mi amigo Monseñor Abdón Ferreyro compró uno y al poco tiempo estaba enteramente degradado. Lo cual también fue improvisado, pero no es mentira del todo.





LIBRERIAS

BUENA NOTICIA

Extractos del diario Clarín

LA LIBRERIA ENFRENTO LA SUBA DEL ALQUILER Y PROBLEMAS ECONOMICOS DEL GRUPO PROPIETARIO


Cierra Gandhi, un ícono del regreso de la democracia

Creada en 1984, fue una de las primeras en abrir un café. Fue lugar de encuentro y debate




Si uno mira desde afuera, dirá que está todo bien: la calle Corrientes, las ofertas de celulares, la librería Gandhi. Un poco más de cerca, digamos la ñata contra la vidriera, aparecen algunas señales: viejos libros de poesía de Ediciones de Tierra Firme (tres por 25 pesos); viejos libros de ciencias sociales, viejos libros de teoría del arte. Una vidriera sin novedades: algo anda mal. Lo del título: Gandhi cierra con el último día de 2009.

Como en una película costumbrista, un paso hacia adentro del local las sillas del bar están dadas vueltas sobre las mesas. Un paso más y dan escalofríos los estantes vacíos de la disquería. "La disquería y el bar ya se fueron", dice Hugo Levín, uno de los dueños de la librería.

¿Qué pasó? El local de Gandhi pertenecía a un grupo de doce personas que lo compraron hace seis años. Y en el centro de ellos estaba Elvio Vitali, que había fundado Gandhi en 1984, cuando volvió de su exilio en México. Una librería nueva para un país listo para comer, educar y curar con la democracia. Una librería de ciencias sociales, para entender. (sic)

CINE Y MORAL

CINE Y CRITERIO MORAL

Por Pablo Prieto. Tomado de www.darfruto.com

Si somos padres, educadores, sacerdotes, catequistas o simplemente buenos amigos, muchas veces nos pedirán consejo sobre películas que hemos visto o sobre las que tenemos referencias. Es una oportunidad excelente para ayudar a nuestros amigos a formar su sentido ético y estético, y no podemos defraudarles con un puñado de ideas vagas y tópicas. Debemos suministrarles orientaciones útiles y elementos de juicio, de modo que sepan reaccionar con criterio ante lo que la pantalla les ofrece, o incluso prescindir de ciertos filmes que no les aportarán nada.

Para ello hay que huir de la tentación —frecuente en pedagogos y sacerdotes—de moralizar el cine, es decir, de juzgar sobre las conductas humanas al margen del medio artístico en que aparecen y haciendo abstracción de la experiencia estética, bastante compleja, que supone asistir a una proyección. Todos necesitamos, pues, familiarizarnos con este medio y aprender a interpretar la narración cinematográfica de acuerdo con su lenguaje propio, un lenguaje, por otro lado, que es como la síntesis de toda la cultura contemporánea.(1) Un buen método para lograrlo es leer regularmente —e invitar a leer— las reseñas de calidad que se van publicando con ocasión de los estrenos, aunque no pretendamos verlos todos, y ni siquiera la mayoría. Aprendemos así a pensar en clave cinematográfica, y a abordar como espectador, es decir desde dentro del cine, los problemas que éste nos plantea(2).

Porque ver cine, en efecto, no es una pasividad sino una actividad, y de las más intensas. Divertirse no equivale a dejarse llevar frívolamente por cualquier moda, ni el descanso implica acatar sumisamente el cóctel ideológico del momento, bien mezclado con glamour y efectos visuales. Es cierto que para descansar necesitamos muchas veces dejar de pensar, pero nunca dejar de entender. Hay, en efecto, un entender no raciocinante o discursivo sino contemplativo, en el cual la conciencia se mantiene despierta, en actitud crítica y creativa, fiel a su verdad interior, confrontando en todo momento lo que se ve con lo que se es(3).

Cuando se adquiere este sentido crítico no sólo disfrutamos del espectáculo, sino que aprendemos a vivir la vida cinematográficamente (4), con creatividad y talante artístico, a protagonizarla desde nosotros mismos. Por el contrario la frivolidad irresponsable ante la pantalla produce caracteres manipulados, gregarios, uniformados, incapaces de pensar o hablar por sí mismos, si no es a base de sacudidas emocionales, como los gags, spots o clips que han visto en la pantalla.

Para facilitar esta difícil tarea de asesoramiento proponemos a continuación un esquema abierto, que puede desarrollarse en diversos sentidos. En él hemos destacado aquellos elementos que nos parecen clave para emitir un juicio ético —e implícitamente estético— sobre un filme, o más que un filme, sobre su visionado por parte de un grupo determinado y en unas circunstancias concretas.

Claves éticas para juzgar sobre una película

Ante todo hay que advertir que el dictamen ético de una película está en función de los espectadores que de hecho la ven ya que, como toda experiencia estética, el cine está configurado como un “diálogo”, una comunicación: su significado en parte está dado y en parte “se hace” al vivirlo(5).

También hay que evitar circunscribir el dictamen a ciertas secuencias problemáticas —de violencia, sexo, diálogos groseros, etc—, considerándolas por separado. No se puede perder de vista que el valor o antivalor de tales escenas varía enormemente según se consideren aisladamente o bien integradas en el guión, que es como el alma de la película. Hay que tener en cuenta, por tanto, los siguientes factores:

1. La fuerza unificadora del guión

Como hemos dicho, esta influencia confiere a cada elemento del filme un valor y un significado concreto, del que carecen por separado. En virtud del guión, por ejemplo, una conducta reprobable puede estar al servicio de un mensaje implícito de honradez y virtud.

2. La formación cinematográfica y estética del espectador.

De ella depende el captar la unidad pretendida por el guión. Los profanos en cine, más que el mensaje total de la película, suelen fijarse en determinadas secuencias: de emoción, de intriga, violencia, sexo, etcétera. Ven por escenas sin llegar a captar la unidad. Por eso cuando faltan escenas llamativas o impactantes suelen tachar de aburrida la película porque, según ellos, “no pasa nada”(6).

3. La formación moral del espectador.

Influye en el cine en cuanto que la ética agudiza el sentido argumental de la vida: lo que pasa aquí y ahora tiene un sentido, responde a una intención, se encuadra en una vocación personal, proviene de un pasado y se orienta a un futuro, etcétera. Este sentido argumental predispone admirablemente para entender el lenguaje cinematográfico, ya que el cine, como la novela, es un arte plenamente narrativo y dramático(7).

4. Secuencias pornovisuales

En virtud del significado esponsal del cuerpo, los gestos abiertamente provocativos, por su repercusión inmediata en la excitabilidad del cuerpo, son inaceptables en el cine, al menos por dos motivos:

a) Motivo artístico: la pornovisión contradice la razón de ser del arte dramático, pues donde comienza la exhibición se suspende la interpretación. Y con la interpretación se suspende también la unidad y coherencia del argumento para ceder, por motivos normalmente comerciales, a los bajos apetitos del público, especialmente masculino. En las escenas llamadas “X” se produce un paréntesis cinematográfico, pues la actriz no actúa como tal, ni la mirada que se provoca en el espectador es auténticamente contemplativa. La contemplación exige un cierto distanciamiento admirativo y respetuoso frente a su objeto, en cambio la pornovisión esclaviza la mirada, la empobrece focalizándola en el reclamo sexual, la torna estrecha y burda.(8)

b) Motivo ético: La pornovisión, como todo el mundo sabe, cosifica a la mujer y, consencuentemente, al varón, desfigurando la complementariedad tanto en la historia como en la conciencia del espectador. Es una dialéctica de degradación que esconde y fomenta otras desviaciones: machismo, egoísmo, violencia, vanidad, miedo, avaricia. Para justificarse, los autores de tales imágenes no sólo buscan la complicidad del espectador —que da su aprobación implícita con su asistencia—, sino con un discurso pseudoartístico típicamente moderno, donde el esteticismo encaja de maravilla con el relativismo moral.

Por estas dos razones es imposible que la inmoralidad de estas escenas pueda mitigarse por su integración en el guión, ya que lo pornográfico es por definición anti-argumental. Por el hecho mismo de presentar a la persona como cosa, la imagen porno se sustrae al hilo de la historia y queda fuera del guión.

5. Secuencias sensuales o glamorosas

Son aquellas en que destaca la belleza corporal, principalmente femenina, con su lenguaje propio, que es el del amor romántico o esponsal: besos, caricias, miradas, bailes, vestidos insinuantes, encuentros íntimos, etc.

A estos ingredientes podríamos denominarlos eróticos, como es lo habitual, si no fuera por lo confuso y equívoco del término. El concepto de eros, en efecto, ha sido tristemente desfigurado por la teoría psicoanalítica, para la cual no es más que el conjunto de impulsos sexuales de la personalidad (Diccionario María Moliner). Para muchos, por consiguiente, “escenas eróticas” viene a ser lo mismo que “escenas de sexo”, lo cual equivale, aunque sea de modo menos explícito, a lo que hemos llamado pornovisión.

Sin embargo entre la sensualidad de que hablamos y la pornovisión no sólo hay una diferencia “de grado”, es decir, de la mayor o menor carga provocativa o atrevimiento de las imágenes, sino que hay una intencionalidad radicalmente diversa; desde el punto de vista ético son realidades totalmente distintas. El porno (raíz griega que significa ‘prostitución’) nace de la lujuria y a ella conduce, mientras que la sensualidad que podríamos llamar romántica o esponsal, en especial el universo del glamour, tiene por fin expresar y realzar la condición sexuada —no sexual— del hombre, su complementariedad, su llamada al don de sí. Es evidente que en la atmósfera sensual de muchas escenas y películas estos valores aparecen muy velados y oscurecidos, pero eso no impide que subsista esta orientación ética fundamental.

Hechas estas precisiones podemos afirmar que las mencionadas escenas sensuales son plenamente integrables en el guión, y en esa medida, según el contexto y la calidad artística de la secuencia, pueden tener una “lectura” ética muy positiva. Todo depende del trasfondo humano en que se inscriban estos gestos, diálogos y acciones, y del tipo de amor que den a entender.

6. Escenas de violencia.

La representación visual de la violencia permite un distanciamiento subjetivo mucho mayor que en la temática sexual, y por eso su integración en el guión ofrece menos implicaciones éticas. Así sucede incluso en películas con grandes valores morales e incluso pedagógicos, como las de género épico y de aventuras, donde suele abundar la violencia.

Hay sin embargo un tipo de violencia gratuita que, más que amoldarse al argumento, lo que busca es provocar una sacudida visceral en el espectador, por ejemplo recreándose en lo sórdido, o despertando pasiones como ira, saña, sadismo, crueldad, etc. En la misma medida que turba la contemplación y banaliza la vida humana, el abuso de este recurso puede perjudicar la calidad ética y estética de la película, convirtiéndola en mero espectáculo morboso, como sucede con frecuencia en la subcultura gore. Además, este tipo de violencia suele ir acompañada de situaciones groseramente sexualizantes y diálogos zafios.

7. Diálogos

El auténtico diálogo posee de suyo un gran valor ético. La vida misma del hombre es dialógica, se configura como una incesante conversación, en la cual cada individuo co-existe con los demás, se descubre y realiza a sí mismo en compañía. Por esta razón los diálogos cinematográficos constituyen un acervo inestimable de nuestra cultura, en los cuales encuentra su continuidad y desarrollo la gran tradición teatral de Occidente(9).

Hay diálogos, sin embargo, que apenas son tales. En realidad de diálogo apenas tienen más que la apariencia: bien por ser groseros y chabacanos, bien por pedantes, fatuos o formularios. En todos estos casos casi no hay verdadera comunicación, y en el caso de la grosería, peor aún: hay anticomunicación, se interponen barreras, filtros, y se infecta el ambiente con violencia verbal.

El diálogo en el cine puede ser grosero y chabacano en dos sentidos: por la forma o por el contenido.

a) La chabacanería más deletérea es, obviamente, la que se refiere al contenido: sucede cuando los personajes parecen distinguidos y formales, pero revelan un tenor de vida degradado. Entonces, aunque se eviten palabras malsonantes y vocablos obscenos, los diálogos traslucen un fondo inmoral de refinada ordinariez, sofisticada ramplonería, exquisita vulgaridad, lo cual es tanto más pernicioso cuanto más sibilinamente se presenta, dándose por normal. Tales diálogos, como se ve, atañen al fondo de la película, o sea al mensaje total del guión, y por tanto el guión difícilmente puede subsanarlos, pues los diálogos lo infectan de raíz.

b) Es muy distinto, a mi juicio, el caso de los diálogos soeces cuando el fondo es limpio, o intenta serlo. El espectador comprende claramente que quien habla así es tal o cual personaje, porque forma parte de su caracterización, pero sin que el autor del filme lo apruebe o dé por normal. Es el caso de películas sobre ambientes duros o degradados, por ejemplo el cine negro, en que con frecuencia se ponen de relieve destellos de nobleza y valor que laten entre gentes rudas. Cuando esto ocurre, los diálogos “gruesos”, “broncos”, son depurados por el guión y el efecto puede ser incluso ejemplar.

8. Idea de fondo

Se trata del mensaje total del filme, que palpita en cada fotograma y en cada detalle, dándoles unidad y sentido. Siempre consiste en un quid humanum, en algo del misterio del hombre que la película viene a revelar y cuestionar: el amor, el tiempo, la muerte, la memoria, el dolor, etc. Este destello fílmico de la verdad del hombre ya supone, de suyo, un enriquecimiento moral tanto para los artistas como para los espectadores. No hace falta, pues, que haya un propósito moralizante o instructivo para que un filme suponga un gran bien para todos.

No obstante existen guiones tramposos en que se escamotea la verdad del hombre y se oscurece deliberadamente algún aspecto de su dignidad y su vocación. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando se da una idea unilateral y reductiva de la persona, o se deforma la imagen de la mujer, de la sexualidad o de la familia. En esa misma medida la película pierde categoría no sólo moral sino estética. Recordemos que moral no equivale a formalidad o convencionalismo sino a calidad humana, hondura personal, intimidad auténtica, que es de donde deriva la intensidad dramática de una historia, y por tanto su belleza. Ética y estética, pues, se dan la mano tanto en la vida real como en su principal espejo, que es el universo cinematográfico.

pabloprieto100@hotmail.com

Comentarios Reduco:

(1) En efecto, se hace muy necesario comprender lo que el cine es o, para decirlo de otro modo, qué es cine y qué no es cine, para poder apreciar los valores contenidos dentro de una forma específica, y sólo a través de la cual somos capaces de comprender y dialogar con el artista, inclusive en el caso de poder refutar sus ideas.

(2) Lamentablemente esto ya no es posible. El nivel crítico es nulo y las obras ofrecidas al espectador, otro tanto. Hemos intentado paliar un poco tal situación desde este pequeño blog, pero creemos que la tarea es cuesta arriba, en la medida en que quien tiene verdadero interés por el cine no se someta a una rigurosa disciplina de prestar atención y re-ver especialmente el cine clásico, allí donde algunos elementos sugeridos pueden apreciarse ejemplarmente.

(3) Nos parece que ese entender significa a la vez un pensar, es decir, relacionar lo que puede ser relacionado, y, por lo tanto, aquello que nos demanda una respuesta no puede tratarse de un descanso. Sí la música, y no el cine y las artes narrativas, puede tomarse como un “descanso” del mundo y de nosotros mismos.

(4) Expresión que puede dar lugar a confusión. Suponemos se quiere decir que los ejemplos cinematográficos (situaciones y personajes) pueden servirnos por analogía para entender determinadas situaciones de la vida cotidiana. Ese es un gran valor del cine.

(5) Hemos explicado en reciente crítica sobre “El arca rusa” de qué manera este film es un monólogo y no un diálogo, ejemplo extraordinario para discernir lo que es y no es el cine.

(6) Pero también, suelen prestar mayor atención a los diálogos que a lo que se muestra y la forma en que se muestra. En ocasiones, el diálogo puede ser contradictorio a lo que se muestra, que es en definitiva lo decisivo. En otras ocasiones, el diálogo puede reforzar la imagen, o viceversa.

(7) Bello y exacto párrafo, abierto a conclusiones de provechosa enseñanza.

(8) Defecto que ya hemos anotado respecto del cine de, por ejemplo, en algunos casos, Brian De Palma.

(9) Los diálogos del cine no son determinantes como en el teatro o la literatura. Son importantes pero no definitorios para la comprensión de la idea o las ideas que la película nos quiere comunicar o suscitar en nosotros Quien esto no entiende busca en los diálogos la explicación satisfactoria que debe encontrar por sí mismo en ese “diálogo” con el autor de la obra. Precisamente esto es así porque el poder de la imagen es mayor al de la palabra, en cambio en un libro es la palabra –más allá de su poder sugeridor- la que permanece en nosotros.