“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

lunes, 1 de agosto de 2011

¿UN HONGO ANTIARGENTINO? - HUGO WAST

¿Un hongo antiargentino?

Por Gabriel Martínez – Blog Ceibaleros de Concordia


En su novela 1984, inspiradora del decadente ciclo televisivo Gran Hermano, George Orwell se imaginaba un régimen absolutamente tiránico basado en una ideología perversa, el Ingsoc (acrónimo de “socialismo inglés”). Este sistema no se contentaba con espiar todo el día a cada persona hasta en sus actos más íntimos a través de una pantalla sino que además, de tanto en tanto, las eliminaba de la realidad. No se trataba meramente de la supresión física, sino que todo recuerdo de la existencia del infortunado –particularmente, de los más talentosos- era cuidadosamente obliterado: se borraba su nombre de actas, se retocaban fotografías en las que apareciera, e incluso se reescribían los periódicos viejos que lo mencionaran. Nunca había existido: pasaba a ser una impersona.

¿Puede tal cosa suceder en la realidad? ¿Puede suceder que una personalidad notable y toda su obra sean obliterados por una voluntad omnímoda sin que quede el menor vestigio de su paso por la tierra? En el caso de Gustavo Adolfo Martínez Zuviría, la respuesta es afirmativa.

Lo que sigue es totalmente verídico.

Cierto día mi amigo de la infancia Fernando, a quien logré contagiar el interés por la obra del memorable Hugo Wast, decidió hurgar en los ficheros de la biblioteca municipal de San Fernando en busca de algunos títulos que le señalé. Tras solicitar varios libros por sus códigos, se encontró con la siguiente respuesta: “Lo siento, pero estos libros fueron atacados por un hongo, y los tuvimos que retirar de la consulta”.

La anécdota me pareció muy curiosa, y decidí corroborarla personalmente. A tal efecto me acerqué una mañana al elegante edificio de la calle Madero, en la localidad ya mencionada, y comencé la búsqueda de libros por autor. Presté atención a dos detalles: la fecha de edición y el código que indicaba la ubicación de los libros en las diferentes estanterías. Luego fui a solicitarlos y la respuesta de la chica que me atendió fue la esperada: “todos los libros de este autor fueron atacados por un hongo, y fueron retirados de la consulta pública para que no contaminen la biblioteca”. Respuesta por demás significativa.

Los libros, como pude comprobar, tenían diferente antigüedad y no estaban ubicados en un mismo sector de la biblioteca, por lo que cabe suponer que el poder de selectividad de este hongo es asombroso. Parece ser que, luego de millones de años, esta forma elemental de vida ha encontrado su medio propicio para proliferar exclusivamente en libros escritos por Hugo Wast, es decir, en novelas donde se resaltan el amor a Dios y a la Patria, los valores familiares, la honestidad y la hombría de bien. A tal especie de eucariota la bautizaremos con toda propiedad Papyrosporum Antiargentinus: todo un descubrimiento que bien nos puede merecer el Premio Nobel.

Recientemente -en un acto circense de claro sentido ideológico- la placa con el nombre de Gustavo Adolfo Martínez Zuviría fue retirada de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, cuya colección engrandeciera notablemente durante su gestión al frente de la misma. Hoy la obra de uno de los más grandes escritores argentinos, no es siquiera mencionada en los programas escolares; sus libros son muy difíciles de conseguir, ya que de muchos de ellos no se han hecho reediciones. Y no es que no fuesen exitosos, ya que por mucho tiempo fue uno de los escritores más leídos en toda Iberoamérica y buena parte del mundo; sus obras fueron traducidas a quince idiomas. Con su estilo “limpio, claro, adecuado” –en palabras de Miguel de Unamuno- planteaba temas que se anticiparon en muchos años a problemáticas actuales. Como a Tolstoi -que fue capaz de quemar el manuscrito de una obra maestra porque no lo hacía mejor cristiano- el éxito terrenal no lo deslumbraba. Igual que el gran ruso, fue un escritor que usó la palabra para servir a la Palabra. “Algo falta a la gloria de un escritor católico a quien no se menosprecia a causa de su obra”, decía.

Hugo Wast y toda su producción debían ser obliterados: los cenáculos intelectuales que deciden qué es lo que se debe leer pronunciaron su anatema. Ahora resulta que ser culto es haber leído alguno de los libros de moda de Federico Andahazi…

Con el silenciamiento de Martínez Zuviría, el perjuicio para la cultura argentina es muy grande. Al menos, con el descubrimiento del Papyrosporum Antiargentinus, cuyas esporas hemos logrado aislar en una biblioteca de San Fernando, parece que hemos hecho un gran aporte a la microbiología.

IHSV+

Enlace de interés: El arte del engaño