“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

viernes, 19 de marzo de 2010

HABLAN LOS MAESTROS


“Si nos atenemos a la palabra de Cristo la finalidad esencial del creyente es el advenimiento del Reino de Dios y debe admitir su absoluta disponibilidad para que este suceso escatológico se produzca, iniciándolo en su propia alma a partir de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Las otras cosas: buen orden familiar, instituciones justas y sanas disposiciones para la convivencia son añadiduras y no se puede trastocar la prelacía de estas exigencias sin destruir la obra de la Gracia.
El conservadorismo es fundamentalmente un humanismo y en tanto reconozca como centro de su predicación la necesidad de instaurar un orden de convivencia, aunque lo llame teocéntrico, será siempre antroponómico porque se trata de construir la casa del hombre en la tierra.
Lo que nuestros conservadores sajones parecen olvidar con harta frecuencia es que el propósito de la religión de Cristo no fue devolver la salud a la sociedad, ni bregar por la instauración de una civilización terrena justa. En la predicación del Reino de Dios hay un objetivo sobrenatural y una de las fuerzas más importantes de esta finalidad es que todos los otros propósitos se llamen a silencio para dar lugar a la única iniciativa. Si la naturaleza humana es restaurada por la influencia de la Gracia y la sociedad se compone en el camino, mejor para ellas, pero no podemos olvidar que son solamente añadiduras”.

Rubén Calderón Bouchet, “El conservadorismo anglosajón”, Revista Verbo Nº 332-333, Mayo/Junio 1993.


“Cuando se pertenece al magisterio de la Iglesia no se hace de la actividad de pensar un ejercicio desligado de la realidad. Por esa razón, podemos decir que el verdadero teólogo, más que pensar, conoce. Es una costumbre moderna insistir en la libertad de pensamiento, como si fuéramos dueños de pensar lo que nos viniere en ganas. Libertad para conocer, sí, pero para conocer esa realidad que Dios nos ofrece y tratar de penetrar, con temor y temblor, en su íntima inteligencia”.

Rubén Calderón Bouchet, Estudio preliminar a “Seis ensayos y tres cartas” de Castellani. 7 de agosto de 1973.