“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

viernes, 23 de abril de 2010

ANIVERSARIO - MIGUEL DE CERVANTES

23 de abril de 1616

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA





“Este que veis aquí de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes no crecidos porque no tiene sino seis, y mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros, el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de “La Galatea” y de “Don Quijote de la Mancha” y del que hizo el “Viaje del Parnaso”, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y quizá sin el nombre del dueño; llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra; fue soldado muchos años y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades; perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos V de felice memoria”.


Cervantes, Prólogo a sus “Novelas ejemplares”.



“Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta, en servicio de su rey, en la guerra justa; y si le quisiéramos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria. A estas cinco causas, como capitales, s pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables, y que obliguen a tomar las armas; pero tomarlas por niñerías y por cosas que antes son de risa y pasatiempo que de afrenta, parece que quien las toma carece de todo razonable discurso; cuanto más que el tomar venganza injusta, que justa no puede haber alguna que lo sea, va derechamente contra la santa ley que profesamos, en la cual se nos manda que hagamos bien a nuestros enemigos y que amemos a los que nos aborrecen; mandamiento que, aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y más de carne que de espíritu; porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro dijo que su yugo era suave y su carga liviana; y así, no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla”.


Cervantes, “Don Quijote de la Mancha”, II, 27.



“¿Por ventura es asumpto vano o es tiempo mal gastado el que se gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas por dónde los buenos suben al asiento de la inmortalidad?”


Cervantes, “Don Quijote de la Mancha”, II, 32.



El Quijote es una obra jocosa en la superficie, pero es humor medular en su concepción, en la invención. Cervantes se autoproclamó –con mucha razón- “en la invención el primero de España”, y es la invención justamente –más que la composición y el estilo- el dominio del genio. La invención de El Quijote (esconder detrás de una sátira de los libros de caballería el alma de la historia de Europa, y la escondida alma y motor de Europa y del alma humana) es genial; y hace del libro del manco “la novela más grande del mundo”, la obra maestra del arte de la Contrarreforma; y si se quiere, la alegoría cristiana más importante que se conoce después de las parábolas de Cristo, más profundamente religiosa que La vida es sueño. Un místico no tiene más que hacer de Dulcinea figura de la gracia o el amor de Dios, para convertir la novela en un libro teológico, como apuntó Unamuno, y Jerónimo del Rey en su libro inédito –inacabado e inacabable- Su Majestad Dulcinea. Porque el humor medular es una forma natural de expresión de la religiosidad. Aunque parezca mentira, la parábola y la paradoja son más religiosas en cierto modo que el silogismo y el sermón. Si yo dijera que El Quijote es un libro en cierto modo más religioso que Los nombres de Cristo, ¿se reirían de mí? Sí. Pues por eso no lo diré.

En la gran parábola de Cervantes, la sabiduría –que es el Ideal, y es nobleza y es vida- ha sido encarnada paradojalmente en un loco; y lo que el mundo llama sabiduría –“la listura de la finitud”, que dice Kirkegor- está encarnada humorísticamente en un palurdo. Mas esas dos sabidurías, contrarias según San Pablo, no rompen entre sí, riñen: vagan por el mundo existencialmente unidas, y el realismo zoquete es forzado a someterse al idealismo destornillado; que loco y todo resulta su amo, e incluso a disciplinarse y darse de azotes por él. Lutero se levantaba en ese tiempo contra las “disciplinas” de los monjes: Cervantes encuentra que las disciplinas están bien, pero en Sancho. Don Quijote lleva en sí una más alta disciplina, la disciplina interior, su fe. Lutero fue un quijote sin sancho, la “fe sin obras”; y eso fue su lástima.

El humor medular de El Quijote consiste en que representa plásticamente una de las paradojas del cristianismo, quizá la paradoja fundamental. La fe en efecto no es sino la persecución de un absurdo: quiero decir de una cosa que para la razón pura es sin sentido, aunque no sea contra-sentido. La fe sería locura pura si no llevara siempre a las rastras consigo al sentido común. La persecución inalcanzable de Dulcinea, eso es la fe; y Dulcinea existe, aunque no donde El Quijote y nosotros nos imaginamos.”


P. Leonardo Castellani, El humor español, Buenos Aires, Mayo 1953. Nueva crítica literaria.