“Alfred Hitchcock”, por Bill Krohn – Colección Maestros del cine – Cahiers du Cinema – Edición española 2010 – 106 páginas.
El cine de Alfred Hitchcock es uno de los más incómodos de analizar para los críticos de cine descentrados, subjetivistas o afectos a hilvanar impresiones que no se saben enmarcar en una forma coherente de ver el mundo, debido a la complejidad de la mirada hitchcockiana, y por lo tanto, a la dificultad para encontrar evidencias expuestas claramente por Hitchcock para facilitar la dilucidación de lo que viene a ser su visión del mundo.
La complejidad del cine hitchcockiano –no siempre asumiendo hasta las últimas consecuencias, por diferentes motivos, la educación que marcó a fuego su mirada- permite que, sin entender la clave de su posición filosófica, las elucubraciones críticas puedan tornarse hasta opuestas a los postulados esenciales enunciados en sus films.
Entre la fascinación y la atractiva veta comercial, los críticos se lanzan a escribir libros que saben habrán de interesar al cinéfilo, aunque luego no se cumplan las promesas anunciadas en un ejemplar que se propone como una serie de “lecturas exhaustivas pero de fácil comprensión”. No hay en este libro “una clave de lectura para comprender la trayectoria profesional de un cineasta destacado”, como se afirma en la contratapa del mismo, sino más bien un repaso apurado y nada concluyente sobre la filmografía completa de Hitchcock, en una especie de introducción de “trailers” críticos que, unidos todos, no nos dan una idea o noción de la mirada que Hitchcock despliega a través de toda su obra.
Krohn aporta datos interesantes, recuerda a otros críticos y ofrece una cronología y filmografía útil, pero su propia mirada crítica es un esbozo indeciso y contradictorio que oscila entre el lugar común y la provocación que no llega al fondo de lo insinuado. Su gran defecto –nada nuevo a estas alturas- es no comprender la mirada católica de Hitchcock y, más aún, malinterpretarla. Cuando se trata del tema de la culpa y de la llamada “transferencia de la culpabilidad”, Krohn desestima la idea de la “confesión” como apoyo de la imagen del “falso culpable” de una manera confusa, sólo para desechar a
“Para los cristianos ortodoxos –dice este crítico- el pecado original nace tras el Génesis, pero el Génesis del cosmos hitchcockiano es contemporáneo al pecado original”. ¿Es entonces en Hitchcock el mundo la creación imperfecta de un demiurgo que es emanación de un Dios supremo? No, la ortodoxia de Hitchcock, en este sentido, es palmaria. Su pesimismo no es de naturaleza maniquea. El cosmos que Hitchcock muestra ya es, ya está hecho, y es el hombre pecador el que lo desordena. Veamos este ejemplo de “La ventana indiscreta”: La aparición de la mujer (Grace Kelly) está mostrada, como bien lo advirtió alguien, como la aparición de Eva del costado de Adán (James Stewart) mientras éste duerme. Pero este “nacimiento” de la mujer tiene en este film una función identificatoria de la misma como Eva, mas no como creación puntual de ese preciso momento. ¿Y esto por qué? Porque allí Adán/Stewart ya ha sufrido la caída (por eso tiene la pierna enyesada), por lo tanto en la obra de Hitchcock no hay simultaneidad entre
Krohn la emprende luego irónicamente contra lo que califica “familia televisiva” que presenta Hitchcock en “El hombre que sabía demasiado” en su segunda versión, y más tarde realiza una comparación forzada entre “Sólo vivimos una vez” de Lang y “El hombre equivocado” de Hitchcock, no advirtiendo las dificultades de esta última historia como tampoco la ventaja de Hitchcock en relación al mundo opresivo de Lang. Precisamente de la supuesta gran influencia de Lang y De Mille sobre el cine de Hitchcock Krohn hace, según nos parece, afirmaciones rebuscadas y nada decisivas para la comprensión del cine hitchcockiano. Y nuevamente viene a fallar al no comprender la mirada católica de Hitchcock. Probablemente también por eso no comprende -ni busca hacerlo- el problema del mal en su cine, cuestión indispensable para entender la filosofía de toda película.
El libro se compone en un 50% de excelentes fotografías a página completa, lo que puede hacerlo muy atractivo para el público al cual está destinado, ya que las mismas fotos están insertas no en función de apoyar un estudio en particular del gran director, sino para ilustrar una mirada general, lejana, acaso como podría serla desde un avión fumigador sobre una ruta desierta. Pero no exageremos, libros como éste hay a montones.