“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

lunes, 3 de agosto de 2009

IMAGENES



“-¿El color verde evoca para usted el pasado, porque Madeleine tiene un auto verde, Judy lleva un vestido verde la primera vez que Scottie la reencuentra?
-En efecto, el verde es mi color favorito. Amo los colores de la tierra, los verdes, los castaños, los ocres. Amo menos los azules o los rojos. Aquí satisface mi gusto por el verde al asociar este color con el tema del pasado que tiene un gran lugar en el film. Insistí mucho en tener un anuncio lumínico verde afuera del hotel de Judy: me serví sobre todo de esta luz verde cuando Judy sale del baño bajo la apariencia de Madeleine”.
(De una entrevista de Charles Bitsch a Alfred Hitchcock)



Uno de los tantísimos motivos que conforman el cine de Hitchcock –en este caso Vértigo- es el de la utilización del color como contenido dramático y emocional (y hasta moral) tanto de los personajes como de los ambientes donde habitan y transcurren sus peripecias.
No es novedad mencionar que en Vértigo, especialmente, es notable la perfecta conexión de todos estos elementos. El verde y el rojo –pero también el gris y el blanco- configuran la relación conflictiva entre la melancolía, la pasión amorosa, el pasado y la muerte entre las que se mueve la mirada emotiva, sentimental, de Scottie, y la perturbadora creación de un fantasma que se encarna como mofa de la obra divina, donde la caída sin la gracia instrumenta todos esos elementos que rodean al protagonista para, en una macabra sinfonía de paisajes y colores, sumergirlo en una embriagadora fantasía que en algún momento habrá de descubrir como tal, porque la realidad siempre tiene la última palabra.