“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

sábado, 17 de julio de 2010

UNA LECCION DE SHAKESPEARE


“La gran lección de Macbeth para nosotros, los modernos, es la idea de unidad de la vida humana. Lo único que un ser humano no puede hacer es exactamente lo que todos los famosos están intentando hacer: cortar su vida en secciones separadas. El primer ejemplo que me viene a la cabeza es la exigencia de libertad en el amor: no puedes tener un romance con Alicia y una aventura con Silvia, porque no existe eso que llamas “romance” y eso que llamas “aventura”. Todo coqueteo viene a ser un matrimonio en el sentido tremendo de ser algo irrevocable. Es un ejemplo entre mil, que pone de manifiesto que la esencia de toda tragedia es la necesaria unidad y coherencia de la vida humana. Sólo un gusano puede ser cortado en dos trozos que siguen viviendo. Pero la unidad del ser humano hace que no pueda ser cortado, que pueda ver el fin de muchos de sus actos, que no pueda ser arrancado de su pasado con un hacha, y que coseche lo que siembre.

En Macbeth aprendemos la gran equivocación que comete un hombre cuando supone que un acto malo le abrirá camino y le conducirá al éxito. Las personas estamos diseñadas para llevar a cabo una conducta coherente entre lo que pensamos y lo que hacemos, y esa deseable coherencia nos obliga a pagar un elevado precio por las incoherencias de nuestros actos. Un precio en forma de sufrimiento moral o psicológico. Cuando Macbeth se da cuenta de que no hay ningún obstáculo entre él y la corona de Escocia, salvo el cuerpo durmiente de Duncan, piensa que si realiza un solo acto inmoral podrá ser feliz para toda la vida. Pero el efecto del crimen fue desconcertante e insoportable: un solo acto contra la moral introdujo a Macbeth en un ambiente mucho más sofocante que el de la ley moral. Su tragedia nos enseña que nadie debe cometer una inmoralidad con la esperanza de salir beneficiado. Al prescindir de la moral y la conciencia, Macbeth no es más libre: al contrario, se siente atrapado en un cerco que cada vez se estrecha más. Con su asesinato ha destrozado una barrera, pero al saltarla ha caído en una trampa, y cuanto más extiende su inmoralidad, más se hunde en la trampa. Al final de su vida, Macbeth no es simplemente una bestia salvaje, es una bestia acorralada”.

Gilbert K. Chesterton – “Los Macbeth”, cit. en “La mujer y la familia”, Ed. Styria, 2006.