“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

martes, 10 de noviembre de 2009

HABLAN LOS MAESTROS



“La civilización católica enseña que la naturaleza del hombre está enferma y caída; caída y enferma de una manera radical en su esencia y en todos los elementos que la constituyen. Estando enfermo el entendimiento humano, no puede inventar la verdad ni descubrirla, sino verla cuando se la ponen por delante; estando enferma la voluntad, no puede querer el bien ni obrarle sino ayudada, y no lo será sino estando sujeta y reprimida. Siendo esto así, es cosa clara que la libertad de discusión conduce necesariamente al error, como la libertad de acción conduce necesariamente al mal. La razón humana no puede ver la verdad si no se la muestra una autoridad infalible y enseñante; la voluntad humana no puede querer el bien ni obrarle si no está reprimida por el temor de Dios. Cuando la voluntad se emancipa de Dios y la razón de la Iglesia, el error y el mal reinan sin contrapeso en el mundo”.

Juan Donoso Cortés – Carta al Conde de Montalembert, Berlín, 26-V-1849.



“La fe, más conforme que la evidencia con el entendimiento del hombre, salvó del naufragio a la razón humana. La verdad debía ser propuesta por la fe si había de ser aceptada por el hombre, rebelde de suyo contra la tiranía de la evidencia. Y el mismo espíritu, que propone lo que se ha de creer y nos da fuerzas para que lo creamos, propone lo que es necesario obrar, y nos da el deseo de obrarlo, y obra con nosotros para que lo obremos. Tan grande es la miseria del hombre; tan honda su abyección, tan absoluta su ignorancia y tan radical su impotencia, que no puede por sí solo formar un buen propósito, ni trazar un gran designio, ni concebir un gran deseo de cosa que agrade a Dios y que aproveche a la salvación de su alma. Y, por otro lado, es tan alta su dignidad, su naturaleza tan noble, su origen tan excelso, su fin tan glorioso, que el mismo Dios piensa por su pensamiento, ve por sus ojos, anda por sus pies y obra por sus manos. El es el que le lleva para que ande, y el que le detiene para que no tropiece, y el que manda a sus ángeles que le asistan para que no caiga; y si, por ventura, cae, El le levanta por sí mismo y, puesto en pie, le hace que desee perseverar. Por eso dice San Agustín: “Ninguno creemos que viene a la verdadera salud si Dios no le llama, y ninguno, después de llamado, obra lo que conviene para esa misma salud si El no le ayuda”.

Juan Donoso Cortés – Ensayo sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo, cap. VI, 1851.